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DIARIO DE UN JOVEN SALIDO (1)

Relato enviado por: XOEL el 27/9/2007. Lecturas: 6727
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Escribo en mi diario lo que me ha pasado hoy a la vuelta del instituto: bronca de mi madre por las malas notas escolares y luego mi sorpresa cuando me la encuentro follando con un moro ... Inicio la escritura de mi diario personal, con el deseo de que estas confesiones íntimas te calienten y exciten tanto como a mí. Son breves historias de mis vivencias y fantasías, fruto de la mente calenturienta y morbosa de un muchacho salido, muy salido ...

MI MAMA CURA SU FOBIA

Querido diario:
Hoy he tenido un día de lo más extraño. Cuando llegué a casa, a eso de las seis de la tarde, me estaba esperando mi madre como una fiera. Le habían llegado mis calificaciones escolares por correo y mi panorama académico era desolador: cinco suspensos y repitiendo curso. Casi siempre abre la correspondencia mi padre, que es más condescendiente y comprensivo conmigo (sabe que estoy en una edad muy difícil, que él también pasó, y que me interesan más las chicas y las pajas que los estudios), pero resulta que éste ha tenido que viajar por motivos laborales y lleva más de diez días fuera de casa. De manera que al entrar recibí un rapapolvos de antología con el consiguiente castigo. Para empezar, se acababa la natación, mis clases en la piscina municipal y la participación en el próximo campeonato juvenil. Así que mamá me dijo:
- Vete a la piscina y dile al entrenador que mientras no mejores en los estudios, la natación se acabó para ti.

Por mucho que supliqué no valió de nada. Así que me dispuse a ir al club para darme de baja temporalmente. Merendé algo y salí de casa. Como el ascensor estaba ocupado bajé andando las escaleras. Delante de la puerta de la vecina de abajo estaba un moro cargado de alfombras llamando al timbre. Como me imaginé que era un vendendor ambulante y que también llamaría en mi casa, le dije:
- En el 5º-A no hay nadie, así que no llame.

Le mentí porque sé que mi madre siente fobia por los árabes, sin distinguir buenos de malos, después de los últimos atentados islamistas. Más de una vez le oí tremendos comentarios racistas hacia ellos, de lo más despectivo:
- Me moriría si uno de esos moros me tocase.
- Deberían irse todos de aquí
- Huelen mal, tratan a sus mujeres como animales ...

El árabe me dirigió una mirada indiferente y siguió a lo suyo. Era un joven alto, musculoso, bien parecido, de cabello rizado y ojos oscuros. Tenía algo de insolente e intuía cierto resentimiento hacia nosotros, quizás por el mal trato que algunos les dispensábamos ... Seguí bajando la escalera mientras oía su oferta casa a casa:
- Alfombras bonitas y baratas.

Ya me disponía a subir al autobús cuando recordé que mi obligación al dejar temporalmente el equipo de natación era devolver el equipamiento: bañadores, gorro, chándal ...`para que lo pudiera utilizar otro atleta en mi lugar. Así que me dispuse a volver a casa a recogerlo. Cuando abrí la puerta me sorprendió ver justo en el hall el montón de alfombras que le había visto portar al moro. Me mosqueé enormemente y lo primero que pensé es que algo malo le había ocurrido a mi madre. Así que sigilosamente cerré la puerta y de puntillas inspeccioné la casa: nadie en el salón, nadie en la cocina, nadie en el cuarto de baño aunque estaba revuelto como si alguien acabase de ducharse ... Hasta que oí un murmullo que salía del dormitorio de mis padres.

La puerta estaba entreabierta y lo que presencié me dejó de piedra: sobre la cama, completamente desnudo estaba el moro bombeando la concha de mi madre. Esta le atenazaba el culo para sentir la verga más adentro mientras gritaba más, más, máaaas. El hombre le mordía sin piedad los pezones y le llamaba de lo peor: puta, zorra, perra cristiana ... Cuando se hartó de esta postura el norteafricano la obligó a ponerse a cuatro patas para penetrarla por el culo. Fue cuando pude ver su enorme pollón circuncidado, gordo y venoso. Pero ... ¿aquella tranca entraría por el ano de mamá? El moro ensalivó a escupitajos el orto de mi madre y procedió a introducírsela. Primero suavecito, luego de golpe. Mamá gritaba como una posesa ... no de dolor sino de placer.

No tardamos en corrernos los tres. El moro en la boca de mamá, ella por enésima vez metiéndose dos dedos en el coño, y yo sobre el suelo tras un pajote que no recuerdo en la vida.

Eché a correr, salí pitando de casa sin hacer ruido. No tuve ni tiempo a limpiar la lefada del suelo, ya se encargaría mi madre, pensé ... curada ya de su fobia contra los moros y el islam.

XOEL