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Aventuras en el trabajo I

carlosq618 Relato enviado por : carlosq618 el 28/08/2017. Lecturas: 4041

etiquetas relato Aventuras en el trabajo I   Infidelidades .
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Resumen
Primera entrega de mis aventuras en el mundo laboral.


Relato
Aventuras en el trabajo volumen I.

Después de salir de la preparatoria, decidí, o más bien mi padre decidió, que estudiaría administración, como finalmente entraría al negocio familiar acepté sin oponer ninguna resistencia. Pensaba que en cualquier momento papá me daría un buen puesto en alguna de las oficinas y que pronto pasaría a ser jefe y tendría una vida cómoda, me equivoque. Al poco tiempo de estar estudiando, mi padre me asigno como aprendiz en uno de los despachos, como hombre que creía en el trabajo duro, no se le ocurrió mejor idea que enseñarme lo que es ganar dinero con el sudor de mi frente y desde lo más bajo. De modo que después de darme un sermón y advertirme que no le dijera a ningún empleado quien era yo, so pena de no volverme a apoyar en nada, me mandó a trabajar. De modo que todos los días luego de salir de la escuela tenía que dirigirme a un despacho a unos diez minutos de la universidad. Este lugar cumplía funciones diversas y tenía unos treinta empleados, divididos en dos turnos. Solía presentarme por las tardes, aunque mi padre aprovechaba cada día libre que tenía para mandarme a trabajar, de modo que llegué a convivir con todo el mundo. Fue ahí que vi y viví en carne propia todas las dinámicas de las oficinas. Pero bueno, el primer día me presenté y luego de una rápida conversación con el jefe, la secretaría, mujer con cara de amargura y lengua de serpiente, me llevó por la oficina y me presentó a mis compañeros, la primera oficina era ocupada por Paula, una muchacha muy bonita, algo delgada para mi gusto. Luego había una oficina más grande, donde trabajaban unos cinco empleados, acomodados todos en pequeños cubículos con sus computadoras. Ahí trabajaban tres hombres y dos mujeres, Selene una chica gorda y Lizbeth, en quien nos vamos a concentrar en este relato.

Liz como le llamaban todos, es una señora joven, casada y con dos hijas, aunque apenas entrada en sus treintas. Mide 1.70 es de buena complexión, ni gorda ni flaca, de piel blanca, cabello negro ondulado y largo, muy bonita con unos hermosos ojos verdes y unos labios gruesos y sensuales, tiene además un generoso par de tetas, que generosamente comparte usando regularmente escote, su culo tampoco esta nada mal. Siempre viste jeans y blusas, jamas la vi con falda o vestido. Al momento que la vi supe que si iba a intentar algo con alguien en este lugar iba a ser con ella. Al presentarme y estrechar las manos de mis nuevos compañeros, le dedique la más coqueta de mis sonrisas, la cual fue respondida tímidamente, señal de que no era una mujer con mala actitud. Ese mismo día me fueron asignadas tareas que fui cumpliendo, luego a eso de las cinco tomé un descanso y decidí que era hora de un refrigerio, pregunte a los compañeros si se les ofrecía algo, fui al resto de las oficinas y pregunté lo mismo, al pasar por la oficina grande noté que Liz estaba sola, la saludé y le pregunté si quería algo de la tienda. Esta rutina se repitió por varios días y usé esto como pretexto para acercarme y entablar amistad y conversación con ella. Poco a poco fui enterándome sobre su vida e introduciendo un poco de coqueteo e insinuaciones en la conversación, siempre que nadie nos veía claro, hay muchos oidos indiscretos en las oficinas. Ante mis insinuaciones ella solo sonreía o se reía, me pegaba en el brazo en tono de broma y me decía que no fuera tan descarado y otras cosas, a mis dieciocho años yo ya sabía bien que significaban esas reacciones, de modo que pasé a la fase dos, poco a poco fui estableciendo contacto físico, primero tanteando el terreno, si ella me mostraba algo en la computadora me acercaba mucho, colocaba mi mano en su hombro, la tomaba de la mano con cualquier excusa y todos los días la saludaba de beso al llegar y me despedía de igual modo al irme. Luego de esto empecé a dejar que entreviera mi bulto, me colocaba de pie junto a ella con la verga bien parada haciendo bulto en mi pantalón a corta distancia de su cara, al poco tiempo de estar jugando así con ella, me pude dar cuenta como ella me mostraba su escote de modo más y más descarado. Viendo como iban las cosas comencé a subir el nivel, ahora el beso era casi en los labios, siempre que la tocaba de modo casual la acariciaba, hasta que un día al pasar a saludarla y ver que estaba sola, cerré la puerta y la saludé, se puso de pie para el acostumbrado beso, pero esta vez se lo dí de lleno en la boca, fue un beso rápido, pero al ver que su reacción fue reírse y darse la vuelta para regresar a su lugar no la dejé, la rodeé desde atrás con mis brazos y pengadole la verga a su culito respingón, empecé a besarla atrás del cuello. Mmmmm Adrian, dijo ella, aquí no, puede venir alguien, sabía que tenía razón, así que solamente la manoseé un poco al tiempo que frotaba mi verga en su culito y le dije que le tenía muchas ganas y que yo sabía que ella a mi también, la solté y ella me dijo sí ya veo que sí, al tiempo que me tocaba la verga sobre el pantalón y me dijo, que me esperaba a la salida, a la vuelta de la esquina. Las horas pasaron lentas, salimos todos de la oficina y yo me fuí a esperarla donde dijo, a los pocos minutos Liz llegó en su auto, nos subimos y emprendimos caminó rumbo a un motelito cercano. Pagué el cuarto y entramos rápidamente.

