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Alicia 8

Relato enviado por : ivloguer el 18/12/2013. Lecturas: 3031

etiquetas relato Alicia 8   Maduras .
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Resumen
Aquella noche (del 07) fui a dormir temprano, estaba bastante cansado luego de las batallas físicas y mentales. A las pocas horas se desató una fuerte tormenta y los relámpagos dibujaban siluetas en la cortina de la ventana.
Al ratito se oyeron unos pasitos descalzos que se aproximaban, mi pequeña Alicia no podía dormir con el atemorizante tronar y venía en su blusita de dormir, digo blusa por que no llegaba a ser un camisolín, era algo corto para su edad y delataba una partecita blanca que asomaba al caminar.
Casi al unísono levantamos el cobertor para que se nos una, podría haber elegido el lado de la madre pero se acomodó en el centro, centro que no era muy amplio y hacía nuestras pieles tocarse. Con mucho cariño se abrazó a su progenitora apretando la colita hacia atrás, como buscando algún contacto que la tranquilice. No podía moverme mucho pero la abracé dejando la mano sobre la madre, era una posición muy normal para una familia unida.



Relato
Alicia 08

Aquella noche (del 07) fui a dormir temprano, estaba bastante cansado luego de las batallas físicas y mentales. A las pocas horas se desató una fuerte tormenta y los relámpagos dibujaban siluetas en la cortina de la ventana.
Al ratito se oyeron unos pasitos descalzos que se aproximaban, mi pequeña Alicia no podía dormir con el atemorizante tronar y venía en su blusita de dormir, digo blusa por que no llegaba a ser un camisolín, era algo corto para su edad y delataba una partecita blanca que asomaba al caminar.
Casi al unísono levantamos el cobertor para que se nos una, podría haber elegido el lado de la madre pero se acomodó en el centro, centro que no era muy amplio y hacía nuestras pieles tocarse. Con mucho cariño se abrazó a su progenitora apretando la colita hacia atrás, como buscando algún contacto que la tranquilice. No podía moverme mucho pero la abracé dejando la mano sobre la madre, era una posición muy normal para una familia unida.

Lógicamente el sentir esa carnecita pegada a mi humanidad hacía que su tamaño aumentase, pero tenía miedo de que mi mujer pase una mano por allí percibiendo actitudes poco decentes. Debiendo quedarme extremadamente quieto haciéndome el dormido, tan haciéndome que realmente lo estaba, recién me desperté al levantarse mi mujer para salir al trabajo. Nuevamente descubrí al gigante casi empotrado en la colita de mi nena plácidamente dormidita, no tenía otra alternativa que girarme panza abajo y seguir haciendo que roncaba.
Un suave beso de despedida en la cabeza me indicó que llegaba su hora de partir, no podía demostrar conciencia y solamente emití un quejido.
Apenas la puerta hizo el característico "clak" sentí una piernita que subía a la mía, casi me abrazaba con esas extremidades, su mano reptaba suavemente por mi espalda friccionando su vulvita contra mi peluda pierna. No quería despertarme aún, me sabía en la cama matrimonial solitos con mi angelito y deseaba presenciar su actitud ante un hombre dormido.

Parecía que estaba gozando al friccionar su partecita arriba y bajo, modificando la velocidad y presión como buscando las formas que le indujesen mayor placer. Me sentía en la gloria por estar siendo usado de aquel modo, podía excitar a una mujercita sin siquiera moverme. Paseaba su mano lentamente, aveces bajaba un poco sobre mi trasero y apretaba aquello, parecía que también le atraían esas zonas...
Mi descomunal erección estaba aplastada sobre la cama, temía que un poquito asomase por debajo dándose cuenta del engaño, por lo que fui "despertando" lentamente y mirando alrededor. Enseguida me dijo que estábamos solos y que no podía aguantarse viéndome allí tendido, yo quería gritarle que era igualito a lo que me pasaba con ella pero me limité a una sonrisa y caímos en un abrazo voluptuoso. Mientras nos besábamos nuestras piernas tenían su danza particular, tenían vida aparte igual que nuestras manos que se abalanzaban a recorrer el cuerpo del otro.

