Relato enviado por:
xoel el 31/1/2008.
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Relato completo
Aquella noche loca en el club de intercambio de parejas va a ser inolvidable para mí ... y para mi mamá.Mi madre está histérica. Ha descubierto en el bolsillo del pantalón de papá un folleto publicitario de un club de intercambio de parejas llamado "Melody", ubicado en un chalet en las afueras de la ciudad. Ha esperado unos días a ver si papá le daba alguna explicación, pero al ver que éste pasaba del asunto, ella maquinó un plan en el que me involucró a mí, de manera de que de la noche a la mañana me vi ...
CON MI MADRE EN EL SWINGER
Querido diario:
Esta mañana mi madre se levantó desquiciada. Había esperado quince días a ver si mi padre le aclaraba qué hacía el folleto del swinger en uno de sus bolsillos. Quizás su marido había pensado en llevarla una noche a tan especial local para vivir una experiencia única y excitante ... O quizás papá pensaba llevar a otra mujer y hacerla pasar por su pareja en ese club y vivir una orgía de sexo desenfrenado de las que sólo aparecen en las pelis porno. Tal era el enfado de mamá, que hacía días que no los oía follar. Ella siempre alegaba sentirse cansada pero lo que en realidad estaba es castigando a mi padre por su presunto engaño.
Así que mamá decidió que de aquel fin de semana no pasaría la cosa. Máxime cuando papá anunció que tenía un compromiso con el jefe del taller y tenía que ir a cenar con él y no regresaría hasta altas horas de la madrugada. Era un sábado y yo no tenía clases. En pleno desayuno me espetó:
- Hijo mío, tu padre me engaña.
A mi mente vino el recuerdo de los cuernos que yo conocía de mi madre (con el moro, la paja en el cine, con el culturista en la playa, con el cubano, con tío Teo ...), y casi me echo a reír.
- Tú sabes que yo le he sido siempre fiel como una vestal. Pero tu padre creo que hoy va a engañarme en un swinger, y eso no lo voy a consentir.
- ¿Y qué es un swinger? - pregunté con curiosidad.
- Es un club de intercambio de parejas. Allí acuden matrimonios ¡muy degenerados y viciosos! para mantener sexo indiscriminadamente unos con otros, haciendo todas las guarrerías inimaginables sin pudor alguno. Yo no sería capaz de acercarme a un hombre que no sea tu padre, tú bien lo sabes.
Bebí de un golpe todo el zumo de naranja para no tener que perder la compostura. Y añadí:
- ¿Y qué tengo yo que ver con todo eso?
- Tienes que ayudarme a entrar en ese local. Sólo dejan entrar a parejas; a mi sola no me dejarían entrar. Te vistes como una persona mayor, con traje y corbata, te peinas con raya al lado y parecerás tener más edad. ¡Tienes que ayudarme! Yo sólo quiero ver si tu padre me engaña. Tan pronto traspasemos la puerta del local, tú vuelves a salir y regresas a casa. Yo, en media hora, soluciono el asunto y también salgo. Hijo mío, sabré recompensarte el favor.
Y cogiendo cien euros, me los introdujo en el bolsillo de la camisa.
El sábado sobre las once de la noche, cogimos un taxi y nos dirigimos al club Melody. Yo parecía un ejecutivo, bien trajeado, con mi pelo engominado y unas gafas de miope para aparentar mayor. Mi madre parecía una verdadera puta: pintada como una puerta, pantys negros y ropa ajustadísima, que hacía resaltar su espléndido cuerpo y un escote por donde casi se salían las tetas. Al llegar al chalet despedimos el taxi y nos encaminamos hacia la entrada. Un gigantón negro nos paró en la puerta, nos miró de pies a cabeza (mientras yo la agachaba para que no notase mi rostro juvenil) y nos dio el ticket, cuyo importe pagó mi madre. Ya dentro, mamá me dio un beso en la mejilla y me dijo que saliese sin que el portero se percatase. Yo asentí con la cabeza y vi como mi madre se adentraba en un amplio salón elegantemente decorado iluminado con tenues luces rojas.
Cuando vi que se perdía en medio de las parejas que bailaban en el centro de la pista, me dirigí hacia una de las puertas adyacentes. Era una especie de vestuario con taquillas para guardar laropa. Al verme indeciso, un hombre que se estaba desvistiento me dijo:
- No puedes entar vestido en ciertas salas. Así que quítate la ropa y guárdala en la taquilla. No olvides cerrar con la llave que está en la cerradura.
Así lo hice. Me desnudé por completo. Dentro de la taquilla había unas chancletas para calzar ... y un antifaz. Me puse ambas cosas y me dispuse a comenzar la aventura.
Entré en una sala con una especie de cama redonda en el suelo. Encima retozaban varias parejas, todas ellas con edad por encima de la cuarentena.Yo era, sin duda, el más joven ... y pronto comprobé que uno de los más apetecibles. Un hombre gordinflón se estaba follando a una mulata espléndida. Al verme, el hombre cesó y me dijo:
- Es mi mujer, una morena que me traje cuando estuve en Santo Domingo, ¿quieres follártela?
