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Caroli, Larita y el vecino

Relato enviado por : Coqueline el 10/01/2013. Lecturas: 4207

etiquetas relato Caroli, Larita y el vecino   Maduras .
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Resumen
Contando a mi amiga...


Relato

¿Lo hacemos?
¿Me contarás una aventura?
Te voy a poner a cien...

Caroli deja la taza sobre la mesita, se desabrocha la falda muy despacito, separa las piernas y se me queda mirando, expectante, mientras yo misma me quito los pantalones y me coloco frente a ella enseñándole las braguitas preciosas de color carne.

No hace ni una semana que pasó. Está calentito.
Venga, cuéntamelo...

Lo hacemos desde crías, desde que nos conocimos en el colegio mayor, recién llegadas a la universidad. Nos sentamos la una frente a la otra a contarnos con pelos y señales nuestras aventuras, y nos acariciamos mirándonos hasta corrernos. Nos ponemos calientes sin tocarnos entre nosotras, solo mirándonos y contándonos cada detalle de nuestras conquistas; de nuestras "aventuras", como le gusta decir a Caroli.

Resulta que el viernes, mientras limpiaba el cuarto de Lara, me asomé a la ventana. Ya sabes que está en el piso de arriba. La niña tomaba el sol en el jardín, y se había quitado el sostén del bikini. Ya sabes, ahora anda preocupadísima con estar guapa. Cosas de la edad.
¿Cuantos años tiene ya?
Dieciséis. Ha cumplido dieciséis el mes pasado.

Caroli escucha atentamente, con esa expresión inquieta que precede a los grandes calentones. Junta y separa las piernas sin parar, y sus manos descansan sobre los muslos.

El caso es que me fijo en el jardín de al lado y ¡No te lo puedes creer!, me encuentro con que Dani, el vecino, está agazapado detrás de las arizónicas, espiándola con una mano dentro del pantalón.
¡Hijodeputa!

Ya no se resiste, y su mano derecha comienza a deslizarse, todavía suavemente, sobre su pubis, acariciándolo lentamente, cómo sin querer.

Estuve tentada de darle una voz, pero me contuve al ver que ella parecía andar queriéndole calentar: se hacía la dormida, pero noté que miraba con los ojos entornados, como sabiendo que estaba allí. Se había echado en la tumbona y dejaba que las piernas le colgaran por los lados enseñándole entera esa tanguita roja mínima que solo usa en el jardín. A la piscina ni se atreve.
¡Qué puta la Larita!
¡Oye!

Caroli tiene ya los ojos encendidos, y comienza a asomarle en las mejillas ese rubor delicado de cuando está caliente. Parece posponer la caricia. Roza con sus dedos el borde de la braga. Se adivinan sus pezones como garbanzos bajo la blusa.

¿Cuantos años tiene él?
Debe tener diecisiete. Creo que nació nueve o diez meses antes que Lara.
Ya la tendrá...
Ni te imaginas como la tiene. Tras la primera intención me quedo quieta, mirándolo. El pobre está enfebrecido. De repente se la saca y no te lo puedes imaginar: grande, muy clara de color. Casi no se la abarcaba con la mano, y no paraba de pelársela despacito sin quitarle los ojos de encima a mi niña como si quisiera comérsela con la mirada.
Comérsela...

Caroli tiene los labios entreabiertos. Me mira mientras yo misma comienzo a acariciarme lentamente los pezones, a pelizcarlos suavecito por encima de la camiseta ceñida.

La niña tiene los pezones apretados. Ahora estoy segura de que sabe que la mira. Y el muy cerdo se le menea más y más deprisa cada vez. Desde arriba puedo ver como se le va amoratando el capullo. No sabes como me pone, pero, claro, yo asomada a la ventana no puedo ni pensar en acariciarme y que cualquier vecino pueda verme.


