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Beneficios marginales de ser un buen amigo..

Relato enviado por : narrador el 18/01/2011. Lecturas: 4837

etiquetas relato Beneficios marginales de ser un buen amigo..   Infidelidades .
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Resumen

No hace mucho, me encontraba en el bar de la esquina bebiendo como de costumbre con varios de mis amigos, hablando de todo un poco, política, religión, y desde luego de mujeres.



Relato

Como de costumbre Ignacio, aparte de repetir una y otra vez llorando, que su mujer era tremenda puta, y que él era todo un cabrón, también como de costumbre, se dio tremenda borrachera, aunque es un buen tipo, y tiene muy mala bebida, tan es así que no sé por qué, me dio lastima dejarlo en las condiciones en que se encontraba en el medio de la calle, así que como buen amigo, decidí llevarlo hasta su casa.

Les diré que como yo también tenía unos cuantos tragos encima, que en cierto momento pasó por mi cabeza, el aprovecharme de su condición, o sea darle una buena clavada por ese culo, para que se dejase de pendejadas y fuera más juicioso al beber.

Pero creo que para hacer eso, a uno tiene que gustarle. La verdad sea dicha, no es que yo sea un Santo, pero como dicen en mi tierra a mi no me gusta la carne de burro. Así que eso, no pasó de ser una mala idea. Por lo que continué prácticamente cargándolo, hasta la puerta de su casa.

Ignacio estaba tan y tan borracho, que ni tan siquiera se podía mantener de pie, mucho menos encontrar la llaves de su casa, por lo que para no dejar el favor a medio camino, comencé a rebuscar entre los bolsillos de su pantalón y lo primero que saqué, fue un tremendo fajo de billetes, todos de cien. Ya estaba por volverlos a poner en su lugar, cuando encontré las condenadas llaves. Así que por comodidad, en lugar de volver a poner el dinero en el bolsillo de Ignacio, lo guardé en el mío, con la idea de luego devolvérselo.

Apenas abrí la puerta, prácticamente con Ignacio al hombro, lo llevé hasta su habitación. Bien pude dejarlo tirado en la sala de su casa, pero cuando hago un favor lo hago bien, o mejor no hago nada. Pero justo al abrir la puerta de la habitación, vi una sombra saltando por la ventana de su cuarto. Casi de inmediato Elena su esposa, y conocida mía, prendió la luz de la habitación.

Haciéndose la indignada, con todo el cabello alborotado, y únicamente vestida por una pequeña y transparente bata de dormir, bien molesta comenzó a reclamarme, el por qué había traído su esposo completamente borracho a casa. Yo estuve a punto de pedirle disculpas, ya que me sentía sumamente avergonzado, cuando recordé de inmediato que había visto a alguien saltando por la ventana, y por su gruesa figura, y contextura, se me pareció a otro de nuestros amigos mutuos, el gordo Renato.

Elena ya comenzaba a subir el tono de su voz, cuando le ordené de mala manera, que se callase. Ella bien asustada, se quedó en silencio, viéndome como si me tuviera mucha rabia, y de inmediato se me ocurrió decirle. Elena tú no estás molestas conmigo, por haberte traído a tu marido a casa. Tú estás brava conmigo, porque el gordo no pudo terminar su trabajo, a lo que a Elena se le escapó decir. Ni tan siquiera pudimos comenzarlo.

Elena tras decir eso se tapo la boca, y se puso pálida, parecía una estatua con la boca abierta, en ese momento aproveché y dejé a mi amigo tirado a los pies de su cama, y dando un par de pasos, me acerqué a su mujer, quien en cosa de segundos cambió completamente. Mirándome seductoramente con una libidinosa sonrisa me respondió. Bueno ya que el gordo se tuvo que marchar, y tú eres tan buen amigo de Nacho, me pregunto si estaría dispuesto a… y no dijo más nada.

La verdad sea dicha, desde que conozco a Elena siempre me gustó, como para darme una buena revolcada con ella, pero como es la mujer de mi amigo, siempre la había respetado. Hasta esa noche, que se me ofreció en bandeja de plata. Al terminar de hablar Elena con un sencillo movimiento dejó que la corta bata se deslizase hasta el piso de la habitación.

Yo tampoco perdí mi tiempo y de inmediato me le fui encima, y comenzamos a besarnos con ganas de reventarnos mutuamente nuestros labios. Mis manos acariciaron y exploraron todo su cuerpo desnudo, mientras que mi amigo yacía tirado en el piso, ajeno a lo que sucedía a su alrededor.

Entre los besos y las caricias, como pude me fui soltando el pantalón, al tiempo que empujaba a Elena en dirección a su cama. Fue cuando ella me dijo. Preferiría que te quitases toda la ropa, Nacho seguramente se vendrá despertando mañana cerca del medio día, así que tenemos toda la madrugada para nosotros dos.

