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Ambar

Relato enviado por : dg2001 el 29/01/2005. Lecturas: 4832

etiquetas relato Ambar .
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Resumen
De cómo torturan los pies de Ambar...y cómo aprende a disfrutarlo.


Relato
Ambar

Por DG

Ambar tenía que ir a comprar chocolates para Él. Sabía que no era por los chocolates sino por el placer que sentía él haciéndola sufrir que la enviaba a comprarlos. La bodega estaba a diez cuadras de la casa. Era medio día en pleno verano, el aire era sofocante y los niños se divertían quebrando huevos y viendo cómo el pavimento áspero e hirviente los freía en pocos segundos. Pese a que la veían recorrer el camino hacia la bodega todos los días a la misma hora, los vecinos aún se sorprendían al ver a esta linda muchacha caminando en la calle con tremendo calor. Ambar detestaba salir a la calle al medio día en el verano, pero esa era la hora a la que él siempre la enviaba a comprar cosas...cualquier cosa...


Sus pies estaban desnudos, como siempre. Sin importar el lugar ni el clima, los pies de Ambar siempre estaban desnudos. Hasta iba al colegio descalza. Al principio los profesores no le permitieron asistir a clases descalza y creyendo que era alguna clase de rebeldía de chica malcriada, llamaron a su Tutor (Ambar no tenía padres) para hacer que la chica usase zapatos. Sin embargo, cuando él les explicó que por razones "religiosas" la chica nunca usaba zapatos, las autoridades del colegio le permitieron asistir descalza. Sus compañeros de clase acostumbraban jugarle toda clase de bromas pesadas. Le decían pobre, sucia, hippy, loca. Hasta le ponían tachuelas, espinas y trozos de vidrio en su camino y siempre se sorprendían al notar que Ambar no hacía ningún esfuerzo por evitarlos. Les resultaba increíble ver que la "chica descalza", como a veces la llamaban, simplemente caminaba sobre cualquier cosa que le pusiesen en frente, con un gesto de dolor en el rostro pero sin siquiera mirar lo que pisaba, sin molestarse con ellos... sólo los miraba a los ojos al pasar, mientras las espinas, las tachuelas o los vidrios se le enterraban en las plantas de los pies. Algunos agachaban la mirada y se iban, otros sólo se reían. En algunas ocasiones Ambar se detenía unos pasos más allá, levantaba un pie, lo miraba y retiraba las cosas que se le hubiesen clavado en la planta. Repetía la operación con el otro pie, secaba alguna lágrima ocasional y seguía su camino, abrazando sus libros, mirando siempre al frente, con esos ojos bellos y tristes que adornaban su delicado rostro, mientras el viento agitaba sus largos cabellos castaños.


*****

Tenía dieciséis años cuando sus padres murieron y fue a vivir con su Tutor. Desde el principio él le dijo que pagaría su educación, le daría comida, ropa y un hogar, pero que ella tendría que obedecerlo, ayudar con las labores domésticas... y permanecer descalza por el resto de su vida. Era eso o ir a un orfanato. Ella lloró y le suplicó que no la obligase a ir descalza, pero él dijo que era un precio ínfimo por todas las cosas que le brindaba.


Ambar nunca olvidaría el día en que usó zapatos por última vez. Era un frío día de invierno y el fuego bailaba alegre en la chimenea. Su tutor le dijo que se quitase los zapatos y los calcetines y que los arrojase al fuego. La pobre e indefensa muchacha con frío lo obedeció con lágrimas en los ojos mientras veía cómo el fuego reducía a cenizas sus zapatos y calcetines. Fue la semana antes de Nochebuena, y así ella pasó su primera Navidad descalza.


Al principio raramente se le permitía ir sin zapatos fuera de casa pues sus pies todavía no estaban acostumbrados a la nieve. Su tutor la hacía permanecer en casa, haciendo la limpieza. Sus plantas estaban rojas y adoloridas ya que no estaba acostumbraba a ir descalza durante tanto tiempo. Las plantas se le ensuciaban todo el tiempo, manteniendo sólo sus pronunciados arcos limpios y blancos.


