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A mi esposo y a mí, nos asaltaron, y a mí me violaron en nuestra luna de miel. (

Relato enviado por : narrador el 22/05/2015. Lecturas: 21137

etiquetas relato A mi esposo y a mí, nos asaltaron, y a mí me violaron en nuestra luna de miel. (   Confesiones .
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Resumen

Días antes de casarnos, Leonardo mi esposo y yo, aun intercambiábamos opiniones de a donde ir a pasar nuestra luna de miel. Y no es que seamos tacaños, la realidad es que después de pagar la boda, el pago de la casa, el del coche, y los servicio de electricidad, agua, además de la comida. Apenas nos quedaba algo de dinero.



Relato

Por lo que después de evaluar varios lugares, decidimos pasar nuestra luna de miel, en la finca, estancia, hacienda, hato, o como prefieran llamarlo, de un amigo de mi esposo. Pero no en la casa principal, sino en un sitio bastante retirado de todo, nos dirigimos a un lugar, que según el dueño, él lo mantiene casi virgen. Y muy pocas personas lo conocen, además de tener un hermoso lago, grandes árboles, que producen buena sombra, en fin un pequeño paraíso.

Realmente hasta habíamos pensado en pasar par de días en pleno contacto con la naturaleza, por lo que para esa noche, y las siguientes llevamos una pequeña tienda de campaña, que pensábamos instalar cuando nos fuéramos a dormir. Pero desde que llegamos, aprovechando que nos encontrábamos solos, comenzamos a besarnos, sentí su lengua dentro de mi boca, y poco a poco Leo, a medida que en ese momento mi esposo comenzó a decirme, todo lo que íbamos hacer entre los dos, como andar completamente desnudos, y meternos en el lago para hacer el amor, Leonardo me fue quitando parte de mi ropa, y yo la de él.

Ya me encontraba yo en bragas, y él sin su camisa, cuando de la nada salieron un par de hombres, enmascarados, y armados. Sin dejar de apuntarnos, rápidamente nos sometieron tanto a Leo, como a mí. A mi esposo lo amarraron, cual si fuera un animal, dejándolo tirado sobre la tierra. Mientras que a mí, a la fuerza comenzaron a quitarme la poca ropa que me aun tenía puesta. Aunque yo al principio me resistí, hasta que uno de ellos, me dio un fuerte empujón tirándome al suelo, y apuntándole a la cabeza a mi esposo me dijo. O lo haces a la buena, o a la mala, es más si quieres mato a tu novio. La cara de pánico que puso Leo, al ver un cañón apuntándole a la cabeza, no me dejó lugar a dudas de que el tipo ese hablaba en serio. Y aunque a mi esposo lo habían amordazado, mientras lloraba, claramente pude entender que me rogaba, que no les llevase la contraria. Por lo que yo sumisamente, y resignada a mi suerte, dejé que esos tipos terminasen de desnudarme completamente al quitarme el resto de la poca ropa que aun cargaba puesta encima.

Pero a medida que los dos me fueron desnudando a mí, al mismo tiempo también ellos se fueron quitando toda su ropa, hasta quedar tan desnudos como lo estaba yo. En esos momentos me colocaron frente a la cara de Leo, y me volvieron a decir. Ya sabes sino colaboras lo matamos, por lo que no me quedó más remedio que hacer todo lo que ellos dos me ordenaban.

Lo primero que hicieron, fue que uno de ellos, después de obligarme a que me arrodillase, se colocó tras de mí, y sin más ni más me ha penetrado con su verga por mi coño. Yo me quejé no tanto por el dolor, sino por la brusca manera en que me lo ha metido, al tiempo que me obligó a que me inclinase mi torso, para que me pusiera a mamar la verga de su compañero.

Leo visiblemente afectado, trataba de desviar su mirada, de la misma forma o manera que yo trataba de evitar el contacto con sus ojos, pero aunque no me obligaban a ver a mi marido, al mismo tiempo no podía dejar de verlo, y él a mí.