Esto habrá durado un minuto o una eternidad, miré el reloj con aprehensión y riendo me dijo que ese día entraría tarde, que una maestra avisó que faltaría en el 1er. turno. Sus palabras solamente sirvieron para que volviésemos a nuestra danza macabra, al entrechocar todo para sentirnos de diferentes maneras, éramos realmente una pareja de novios viviendo los tiempos felices.
Le besaba toda la carita mientras mis dedos jugaban con su pelo y su mano apretaba allí abajo, quería sentir todo ese cuerpito con mis labios besándole cada pulgada de carnecita hasta llegar a esa zona donde todo se precipita, donde todo se diluye. Por encima de la bombachita mordisqueaba ese tajito, esa pequeña protuberancia que se estaba convirtiendo en monte. Tuve que frenar sus manitas que ya estaban por bajar la prenda, quería disfrutarla así un ratito más, quería besar esos bordes donde la tela se confunde con la piel, quería pasar las manos bajo su colita y levantarla para meterme en la boca todo eso.
La estaba llevando al paroxismo sin lamer su ranurita aún, por lo que separaba el borde un poquito para meter la lengua por allí, como jugando pero sin llegar al final, hasta que ya no aguanté sacándole la prenda yo mismo. Estaba ante mi vista la puerta al cielo, una vertical hendidura con algo de humedad tal vez mezcla de mi saliva con juguitos propios. No me alcanzaba la boca para devorar todo eso mientras con un dedo travieso medía el tamaño de la virginal entrada, creo que esta nueva inserción la enloquecía y sus manos pasaron de mis hombros a tomarme los cabellos, me agarraba como las crines de un caballo produciendo sensaciones entre el placer y el dolor.

El invasor dactilar no pudo avanzar mucho, había una telita que se lo impedía, el guardián de la puerta sagrada. No quise profanar aquel templo, era la separación entre un virginal ángel y un simple angelito. Pero el dedo seguía allí haciendo suaves movimientos, esta vez el pulgar jugaba en la otra entradita, acaparaba todas las humedades de la zona para llevarlas al ojito cerrado.
Mientras hacía estas maniobras aceleraba los movimientos de lengua hallando nuevos puntos de placer, creo que la emoción del momento aflojó ciertos músculos ya que me encontraba con parte del pulgar entrando donde solamente quería golpear las puertas, estaba a un paso de hacerle un candadito sin poder creer que era mi Alicia quien temblaba bajo todo aquello. La presión había subido demasiado y la caldera no pudo más que explotar, todo su cuerpito convulsionaba y su garganta emitía sonidos extraños, era un hermoso orgasmo que mi chiquita estaba disfrutando sin inhibiciones, se estaba desarmando entre mis brazos.

Luego de un segundito para recuperar la respiración normal ya se disponía a bajar la cabeza para proporcionarme el desahogo necesario, le parecía natural luego de la sesión de ayer. Pero yo quería oler esos cabellos, quería su carita a disposición, quería morder esas orejitas desde atrás, entendió con presteza y se dió vuelta ofreciéndome su colita. Aun tenía el recuerdo de un pulgar entrando allí, no parecía tan difícil después de todo así que le amasé los pechitos mientras buscaba su boca, deseaba beber de ese manantial y pasarle algunos de sus propios sabores, mientras mi bebita pasaba una mano hacia atrás para tomar el miembro y fregarlo por toda su hendidura posterior.
Parecía conocer mis exactos gustos, y pude dejar mis manos en su plano pecho para que paseen a gusto retorciendo aquellos pezoncitos.
Cada ratito dejaba la punta del monstruo descansar a la entrada de sus puertitas, sabía que por delante no podría aceptar al inquilino y las veces que se detenía en la entrada marrón lo dejaba más tiempo, retrocedía su cuerpito como probando si eso podría penetrar sus carnes y la cantidad de jugos desparramados facilitaba la misión. En uno de los embistes logró que entrase un poquito, detuvo la respiración y la imité frenando las manos, estábamos quietos y expectantes hasta que moviéndose muy lentamente inició un suave movimiento sin llegar a profundizar la invasión. No podía aguantar la situación y llené su intestino, parecía estar aplicándole un enema mediante el tubo de carne y espero no haberle mordido demasiado fuerte la orejita que tenía en la boca.