Me dijo que solo tenía un par de horas, había dicho a su esposo que trabajaría un par de horas extra, de modo que no perdí el tiempo, la empecé a besar, el tiempo que desabrochaba su blusa, al mismo tiempo ella trataba de bajarme los pantalones, nos separamos un poco para terminar de desvestirnos. En menos de lo imaginado ella estaba solamente en ropa interior sentada en la cama y me veía con verdadera hambre de verga. Para ese momento yo solamente tenía puesto el boxer, me acerqué a ella y ante su cara liberé mi verga, ella solo abrió sus hermosos ojos y su boca y dijo: ay mi vida, mira nada más como la tienes. Así me ponen las casadas putitas mi amor, le dije, mamamela como se la mamas a tu marido. Liz se rió y mientras me la tomaba con sus manitas me dijo, mejor te la mamó como solo a ti te la voy a a mamar mi amor. Empezó a lamer el glande y me pasó la lengua por toda la verga hasta llegar a mis huevos, los cuales se puso a chupar con mucha dedicación. Yo estaba en el cielo, pero no quería que pensara que soy un puto egoista, así que la separé de su nuevo juguete y la pusé de pie, la terminé de desnudar y la tiré a la cama, procedí a besarla desde la punta de sus pies, mordí un poco sus rodillas, al tiempo que ella solo atinaba a decí, así mi amor, así. Y luego llegué a su rica puchita, sus labios son rosados, lleva solamente un mechón de bello en la parte superior del pubis y tiene un lunarcito muy coqueto junto a uno de sus labios, ahí me empecé a dar un atracón con su vagina, besaba, lamía, chupaba y mordisqueaba, a lo que Liz solo decía, así, así, mi amor, que me haces, me vuelves loca cabrón. Cuando calculé que estaba a punto de correrse me detuve y subí por su cuerpo hasta llegar a sus tetas, esas tetas que me habían llamado como sirenas desde que entré a trabajar, grandes, gordas, coronadas por un par de pezones marrones duros y filosos como diamantes. Me dí a la tarea de chupar y morder esos pezones, ella solo me decía que tuviera cuidado de no dejar marcas, porque su marido se podía dar cuenta, la besé, mientras ella me rodeaba el cuello tiernamente con sus brazos, yo podía sentir que mi verga pegaba en la entrada de su panochita, y le dije, en este momento yo soy tu marido, putita mía, al tiempo que empezaba a puntear su vagina, al sentir esto ella solo se mordió los labios y me dijo en un tono muy sensual: metémela Adrian, ya no aguanto. Me incorporé en la cama, le abrí las piernas y tomandola de los muslos la jalé con fuerza hacía mi, mi verga estaba sobre su vagina y mientras la punteaba le dije: es esto lo que quieres, putita? Sí, mi amor, damela, por favor. Ni bien hubo terminado cuando con un solo impulso se la clavé hasta la mitad, arrancándole un gemido largo y cachondo. Sentía como mi verga era apretada por aquella deliciosa panocha. Ayyyyy si mi marido me viera, decía Liz con la mitad de mi verga atorada en sus entrañas, al tiempo que yo le daba más y más fuerte, tratando de entrar en aquella apretada cueva, ya te dije que en este momento yo soy tu marido, mi amor. Le dije al tiempo me que me tiraba encima y la besaba en la boca. Por unos minutos lo unico que se escuchaba en la habitación era el sonido húmedo de mi cadera rebotando contra la suya. Al poco rato me separé de ella y le ordené que se pusiera en cuatro patas como la perrita que era, me obedeció sin rechistar ofreciéndome una hermosa vista de su culito, la monte sin piedad, al tiempo que le daba unas suaves nalgadas pues, aunque me encanta marcar a mis amantes, no quería que tuviera problemas con su marido. Síiiiii, asíiii mi amor como me coges, me encantaaaa. Quien te lo hace mejor, Liz, tu marido o yo? Mmmmm no me hagas, decir esas cosas, cabrón. Dímelo puta, le dije dándole una nalgada más fuerte, al tiempo que incrementaba el ritmo. Tuuuuu, cabrón, tuuuu me coges mejor, tienes la verga más gorda que me ha cogido, me llenas toda. Al poco rato empecé a sentir que me venía, por lo que le dije: me voy a venir, putita, donde los quieres? ahhh echamelos adentro, cabrón, preñame hijo de puta, me ordenó. Al escuchar esto incremente el ritmo y me vine como pocas veces lo había hecho. Caímos sobre la cama, agitados y cubiertos de sudor. Luego de estarnos besando un rato y acordar que íbamos a repetirlo, nos vestimos y nos fuimos. Así fue como empezaron mis aventuras en el trabajo.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 22:03) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:34) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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