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Caperucita Rota

Relato enviado por : frankie2007 el 13/10/2009. Lecturas: 5281

etiquetas relato Caperucita Rota   Fantasías .
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Resumen
Caperucita y su descubrimiento de los placeres del sexo


Relato
CAPERUCITA ROTA
Hace mucho tiempo en una aldea lejana, vivía una joven que por la costumbre de llevar una capa con caperuza roja, se ganó el apodo de “Caperucita Roja” y he aquí dónde comienza nuestra historia.
Jenny se levantó de buen humor pues la noche anterior su madre le había dicho que hoy iría a visitar a su abuelita, para saber su estado de salud y llevarle algunos víveres, cosa que Jenny aceptó gustosa. Mientras se quitaba el pijama, vio su reflejo en el espejo, desde hace algunos meses se sentía rara como si el cuerpo que veía reflejado no fuera el suyo. Y es que para 20 años, no conocía los placeres del sexo, su cuerpo había sufrido cambios que no lograba comprender, y el ambiente de su pueblo la había hecho crecer en total inocencia. No comprendía porque se había desarrollado mucho más que sus compañeras de barrio. Asombrada veía sus pechos, redondeados y con un pezón en punta, que de solo tocarlo le producían sensaciones agradables. También no podía evitar ver la hendidura entre sus piernas, cubierta en la parte superior por una fina capa de vello, tan fina que parecía una pelusilla y se preguntaba porque a veces se humedecía cuando se tocaba para su higiene diaria y que era esa “bolita” que aparecía en la parte superior y que parecía dar toques eléctricos cada vez que se la tocaba.
Y es que para ella tocarse para darse placer no era nuevo, ya lo había hecho antes cuando el cuerpo se lo pidió una noche. Se sentía tan caliente que no lo pudo evitar y si bien llegó a tener sensaciones placenteras, no llegó, en esa ocasión a tener un orgasmo, pero si cuando lo intentó la semana siguiente, en otra noche calurosa y excitada por los cuentos que escuchaba de sus amigas, y lo tuvo, pero en silencio, fueron sólo suspiros y un poco de movimiento de la cama lo que hubiese podido delatar el éxtasis de ese momento. Recordaba cómo mientras sus dedos entraban y salían de su hendidura los sentía muy mojados.
“Jenny” llamó su madre, sacándola de sus pensamientos, y viendo la hora se puso una faldita roja, que le llegaba a medio muslo, una blusa blanca que dejaba ver el ombligo y la capa con la capucha roja. Al verla su madre sonrió y le dijo: “eres toda una mujercita”. Antes de entregarle la canasta con los víveres le dio las siguientes indicaciones: “Cuando atravieses el bosque ten cuidado con el ‘Lobo’ que siempre está al acecho de jovencitas como tú para comérselas”. Jenny había oído tantas veces la advertencia y las historias de sus amigas que se la sabía de memoria, pero nunca en todas las veces que había hecho el trayecto nunca se había topado con el tal “Lobo” y hasta dudaba que existiera y que sólo era un cuento para asustar a los niños y a las jóvenes como ella que usaban ese camino.
Con la canasta llena de víveres y cargada de advertencias la curiosa Caperucita salió de su casa, iba alegre, riendo, y así entró al bosque iba por el sendero que conocía tan bien, era el camino “seguro” cuando de pronto un hombre de unos 35 años salió entre los árboles. Jenny se quedó viéndolo por unos momentos, el hombre era sin dudas apuesto se notaba que era atlético, unos ojos negros que parecían verlo todo, una cabellera oscura y larga de cabello lacio y brazos anchos y fuertes que parecían tener fuerza infinita. Pero lo que llamó poderosamente su atención fue un abultamiento que se notaba en sus pantalones. El joven se acercó a Jenny y le dijo: “Me llamo Lobo” a lo que la niña dio un sobresalto, se había encontrado con el lobo pero ¿porqué todos le tenían miedo? su curiosidad pudo más que su miedo y le respondió al desconocido: “Yo soy Jenny”. “Y bien Jenny, ¿adónde llevas esa canasta?”, preguntó el joven. “A la casa de mi abuelita que vive al otro lado del bosque”, respondió Jenny que no podía quitar la vista de la entrepierna del joven, cuyo sobrenombre era “Lobo” debido a su extraordinaria dotación.