Ya ha deslizado la mano bajo la braguita y contemplo cómo se mueve como un fantasma bajo la tela blanca brillante. Se está desabrochando la blusa. Quiere enseñarme como están sus pezones. Los hace asomar por encima del sostén y los acaricia dibujando círculos con el dedo anular sin dejar de masturbarse. La imito. Me subo la camiseta. No llevo sostén en casa. Estoy ardiendo de verla.

Al cabo de cinco minutos, el muy cabrón acelera, se pone tenso, y empieza a correrse a borbotones. No sabes qué cantidad de leche. Parecía que no iba a terminar nunca, chorro tras chorro. Me moría por tragármela. Me puso enferma de caliente...
¿Y ya está?

Me mira con aire de decepción, con cara de que la he cortado dejándola a medias. Su mano se ha paralizado bajo la braga.

No, cielo, no está, la cosa sigue.

De repente me sentí malvada, y carraspeé un poquito para llamar su atención. Larita dio un respingo mínimo, pero siguió en su papel de virgen dormida, y el pobrecito Dani levantó la mirada cruzándola con la mía. Tenías que haber visto que cara de pavor mientras le la guardaba a toda velocidad. Todavía no había terminado de correrse, así que debió ponerse perdido el pantalón mientras salía por piernas a esconderse en su casa.

Caroli tiene las piernas muy separadas. Se adivina bajo la braga cómo sus dedos resbalan en el coño empapado. Me pone a cien verla tan caliente. Deslizo el índice hacia el interior del mío y no puedo reprimir un gemidito. No quiero reprimirlo. Se que la vuelve loca, y quiero verla correrse.

Al día siguiente, mientras regaba la parte de delante de la casa, me saluda Carmen, la vecina. -ya sabes que nos llevamos bien- y me dice que se va a la compra. Ni me lo pienso. Estaba sola en casa, así que me metí en mi cuarto, busqué el biquini y salí corriendo al jardín a tomar el sol en la tumbona. Tenías que haber visto qué interpretación: miré para todas partes, como asegurándome de que no me viera nadie, me desabroché el sostén, lo puse en la mesita, y comencé a untarme despacito despacito aceite solar por todo el cuerpo. Naturalmente me entretuve en las tetas pringándomelas a conciencia, y no paré hasta tener el cuerpo brillante. Después me tumbé boca arriba con las piernas separadas, como había visto hacer a Lara, y fingí dormirme al sol.
¡Pero qué puta eres!
No lo sabes tu bien.

Está ardiendo. Se pellizca el pezón derecho con la mano izquierda, y el seno izquierdo aparece enmarcado por el brazo, oscuro, duro, contraído. Se baja las braguitas hasta los tobillos. Sabe que me gusta verla así, y chapotea con los dedos sobre su coño de vello oscuro. Está empapada. Los labios se le abren ofreciéndome una visión desesperante de la piel sonrosada de su interior.

El muchacho, que estaba limpiando la piscina, se acerca cautelosamente a su observatorio. Puedo escuchar cada movimiento que hace, su respiración contenida... Haciéndome la dormida, mientras miro hacia el seto con los ojos entornados, pongo una mano sobre mi pecho. Se que lo estoy poniendo a cien.
¡Vamos, perra, fóllatelo!

Caroli se acaricia ya sin freno. Atrapa con sus dedos el clítoris entre los pliegues de la piel. Siempre me ha fascinado su clítoris, grande y grueso, como una pollita pequeña y sonrosada. Lo acaricia entre los pliegues sin tocarlo directamente, envolviéndolo y descubriéndolo mientras jadea cómo una perra caliente.

De repente, sin aguantarme mas, me incorporo. Casi puedo adivinarle con el corazón alborotado y la respiración detenida, agarrándose ese pedazo de rabo con la mano y rezando para que no le descubra.
¡Descúbrelo, no te pares, puta!
Miro hacia donde está como descuidadamente, como sin verle. Quiero torturarle un poco. De repente le hago con el dedo la señal de llamarle. Ni se mueve. Le digo que venga a viva voz. Titubea y, por fin, se decide. Tenemos una puerta en la alambrada. La hicimos para que, cuando una de las familias se marcha, la otra pueda regarle el jardín sin necesidad de atravesar la casa.
¡Vamos, Dani, riégale el jardín a la vecina!