Quedamos entre desparramados y abrazados luego de tanta batalla, al levantarnos la llevé alzada para bañarla a punto de repetir todo pero se acercaba la hora de ponerse el uniforme y los zapatitos. Tomamos un rápido desayuno y salimos a la calle tomaditos de la mano, era otra vecindad, ya no parecían las casas que veíamos a diario, algo especial las hacía brillar.

Esa mañana pasó volando cuando ya tenía a mi chiquita entrando y dando saltitos, ella también estaba invadida por una alegría especial. Mientras comíamos, siempre en la clásica y única postura posible, me contaba cosas del cole mientras tragaba y movía su colita para despertar al amigo. También contaba que había invitado a su amiga a casa para merendar juntas.
No me agradaba demasiado la idea y además pensaba que ese permiso se lo debería otorgar la madre, pero entre sus sensuales movimientos y las miguitas que robaba de sus labios fuimos olvidando el asunto. Nuestras bocas tenían una tarea más importante que solamente hablar, debían buscarse y hacerse rogar, debían jugar al escondite pero gritando "aquí estoy". Ahora la estadía en el sillón ya tenía un nuevo significado, pasó de ser un lugar común a un refugio para nuestros secretos, era el sitio más parecido a nuestras camas donde podíamos hacer de todo. Desde librar aguerridas batallas hasta disfrutar del buceo en el calmo lago del oponente, era el lugar exacto para que nos fundamos en un abrazo para dormir la siesta juntitos.

Yo viajaba en un barco, el barco hacía sonar su sirena pero no veía a quien estaría dando una señal, el infinito mar estaba despoblado. Cuando repentinamente salgo del sueño reconozco que la sirena era realmente el timbre de la puerta, alguien estaba llamando. Como una luz mi chiquita se levantó recordándome que vendría María pero ella necesitaba pasar con urgencia al baño.
Acomodándome la ropa me dirigí a la puerta y allí estaba una chica cabizbaja, una chica muy jovencita pero que ya tenía una protuberancias que podríamos llamar pechitos. "Buenas tardes señor, vengo a visitar a Alicia" , yo pensaba que era mucha formalidad saliendo de esa boquita que imaginaba engullendo otras cosas, la saludé con un beso en la mejilla invitándola a pasar. Ya se escuchaban los pasos de mi angelito que traía calzado y ropa muy coqueta, hasta se había peinado un poco diferente, traía una carpeta y se sentaron en el sillón a cuchichear emitiendo ahogadas risitas. Mi nena parecía lucir un contradictorio cambio, entre más adulta pero a su vez más chiquita; para no incomodarlas me dirigí a mi oficina preguntando desde lejos si querían que preparase chocolate caliente, "ya soy bastante grandecita para preparar las cosas, gracias" fue la contestación de mi angelito, debo reconocer que sus palabras me caían como un camión descargando vidrios rotos, producían dolor.

Medio cabizbajo me fui a la oficina apretando su blanca prendita que dormitaba en el fondo del bolsillo. No podía apartar de la mente la imagen de las dos sentadas allí ocupando nuestro altar sagrado cuando formé una imagen clara de la situación. Mi nena debía demostrar que estaba a la altura de su amiga, que era grande e independiente, que nada le importaba. Ese instante de iluminación hizo que besara la bombachita que llevaba en la mano, que la mordiese con amor furioso.
Me dediqué a sacar unas cosas atrasadas, todos estos ajetreos llevaban a descuidar el trabajo, cuando escucho "Papi, vení a la mesa". Ese apelativo inicial llevaba una carga escondida, en la casa era normal que me llamase por mi nombre.