“¿Pasa algo Jenny? preguntó ‘Lobo’, con un poco de malicia al ver que la muchacha no podía quitar la vista de sus pantalones. Jenny lo miró con ojos vivaces y preguntó: ¿Qué tienes ahí?, a lo que Lobo respondió: “Es un regalo especial para las jóvenes lindas y buenas como tú”, A lo que Jenny volvió a preguntar: “¿Puedo verlo? poniendo una cara de absoluta curiosidad. “Claro que puedes – contestó Lobo – pero, es tan especial que no se lo puedes decir a nadie, me lo tienes que prometer”. Lo prometo se apresuró a decir Jenny” que ya no cabía en sí de la curiosidad por ver el extraño objeto, Lobo lentamente, desabrochó su pantalón y expuso el extraño “objeto” ante la mirada ansiosa de Jenny, que exclamó: “Qué grande es” y acto seguido preguntó: “¿Porque es tan grande?” a lo que Lobo respondió: “Para jugar mejor”. “¿Puedo tocarlo?” preguntó la niña intrigada y Lobo dijo: “Si, puedes y verás cómo se hace más grande y queda listo para jugar”. La curiosa Jenny llevó lentamente su mano hacia el objeto y lo rodeó, sus dedos apenas podían rodear el grosor, y cómo Lobo prometió ganó tamaño en las manos de la asombrada jovencita, y creció y se engrosó hasta que no pudo hacerlo entrar en su mano. Le llamó la atención la cabeza en forma de flecha y el agujerito que remataba la punta, examinando el nuevo objeto preguntó: “¿Y este huequito para qué sirve?” a lo que Lobo respondió: “Cuando terminas de jugar, por ahí sale una sorpresa”, a Jenny le llamó la atención la base del regalo y preguntó: “¿Y esas bolitas para qué son? y Lobo respondió: “Ahí se fabrican las sorpresas” Caperucita curiosa dijo: “Quiero ver que es”.
Lobo entonces le dijo: “Claro que la verás, pero tienes que empezar a jugar”, entonces Jenny posó sus manos tímidamente sobre ese objeto nuevo y extraño y lo comenzó a apretar ella jamás había visto algo así y se animó a usar la otra mano para ayudarse, pronto comprendió que un movimiento que podía hacer era, con sus manitas, recorrer toda la extensión del regalo y mover la delgada piel que lo cubría, descubrió también al poco rato que ella se sentía extraña con una sensación de calor que rara vez había sentido, pero que la hacía sentirse muy bien. Después de un rato del regalo salió un líquido claro, Jenny en su curiosidad preguntó si esa era la sorpresa prometida y tan ansiosamente esperada, a lo que Lobo respondió: “No, Jenny, pero si sigues jugando pronto la tendrás”. Ella intrigada y más curiosa, se preguntó a que sabría ese líquido, recogió un poco entre sus dedos y lo probó, tenía un sabor raro pero que por algún motivo le agradó y dijo: “Quiero más”. Pensando que con la lengua podría llegar más rápido a la sorpresa, la sacó y humedeció con ella toda la cabeza del regalo, Lobo dejó escapar un suspiro profundo que sorprendió a Caperucita.
Cómo era una niña inocente dijo en tono alegre: “Si tú tienes este regalo, porqué yo no lo tengo?”, a lo que Lobo viendo la oportunidad, respondió rápidamente: “¿Tú no tienes?, eso es raro, déjame ver”. Jenny se levantó la faldita mostrando su ropa interior, que pronto quedó tirada en el pasto, y abrió sus piernas mostrando a Lobo la hendidura rosada y angosta. “Ves, - dijo Jenny-, yo no tengo eso”, “Jenny – respondió Lobo con la mirada llena de lujuria – tú tienes la parte faltante de mi regalo, dónde se guarda por un tiempo para que la sorpresa salga y se conserve mejor”. Una sonrisa asomó en los labios de la niña, que animada y sintiéndose muy caliente respondió preguntando: “¿Quieres decir que si lo guardas aquí dentro, voy a tener mi sorpresa más rápido?” “Eso mismo estoy diciendo Jenny” acotó Lobo. “Si, si, si, - comenzó a decir Jenny dando pequeños saltitos, haciendo que la faldita se levante y mostrando un trasero que ya tenía una muy bonita forma - ¿Qué tengo que hacer”. “Échate en el suelo – dijo Lobo – que yo me encargo del resto”. Caperucita obedeció, se quitó la falda y se echó con las piernas abiertas en el pasto, Lobo terminó de sacar todo el regalo al exterior, se veía duro e hinchado, con venas que se marcaban en toda su extensión. Se agachó, hundió su cabeza entre las piernas de la niña y dijo: “Primero vamos a preparar el ‘estuche’” y sin más hablar, hundió su lengua en la hendidura y con los dedos acarició la pequeña bolita roja. Jenny inmediatamente sintió un chispazo de electricidad y deseos de gritar, pero no lo hizo por las indicaciones de Lobo, quien le dijo que si lo hacía no iba a ver la sorpresa que tanta curiosidad le producía.