Las palabras de Elena me parecieron bien lógicas, así que ya algo más calmado, procedí a despojarme de toda mi ropa. Al tiempo que Elena se subía en la cama mostrándome lentamente su hermoso trasero, para luego colocarse boca arriba con sus pierna bien abiertas, mientras que con su dedo índice, seductoramente, me comenzó hacer señas para que me acercara a ella.

A todas estas el pobre de Nacho continuaba durmiendo a pierna suelta, sin la menor idea de lo que yo lo iba a coronar con su mujer esa noche. Lentamente ya completamente desnudo, me subí a la cama, y me fui acercando al tentador cuerpo de Elena. Por primera vez en mi vida que la veía tan alegre, no bien estuve a su lado que comenzamos nuevamente a besarnos, y acariciarnos salvajemente. Era tanta nuestra excitación, que en lugar de metérselo de una sola vez, decidí jugar un buen rato, y de inmediato me dediqué a lamer sus paradas tetas, y chupar sus oscuros pezones, hasta que ella comenzó a decirme que continuase.

Yo pensé en clavarle mi verga de una sola vez, pero me dije a mi mismo, cálmate Leoncio, que esto no es para una sola noche, así que has un buen trabajo. De inmediato seguí lamiendo su vientre, y después mi lengua la continué deslizando hasta su ombligo, donde por espacio de varios segundos me dediqué a lamérselo intensamente, para después finalmente detenerme sobre su depilado coño.

Cuando mi lengua entró en contacto con su piel nuevamente, después de que con mis dedos separé sus labios vaginales y ella abrió más sus piernas, sentí como todo su cuerpo se estremecía, a medida que me fui dedicando a mamar su clítoris. Elena no dejaba de gemir por el placer que le estaba produciendo a medida que mordisqueaba y chupaba su inflamado clítoris, y mis dedos hurgaban una y otra vez dentro de su húmedo y caliente coño.

Sus manos las colocó sobre mi cabeza, y a medida que yo continuaba mama que mama, ella restregaba una y otra vez, todo mi rostro contra su sabroso coño. Un alarido de placer se le escapó al momento que disfrutó de un tremendo orgasmos, tras el cual sin esperar a que se enfriase, separé mi cara de su coño, y de manera igualmente de salvaje, la penetré. Elena no dejaba de jadear, de gemir y hasta de gritar de placer. Mientras que yo la continuaba penetrando una y otra vez, metiendo y sacando por completo toda mi verga de su sabroso coño. Seguramente parecíamos un par de bestias, en celo. Mientras que Nacho, continuaba roncando su borrachera a los pies de la cama.

Nuevamente Elena alcanzó o mejor dicho disfrutó de otro frenético orgasmo, al momento en que sentí como ella clavó sus uñas en mi espalda, dejándomelas bien marcadas. Eso realmente no me importó tanto, ya que continué disfrutando de su sabroso coño, hasta que finalmente me vine salvajemente dentro de Elena. Por un buen rato ambos permanecemos tendidos completamente desnudos sobre su cama, mientras que en el piso escuchábamos roncar a mi buen amigo Ignacio. Yo después de todo no me podía quedar durmiendo, así que a pesar de las inmensas ganas que tenía de permanecer acostado junto a Elena, me levanté y después de pasar por el baño, me vestí y me despedí de ella dándole un beso.

Yo regresé a mi casa, y no fue hasta el día siguiente que mientras me vestía, que encontré en mis pantalones el fajo de billetes que Ignacio tenía encima. Así que haciéndome el inocente, pasé ya algo tarde por su casa, Elena me recibió con una picara sonrisa, mientras que mi amigo antes de que yo abriese la boca, comenzó a darme las gracias por haberlo llevado a casa, diciéndome que una vez que salió del bar, fue asaltado por cerca de cuatro tipos que lo agarraron de pies y manos, y le sacaron su cartera llevándose unos cuantos centavos nada más.

Yo me quedé en silencio, hasta que me preguntó donde lo había encontrado. Lo único que se me ocurrió decirle fue que a una calle del bar, tirado en el piso, con su cartera tirada a un lado y todos sus documentos regados a su alrededor. Por lo que no me preguntó más nada, mientras que Elena, no se quedó tranquila hasta que frente a su esposo, finalmente se me acercó y me dijo que como mi amigo saldría de viaje al día siguiente, que a ella se sentiría mucho más segura, si yo de vez en cuando pasara por su casa a echarle un ojo. Ignacio me comentó que si yo hiciera eso, él se sentiría más tranquilo durante su viaje. Así que casi inmediatamente que Ignacio se fue, yo visité a su esposa y no precisamente para echarle un ojo.

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Comentarios enviados para este relato
lobocalientee (31 de January de 2011 a las 21:39) dice: MUY BUNE RELATO HAS OTROS DE ESTE TIPO

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:18) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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