En la cocina ya esperaban tres humeantes tazas, un gran plato de galletitas al centro y las dos damitas sentadas. Pude observar mejor a María, había trocado esa cara de resignado miedo por una desbordante alegría, realmente disfrutaban el estar juntas. Llevaba el pelo corto, casi de varoncito, hasta podría confundirme si los bultitos de más abajo no me indicasen el sexo correcto.
Conversaban agarrándose las manos, esas manos de mi bebita, esas manitas que eran solamente mías ahora debía compartirlas con aquella extraña; bueno, al final eran amigas :-)
La otra traía un vestido largo, viejito pero limpio, sería lo mejor que halló para salir, yo recordaba su origen humilde pero no se delataba en la conversación. No se para qué observaba tantos detalles si al final era una chica más, la única personita importante en este sistema solar era mi angelito, mi Alicia. Entre charlas varias llegó mi mujer, tal vez un poco sorprendida por la visita pero afable en todo.

Apenas se sentó ya parecía integrada al círculo de amistades, lograba ajustarse perfectamente al lenguaje de Mary y hasta parecía monopolizar su atención. Claro que fui raudo a la oficina con la mano en el bolsillo apretando mi talismán.
En un rato llegó la hora de la cena y habían convencido a Mary para que se quedase, el cuarto de mi nena tenía una cama de plaza y media, que si bien no era matrimonial alcanzaba para las dos. Para la sobremesa ya estaba mi cielito buscando un camisón para prestarle, supongo que de los más grandes, pero al salir Mary del baño duchada y con una toalla en la cabeza casi estallo en carcajadas al verla en esa ropa evidentemente chica para su tamaño. Cuando apareció yo estaba en el sillón viendo un poco de tele con mi bebita, (con las manos refrenadas, claro) cuando ésta me dice "Viste que linda es mi amiga, mirá las tetitas que tiene". Algo mal hablada mi nena, sería para mantener la impresión de igualdad con Mary...

Mi mujer se ofreció de inmediato para peinarla, la sentó en medio de la sala y por detrás le pasaba el peine con una suavidad que casi parecía que la estuviese acariciando, tal vez el instinto maternal la hacía ver como una hija. La cuestión es que Mary no parecía sentirse incómoda con esa minúscula prenda, al sentarse se podía apreciar claramente la ropa interior, pensé que así andarían por su casa y les pareciese natural.
Mi adorada criatura parecía estar un poco molesta con la situación y mediante un inconfundible mensaje en sus ojitos nos fuimos yendo distraídamente. Mis pasos llevaban al lugar de trabajo y a pocos metros atrás seguían otros pasitos más suaves. Me pareció natural abrazarla ahora que teníamos distancia entre las miradas indiscretas, sus bracitos me rodearon de inmediato y quería comerme esa boquita pero un pequeño rictus se dibujaba allí y no quise preguntar, lo atribuía a una suerte de celos o algo así. Tal vez me observaba mientras mis ojos se paseaban descaradamente por el cuerpo de la amiga, tal vez le parecía que la mamá le estaba acaparando la visita, no sé. Lo único a que atiné en ese momento fue apretarla con fuerza llenando de besitos esos ojos entornados, esas sonrosadas mejillas invitando a morderlas, ese cuellito que estaba escondido por cascadas de cabello.

Su respiración se aceleraba pero no podíamos hacer mucho más, tal vez sacar a pasear las manos por aquellos imanes, ella sabía que su colita era un destino infalible para mis dedos y cumpliendo la tradición le dediqué bastante tiempo a esa carnecita enfundada en suave tela. Era la colita de mi ángel, mucho más exclusiva que esas manos que permitía que fuesen tocadas por otros, algunos podrían rozar esa piel pero solamente yo sabía adorarla correctamente, solamente mis labios podían posarse allí, el único combate posible era usando mi sable para arrancar placer a la reina.

(continuará)

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