DE CRIADA A SEÑORA ( y II )

En medio de aquel desconcierto yo empecé a flojear en los estudios. La muy zorra estaba continuamente reprochándome todo y echándome en cara mis defectos, sin que mi padre interviniese para nada. Fue entonces, al llegar los primeros suspensos, cuando convenció a mi padre para que me sacara del colegio privado donde estudiaba y me metiese en uno público de pésimo ambiente. Así fue como en mitad de curso me vi estudiando en un nuevo centro, sin ningún conocido ni amigo a quien contarle mis cuitas. También influyó en mi papá para que me redujese la paga semanal y a veces me veía obligado a ir a los cajones de la mesita del dormitorio matrimonial para sisar algún dinero y poder sobrevivir. Fue precisamente así, hurgando entre las cosas de Bety , cuando me enteré de que había dejado de tomar la píldora anti-baby , seguramente sin saberlo mi padre, porque quería quedar embarazada y así obligar a papá a hacerse cargo de ella.

Frente a mi casa estaban unos obreros remozando un piso antiguo, que quedaba justamente a la misma altura del nuestro. Como estaba castigado sin vacaciones de verano por mis malas calificaciones, más de una tarde desde mi ventana me entretenía con el ir y venir de los obreros. Tras el trabajo de albañilería le llegó el turno a los decoradores. El piso en obras, completamente vacío, permanecía con las ventanas abiertas de par en par mientras trabajaban los pintores. Los operarios eran dos muchachos jóvenes. Uno de ellos, de unos 27 años, tenía aspecto de ruso o búlgaro o polaco; era alto, arrubiado, musculoso y muy atractivo. El otro, algo más joven, parecía árabe, un norteafricano de pelo rizado y tez oscura, también alto y fuerte. Hablaban poco porque debían saber de español lo justo pero parecían llevarse muy bien y con frecuencia se gastaban bromas y reían. Una tarde estaba el centroeuropeo trabajando solo sobre una escalera cuando fijó su mirada en nuestro piso, a la ventana contigua a la mía donde estaba Bety dentro de la habitación con las cortinas descorridas, por lo que se veía todo lo que ocurría desde el exterior. Por la mirada fija y lasciva del pintor deduje que la filipina debía estar en pelotas pues al chico no tardó en notarse un abultamiento en el buzo de trabajo. No tardó en bajarse de la escalera y se agazapó en una esquina de la ventana para seguir mejor los movimientos de Bety. Yo, escondido tras los visillos de la cortina de mi habitación, pude observar como el eslavo se bajaba la cremallera del buzo, se sacaba la poronga y se hacía un buen pajote

Fue durante la cena de aquel día cuando rememoré la paja del joven pintor. Fue en el justo momento en que Bety anunció a mi padre y a mí que estaba embarazada de dos meses. Mi papá palideció y le preguntó cómo no había tomado precauciones, qué iba a pensar la familia, estando tan reciente el fallecimiento de mamá. Pero ella, descarada como siempre, despachó a mi padre con un "son cosas que pasan". Hubo un gran silencio durante toda la comida, pero al poco rato Bety continuó:
- Hay que pensar en la habitación del bebé, así que he pensado que va a ocupar el cuarto de Alejandro para que el pequeñín esté cerca del dormitorio matrimonial.

Papá asintió como un corderito mientras cabizbajo terminaba de cenar, y sin preocuparle lo más mínimo mi opinión.

- ¿Y cuál será mi habitación ? - pregunté atónito.
- Tú dormirás en mi antiguo cuarto de criada - sentenció ella rotundamente.

Aquella noche apenas dormí de indignación y rabia. En el dormitorio contiguo oía como chingaban una y otra vez dando gritos como animales en celo. Pero cuando la putilla lanzó su alarido final, se me encendió una luz en el cerebro. A la mañana siguiente, aparecí muy relajado y sonriente en el desayuno. Mientras tomaba mis cereales le dije a Bety:
- ¿Sabes que me parece muy bien que el bebé o bebita que nazca ocupe mi dormitorio? Pero te voy a sugerir vayas preparando ya el cuarto porque el tiempo pasa volando. ¿Por qué no empiezas por pintarlo de un color más alegre?
A mi papá y a Bety le pareció buena mi idea, así que me dijeron que dentro de unos días debía desalojar mi habitación para empezar a realizar allí las reformas oportunas

Yo seguía vigilando los movimientos de los pintores de enfrente. Algo le debió contar el eslavo al moro porque ahora estaban continuamente viendo hacia la ventana de Bety a ver si tenían suerte y la veían desnuda . Como a mí me interesaba poner en práctica cuanto antes mi venganza, tomé una nueva iniciativa. Cuando Bety estaba fuera de casa por más de una hora, entraba en su habitación, corría las finas cortinas para que desde fuera sólo se viese veladamente el interior, encendía todas las luces de la habitación, me sacaba mi ropa y me ponía unas bragas suyas y uno de sus sujetadores rellenos con papel. En el trastero había encontrado una vieja peluca con una melena larga y sedosa como la de Bety, y disfrazado de esta manera, ponía úna música muy excitante a todo volumen. Pronto los pintores se pusieron a ver la imagen que se vislumbraba detrás de la cortina de tul. Yo bailaba y me contorneaba sensualmente para calentarlos haciéndoles creer que era la putilla filipina. A veces hacía gestos obscenos para empalmarlos más o me tiraba sobre la cama haciendo que me metía un plátano en la concha. Así un día y otro, en cualquier momento, aprovechando que la muy bruja estaba ausente. Los pobres operarios andaban a cien y se pajeaban más que trabajaban.

