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DIARIO DE UN JOVEN SALIDO (17)

Relato enviado por : xoel el 01/09/2008. Lecturas: 3643

etiquetas relato DIARIO DE UN JOVEN SALIDO  (17) .
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Resumen
Abro al azar mi diario, y me encuentro con una confidencia escrita cuando yo tenía trece o catorce años.
En algún sitio leí que a la polla se le llama de cien fomas distintas: cipote, verga, pene, pirola, poronga, chota ... y también EL CALVO.
Por eso a esta historia real acontecida en mi adolescencia he decidido llamarla



Relato
LA VENGANZA DEL CALVO

Querido diario:

Después de mis clases en el instituto acudo a mis cotidianos entrenamientos de natación. Mi club posee unas magníficas instalaciones donde no falta de nada: campo de fútbol, cancha de basket, pistas de tenis ... y como no, una estupenda piscina olímpica. Habitualmente me acompañan mis padres, cosa que no me agrada en absoluto, ya que el resto de mis compañeros van solos, y se burlan de mí al ver cómo mis papás me controlan como si fuese un niño pequeño. Además me molesta sobremanera los comentarios que mis compañeros hacen de mi mamá, que con sus treintaitantos años luce un cuerpo espléndido:
- Mira qué cachonda viene hoy la madre de Xoel.
- ¿Te imaginas el chochito jugoso que debe tener?
- ¡Qué buenas tetas tiene!
- Esta noche ya sé a quién le voy a dedicar la paja.
Y así uno y otro comentario.

Una tarde, que sólo me acompañó mi madre, ésta tuvo un altercado con el vigilante de las instalaciones deportivas, un hombre de unos 35 años, alto y fuerte, con espléndida musculatura y con la cabeza completamente rapada. El encargado le había llamado la atención a mi mamá por estar ésta fumando dentro del pabellón, ya que está prohibido hacerlo en los recintos deportivos cerrados. Mi madre se puso como una fiera, le llamó al hombre "calvo de mierda" y otras lindezas, y se negó a apagar el cigarrillo. Desde la piscina pude observar cómo el vigilante agarró con fuerza a mi madre por el brazo y la puso de patitas en la calle ante la mirada atónita de todos los presentes.

Al llegar a casa, toda histérica, convenció a mi padre para que al día siguiente fuera a enfrentarse al Calvo (así nombraba despectivamente al vigilante) y a dar su queja al presidente del club. El pobre de papá, por no aguartar más a su mujer, no tuvo más remedio que presentarse ante el vigilante bajo la atenta mirada de mi madre y soltarle una serie de improperios y amenazas. El Calvo aguntó todo lo que pudo los insultos y empujones de papá hasta, muy superior físicamente a él, le dio un puñetazo en plena cara y lo tiró al suelo. Del golpe, mi padre tuvo que ser conducido al hospital para que lo curasen. Ya se podrán imaginar la escenita que le montó mi madre al llegar a casa con un ojo hinchado y diez puntos de sutura en el labio, que según ella no supo defender el honor familiar y que le supuso estar de baja en el taller mecánico diez días. El presidente del club telefoneó a mi casa interesándose por la salud de mi infortunado padre, al tiempo que le comunicaba que el vigilante había sido sancionado durante un mes con la suspensión de su cargo por su acto violento y confinada a un puesto de inferior categoría laboral dentro de las instalaciones deportivas. Asimismo, para resarcir a mi familia del incidente, le permitiría a papá y mamá utilizar las otras instalaciones recreativas del club mientras me aguradaban en los entrenamientos. Ambos se alegraron muchísimo al enterarse del castigo impueso al Calvo.

Mientras mi papá estaba convaleciente de sus heridas, mamá me acompañaba a mis entrenamientos. Durante ese tiempo, atendiendo a la amable invitación del presidente, iba al gimnasio para ponerse en mejor forma todavía. Para ello llevaba unos modelitos deportivos que marcaban su formidable culito y sus pechos grandes y duros; cada día aparecía más provocativa ante los ojos de todos los deportistas, convencida de que levantaba pasiones ... y algo más.

Tras sus ejercicios en el gimnasio, mamá se dirigió a la sauna. Allí estaba ella, sola, completamente desnuda, tumbada sobre el banco de madera, soportando aquella gratificante y elevada temperatura. De repente vio cómo un rostro se asomaba al ventanuco de cristal de la puerta de la cabina. Se incorporó de golpe y trató de cubrir con las manos los senos y el sexo. Pero el vigilante no se amilanó, entró de repente, cerró la puerta y empezó a desnudarse. Mi madre se levantó con la intención de salir de la sauna pero el Calvo se lo impidió.

Mientras tanto, yo ya había acabado mis ejercicios de entrenamiento y tras la ducha en los vestuarios, me dispuse a ir a buscar a mi madre para regresar a casa.

