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Aprendiendo a manejar.. ( CON fotos)

Relato enviado por: narrador el 4/5/2015. Lecturas: 11997
Etiquetas:   Estudiantes
Relato completo

Cuando mi esposo se negó rotundamente a que él me enseñase a manejar, con la excusa de que no me tenía paciencia. La única alternativa que me quedó fue, contratar los servicios de una escuela de manejo. Escuela que mi propio esposo contrató para los efectos, el primer día pensé que se había vuelto loco, ya que la viejecita que se presentó para darme las clases, y la práctica. Seguramente sacó su licencia en un Fort modelo T. y eso no lo digo yo, quien me lo dijo, fue mi esposo.
No sé que le pasó a la señora, al parecer, yo me le pego mucho a los camiones, ya que al siguiente día, ella no se presentó a darme las practica, y en su lugar apareció un joven que dijo que era el nieto de ella. Yo nada más de ver en la forma en que me miraba, me di cuenta de que a lo que a él le interesaba no era precisamente enseñarme a manejar. Bueno, y la verdad es que como yo no lo busqué, sino que fue mi marido quien por sus estúpidos celos contrató a su abuela.

Cuando me dijo que aprender a manejar, es como aprender a hacer el amor. Que es la práctica, lo que desarrolla la destreza. Yo aprovechando eso, le pregunté si él tenía mucha práctica, no en manejar sino en hacer el amor. Sonriendo me dijo que si yo lo deseaba podíamos ir a algún motel cercano, para que él me enseñase que tanta destreza tenía en eso.

Bueno la verdad es que soy algo curiosa, y cuando le dije que hecho, en cosa de pocos minutos, ya estábamos entrando al motel.

Realmente me sorprendí al ver, su instrumento, ni tan siquiera me puse mentalmente a compararlo con el de mi marido, porque no valía perder el tiempo. El miembro de mi maestro de manejo era soberbio. Así que al principio tras darle una buena mamada, me dediqué hacerle una cubana.

Hasta que él insistió en acelerar, y a los pocos segundos comencé a sentir como aquella gruesa y larga verga, penetraba mi depilado coño, produciéndome un placer infinito. El resto de la tarde no hubo espacio de mi cuerpo por el cual él no me penetrase, para mi mayor satisfacción.

Por espacio de varias semanas, prácticamente a diario, mi maestro me venía a enseñar, y a practicar. Hasta el día del mismo examen de conducir, estuvo presente, habló con un amigo suyo, y al poco rato me entregó mi carnet de conducir, sin necesidad de que yo pasara por todo el proceso.