Hasta que Jenny la sintió, esa sensación tan agradable que sentía cuando en las noches se tocaba pero había una diferencia: parecía que estaba multiplicada por cuatro, sentía tanto placer, que empezó a gemir despacio y el cuerpo temblaba entero, no lo podía controlar y no pudo reprimir un gemido fuerte cuando en un espasmo brutal, el cuerpo se le puso como de piedra, y con pequeños temblores anunció sin decirlo, que se venía. Esa era la señal que Lobo esperaba para su acometida, cuando los temblores de la niña cesaron, dirigió su miembro hacia la abertura rosada y húmeda de Caperucita, y entró completamente en ella. Caperucita dejó escapar un grito de dolor mientras decía: “Duele, duele mucho”, Lobo dijo: “Tranquila Jenny que ya verás, que en pocos instantes el dolor desaparece”. Y así fue, poco a poco Jenny fue dejando de sentir dolor y se transformó en placer, el roce del regalo con sus entrañas la llenaba de nuevas sensaciones, ella misma comenzó a mover sus caderas de tal modo que cada embestida la hacían sentir mucho placer y la llenaban de nuevas sensaciones.
Lobo sacó su miembro de Jenny, se podían observar pequeños trazos de sangre, en el tronco de aquel miembro gigantesco, pero fue Jenny la que habló esta vez: “Quiero jugar al caballito”. Lobo se recostó en el suelo, y fue la misma Caperucita quién tomó la iniciativa, pasó una pierna a cada lado de la cadera de Lobo, cogió el inmenso regalo y lo apuntó derecho a su hendidura que estaba muy mojada y se fue sentando y sintiendo cómo entraba en su cuerpo, no pudo evitar un “Aaaahhh” de puro placer cuando entró en su cuerpecito la parte más ancha del regalo, sintiendo en ese momento que la partía en dos. Sentía que el regalito la llenaba por completo, las paredes de su cueva virginal apretaban con fuerza el miembro, que aunque inmóvil dentro de ella, le daba mucho placer.
Por instinto, Caperucita comenzó a subir y bajar por ese regalo, cada subida y bajada era placer puro, ella no podía entender como ese regalo le estaba proporcionando esas sensaciones tan placenteras y llegó a desear quedarse así para siempre. Lobo también empezó a moverse despacio, haciendo lo inverso de la niña, si ella bajaba él subía, el dolor que sintió al principio había desaparecido y lo único que sentía eran unas cosquillas desconocidas hasta ese momento. Lobo metió sus manos por debajo de la blusa de la joven para tocar sus pechos y rozar los pequeños pezones que hacían gala de una dureza envidiable, cada roce de los dedos de Lobo, con los pezones de la joven, hacían que ella se estremeciera entera, sumado a la dilatación que estaba sufriendo su rosada hendidura y el intenso roce de Lobo dentro de ella, hacían que sintiera grandes oleadas de placer. Jamás se había sentido tan húmeda, ni en sus juegos nocturnos, acariciándose la bolita roja que ahora parecía que se había tornado más roja y grande, vio hacia abajo y vio que estaba muy mojada y que el regalo entraba y salía brillando de humedad.
La traviesa Caperucita, animada por sensaciones nuevas, sintió deseos de ir más rápido, inclinó su pecho contra Lobo y comenzó a mover las caderas furiosamente, en un sube y baja violento, que la llenaba completamente de gusto. Cada cierto tiempo, bajaba completamente y se quedaba con el regalo adorado completamente dentro y muy apretado, sintiendo que le quemaba por dentro, para después de unos segundos volver a cabalgar rápidamente en Lobo. Y es allí cuando ella sintió algo distinto, sentía como si las fuerzas la abandonaran y pequeños gemidos anunciaron lo que se aproximaba, Lobo que conocía muy bien esos signos, aceleró el ritmo, haciendo gemir a Jenny cada vez más, hasta que la joven se puso tensa, todo su cuerpo como una piedra y soltando un gran grito, comenzó a temblar en incontables espasmos que la dejaron rendida.
