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DIARIO DE UN JOVEN SALIDO (18)

Relato enviado por : xoel el 11/09/2008. Lecturas: 4026

etiquetas relato DIARIO DE UN JOVEN SALIDO  (18) .
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Resumen
¿Quién ha dicho que las maduras no orgasmean como las jovencitas?
Aquel verano mío sin vacaciones me permitió vivir una experiencia extraordinaria y placentera con la octogenaria doña Pura (más bien doña Puta).

Comparto contigo, amable lector, aquel momento caliente del caliente estío de mis tiernos quince años.



Relato
CONCHA VIEJA, PLACER NUEVO (I)

Querido diario:

Aquellas vacaciones veraniegas, debido a mis malas calificaciones escolares, tuve que alternar las clases de repaso con un pequeño trabajo, ya que mis padres me habían castigado sin la habitual paga semanal.
- Si quieres dinero, búscatelo - sentenció enojado mi padre.
Así que aprovechando que el novio cubano de mi tía Sandra, que aún andaba por aquí antes de su retorno a La Habana (ver capítulos 5 y 9), había conseguido un trabajo de pintor de brocha gorda en casas del barrio, me ofrecií como ayudante a cambio de unas propinillas.

Pronto Marcos me dejó solo al frente de los trabajos de pintura, pues el moreno prefería estar en casa chingando sin cesar y pintando de blanco la almeja de mi recaliente tía. Tía Sandra debía tener la panocha recocida y en carne viva, ya que el monumental cipote del negro la taladraba sin cesar día y noche. Y así fue como de repente, convertido en forzado pintor, me encontré haciendo una chapuza en la casa de una vieja señora rica.

Se llamaba doña Pura. En su juventud debió ser muy hermosa como pude comprobar por las fotos y cuadros que tenía en paredes y estantes de su lujoso piso, pero ahora, con casi 80 años, estaba fondona, arrugada como una pasa y siempre de mal carácter. Aún así, seguía presumiendo de una figura que no tenía, y para ello vestía con buenas ropas, se maquillaba en exceso y lucía valiosas joyas. Pues resulta que la anciana llegó a un acuerdo económico con Marcos, tras discutir el precio durante largo tiempo, pues era muy avara, y nos pusimos manos a la obra; siempre bajo su severa supervisión y la de su gato siamés que la seguía a todas partes.

Como ya dije, al final el único que trabajaba en el piso era yo, pues Marcos tenía otras labores más gratificantes ... El trabajo duraría varias semanas pues era mucho lo que había que pintar en vivienda tan grande, así que la vieja se cansó de vigilarme y darme órdenes y ahora se dedicaba a tomar tranquilamenteel sol en su terraza tumbada en una hamaca, un gin-tonic a mano y el antipático gatito a sus pies. Era aquél un verano muy caluroso, así que la vieja se embadurnaba en cremas y se espatarraba semidesnuda en la tumbona con sus pechos caídos como pellejos, poniéndose morena como un tostón. Yo estaba precisamente aquella tarde subido a una escalera pintando el techo de la terraza cuando doña Pura me dijo:
- Muchacho, quiero que me hagas un favor. Si ves que me quedo dormida y el sol me quema demasiado, te ruego me eches sobre el cuerpo este aceite protector.
Asentí y continué con mi trabajo. Al cabo de una hora el sol apretaba de verdad y observé que la vieja estaba profundamente dormida con una amplia pamela sobre la cara, las tetas al descubierto y una toallita cubriéndole el vientre y sus partes íntimas. Entonces me dispuse a cumplir la petición de la señora. Cogí el aceite solar y empecé a distribuírselo por el cuerpo. Cuando le toqué los senos sentí cierta repugnancia: caídos hacia los lados, fláccidos, quemados por el sol, con unos pezones como chupetes ... Seguí extendiéndole el aceite: brazos, vientre, piernas ... Cuando llegué a los muslos pensé en parar pero tuve curiosidad por saber cómo tenía la concha. Le retiré con cuidado la toalla y me encontré con una mata de vello con abundantes pelos rizados negros y canosos. "Parece la selva amazónica", pensé. Pero sentí una curiosidad morbosa de explorar aquella chucha vieja, grande y relajada ...

Entonces le abrí ligeramente las piernas y le metí un dedo en la vulva. La vieja dormía como una marmota, así que no hubo problemas. Separé con cuidado la raja y descubrí un clítoris tan grande como una pequella polla. Seguí tocando y le introduje otro dedo, luego tres, después toda la mano, pues como estaba lubricada por el aceite solar entró sin dificultad en aquella vagina dilatada por varios partos y por los muchos años. Ya tenía toda la mano dentro de la concha hasta la muñeca y empecé a imprimirle ritmo. Sentía el calor del útero en mi mano, la reseca vagina empezaba a humedecerse y el clítoris a crecer. No dudé en sacarme la pija fuera del buzo de trabajo y empezar a masturbarme con la otra mano. La vieja empezó a jadear como en sueños, yo sentía las contracciones vaginales en la mano que tenía dentro. Empecé el mete-saca del puño con más fuerza al notar que la mujer estaba teniendo orgasmo tras orgasmo, como ya seguramente no recordaba en su larga vida. De repente, ante el ímpetu de las embestidas manuales, que en algún momento permitía meter casi todo el antebrazo, oí un grito debajo del sombrero que le tapaba la cara, arqueó su cuerpo, se convulsionó y se meó de gusto sobre mi mano y brazo. Saqué la mano del chocho con sumo cuidado todo impregnado de jugos vaginales, y como no podía más con la excitación, me incorporé y derramé toda mi leche sobre las tetas de la vieja. Doña Pura dio un profundo suspiro bajo su pamela y continuó con su placentera siesta, mientras el puto gato (testigo mudo de toda la aventura) subía a la hamaca y relamía la abundante y espesa lefada que había eyaculado sobre ella.

Los trabajos en casa de la vieja continuarón en días sucesivos, y ocurrieron más cosas que escribiré en otra página de mi diario ...

XOEL

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:14) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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