Al fin, sola en casa…

Pero el quedarme sola aunque sea un solo día, es algo que tiene un valor inmenso para mí. Por lo que cuando mi marido me dijo que pensaba que fuéramos a visitar a los padres de él, le propuse que fuera él solo, para yo dedicarme a realizar una limpieza profunda en casa, que bastante falta le hacía. Así que me quedé sola desde el viernes en la tarde, momento en que después de ponerme algo de ropa más cómoda, comencé con la limpieza. Por lo que ya a eso de las diez u once de la noche, después de avanzar bastante en la limpieza, después de darme una refrescante ducha, me puse únicamente mi bata de baño y prendí el televisor. Mientras me tomaba una copa de vino, me sorprendí al ver en la pantalla, a un ex novio mío de nombre Ignacio, que fue el hombre con quien perdí mi virginidad. Ignacio apareció en el noticiero, le realizaban una entrevista, sobre no se qué tema, aunque algo mucho mayor, un poco más grueso y calvo. Lo reconocí enseguida, y mientras me encontraba tendida sobre el sofá, apagué el televisor y mientras disfrutaba de mi copa de vino, a mi mente vinieron los recuerdos de esa noche en que Ignacio me desvirgó.

Ignacio me había ido a buscar a casa, yo pensaba que me llevaría a ver una película, pero en lugar de eso nos dirigimos directamente, a la casa de sus padres que se encontraban de viaje. Apenas llegamos Ignacio me ofreció una bebida bastante duce y fría y mientras me la tomaba, me invitó a su habitación, supuestamente subimos para ver unas fotos nuestras, pero a medida que veíamos las fotos, Ignacio y yo comenzamos a besarnos, poco a poco los besos fueron más intensos, la excitación que sentí fue algo que en mi vida había sentido, yo estaba que no tenía idea de lo que me pasaba.

Cuando él me comenzó a desabrochar mi vestido, no tuve la fuerza de voluntad de impedírselo, simplemente deseaba que me siguiera besando y diciendo lo mucho que me amaba. En cierto momento yo quedé completamente desnuda, lo raro era que no me importaba, solamente deseaba que Ignacio me siguiera besando y acariciando todo mi cuerpo, cuando vi que él se comenzó a desvestir, simplemente me quedé recostada sobre su cama, hasta que ya completamente desnudo Ignacio acercó su cuerpo al mío, sus labios continuaron besándome, y sus manos acariciando toda mi piel. El calor de su cuerpo unido al mío, me excitaba mucho más a un, hasta que con sus manos, delicadamente me fue separando mis piernas.

Sentí su miembro, que comenzaba a penetrar mi vulva, me sorprendí bastante, no tenía idea de lo que me estaba sucediendo, realmente no esperaba que eso sucediera, pero a medida que su erecto miembro comenzó a profundizar más y más dentro de mi cuerpo. Yo comencé a desear que continuase sin parar, mi deseo era tal que sin darme cuenta comencé a mover mis caderas de lado a lado, a medida que mi novio en esos momentos me introducía y sacaba constantemente su miembro una y otra vez.

Mientras que a mi menoría llegaron esos recuerdos, yo me encontraba tumbada sobre el sofá de mi sala, con mis piernas ligeramente abiertas, y mis dedos de la mano izquierda acariciando incesantemente todo mi coño. Para mí fue como volver a revivir aquella experiencia, mientras que una y otra vez introducía casi todos mis dedos dentro de mi mojado coño, para luego dedicarme al mismo tiempo con la otra mano, golpear incesantemente mi clítoris, el que terminé por apretar divinamente entre mis dedos pulgar e indicé, hasta que disfruté de un solitario orgasmo. Después de eso, algo agotada me retiré a mi cama, donde creo que toda la noche me la pase soñando con aquel día en la casa de los padres de Ignacio.

Desde el sábado en la mañana hasta la noche no hice otra cosa que limpiar, pero después de darme un buen baño ya tarde en la noche. Después del baño pasé por la cocina y mientras comencé a calentar un poco de leche para antes de acostarme, no perdí el tiempo pensando en Ignacio, y como después de acostarse conmigo al día siguiente desapareció de mi vida sin decir nada. Pero en cambio me acordé de cómo fue que conocí a Renato, durante un carnaval. En el que yo estaba disfrazada de cabaretera, junto con otras amigas. Nos encontrábamos en el salón del hotel a donde habíamos ido a celebrar el carnaval, cuando apareció Renato, sin disfraz alguno. Quizás por equivocación, se me acercó y me preguntó cuánto cobraba, y no lo culpo, realmente parecía una puta fina, pero puta al fin y al cabo.

Cuando lo saqué de su error, de inmediato me dijo que simplemente me había querido bacilar para conocerme, bueno me invitó a bailar, y al poco rato ya me estaba besando intensamente. Y en un descuido mío, aprovechó para sin vergüenza alguna agarrar mi coño con una de sus manos. Mi primera intención fue la de sonarle una buena cachetada, pero el sentir sus firmes dedos prácticamente dentro de mi coño, me hizo cambiar de opinión, así que a medida que en un rincón de aquel salón de baile, Renato y yo bailábamos y nos besábamos intensamente, yo disfrutaba de esa sabrosa caricia que él me proporcionaba. Ni idea tengo cuanto tiempo duramos así. Cuando me di cuenta ya me tenía pegada a una pared de no sé donde, introduciéndome completamente toda su verga, mientras que yo movía mi cuerpo contra el de él sabrosamente.

Los recuerdos de la primera vez que Renato y yo disfrutamos el uno del otro, me hicieron desear estar con él intensamente, pero como Renato estaba en casa de sus padres, dejando caer la toalla con que salí del baño, suavemente comencé acariciar mi coño, y a medida que lo estaba haciendo, los recuerdos me parecían mucho más vividos y reales. Por lo que continué acariciando todo mi coño, y a medida que más me acariciaba sentada en una de las sillas de la cocina, más deseos tenía, de sentir la verga de mí marido dentro de mí. Pero como eso no era posible, se me ocurrió echar mano de una gruesa zanahoria, la cual para darle algo de calor, la metí por unos pocos segundos en el horno microonda. Tras lo cual sin perder tiempo me la introduje sabrosamente dentro de mi coño, y a medida que sacaba y metía la zanahoria dentro de mi coño, al mismo tiempo me dediqué apretar mi clítoris de manera repetitiva, hasta que finalmente disfruté de un tremendo orgasmo. Después de eso, ni siquiera me hizo falta el tomar la leche que puse a calentar, para irme a dormir, esperando ansiosamente que la llegada de mi marido, quién no sabía lo que le esperaba cuando se metió a la cama conmigo.