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Cuando me fui a sacar la arena en el rio

Relato enviado por : Narrador el 24/01/2013. Lecturas: 4751

etiquetas relato Cuando me fui a sacar la arena en el rio   Dominacion .
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Resumen
Después de un buen baño de playa, sentí que tanto dentro de la parte inferior de mi biquini blanco, como en la parte superior, se me había quedado pegada, una gran cantidad de arena, como también dentro de mi vulva, muslos, y hasta debajo de mis tetas, lo que me causaba cierta incomodidad al caminar.


Relato


Debido a eso fue que tomé la decisión, de lugar de esperar a llegar a casa y darme una buena ducha, me acordé que bien cerca de donde me encontraba, antes de llegar a la pequeña desembocadura de un riachuelo en el mar, monte adentro, había una pequeña poza que se mantenía llena gracias a una caída de agua, lugar al que acostumbraba a ir cuando era pequeña, en compañía de otros niños y niñas de mi edad.

Como era un lugar bien apartado, y no había visto a persona alguna, apenas llegué a la poza, no lo pensé dos veces y bajando el sostén de mi biquini, dejé que la fresca agua que caía de la roca, cayese sobre mis tetas, removiendo gran parte de la arena que aun tenía pegada a mis pezones y la parte inferior de mis senos. Y mientras el agua aun continuaba cayéndome encima, separé mis piernas y bajé ligeramente la parte inferior de mi biquini, y sentí ese fresco chorro de agua golpeando suavemente mi depilado coño.

Al tiempo que con mis dedos los comencé a introducir y hurgar suavemente dentro de mi coño. En esos instantes, al disfrutar de lo que yo misma me estaba haciendo mientras retiraba la arena de mi vulva, y pensando que me encontraba completamente sola, me tomé la libertad de continuar acariciando intensamente con mis dedos toda mi vulva, introduciéndolos más y más adentro de mi, a medida que el fresco chorro de agua continuaba golpeando mi clítoris. Yo estaba más que extasiada, disfrutando del refrescante masaje que me daba toda esa agua fresca cayendo sobre y dentro de mi coño, que no me di cuenta de que estaba siendo observada por un hombre.

Tampoco me di cuenta, de que él seguramente se fue acercando sin hacer nada de ruido, y solo cuando me sujetó con sus fuertes brazos por la espalda, fue que asustada, me di cuenta de su presencia. Se trataba de Miguel, un chico al que yo conocía desde que ambos éramos niños, a diferencia de otros de mis amigos de la infancia, y de mí. Miguel no estudio, y se dedicó a vivir de la pesca. Yo comencé a protestar a exigirle que me soltase, cuando su gruesa y carrasposa voz la escuché decirme.

Una chica que como tú hace eso al aire libre, debe quedarse callada. Yo inútilmente trataba de explicarle que lo que yo hacía era sacar la arena que se me había quedado pegada al cuerpo, cuando él sin soltarme me dijo que podía ayudarme, y sin terminar de hablar, ha metido una de sus manos entre mis piernas, agarrando mi coño descaradamente e introduciendo sus gruesos y fuertes dedos dentro de mi vulva.

Me dijo en un tono de regaño, esto no es arena, y sacando sus dedos de mi coño y colocándolos frente a mis ojos, me dijo. Acéptalo estabas dándote dedo, por lo visto, es que no tienes un macho que te haga feliz. Al decir eso sentí algo grande, grueso, y bien caliente, que se deslizaba entre mis muslos. Instintivamente bajé mi vista, y en mi vida había visto algo semejante. El miembro de Miguel era descomunal, no es que fuera un fenómeno de circo, pero pienso que poco le falta para serlo.

Aunque conocía a Miguel desde hacía mucho tiempo, ignoraba que fuera dueño de semejante cosa. Por lo que al verlo completamente erecto, mis temores fueron mayores. No es que nunca hubiera tenido sexo con un hombre, pero jamás ni nunca hubiera pensado en acostarme con Miguel, por nada del mundo, y ahora que había visto su armatoste, menos deseaba hacerlo. Pero por lo visto él no pensaba lo mismo que yo ya que insistía una y otra vez que una mujer que hace eso al aire libre, lo que está buscando es una buena verga para calmar su calentura.

Una de sus manos de un fuerte jalón me arrancó la parte inferior de mi biquini, y casi de inmediato, sumamente asustada, sentí como ese grueso instrumento comenzaba a penetrar mi coño. Mi mayor temor era, que me fuera a reventar mi vagina, ya que la verga de Miguel, parecía casi la de un caballo. A medida que las paredes internas de mi vagina se fueron dilatando, para poder recibir dentro de mi semejante cosa, aparte del miedo, y de la incapacidad para evitar lo que Miguel me estaba haciendo.

Comencé a sentir algo que nubló definitivamente todos mis sentidos. A pesar de lo brusco y salvaje de su manera de actuar con migo, a medida que su gran verga se iba abriendo paso dentro de mi coño. Yo comencé a sentir un placer extremo, ya estaba yo misma comenzando a menear mis caderas cuando de la espesura del bosque escuché que salió otra gruesa voz.

Se trataba de Ignacio, otro de los chicos que yo conocía desde que todos éramos niños. A diferencia de Miguel, Ignacio había estudiado y graduado de Ingeniero, pero en esos instantes lo que me pareció más apropiado fue pedirle que me salvase. Aun no lo habíamos visto, cuando de manera amenazante le gritó a Miguel que me soltase, que yo era el amor de su vida, aunque en realidad nunca me había dicho nada.

