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Conociendo a Gael

Relato enviado por: Anonymous el 24/5/2009. Lecturas: 2389
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Eran las doce de la mañana y el sol refulgía en lo alto, como un dios imperturbable.
Pese a que el ventanal estaba cerrado a cal y canto, y a que la persiana cubría tres cuartas partes del cristal, sus rayos, como dedos traviesos, se las arreglaron para sortear todos los obstáculos, hasta llegar a la blanca y dulce nuca de Gael.
Eran las doce de la mañana y el sol refulgía en lo alto, como un dios imperturbable.
Pese a que el ventanal estaba cerrado a cal y canto, y a que la persiana cubría tres cuartas partes del cristal, sus rayos, como dedos traviesos, se las arreglaron para sortear todos los obstáculos, hasta llegar a la blanca y dulce nuca de Gael.
Los celos le consumieron cuando, al rozar la parte trasera de su siempre perfecto cuello, descubrió una sutíl marca morada, hecha, evidentemente, por otro macho.
Ciego de ira, apretó el morado, provocando un escozor, entre picante y dulce, que hizo que Gael despertara, sorbiendo el aire entre los dientes.
Al desperezarse, el hombro de la joven retiró levemente la sábana, que, al no estar remetida por debajo del colchón, acabó deslizándose hasta el suelo.
Entonces, ella se acordó de su amo. De que estaba desnuda porque él le había pedido que durmiese sin nada encima, sintiendo como su propio sudor, le acariciaba, pegajosa y lascivamente, todas sus partes. Inclusso, algunas que ella nunca hubiera creído que fueran potencialmente erógenas.
Completamente encendida, gateó hasta que tuvo al alcance de la mano el tirador del cajón de la mesilla de noche.
Durante el corto trayecto, sus rosadas nalgas bambolearon dos o tres veces. En aquella situación, os lo juro, cualquier hombre, que no fuera eunuco, hubiera deseado atarla al cabecero de la cama y azotarla, hasta que se desmayase de placer.
Del primer cajón, sacó sendos consoladores y una mordaza.
Invirtiendo la forma de uso, se colocó el más pequeño en el coño. Mientras que, después de ensalivar el más grande y metió la gruesa punta en su culo, se giró boca arriba y, entre jadéos, empezó a botar,hasta que lo tuvo todo dentro.