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Alicia 12

Relato enviado por : ivloguer el 22/04/2013. Lecturas: 4060

etiquetas relato Alicia 12   Jovenes .
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Resumen
Un nuevo amanecer me arrancó de las ensoñaciones con duras bofetadas de realidad


Relato
Alicia 12

Un nuevo amanecer me arrancó de las ensoñaciones con duras bofetadas de realidad, sería un día agitado ya que debía viajar a pedido del cliente, por suerte ya era viernes pero la jornada parecía compleja. Desayunamos con Alicia y salimos a pisar el asfalto, en el camino le contaba que debería hacer unas cosas en la capital y que tal vez no llegaba antes del mediodía.
Realmente no era problema ya que ella sabía prepararse el almuerzo y hacer las cosas de la casa, el problema era mío deseando que estuviésemos juntos en esas tareas, deseaba deleitar mis ojos con esa personita que revolucionaba el aire con sus idas y vueltas, necesitaba rozar ese cuerpito con todas la excusas imaginables, mis dedos necesitaban trepar por esa carita para enredarse en sus cabellos mientras devoraba su boquita.

La dejé en el cole con un beso que tratamos de no demorar, una pequeña huella húmeda dejada en su mejilla debería alcanzar para que me recordase durante unas horas, mi boca debería memorizar esa tibieza para soportar el ayuno próximo.
Debía ir lejos, opté por el transporte público que parecía ahorrarme conducir todo el trayecto. Antes de subir, cuando la puerta estaba por abrirse, mi imagen se reflejaba en los dos vidrios separados por una goma; parecía recordarme que mi vida también estaba partida, que tal vez las fracciones superaban ese número.
Durante el viaje miraba los paisajes que pasaban en loca carrera, huían velozmente de mis ojos que realmente no miraban, estaban tratando de focalizar unos croquis pero los trazos del plano se curvaban, tomaban las formas de otras curvas que dominaban los recuerdos.

Llegué a la casa del industrial que ya me estaba esperando con pilas de papelerío, discutimos diversos temas mientras el ambiente se llenaba con unas notas musicales, parece que el sonido ya venía acariciando nuestros oídos pero recién me percataba. Le pedí disculpas por mi insensibilidad, le dije que esa música era realmente bonita y mis palabras lo hacían henchirse con orgullo de padre mientras llamaba a una persona que estaba sentada ante el piano en otra parte de la sala.
"Margarita, vení que quiero presentarte a mi principal diseñador", mágica orden que hizo levantar del taburete a una chica bonita, bonita pero ligeramente vestida, parecía recién salida de la cama mientras se repasaba la cabellera que no había recibido atención desde abandonar la almohada. Me incorporé para saludarla y parecía que eso incrementaba las diferencias de altura, o yo era muy alto o ella muy chica. Su recibimiento fué muy dulce, parecía que ya nos conociésemos, ignorando la mano que le tendía se levantó en puntitas de pié para darme un beso.

Habíamos relajado el clima de negocios y le pidió a la hija que nos trajese un café, mientras ella estaba en la cocina me contaba acerca del duro oficio de padre viudo, que por suerte su nena se había adaptado a la situación de perder la mamá en un accidente y todos sus impulsos se canalizaban por el arte, parece que pintaba además de su pasión por la música.
Cuando nos trajo el pedido la chica no se conformó con dejarlo en la mesa, nos entregó en mano cada tacita mientras con la mirada buscaba la aprobación del papito, le daba el recipiente sin soltarlo como si creyese que ese bruto derramaría todo, dejaba la mano demasiado tiempo sobre la piel de la otra mano.
Yo no quería dejar que volasen los pensamientos, pero mis ojos seguían la silueta alejándose hacia el piano, unas largas piernas que parecían terminar en un apetitoso trasero, parece que unas gotas de café escapaban de mi boca abierta pero el accidente no fue registrado ya que él también tenía los ojos clavados allí.

Conversábamos de temas variados mientras intercalaba menciones a la nena preciosa tenía, yo intuía que debería pasar por angustias similares a las de mi familia, tal vez peor ya que no tenía una mujer para desahogar las urgencias. Le hice notar que su casa era enorme y agradable, que deberíamos arreglar una fecha para retribuir la visita y vengan a cenar. Pensaba que tal vez podría ayudarlo con sus dudas voluptuosas y de paso me aseguraba empleo para mucho tiempo.
Me fui a despedir de la pianista pero me quedé a sus espaldas, no podía interrumpir esa melodía que arrancaban sus dedos a las frías teclas. Mirando por arriba de su hombro me asombraba la destreza de esas manos, también me asombraba no poder hallar los pechos que deberían evidenciarse por su escote, ¿ podría ser que aún no los tuviese a pesar de su altura de chica mayor ? , esas cavilaciones se cortaron cuando se dió vuelta encantada por tener un espectador de su arte. Me abrazó por el cuello para darme el beso de despedida y no quedaba remedio que una retribución tomándola por la cintura y apretándola contra mi cuerpo.

