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Siempre había escuchando que cuando que cuando pides algo tantas veces, llegara el día que se cumpla. Jamás lo creí, pero me sucedió. No era tan difícil, solo bastaba un poco de disposición de mi parte para sentirme, valga la expresión, “Completamente llena”.

Mi nombre es Elena, tengo 20 años. Hace poco platique con Verónica, mi amiga de toda la vida. Su fantasía sexual era muy sencilla, solo hacerlo completamente ebria en la playa con un hombre que la ame de verdad. Cuando le dije mi deseo se horrorizo, pero me hizo jurarle que le contaría todo cuando sucediera.

Hace una semana, me llamo un amigo al que no veía hace tres años. Regreso a la ciudad después de trabajar por ese tiempo en otro país. Me dijo que había comprado recientemente una casa en Puebla; solo sus amigos la habían estrenado. Fue claro, me dijo que quería otra compañía.
-Mis amigos no se me antojan- dijo, en forma burlona.
El se llama Alberto y tiene 20 años. Yo recién había adquirido un auto y le dije que lo llevaba, pues ya quería aventurarme a manejar en carretera. Y pase por el al día siguiente.

Ya en la carretera comenzamos a hablar de temas cachondos. El me preguntaba de mis novios anteriores y de cómo tenia sexo con ellos. No le revele nada comprometedor, solo intente hacer una plática interesante.

Pero lo que me dijo, empezó a ponerme caliente. Yo, indefensa, con las manos en el volante y las piernas abiertas para manipular los pedales. El, libre y con experiencia, empezó a acariciarme. Primero las piernas, se quito el cinturón de seguridad para bajar hasta ellas y me dio un beso que me erizo toda la piel. Luego fue por mi abdomen, subió a mis pechos. Ya lo deseaba, hace tiempo que nadie me acariciaba de manera tan exquisita.

El transito estaba muy cargado ya a dos kilómetros de llegar a la caseta de cobro y yo tenía pena de que otro auto viera como me acariciaba y le pedí que se detuviera. El encargado de la caseta detuvo un poco su actividad, como buscando cambio, contaba y volvía a contar el dinero que me iba a devolver, pero en realidad solo me estaba viendo las piernas. Alberto lo noto y me acaricio una pierna ante sus ojos. Por fin me dio el cambio y nos marchamos de ahí.

Después de sonreír un poco, siguió con su labor de ponerme caliente. Con su mano en mis piernas, acariciándolas suavemente, empezó a besarme en el cuello. Su cálida respiración me hizo soltar un ligero alarido, que me ayudo a abrir un poco más las piernas. Puso su mano por debajo de mi falda y froto mi panocha, me excito tanto que sentí unas frenéticas ganas de frenar el auto y que me cogiera. Solo deseaba que continuara.

Siguió acariciando mis piernas y frotando mi ropa interior tan suavemente que ya solo esperaba que hiciera a un lado mi ropa interior, que estaba muy mojada. Parecía que leía mi mente. Cuando pensé que sería genial que me tocara, hizo a un lado mis pantis. Su mano recorrió mis tupidos vellos y coloco un dedo en mi clítoris. Lo movía de arriba hacia abajo, lentamente. Yo empecé a sentirme en la gloria.

Cuando creí que uno de sus dedos entraría en mí, justo en ese momento, me beso una teta, yo traía una blusa con escote pronunciado. No se acerco ni un centímetro a mi pezón, pero fue suficiente para sentir que quería comérmelo completo por la vagina. En seguida me metió un dedo. Entro suave y delicioso por todo el lubricante que yo había generado gracias a sus caricias.

Con otro dedo estimulaba mi clítoris. Yo ya estaba muy excitada, quise sentir su miembro y lo toque sobre el pantalón, estaba grande y duro, se me antojo, así entre cachondeos llegamos a su casa en Puebla.

Estaba muy caliente, arregle mi ropa y me pidió que tocara el claxon. Nos abrió su amigo Miguel, que me encanta, ya había tenido sexo varias veces con él y tiene una verga enorme y aguantadora. Metí el auto y llegaron a saludarnos otros dos amigos mutuos, Raúl, Alex y René. Con ellos también había tenido algunas aventuras.