Está ardiendo. Se ha reclinado en el sillón y su coño empapado se encuentra a menos de un metro de mi. Podría acariciarlo con solo inclinarme un poco hacia delante, pero esa no es la regla. Los dedos mojados alternan las caricias en el clítoris con un deslizarse dentro como follándose, y su pelvis se mueve arriba y abajo. Me está volviendo loca.

Se me acerca esquivándome la mirada. Va en bañador. Es delgado y musculoso, y bajo el tejido se aprecia la inflamación de una polla enorme. Está sudando, y la piel morena le brilla como en un sueño. No me puedo creer que esté haciendo esto. Le invito a acercarse más, a llegar hasta mi y, cuando lo hace, sin preámbulos, le bajo el bañador de un tirón y me quedo contemplando ese rabo tremendo. Tiene perfectamente dibujada la línea del moreno, y el pubis y el culito maravilloso blancos como la leche.
¡Sigue así, puta! Trágatela!
Lo hago. Sin palabras. Abro la boca, me inclino un poco, y me meto dentro el capullo entero. Lo acaricio con la lengua, lo succiono. El pobrecito se agarra a mi cabeza. Le tiemblan las piernas. Voy tragándomela lentamente, muy lentamente, paladeándola, sintiendo en los labios la piel suave, las venas rugosas e hinchadas, agarrándo con las manos su culito como si fuera a escapárseme. Me la trago entera. Relajo la garganta y siento como se desliza dentro suavemente hasta que mi nariz roza su pubis enterrándose en el vello rizado y moreno.
¡Haz que se corra! ¡Haz que se corra!

Gimotea, jadea. Su pelvis se mueve a toda velocidad, como si estuviera follándoselo. Se acaricia el clítoris con la mano derecha mientras los dedos de la izquierda entran y salen resbalando entre los labios empapados. Sus pezones parecen ir a estallar de tensos. Yo misma tengo que contenerme. No quiero correrme todavía.

La saco lentamente. Me inclino un poco más para meterme sus huevos en la boca, uno a uno, mientras acaricio con la mano, resbalando en mi saliva y sus fluidos, aquella polla increíble. Está como loco. Me tira del pelo atrayéndome hacia sí. Tiembla.
¡Quiero que se corra ahora!
Lo hace. En cuanto vuelvo a atraparla entre los labios, y comienzo a succionarla envolviéndola en la lengua, acariciándola con ella, siento que se endurece más, que se tensa más, que su culito, en mis manos, se pone como de piedra, que sus manos en mi pelo se crispan más, y empieza a descargar su leche templada en mi boca. Me esfuerzo por tragarla. Dispara una vez tras otra chorros abundantes que resbalan entre mis labios y me gotean sobre las tetas..
¡No pares, sigue comiéndosela!

Caroli se retuerce. Se tensa y se destensa a intervalos sincopados. Culea. Yo ya hablo entre jadeos. Siento su mirada sobre mi como una caricia brutal, y contemplo la imagen brutal que me ofrece.

No paro. No podría parar ni aunque quisiera y, desde luego, no quiero. La chupo disfrutando de cada chorro hasta que ya no mana más. Permanece dura como una bendición. Continuo besándola, tragándome sus pelotas, acariciándola, sintiéndome feliz de que se mantenga tan dura, tan firme.
No puedes parar...
No puedo. Me levanto y le empujo sin palabras hasta la tumbona. Le obligo a echarse boca arriba. Tengo el coño ardiendo, en carne viva. Sueño con clavármela. No puedo esperar más. Me coloco a horcajadas sobre él y empiezo a descender despacio, muy despacio, sintiéndola clavárseme lentamente, deslizarse lentamente en mi coño empapado. Me empalo con ella. Es enorme, está dura, completamente dura, como si no hubiera pasado nada. Me inclino sobre él. Me agarro a los lados de la tumbona ofreciéndole mis tetas. Las mira. Parece tímido aun. Le digo que las toque.
¡Estrújaselas, cabrón!
Y lo hace. Me las aprieta como si quisiera arrancármelas. Se vuelve loco. Se medio incorpora para lamérmelas. No puedo parar de moverme. Me tiene loca el potrillo. Culeo haciendo que entre y salga sin parar. Sintiéndola deslizarse mientras me chuperretea los pezones. Los muerde, me las estruja torpemente. Culea también como loco. Me corro como una perra sintiendo su leche en mi interior manando de nuevo a borbotones interminables.