No me sorprendió mucho el escuchar la declaración de Ignacio, ya que por la manera en que siempre había tratado de enamorarme, hasta una idiota se hubiera dado cuenta, pero como no era mi tipo siempre le saqué el cuerpo, hasta ese momento en que lo vi salir de la espesura del bosque y que de manera amenazante se dirigía a nosotros dos. Supuse que en cosa de segundos ambos hombres, pelearían por mí.
Pero a medida que Ignacio se acercaba, Miguel más profundamente me clavaba toda su gruesa y larga verga. Haciendo que yo, hasta pusiera los ojos en blanco, al sentir el placer que él me proporcionaba.

Fue cuando le dijo Miguel a Ignacio, que te parece si en lugar de que nos pongamos a pelear por esta puta que se masturbaba al aire libre, entre los dos le damos una buena cogida. Por lo que Miguel le dijo a Ignacio, y la manera en que se me quedó viendo, entendí que las esperanzas que tenía de que Ignacio me salvase de Miguel se habían desvanecido, por lo que ya no iba a tener relaciones con un hombre contra mi voluntad sino que sería con dos. Tras escuchar a Miguel, de inmediato Ignacio, comenzó a bajarse los pantalones.

Miguel sin soltarme sacó su verga de mi coño, y colocándome frente a él, la colocó prácticamente dentro de mi boca, y aunque yo inútilmente traté de soltarme, una fuerte cachetada que Miguel me propinó, me hizo cambiar de opinión, por lo que sumisamente abrí mi boca, y dejé que introdujera su gruesa y larga verga, a la que siguiendo sus ordenes me dediqué a chupar. Al tiempo que Ignacio, tras limpiar mi coño con un poco del agua de la poza donde los tres nos encontrábamos, comenzó a ir introduciendo sus dedos lentamente dentro de mi vulva, al tiempo que me iba diciendo, el sin número de veces que me había invitado a salir y yo me había negado.

Los dedos de Ignacio, fueron explorando cada rincón de mi vagina, y él como que se dio cuenta cual era mi punto más sensible, ya que al mismo tiempo que me lo acariciaba de manera repetida una y otra vez, con su otra mano no dejaba de tocar mi inflamado clítoris, provocando en mi profundas y muy fuertes sensaciones de placer, al grado que a pesar de estar mamado y chupando la gran verga de Miguel, de alguna manera inconcebible, le expresé que de forma repetida que me penetrase.

Una vez que ya Ignacio comenzó a introducir su verga dentro de mi caliente y lubricado coño, Miguel extrajo su verga de mi boca, y colocándose tras de mí al mismo tiempo que Ignacio me tenía bien clavada por el coño, separó mis nalgas, y a pesar de mis suplicas, sin compasión alguna me enterró toda su monstruosa verga por mi apretado culito. Al principio hasta lloré no tanto por el dolor, sino por la impotencia de no poder defenderme a mí misma, pero a medida que Miguel continuaba enterrando y sacando su verga de mi culo, ese extremo dolor y sentimiento de impotencia, se fue tornando en un raro y placentero sentimiento que jamás nunca había disfrutado.

Además cuando alguno de los dos me insultaba diciéndome puta, calienta vergas, zorra, busca machos, yo en lugar de molestarme, inconcebiblemente me sentía satisfecha, en mi vida nunca pensé que yo fuera a disfrutar el ser vejada, sodomizada y violada. Por lo que dejé de reprimir, mis recién descubiertos oscuros deseos masoquistas, y a medida que entre los dos me hacían todo eso, yo lo comencé a disfrutar intensamente, al grado que de manera incontrolable, me deleite de un sin número de múltiples orgasmos.

En algún momento durante su festín, tanto Miguel como Ignacio, eyacularon dentro de mí, dejándome tirada en medio de la poza, yo que aun tenía fuerzas, y deseaba que siguieran abusando de mí, al tiempo que me relamía seductoramente los labios, les dije. Por lo que más quieran, no me vaya a obligar a que se los siga mamando. Tanto Miguel, como Ignacio se vieron mutuamente, y si esa idea no había pasado por su mente en esos instantes, la manera en que se los dije, fue como si les hubiera pedido, a voz en cuello, que me pusieran a mamar sus respectivas vergas.

De inmediato Miguel me agarró por mi larga cabellera, y colocando su verga frente a mi cara, me volvió a obligar que le mamase su verga, mientras que Ignacio, tomando una de mis manos la llevó a su mustia verga, la que yo comencé a masturbar al tiempo que le mamaba su verga a Ignacio. Cuando ambas estuvieron nuevamente bien erectas y duras, comencé alternar las mamadas, y masturbadas entre uno y el otro, hasta que nuevamente se corrieron dentro de mi boca y por toda mi cara y senos.

Después de eso, se puede decir que de la misma manera que ambos aparecieron, desaparecieron. Yo tras descansar y recuperar fuerzas, me di una buena lavada en el agua de la poza, expulsé todo aquello que ambos habían dejado dentro de mi cuerpo, y hasta yo misma provoqué mi vomito. Pero no dejaba de pensar en lo bien que me habían hecho sentir a medida que ambos abusaron de mi, y me insultaron como les dio la gana. Finalmente me volví poner mi pequeño biquini blanco, y como si nada hubiera sucedido, regresé a mi casa de lo más contenta de haber pasado semejante experiencia.

A los pocos días me topé con Ignacio, quien al ver la manera en que como de costumbre lo ignoraba, se me acercó pero antes de que me fuera a decir algo. Simplemente le dije, a ver si hablas con Miguel, ya que pienso que mañana voy a necesitarlos a los dos, para que me ayuden a quitarme la arena….

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:35) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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