Lobo sacó su regalo del cuerpo de la joven, éste no había perdido rigidez alguna y estaba listo para más. Jenny a pesar de todo también quería más y ya no era por la sorpresa prometida, había descubierto el inmenso placer de la que ella podía ser parte por tener la “funda” del regalo. Lobo le habló despacio: “Jenny, estás a punto de conseguir la sorpresa, pero tenemos que cambiar de ‘funda’ para que lo consigas, ven aquí y arrodíllate”. La joven con los ojos muy abiertos obedeció las indicaciones, se arrodilló y Lobo se puso detrás de Jenny y la hizo apoyarse en sus manos, acarició el trasero de la niña y separó los pequeños globos que le daban forma, dejando ver un agujerito rosado muy pequeño pero apetecible a la vez. Jenny pegó un salto al sentir un dedo de Lobo entrando en ese lugar, y dijo: “¿Qué me haces?, me gusta”, al tiempo que sentía sensaciones nuevas del lugar menos imaginado.
Lobo apuntando el regalo al agujero posterior de Caperucita, dijo: “Aguanta Jenny” y empujó. Jenny apretando los dientes, soportó la entrada del enorme miembro de Lobo, sentía que tu interior estaba en llamas, que le ardía y que la iba a partir en dos. Lobo una vez que estuvo seguro que todo su miembro se hallaba insertado dentro de la jovencitaa, empezó a moverse lentamente a sacar y meter su regalo del cuerpo de Jenny, jamás había sentido tal sensación de estrechez, era como si el cuerpo de la joven lo envolviera y no lo dejara salir, y por supuesto él no quería salir. Jenny ponía los ojos en blanco, gemía despacito y respiraba agitadamente, el dolor hace rato había desaparecido y lo único que sentía era placer, pensaba: “Cómo no supe de esto antes, me gusta”, Lobo comenzó a moverse más rápido a la par que también gemía y Jenny sintió en su interior la sensación de cosquillas ya en aumento, por los dedos traviesos que tocaban la bolita del placer y se hundían dentro de su hendidura, pero también por el roce del regalo en sus entrañas, hasta que se tensó y se vino en un orgasmo muy fuerte con los espasmos que la dejaron temblando por varios minutos.
Lobo anunció: “Recibe tu sorpresa Jenny” y sin mediar palabra metió su miembro en la boca de Jenny. Caperucita sintió entonces como el regalo se hinchaba más e hizo el movimiento correcto, con su lengua recorrió toda la extensión del regalo lo sacó de su boca y le brindó cuidados especiales a la punta y, cuando lo volvió a introducir en su boca sintió que latía furiosamente y unos segundos después, tras un grito de placer de Lobo, notó un liquido gelatinoso en su lengua, era dulce y a Jenny le gustó. Cuando retiró el regalo de su boca, Jenny se llevó una mano a la cara, sintió algo mojado, y al ver su mano pudo observar un líquido color blanco lechoso, y asombrada preguntó: “¿Esta es la sorpresa?”, “Si” respondió Lobo. La niña dio saltos de alegría diciendo: “Lo logré, lo logré, gané la sorpresa”, Jenny vio a Lobo y dijo: “Cuando pase por aquí de nuevo, te voy a buscar para jugar” y Lobo respondió: “Y yo encantado de jugar contigo.
Por indicación de Lobo, Caperucita se fue a un arroyo cercano a bañarse, siempre con la atenta mirada de su nuevo amigo, una vez que salió del arroyo, “Lobo le repitió: “Acuérdate de no decir nada a nadie y así podremos seguir jugando tranquilos”, a lo que Jenny con una mirada pícara y frotando el bulto en los pantalones de su nuevo amigo dijo: “Lo recordaré”. Y después de vestirse retomó su camino, saltando, hacia la casa de su abuelita, pero sintiéndose muy caliente y con la sospecha que sus noches a solas no iban a volver a ser iguales.

F I N

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Por eso dedica 30 segundos a valorar Caperucita Rota. frankie2007 te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:30) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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