Se vuelve loca. Su respiración agitada debe poder escucharse desde la calle. Ardo viéndola. Me tiro de los pezones sin dejar de deslizar los dedos en mi coño.

¡Queda algo! ¡Queda algo! Lo quiero todo
Claro que queda, putilla: le hago incorporarse y me siento en la tumbona. Ahora si ha perdido parte de su consistencia, pero sigue siendo enorme. Tomo la botellita de aceite solar, me vierto un buen chorro en las manos y comienzo a acariciarla, a engrasarla lentamente, dejando que mis manos resbalen sobre ella. Le digo que esto no ha terminado, que quiero más. Me mira con ojos de cordero degollado. Noto en mis manos cómo va recuperándose poco a poco, recobrando su dureza, cubriéndose de nuevo de venas endurecidas.
No vayas a parar, perra.
No puedo hacerlo. Me fascina su dureza, su capacidad de recuperarse una y otra vez, su tamaño... Quiero que me parta en dos, y se lo digo. Le hablo lentamente mirándole a los ojos, incitándole, volviéndome loco. Le digo que quiero que me destroce, que quiero que me lo rompa, que me insulte, que me llame puta. No dice ni una palabra. Respira muy hondo mientras su polla se convierte de nuevo en lo que era. Me mira con cara de pena cuando la dejo. Le doy la espalda mirándole por encima del hombro, y me coloco a cuatro patas incitándole, ofreciéndole mi culo mientras le digo que quiero que la clave ahí. Está brillante, engrasada. Me agarra por las caderas y siento como va entrando, haciéndome daño. Me froto el coño con la mano. Me llama puta, me insulta mientras su polla enorme se me clava en el culo una y otra vez. Ahora decide él el ritmo, y es endiablado. Me parte en dos cabalgándome sin compasión. Me corro una y otra vez. Se ha corrido dos veces y parece poder aguantar la vida entera destrozándome el culo. Me doy azotes en las nalgas para incitarle, y lo comprende. Lo comprende todo a la primera. Está enloquecido, y su mano restalla sobre mi culo una vez tras otra mientras me masturbo con su rabo gigantesco taladrándole...

Caroli ya no puede más. Se corre casi chillando. Me follo con dos dedos. Me torturo el clítoris acariciándolo directamente. Me ahogo.

Y, de repente, se abre la puerta de la cocina. No puedo parar de correrme ni cuando miro de medio lado y me encuentro a Larita contemplándonos con cara de sorpresa, con solo la parte de abajo del tanguita, un frasco de crema para el sol en una mano y una toalla en la otra, paralizada, como presa del espanto mientras el semental, sin darse cuenta, saca su polla de mi culo y comienza a regarme a chorro limpio...
¿Larita? ¿Y él corriéndose"

Jadeamos. Recuperamos la respiración lentamente sin dejar de mirarnos, aplastadas cada una en nuestro sillón, abiertas de piernas, con las manos apoyadas todavía, inmóviles ya, sobre los coños abiertos y brillantes.

Si, pero eso ya te lo contaré otro día...


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Si te ha gustado Caroli, Larita y el vecino vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

Por eso dedica 30 segundos a valorar Caroli, Larita y el vecino. Coqueline te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:44) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:17) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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