En el viaje de vuelta recordaba cómo agarraba esa cinturita entre mis manos mientras sus labios aterrizaban en mi mejilla. Había ensuciado esas manos que solamente estaban para la cinturita de mi ángel, había tenido pensamientos raros mirando otras piernas que no eran las mi bebita, debía solucionar con urgencia esos pecados. Debía sumergirme en la personita divina para lavar todo eso.
Mientras bajaba del vehículo consultaba el reloj, era la hora justa para hallar a mi nena saliendo del colegio. Ya se veían a las dos que caminaban entre risitas y bromas, mi nenita apenas descubrirme allí salió disparada para colgarse del cuello, estaba contenta que fuese a buscarla y temí que su efusividad llamase la atención, solamente era un padre al encuentro cotidiano con su hijita. Mary fue mucho más discreta al saludar atentamente con su mano, me hacía sonreír el recuerdo de esa mano apretando otras cosas. Ella debía volver a su casa pero le comenté que mi esposa quería invitarla para el fin de semana, sus ojos se iluminaron pero unas nubes empañaron la alegría, debería quedarse cuidando su hermanita. Alicia le dijo que no habría inconvenientes, que la trajese a casa ya que teníamos espacio de sobra para jugar.

Mientras retornábamos con mi princesa de la mano, no podía soltar aquellos deditos por temor a que saliese volando con el despliegue de unas angelicales alitas. Caminaba recordando aquellas palabras, de que "teníamos" espacio para jugar, o sea que nosotros también jugaríamos.
Tener a esa muñequita caminando a mi lado pronto borró cualquier imaginación que no fuese una nueva forma de acariciarla, un modo de entregarle todo mi corazón recién arrancando del pecho para ofrecérselo de rodillas con las manos ensangrentadas y los ojos tambíen sangrando, sangrando unas lágrimas que en su lento rodar gritaban que la amaba con locura.
Al estar preparando el almuerzo nos demoraban esas manos que desobedecían las órdenes, no estaban a gusto revolviendo una olla, necesitaban revolver el pelo del otro, las bocas necesitaban un aperitivo antes de la comida, nuestros labios debían unirse para tener el mismo resabio en el paladar al momento de atacar los platos.

Mientras comíamos le conté que la madre estaba encantada con María, no hallaba un modo para dejar escapar que tal vez sus ojos veían algo más que otra hija, que sus manos soñaban con aquellos pechitos, pero mi beba escuchaba poco: estaba en sus propias fantasías.
Ella recordaba que había dejado de jugar con muñecas por resultarle aburrido, esas cosas de plástico no respondían, solamente la imaginación rellenaba esos huecos. Tal vez ahora pudiesen jugar con su amiga, tal vez pudiesen desvestir y pintar una muñeca que se reía durante el proceso.

Ni bien terminamos el plato nuestras manos ya se buscaban, casi dejamos una cuchara asida entre los dedos que necesitaban de otros dedos. Nuestros brazos se trenzaron en frenética lucha para alcanzar la piel distante, pero se calmaron apretándonos en el abrazo necesario para que las bocas se uniesen en su batalla privada. Sabíamos que se acercaba un sábado con muchas novedades, que no deberíamos calmar nuestras ansias para estar bien despiertos al otro día. La piel exigía mucho más pero el razonamiento primó, mi chiquita se puso a terminar todas las tareas encomendadas por la maestra y yo me encaminé a realizar mi trabajo.

Por la noche hubo algunos escarceos con mi chiquita pero teníamos un acuerdo tácito para reservarnos, debíamos llegar enteros al sábado, conservar las energías para la guerra que se avecinaba. Traté de hacer algo parecido con mi mujer: fue la primera vez que ella alcanzó su placer mientras yo aún pulsaba tranquilamente a sus espaldas sin buscar la descarga. Aprovechando sus jadeos y su mente algo obnubilada le retorcí los acontecimientos haciendo notar que ella había invitado a las dos, que ya no tendríamos un fin de semana en paz, que no era necesario que pensase en mujeres, para eso estaba yo capaz de satisfacerla las veces que quisiese, era un claro ejemplo el actual.
Me fui durmiendo con una carpa que levantaba las sábanas, yo jugaba a ser los postes y el toldo era mi ángel, el complemento perfecto.

Apenas aclaraba y un timbrazo nos sacó de la cama, venían demasiado temprano esas mocosas.
Mi mujer salió en deshabillé a recibirlas, parece que deseaba mostrar su cuerpo a la visita; los piecitos descalzos de mi nena también salieron a saludar y tomó alzada a Sandrita que lucía terrible carita de sueño. Alicia la llevaba apretadita en los brazos, la acunaba como si fuese su bebita, su muñequita animada. Luego de unas palabras con María y un cruce cómplice en sus miradas fue a su cuarto para hacer dormir a la criatura. Yo estaba algo celoso, en esos mensajes visuales habían códigos que no comprendía, no podían dejarme apartado del mundo que yo mismo había inventado.
Mientras desayunábamos mi mujer no se quedaba quieta, trataba de tocar a Mary en cada ocasión hasta que le dijo que mejor la peinaba, que no le quedaba bien ese estilo. No sé de qué estilo hablaba, ese corto cabello no se prestaba a muchas variaciones pero parecía ocasión perfecta para que la mujer grande, reacia a ponerse ropa algo más decente, pudiese lanzar sus manos sobre la cabeza de la chica. A Mary no le disgustaban aquellas atenciones, se sentía muy bien tener a una señora que le pasaba los dedos por el pelo y le hacía de todo. Estando de espaldas podía deleitarse tranquilamente con aquellas tetitas, pero cada rato la miraba de frente para evaluar su obra de peluquería y disimuladamente dejaba posar los ojos en aquellos bultitos, al acomodar su blusa se notaba una tensión en esos brazos que luchaban contra el imán de la delantera juvenil.