El Calvo se quedó completamente desnudo. Era en verdad un soberbio ejemplar de macho, sin vello en el cuerpo, brazos y piernas poderosas, un buen culo ... y una verga de unos 30 centímetros rematada en un capullo gordo y reluciente y unos huevos grandes como melones. La mujer dirigió su mirada
a aquel descomunal miembro que empezaba a crecer todavía más, y pensó que el cipote de su marido era insignificante comparada a aquél.
- Sé que me llamas el Calvo - añadió el hombre -, pero ahora vas a saber lo que es un calvo de verdad; y me refiero a la cabeza de mi polla.
Y el vigilante dirigió su poronga dura y descapullada a la boca de mi madre.

Yo había estado buscando a mi mamá por todo el recinto deportivo hasta que se me ocurrió ver por el ventanuco de la sauna. Pese a su luz tenue, pude observar todo lo que allí pasaba. Mamá introdujo aquel pollón en su boca hasta casi ahogarse por su considerable tamaño, pero no contenta con introducirlo hasta las mismas amígdalas, le empujaba el culo al hombre para sentirla bien adentro hasta llegar a producirle arcadas. A mamá le caía la saliva a raudales y así mojada le empezó a cuparle los cojones con delectación hasta tragarlos enteros para luego lamerle el ano. Entonces el Calvo tumbó a mamá sobre el asiento de madera, le abrió las piernas y dirigió su boca a la almeja de mamá. La raja estaba colorada y jugosa, hinchada por la excitación. El vigilante empezó a succionarle el coño al tiempo que le masajeaba sus imponentes tetas. Mi madre se corrió varias veces en medio de gritos y espasmos. Al verla tan puta, el Calvo le espetó:
- Esto no te lo hace el cabrón de tu marido, so zorra. Y va a tardar en hacértelo porque tiene la boca partida.
- ¡Más, por favor! - imploraba mi madre - Hazme chorrear de gusto para que entre toda tu verga dentro de mi concha.
- Vas a sufrir un rato, zorra de mierda, te la meteré cuando yo quiera. Quiero que sientas lo que es una humillación. Eso es lo que conseguiste hacerme tú y el cornudo de tu marido.
- ¡Métemela, te lo suplico!
- Sí, pero primero dime quién fola mejor: yo o tu marido.
- ¡Tú, tú, tú! Mi marido tiene una chota de mierda. La tiene más grande mi hijo.
- No me digas que le ves la polla a tu hijo, furcia.
- Siempre que puedo. No veas cómo me recalienta ver los paquetes de los jovencitos de su equipo cuando entrenan en la piscina con esos slips tan ceñidos.
Cuando la oí, mi pija estuvo a punto de reventar mi chándal. Me bajé el pantalón y el calzoncillo y empecé a pajearme. El Calvo ya había tumbado a mi madre sobre el banco y se disponía a penetrarla cuando reparó en mi presencia con mi rostro pegado al cristal de la cabina. Entonces modificó la postura para que pudiese ver perfectamente la follada y comprobara lo reputa que era mi madre. Deun golpe seco introdujo todo su miembro dentro de la concha hasta los mismísimos huevos. Mi madre buscó con su mano el clítoris y empezó a masajearlo con frenesí. Entre embestida y embestida yo notaba el chop-chop de los jugos vaginales que empapaban su coño y la polla del Calvo. La muy perra pedía más y más poronga y atenazó el culo del guarda con sus pies para sentir más adentro todavía el bombeo. En aquella posición yo sólo podía ver los cojones del hombre golpeando la chucha, así que el muy hijoputa quiso que yo participase vistalmente de la jodienda y la puso a cuatro patas ... Sacó su verga del coño y se dispuso a metérsela por el ano. Mi madre gritó despavorida:
- ¡Por el culo, no; que soy virgen!
Aquella manifestación debió excitar todavía más al Calvo que enfiló su cipote hacia el agujero negro y de un golpe certero se la metió todita hasta las pelotas. Mamá empezó a gritar tanto del dolor que a punto estuve de entrar en la sauna a socorrerla, pero en aquel preciso momento mi mano derecha estaba en plena faena y de mi polla salió un raudal de abundante leche que embadurnó la puerta de la sauna. Mis piernas desfallecieron del inmenso placer que experimené y caí de rodillas lentamente. Así estaba, con mi mano toda pringada de lefada, tratando de reponerme de la emoción, cuando noté que mi madre había dejado de quejarse y que sus lamentos se volvían gritos de puro gustito:
- ¡Dame más por el ano, hijo de la gran puta, reviéntame por dentro y que sienta tus ráfagas de leche en mis entrañas!
No tardó el Calvo en correrse dentro de ella en medio de tremendas convulsiones que hacían temblar la cabina, mientras ella gritaba: ¡Aaaaaaaaah!

Me recompuse como pude y salí a la calle para aguardar a mi madre. Al poco salió ella, con su bolsa de deportes en la mano, andando con dificultad y con las piernas muy abiertas.
- ¿Te ocurre algo, mami? - le pregunté haciéndome el sorprendido.
- Nada, hijito. Es que hoy me excedí en los ejercicios de estiramiento en el gimnasio... Pero mañana me tomaré sólo una sauna, y seguro que se me pasa.

XOEL

www.richardanton21@yahoo.es

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:18) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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