Los muy desgraciados no pararon de enterrar sus miembros dentro de mi cuerpo, una y otra vez, y aunque yo estaba aterrada de miedo por lo que nos pudiera pasar luego, no podía dejar de sentir una y otra vez como aquella erecta y dura verga no paraban de entrar, y salir una, y otra vez, de mi coño, así como la de su compañero de mi boca. Para colmo de males, también me di cuenta de que a cada rato, los dos se la pasaron oliendo algo, que seguramente era cocaína.

Y aunque yo procuré controlarme, llegó un momento en que casi de manera involuntaria, después de que me sonaran una ardiente nalgada, comencé a mover mis caderas. Además sus constantes insultos, diciéndome, muévete perra, zorra, o puta. En esos momentos, en lugar de sentirme ofendida, me sentí sometida, y aunque no lo quiero aceptar, algo de todo eso, en el fondo comencé a disfrutarlo.

En algunos momentos hasta me llegaron a provocar nauseas, por lo profundo dentro de mi garganta que me enterraban sus vergas, sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Así como en el momento en que me obligaron a fumar, unos pequeños cigarrillos que habían hecho a mano, a medida que yo les mamaba sus vergas.

No contentos con todo lo que me habían hecho, en cierto momento decidieron darme por el culo, sujetando mis manos a mi espalda. Frente a mi marido, que impotente de hacer algo para defenderme, únicamente nos observaba, llorando en silencio, todo lo que esos tipos me obligaban hacer, bajo la amenaza de matarlo a él, y como yo, aun en contra de mi voluntad movía mis caderas, y hasta gemía de placer, al sentir como sus vergas entraban y salían ya fuera de mi coño o de mi culo.

Por un largo rato me restregaron sus vergas, tanto en mi cara, así como en mi coño, y mi culo. Yo aunque no disfruté nada, de las muchas cosas que me obligaron hacer, en algunos momentos, les confieso que en varias ocasiones llegué a disfrutar varios aberrantes orgasmos, acompañados de fuertes espasmos, y profundos gemidos de placer, a medida que esos dos desgraciados continuaban sin parar de enterrarme sus vergas por todo mi cuerpo.

Durante el resto de la tarde, y ya en parte de la noche, como ya les dije, no hubo cosa que no me hayan obligado hacer, o dejar que me hicieran, ante la silenciosa y eterna mirada de Leonardo. Lo último que me hicieron fue orinarse en mi cara, después de que me volvieron a obligar a que les mamase sus vergas, eyacularon sobre mi rostro.

Así que me dejaron tirada sobre la tierra, recogieron sus ropas, y se marcharon. Quizás por donde mismo habían venido. Yo exhausta, me quedé tirada sobre la tierra, hasta que a lo lejos creí escuchar un coche que se alejaba.

Fue en esos momentos en que me acerqué a Leonardo y tras desatarlo, muerta de vergüenza me metí en el lago para bañarme y quitarme de encima todo el orine y el semen que los dos desgraciados me habían dejado dentro y fuera de mi cuerpo.

Leonardo por su parte se quedó en silencio hasta que yo salí del agua, y dándome un tierno abrazo me dijo. Creo que lo mejor es que nos olvidemos de todo lo sucedido, a esos tipos, jamás los vamos a poder identificar. Yo por mi parte estaba completamente de acuerdo con él, y le propuse a mi marido que nunca más volveríamos a hablar de lo sucedido.

Cosa que en parte el cumplió, hasta que una noche en casa, se empeño en darme por el culo, y cuando me le negué me dijo, pero aquella noche que te lo hicieron tenías cara de que lo disfrutaste, y mucho. En otra ocasión me pidió que le mamase su verga, y al decirle que no, me volvió a recordar, aquella maldita noche.

Bueno con el pasar del tiempo, no me ha vuelto a sacar en cara lo que paso aquella noche, pero a cambio de eso, cuando insiste en darme por el culo, o que le mame su verga, no me queda más remedio que hacerlo, con tal de que no me saque en cara, lo mucho que yo disfruté el que me hubieran violado frente a él. Pero por mi parte, en ocasiones cuando mi marido me obliga a que haga esas cosas, en venganza, aunque no se lo digo nunca, prácticamente me acuesto con el primer hombre que veo, bueno no precisamente con el primero. Ya tengo a dos o tres bien vistos, para esos casos de emergencia…



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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:29) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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