Cuando la limpieza o el mantenimiento de la casa no le agradaban a su Tutor, cosa que ocurría con frecuencia, él le ataba las muñecas y ponía sus tobillos en un cepo de madera, para azotarle las plantas de los pies. Era un castigo terrible para Ambar ya que el dolor de los azotes en sus plantas era casi insoportable. Diez,veinte azotes en cada planta hacían que la chica gritase retorciéndose de dolor. Sus plantas mostraban rayas rojas en toda su superficie y le era difícil caminar después del tormento, pero simplemente tenía que soportarlo y volver a sus tareas.

Con el tiempo las plantas de Ambar comenzaron a engrosarse. A Ambar le gustaba que sus plantas se pusiesen duras y ásperas ya que le hacía más fácil el soportar el camino de grava afilada afuera de casa y el poder aguantar estar en la nieve por ratos más prolongados. También el tener las plantas curtidas le hacía más fácil resistir los castigos que su Tutor acostumbraba aplicarle en las pies, todos los días. Ella notó que a él le encantaba torturarle las plantas de los pies, tocárselas, notar lo duras y ásperas que eran. Era gracioso, a él le gustaba además que sus plantas estuviesen sucias con sólo sus pronunciados arcos blancos. El hecho de estar siempre descalza no había afeado sus pies. Permanecían tan bellos como siempre y, de hecho, el ejercicio constante y el hecho de que ya no estaban encerrados en zapatos había vuelto a sus pies aún más hermosos. Los pies de Ambar eran elegantes y bonitos: largos, delgados, de arcos pronunciados y dedos ligeramente largos. Talones redondeados, bien formados y plantas duras, ásperas que se veían y sentían como cuero. Eran pies hermosos y fuertes, y a su Tutor le gustaban. A él le agradaba admirar los pies de Ambar, tocarlos, acariciarlos... y torturárselos.

Para su Tutor ahora era más difícil torturar las plantas de Ambar, causarles dolor, ya que éstas habían desarrollado una piel fuerte, correosa. Tenía que poner más fuerza en los azotes para poder causarle dolor a las plantas de la hermosa muchacha, para hacerlas sufrir. Hasta empezó a quemárselas con colillas de cigarrillos y a pasarles la llama de una vela luego de aceitárselas... era todo un experto en el arte de torturar las plantas de los pies de una mujer, ya que dejaba que el fuego lamiese sus plantas el tiempo suficiente para causarle un intenso dolor, pero sin ampollárselas. Hasta hizo que Ambar caminase descalza sobre brasas ardientes y vidrios rotos para su diversión y placer. La chica odiaba hacer tales cosas ya que el dolor era casi insoportable, pero se alegraba de tener plantas fuertes y nunca se las lastimó seriamente.


Conforme crecía y sus hormonas empezaban a trabajar horas extras, Ambar descubrió con sorpresa que le gustaba estar descalza todo el tiempo. Sus pies eran fuertes y sus plantas se habían acostumbrado a toda clase de terreno, desde grava extremadamente afilada hasta el pavimiento hirviente, desde rocas hasta espinas y pedazos de vidrios rotos. Sus compañeros de clase la miraban sorprendidos cuando ella caminaba sobre la grava afilada y caliente que había a la entrada del colegio durante la estación cálida y por las calles cubiertas de nieve durante el invierno. Los chicos notaron que sus pies eran hermosos y que Ambar se veía muy sexy estando siempre sin zapatos. Les encantaba sentarse detrás del sitio de Ambar en clase para poder admirar las plantas duras y sucias de la hermosa muchacha, viendo lo perfectos que eran sus pies y cómo el contraste entre las partes sucias y duras de sus plantas y los arcos limpios, blancos y suaves resaltaba las delicadas curvas de sus bien formados pies.