A los pocos días, viendo que los pintores ya estaban acabando el trabajo de la casa de enfrente y los iba a perder de vista, le dije a mi padre:
- Papá, ¿por qué no aprovechas que enfrente hay unos pintores, seguramente muy económicos porque serán inmigrantes sin papeles, y los contratas para pintar la habitación del bebé?
Mi padre me agradeció la sugerencia y a la vuelta de su trabajo fue junto a ellos y llegaron a un acuerdo. Empezarían en nuestro piso dentro de una semana. Durante los siguientes días concentré todavía más mi show erótico. Ahora, como Bety pasaba el día fuera eligiendo muebles para la remozada habitación , el espectáculo lo hacía mañana y tarde. El rubio y el moreno se turnaban en la ventana pues deseaban acabar cuanto antes en aquella casa para venir a la nuestra. Yo introduje como novedad la danza del vientre, pues sabía que eso excitaba sobremanera a los árabes. El pobre morito babeaba cada vez que empujaba mi culo hacia delante y hacia atrás. ¡Si llega a saber Bety las pajas que le dedicaban aquellos dos!

Y así fue como llegó el día en que Iván, que así se llamaba el ruso, y Mohamed, el marroquí, llegaron a nuestra casa. Yo ya había desalojado mi habitación, así que empezaron su tarea. Bety estaba todo el día dándole órdenes como un capataz y ello parecía que excitaba todavía más a los dos pintores, que sólo esperaban la oportunidad de coger a la filipina y darle un buen repaso. Yo no perdía detalle y observaba como entre ellos se hacían señas de complicidad e incluso les escuché decir: "Esta nos grita para ponernos calientes". Llegó el momento oportuno para consumar mi venganza: papá estaba en el trabajo y Bety estaba tomándose uno de sus largos baños de espuma en la bañera. Yo, que ya tenía cierta confianza con los muchachos y me había ganado su simpatía ofreciéndoles un refresco de vez en cuando, fui donde ellos y les dije:
- Yo voy a estar en la calle durante más de una hora y mi madrastra está en el baño,así que si llaman en la puerta os agradecería que abrierais.

Asintieron complacidos y yo hice como si saliese de la casa dando un fuerte portazo y escondiéndome en mi nueva habitación. Esperé un rato ...

No tardaron los dos hombres en abandonar su trabajo y sigilosamente se encaminaron al cuarto de baño cuya puerta no tenía el seguro puesto. La filipina estaba toda espatarrada en medio del baño de vapor con la espuma del gel hasta el cuello, cuando los pintores la sacaron del agua agarrándola por brazos y piernas como a una muñequita. Ella se revolvió durante unos instantes y empezó a insultarlos:
- ¿Qué hacéis , muertos de hambre? Cuando se entere mi marido os mata.
Pero ellos no se inmutaron, la llevaron hasta el dormitorio matrimonial y la tumbaron sobre la cama. Ambos empezaron a despojarse de su buzo de trabajo, de sus calzones ... Los dos mostraban unas vergas considerables. El ruso un pollón venoso, largo y grueso, rematado por un gran capullo rosado ; el moro tenía una pija larga como de 25 centímetros pero más bien delgada, en la que resaltaba un abultado glande sin pellejo, pues es bien sabido que los árabes se circundan el prepucio. El blanco introdujo su cabeza entre las piernas de Bety, que s ujetaba bien abiertas con sus robustos brazos. Aún tenía restos de espuma en su coñito afeitado. Ante aquel embite, su clítoris se hinchó y la muy zorra perdió su voluntad y empezó a excitarse, de manera que con sus manos empujaba hacia su concha la cabeza de Iván. Mohamed ya había introducido su cipote en la boca de la muchacha, que lo engullía todo con deleite mientras le masajeaba los huevos y él le apretaba las tetitas.. Ahora era ella la que imploraba sexo. El ruso no tardó en meterle su pollón hasta los cojones en una apretada vagina ,tan propia de las asiáticas. Tan recaliente estaba Iván que al poco rato se corrió dentro en una monumental eyaculación, ya que buena parte de la leche le salió del coño por no caber en su útero. Lo sustituyó el moreno. Su verga negra entró en la almeja con gran facilidad pues estaba lubricada por la leche del anterior y su polla era más bien estrecha. El morito notaba un calorcito y una humedad delirantes y tras un mete-saca intenso también se corrió dentro. Bety gritaba de placer como una perra en celo, tocándose sin cesar su botoncito excitado. Yo, desde mi rincón, ya me había pajeado un par de veces y, entre puñeta y puñeta, tuve tiempo para llamar con el celular a mi padre para decirle que viniese cuanto antes para casa porque Bety se encontraba mal.
No terminaron aún los fogosos pintores. Como la filipina pedía más y más caña, determinaron hacer un sandwiche: el moro la penetraría por el ano, al ajustarse más al ancho de su miembro, y el ruso de nuevo por el chocho. Bety creía enloquecer. En ésas estaban cuando oí abrir la puerta: mi padre acababa de llegar. Yo me escondí más si cabe. El espectáculo que presenció lo dejó clavado al suelo. En el preciso momento que su amante pedía más, más y máaaas, ambos hombres sacaron sus falos descomunales de los dos agujeros y se corrieron en su boca. Bety chupó los dos rabos hasta la última gota tragándose casi medio litro de semen blanco y espeso.

Lo que pasó a continuación se lo pueden imaginar: la habitación quedó pintada a medias, mi padre despidió a Bety, recobró el sentido y la iniciativa , y yo volví a ocupar mi cuarto de siempre. Pero aún hay más: Bety había mentido sobre su embarazo para obligar a mi padre a casarse con ella. Lo curioso es que, según nos enteramos más tarde, a los nueve meses del episodio con los pintores tuvo dos gemelitos: uno blanco y rubio como un sol y otro morenito, con cabello rizado y preciosos ojos negros ...