Alex me indico que estaríamos en la habitación principal. Subimos y al fin pude estar a solas y en manos de Alberto. Me desnudo completamente y comenzó a chupar mis pechos, fue bajando poco a poco y se detuvo en mi ombligo, introdujo su lengua y sentí un cosquilleo muy agradable. Bajo su lengua y me la metió completamente en mi “cuevita”. No pude mas, me vine y el chupo mis líquidos.

Enseguida se bajo su bóxer y pude ver por primera vez su miembro duro como el acero. Le pedí que me lo metiera, pero se puso a chupar mis pantorrillas; le suplique y me lo dio de un golpe, fue delicioso, se empezó a mover poco a poco. Duro un tiempo que me pareció una eternidad, termino llenándome de su semen.

Quede exhausta, me recupere, su leche escurría de mi interior, me limpie y me metí al baño, después de tanto jadeo, sudor y jugos corporales, ya necesitaba una ducha. Desde el baño escuche como René y los demás hablaban de lo bien que me veía con la falda y la blusa escotada con que me vieron llegar.
-Se van a ir de espaldas cuando me vean lo que me voy a poner- pensé.

Salí del baño con una toalla cubriendo mi cuerpo, el agua aun escurría de mi cabello mojado por mi espalda. Me seque por completo y busque mi ropa en la maleta. Necesitaba aprovechar el sol y la alberca del patio trasero. Me puse mi coqueto mini bikini negro y salí en busca de más agua y diversión.

Nuestros tres amigos nos esperaban en la alberca, por sus caras parece ser que les gusto verme. Soy morena bajita; mis labios son sensuales y mi cabello largo, amarrados en una coleta que me hace ver muy coqueta; tengo senos bonitos y un trasero que trae muertos a los hombre.

Me zambullí en el agua, fue tan delicioso nadar, sentirme libre al fin del trabajo. Sobre todo me encanto ver a esos machos esperar por una sola oportunidad de acercarse a mí. Estuve solo unos minutos dentro del agua, había sido refrescante, pero estaba muy cansada.

Salí de la alberca y tendí una larga toalla sobre el pasto. Me acosté boca abajo, dejando a la vista de todos mis atractivos. Miguel se ofreció a ponerme bronceador y darme un masaje. Soy diseñadora y había tenido una semana muy complicada, en los últimos días el trabajo se había acumulado. El masaje empezó a relajarme, sentí como líbero el broche de mi top, y me empecé a quedar dormida, descanse profundamente.

Cuando desperté estaba completamente desnuda, mi traje de baño había desaparecido, mis cuatro amigos me rodeaban, desnudos y con sus vergas bien paradas. Yo ya había tenido sexo con todos, pero me asuste al verlos a todos desnudos y rodeándome. De pronto sentí unas incontrolables ganas de salir corriendo o de volar para escapar de ellos. Lo intente, pero Raúl me detuvo.

Me tomo y empezó a besarme la espalda. Llevo su mano a mi panocha y me empezó a acariciar. René se hinco y me acaricio el trasero. Hicieron que me hincara y que se la mamara a Miguel; eso me encanto, me excite mucho. Con el sueño, el susto y la sorpresa, había olvidado que esa era mi fantasía. Ser víctima de la pasión de varios hombres.

De pronto René empezó a lamerme las nalgas, me prendió tanto que quise que entrara y me penetro por el culo. Ya tenía dos vergas dentro de mi; Raúl se acomodo y me la metió por la panocha, ya eran tres y Alex comenzó a chuparme los pechos... los cinco nos movíamos al unisonó. Fue una cogida estupenda, todos se vinieron dentro de mí.

Ya recuperada busque mi ropa. Empezaba a hacer un poco de frio y quería vestirme. Pero escondieron todas mis pertenencias. Me quede ahí por cuatro días completos, día y noche bebiendo, descansando y cogiendo de muchas maneras. Cuando le conté esto a mi amiga Verónica, le pareció escandaloso, pero me prometió que el próximo fin de semana iría conmigo a casa de Alberto y sus amigos.