Las chicas acostumbraban preguntarle sobre sus pies, por qué siempre estaba descalza. Y tal como le había enseñado su Tutor, ella siempre contestaba que era por motivos religiosos, una clase de voto. También le preguntaban si no le dolía y ella sólo contestaba que sí, a veces, que sobre todo al principio, pero que sus plantas se habían acostumbrado a estar desnudas. Las chicas más curiosas hasta le pedían que las dejase tocarle las plantas de los pies, sus plantas duras y sucias, y la chica, con una sonrisa, dejaba que sus amigas examinasen sus pies. Después de todo era mejor ser popular que ser considerada "rara".


Un día Ambar notó a este guapo chico del colegio, Pablo, mirándole los pies, observándolos, casi estudiándolos. Pablo pensaba que Ambar era una chica hermosa, y de hecho que lo era: el trabajo duro y constante había modelado su cuerpo delgado, haciéndolo flexible y dotado de agradables y femeninas curvas; su rostro era dulce y sus cabellos le daban un marco agradable a aquella nariz delicada, a esos labios generosos y a aquellos grandes ojos tristes pero hermosos. El muchacho pensaba que incluso sus pies eran bonitos y por eso se quedó viéndolos. Un día tuvo el valor suficiente para pararse al lado de Ambar y hablarle:

-¡Hola!
-¡Hola Pablo!
-Eh... dijo él, y enmudeció. Agachó la mirada mientras pensaba qué mas decir y sin querer se encontró con los pies desnudos de la chica.
-Sí, lo sé, piensas que soy rara por andar siempre sin zapatos. Te ví el otro día mirándome los pies, justo igual que ahora. Es por un voto, ¿sabes? Una promesa.
-¡No, no! Al contrario, Ambar...creo que es "cool"...y que eres linda - Dijo Pablo con una sonrisa.

Ambar también sonrió. Nunca creyó que se vería "cool" y "linda" descalza.

-¡Gracias Pablo! -le dijo, sonrojándose

Pablo sonrió nuevamente

-De hecho tienes lindos pies ¿Lo sabías? Bueno, te lo habrán dicho miles de veces - Dijo al fin, contento de haber encontrado un tema para entablar conversación.

-¡Ja ja! ¡Debes de estar bromeando! Por si no lo has notado, mis plantas son duras y ásperas y están sucias todo el tiempo. Vamos, Pablo ¿Tú también te vas a burlar de mí?, ¡no creo que en serio pienses que mis pies son bonitos! Todos me molestan y me hacen bromas pesadas -

Recordó ella, entristeciéndose un momento. Aún le dolían las espinas que se le habían incrustado en los pies esa misma mañana, después de que un grupo de muchachas le dijesen "hippy loca, pisa esto a ver si aguantas". Pero más le dolían las risas de las chicas mientras miraban cuando se detuvo a quitarse las espinas clavadas en sus plantas "¿Ven?, sus pies no son de cuero, les dije que se le iban a clavar, ¡páguenme la apuesta! ¡ja ja ja!"

-Sí, los he visto. Creo que son crueles, tú sabes, poniéndote tachuelas y vidrios para que los pises y te lastimes. Eso ha de dolerte, no sé cómo puedes aguantarlo y por qué nunca te quejas.

-Sí, a veces duele... ¿Para qué quejarme? Prefiero ignorarlos.

-Pero créeme, no bromeo, hablo en serio...creo que tienes bonitos pies, Ambar - Dijo Pablo, mirándola a los ojos.

-No creo que digas lo mismo después de verlos bien, Pablo - dijo la muchacha, con una voz algo triste

-¡Bueno, descubrámoslo! Dijo Pablo. Puso ambos pies de Ambar en sus rodillas y se los examinó. La chica simplemente le dejó hacerlo. Estaba sorprendida por la reacción de Pablo y se quedó allí, quieta, sin siquiera moverse. Era raro que un chico le examinase los pies, que se los tocase... eras la primera vez que un chico hacía eso...¡y se sentía bien!