Yo estaba empalmado como un burro y no podía disimular la erección, así que no lo dudé ni un momento. Empecé a magrearle aquellas tetas grandes y firmes y la mulata se incorporó para empezar a chuparme la polla. La muy zorra me engullía la verga hasta los huevos mientras su marido se pajeaba junto a nosotros. Al poco rato quise penetrarla y ella se abrió de piernas y me mostró un coño grande y negro empapado en jugos. Le metí de un golpe el pollón mientras ella se apretaba las tetas como quien amasa pan. Estaba a punto de correrme cuando noté que alguien me metía un dedo en el orto. Me sobresalté, miré hacia atrás y allí estaba el cornudo dispuesto a darme por el culo. Me levanté de un salto y dejé a la negra rogándome que no la dejara en ese estado y maldiciendo al cabrón del marido gordinflón por inoportuno.
Me encaminé a la sauna, a ver si se me bajaba el empalme y tratando de no tropezarme con mi madre. Era tan denso el vapor que apenas veía los cuerpos y rostros de las personas que allí estaban. Al poco vi a una mujer apoyada en el banco con las dos manos. Estaba chupándole la pirola a un hombre mientras otro la estaba penetrando por el coño. Las embestidas eran descomunales y pude ver cómo una verga larga y gruesa le entraba y salía de aquella chucha dilatada y lubricada por los jugos vaginales y el propio sudor. La mujer sólo dejaba de mamar para pedir más y más poronga por atrás. Fue entonces cuando reconocí la voz ...
Mi madre estaba desatada. Tras correrse aquel hombre en su boca, otro lo sustituyó. Aún con el semen chorreándole por las comisuras de los labios, engulló una pinga circuncidada y larga de un árabe, que al principio le produjo arcadas porque le llegó hasta las amígdalas. Yo ya me había colocado el antifaz para poder acercarme más sin ser reconocido y no perder detalle de la escena. Casi instintivamente empecé a tocarle las tetas a mi madre. Siempre me habían obsesionado aquellos senos perfectos y cuidados que veía en verano cuando hacía top-less en la playa. El hombre que la penetraba vaginalmente por atrás, notando que llegaba al orgasmo, le sacó la polla y se corrió sobre su culo y espalda con abundante leche. No dudó en sustituírlo el árabe. Pero éste la penetraría por el culo. Se ensalivó la verga y se dispuso a metérsela por el orto ...
Mi madre al ver su boca desocupada, se fijó en mí, me cogió de la mano e hizo que me acercara. Por un momento intentó sacarme el antifaz pero yo lo impedí. Entonces se dirigió a mi pene y se lo metió en la boca. Recordé la noche que me lo había chupado en la cama, creyendo que yo dormía y sentí una excitación sin límites, a punto estuve de correrme. Pero ya el árabe le estaba taladrando el orto y ella con la otra mano libre se excitaba el clítoris.
- Esta zorra quiere más poronga - dijo el hombre - Vamos a hacer un sandwiche, chico.
Y cogiéndola en peso, se tumbó de espaldas con la polla bien clavada en el culo de mi madre y le abrió las piernas para que yo la penetrase por la almeja.
¡Qué gusto, qué morbo follarse a la madre que te parió, si que ella lo supiese! Un chocho depilado, sonrosado y abultado me esperaba semiabierto. Le restregué mi capullo de arriba a abajo para excitarla aún más y se la metí hasta los cojones. Mamá chillaba como una posesa, yo notaba su útero empapado en jugos y mi polla se deslizaba en aquella cueva caliente y resbaladiza. El árabe la culeaba sin piedad, nuestros miembros parecían tocarse dentro. No tardamos en corrernos. Cuando mi madre dio sus últimos espasmos de placer, ambos hombres retiramos las vergas y ríos de lefada se deslizaban a borbotones por los dos orificios. Mamá quedó extenuada sobre el banco de la sauna, mientras yo desaparecía como alma que se lleva el diablo.
Estaba tomándome una ducha antes de largarme para casa cuando sentí una pequeña bronca fuera.Me asomé a medio vestir. El local ya casi estaba vacío, pues eran las tantas de la madrugada y los clientes se habían marchado. Era el gigantón negro de la puerta que había descubierto que mi madre estaba sin pareja en el club, y eso contravenía las normas de swinger. Mi madre estaba aturdida de tanto chingar y el gorila lo notó. Así que, con la disculpa de que ella apenas podía caminar, la cogió en brazos para llevarla hasta el vestuario. Pero no fue así. El negro la tumbó sobre una de las camas esparcidas por el local, le abrió las piernas y empezó a lamerle la almeja. Mamá empezó a recalentarse de nuevo. Entonces, el negro se despojó de su ropa y enarbolando una poderosa herramienta se la introdujo en la vagina, aún húmeda de mi lefada. Mi madre atenazó con las piernas el culo del africano para sentir bien adentro de nuevo un pollón negro, que tanto le gustaba después de la experiencia con el cubano Marcos. Pronto sintió cómo un chorro de leche caliente irrigaba sus entrañas ...
A la mañana siguiente, mamá quedó en cama hasta el mediodía. Papá ya se había levantado a pesar de que había llegado a casa aún más tarde que ella. Yo mismo me encargué de despertarla y de llevarle el desayuno a la cama.
- ¿Qué tal anoche, mamá? ¿Averiguaste algo?
- Todo bien , hijito, estuve sólo un ratito. Di una vuelta por aquel local tan desagradable, y al ver que no estaba tu padre me vine para casa. Las sospechas eran infundadas. ¡Tu papá es un cielo!