Me estaba aburriendo y salí a buscar a mi hija, se estaba demorando demasiado para hacer dormir a la chiquita, parece que esa pequeñaja ya estaba interfiriendo en nuestras normales vidas.
El espectáculo era enternecedor, mi nena estaba arrodillada en la cama hablando bajito con su nuevo juguete, le acariciaba la cabecita y apenas se percató de que yo había entrado a su pieza. No quise cortar el momento y me arrodillé tras ella oficiando de asiento, realmente no quería verla sentada, quería pasar la mano por aquella colita y suavemente levanté el ruedo para sentir mis dedos sobre piel desnuda. La chiquita no se percataba de nada y reía encantada por la mano que acariciaba su pancita, sus piernitas y se ponían más lentas al pasar sobre el calzoncito.
Yo no comprendía qué tuviese de excitante eso, lo único excitante allí era mi angelito, esos cabellos revueltos que llamaban a mis manos para ser arreglados, pero las manos querían meterse bajo esa bombachita, querían apretar esos globitos en carne viva.

Parece que ese día todos andábamos obsesionados con el peinado, mi nena me dijo que mejor me fuese al baño y diese buen uso al peine. No tenía mucho sentido pero era una orden de mi reina, imposible cuestionar un deseo que emanase de aquella boquita, boquita nacida para besar.
Estaba ante el espejo cuando se abre la puerta y entran, Alicia traía de la mano a su muñequita y dijo que necesitaba usar el baño, yo estaba por salir cuando su mirada me dijo que permaneciese, parece que mi estadía allí era parte del juego.
Le bajó el calzoncito y la subió al inodoro, se escuchaba un fino hilito de pis que pegaba en el fondo de la porcelana, mi nena no dejaba de acariciarle la cabecita y con la otra mano le mantenía abrigadas las rodillas, parece que la cuidaba como un tesoro invaluable.
Le dijo bajito que también hiciese popó, que esos ruidos en la pancita vaticinaban algo por salirse. La carita de la criatura parecía enrojecer por la fuerza con que pugnaba vaciar el intestino. Mi nena no hallaba un sitio dónde asentar las manos, parecía que quería tocar todo al mismo tiempo, le explicaba que luego de ir al baño debía lavarse bien las partecitas, como si la otra fuese tonta, claro que lo sabría desde hace mucho...

Me dijo que la alce y ponga su colita sobre el lavabo, me quería hacer participar en sus jueguitos y cual obediente esclavo la levanté del inodoro y mantuve en la posición requerida para que mi nena le limpie bien la zona. Antes que el chorro de agua tibia toque su trasero los dedos de mi nena estaban en la diminuta rajita, "aquí es donde debes lavarte bien" decía, y pasaba su dedito casi frotando, un trabajo algo inútil ya que aún no la metía debajo del agua, solamente se estaba ensuciando la propia mano, pero si así le gustaba jugar, pues que juegue.
Parece que entendió que no era correcto su proceder metiendo una mano bajo la canilla y apenas enjabonada la pasó por el anito de la otra, "este es el agujero para hacer caquita, también debes dejarlo bien limpito" decía.
La trataba de estúpida, la chiquita ya sabía bien que esas cosas había que limpiarlas, con su yema repasaba el minúsculo y fruncido orificio pareciendo que dejaba ir el dedo hacia adentro para limpiar a mayor profundidad. La criatura lanzaba risitas por tantas cosquillas que le estaban haciendo, "ahora vamos a secar bien a la bebita" murmuró, con una toalla que temblaba un poco en sus inseguras manos repasaba concienzudamente todas las zonas mojadas, como al pasar distraidamente me rozaba el paquete con la manito que iba y venía. Al final no pudo más y lo agarró bien en la mano, total quedaba debajo de la beba en brazos y no vería nada sospechoso, masajeaba bien la creciente erección mientras daba besitos en esa pancita que estaba llena de risas.

Así en brazos llevé a la bebita nuevamente a la habitación, casi la podía transportar sostenida solamente por el brazo central, parece que no necesitaba los otros dos. La dejé sobre la cama y Alicia se dispuso a hacerla dormir, le cantaba una canción de cuna mientras la acariciaba suavemente. Yo también quería hacer dormir a mi beba, estábamos en la posición de cucharita y repasaba su cabellera mientras una gran espada se hundía en la colita de mi amorcito, vestida claro.

(continuará)

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Comentarios enviados para este relato
Poltron (22 de April de 2013 a las 06:49) dice: Uff sigue asi hombre, estos relatos son magnificos y exitantes....

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:45) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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