Pablo miró los pies de Ambar de cerca, atentamente. Admiró su forma perfecta, lo elegantes que eran al ser largos y delgados. Lo bonitos que eran sus arcos pronunciados. Hasta empezó a tocárselos. La piel de encima era muy suave. Sintió cómo Ambar temblaba mientras sus manos tocaban sus pies. Luego le revisó las plantas mirándolas de cerca. Estaban sucias, negras de tierra, únicamente la suave piel de sus arcos estaba limpia y tenía un tono blanco cremoso. Tomó su pañuelo, lo mojó en agua y empezó a limpiar las plantas de los pies de la muchacha.

-¿Qué haces Pablo? ¡Jamás querrás volver a usar ese pañuelo sucio! Rio ella
-Bueno, tus plantas están sucias y tengo que juzgar si me gustan. Me gustan sucias, pero quiero ver también cómo se ven limpias. Y además creo que me gustará volver a usar este pañuelo - Dijo él, riendo a su vez.

La chica sonrió y se sonrojó.

Tras limpiar sus plantas Pablo las miró bien de cerca. Le gustó lo que vio: las plantas de la chica eran duras y ásperas, con un matiz ligeramente amarillento. Las tocó y sintió su dureza y aspereza, en contraste con la suavidad de sus arcos. También notó los pinchazos, pero no dijo nada.

-Bueno, he decidido que tienes pies hermosos, Ambar - Dijo él, acariciándoselos y tratando en vano de hacerles cosquillas para hacerse el gracioso. Pensó para sí que hacía mucho que estos pies habrían olvidado lo que eran las cosquillas.

-Todavía no te creo, pero muchas gracias igual - respondió la chica. Bueno, hora de ir a clase, dijo ella retirando suavemente los pies del regazo de Pablo, sonriéndole y encaminándose al salón. Apúrate que vamos a llegar tarde.

Pablo esperó un poco para dejar que ella se adelantase, a la vez que admiraba cómo sus plantas se ensuciaban de nuevo. ¡Dios, le encantaba esta muchacha!


*****

Ambar enfiló a casa nuevamente para hacer las labores y para soportar el que sus plantas fuesen castigadas, como todos los días...como siempre. Era extraño... mientras su Tutor la ataba y aseguraba sus tobillos en el cepo diciéndole "no sabes limpiar una casa, ahora vas a ver, voy a limpiar tus sucios pies a latigazos para que aprendas", se acordó de Pablo. Descubrió con sorpresa que el que le tocasen los pies le causaba una sensación extraña, agradable. Sin embargo sabía que el dolor pronto se llevaría todas esas sensaciones agradables mientras su Tutor pusiese su mejor esfuerzo en torturarle las plantas.

¡Fíiiii! era el familiar ruido que hacía el látigo de cuero al cortar el aire...¡Fuappp! sintió cuando el azote golpeó sus pies....¡auch! una sensación dolorosa quemó sus plantas...diez, veinte, treinta latigazos habían convertido las indefensas plantas de la pobre muchacha en una superficie de color rosado intenso llena de marcas carmesí. Efectivamente, el látigo se había llevado consigo toda traza de tierra. Ambar sollozó y gritó, su cuerpo se tensó tratando inútilmente de escapar, pero como siempre sus muñecas estaban atadas con firmeza y le era imposible retirar los pies del cepo...pero, con sorpresa, sintió algo extraño dentro de ella... estaba mezclando el dolor que sufrían sus plantas con algo agradable... sus latidos y su respiración se hicieron más rápidos y fuertes... sus pezones estaban erectos, duritos... y descubrió que el que le torturasen las plantas de los pies, que el que éstas sufrieran un dolor intenso... ¡la excitaba!. Lo notó especialmente mientras su Tutor le pasaba la llama de la vela y le quemaba sus duras plantas...¡Dios! ¡Eso era terriblemente doloroso¡... pero de alguna forma, se había convertido también en una sensación placentera...

*****

Al día siguiente, cuando estaba sentada en el patio durante el recreo en el colegio, Pablo se le acercó

-¡Hola Ambar! ¡Hora de masajearte los pies!

-¡Oh, Pablo, no hoy! Dijo ella... Aún le dolían terriblemente los pies. Realmente su Tutor se había esmerado esta vez.
-¡Oh, vamos Ambar, no seas tímida! ¡Te encantará! dijo él, poniendo los pies de Ambar en su regazo y empezando a limpiarlos con su pañuelo. Ambar le dejó hacerlo, sin decir una palabra, sin mover siquiera un músculo. Conforme Pablo limpiaba las plantas de la muchacha, notó las marcas rojas. La tortura de anoche había sido tan cruel y fuerte que las marcas de los azotes y las quemaduras aún eran visibles.

-¡Dios, qué es esto, qué te pasó, Ambar! dijo el muchacho, con curiosidad y lástima en su voz.
-Nada, Pablo, nada...dijo la chica, con lágrimas en los ojos
-¿Nada? Vamos Ambar, dímelo... somos amigos, ¡quién te hizo ésto!
-¡Nadie!
-Ambar...
-¡Mi tutor! ¡Lo hace siempre, todos los días! Dijo ella.. ¡estoy tan avergonzada!
-¡Oh, Dios, mi pobre muchachita! ¿Por qué lo hizo?
-Para castigarme porque dice que no limpio bien la casa... bueno, es lo que siempre dice
-¿Y lo hace todo el tiempo? ¡Por qué!
-¡Oh, Pablo, no me preguntes por favor!
-Ambar, puedes confiar en mí... soy tu amigo... y ... ¡y te amo! - Pablo miró a los ojos húmedos de Ambar. Los vio bien abiertos, mientras ella tenía una sonrisa en el rostro.
-¡También te amo Pablo! ¡Eres tan bueno conmigo! Dijo ella. Se besaron profundamente, con el dulce beso del primer amor.
-¡Oh, Ambar, por qué te hace esto! ¡Mi pobre chiquilla!
-Para castigarme, Pablo... tortura las plantas de mis pies todo el tiempo, siempre... ¡me las azota y me las quema! Creo que le complace causarle dolor a mis pies.
-¡Hijo de perra! ¡Lo mataré!
-¡No,Pablo, no! Es más fuerte que tú y te lastimaría...y, ¡oh, Dios! ¡Me avergüenza decir esto!. Yo...yo... descubrí algo extraño, algo raro anoche... Ambar se cubrío el rostro con las manos.
-¿Qué pasa mi amor? ¡Dímelo!
-Oh, Pablo, estoy avergonzada...pero...bueno, anoche, mientras mi Tutor castigaba mis plantas, mientras las torturaba azotándolas con violencia y quemándolas con la vela... sentí un dolor terrible...y... y algo más...¡Oh, Pablo! ¡Sentí que eso me gustaba!

Ambar se cubrío el rostro de nuevo, avergonzada.

-Lo siento Pablo, ¡sé que me odias!
-No, mi amor, ¿cómo podría odiarte? ¿Así que te gustó? ¿Qué es lo que te gustó?
-Me gustó el dolor, Pablo... me gustó el dolor que era inflingido a las plantas de mis pies. ¡Me gustó el que me las torturasen brutalmente!
-Está bien, Ambar, ¡no es el fin del mundo! ¿Y qué con ello? OK, te gustó, ¿Y?
-¿No te importa, Pablo? ¿No crees que soy rara... que soy una perra, una puta a la que le gusta el dolor?
-¡Oh, Ambar, en absoluto! ¡Tú eres mi amor!
-Pablo...
-Sí mi amor...
-Anoche, mientras él torturaba mis pies...pensaba en tí...
-¿Pensabas en mí?
-Sí, Pablo...Pensaba en tí... y, mientras el fuego lamía mis plantas, las quemaba, causándome un dolor intenso...¡deseé que fueses TÚ quien lo hiciera!
-Oh, Ambar...yo...
-Lo sé, nunca lo harías...¡perdóname por decirte estas cosas!
-Creo que no es común, pero, si eso es lo que quieres, si eso es lo que te gusta...creo que podría aprender a hacerlo... dijo él, sonriendo.
-¡Oh, gracias Pablo, gracias!
Dijo ella con una sonrisa en su rostro encantador, y lo besó y abrazó. La joven pareja empezó a caminar, tomados de la mano...

FIN

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:14) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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