Relato enviado por:
XOEL el 9/10/2007.
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Relato completo
La salsa cubana se incorpora a mi vida, pero su color es blanco ... como la leche.La visita de mi tía y su novio cubano ha trastocado la rutina diaria en nuestra casa, sin embargo me ha supuesto una nueva y excitante experiencia que paso a escribir en mi cuaderno de confidencias, y que con sumo placer comparto con el amable lector.
UN CUBANO PARA MI TIA
Querido diario:
Hoy ha llegado mi tía Sandra (hermana de mi madre) de su viaje al Caribe. Pero no viene sola, le acompaña un hermoso ejemplar de mulato que ha conocido en La Habana, y por el que está loquita. Hasta el extremo que se le ha metido en la cabeza casarse con él lo antes posible.
Tía Sandra decidió emprender un viaje a Cuba tras su fracaso matrimonial. Tan pronto le concedieron el divorcio quiso celebarlo ( al tiempo que olvidar su fiasco con su marido ) yéndose quince días a la preciosa isla caribeña, paraíso para todos ... menos, al parecer, para los propios cubanos. Pues hete aquí que, antes de instalarse con el rico sabrosón en su casa, vino a pasar unos días con nosotros y, al mismo tiempo, presentarnos a su noviete de veintitantos años, llamado Marcos. De entrada, yo tuve que desalojar mi habitación para cedérsela a la pareja, cosa que no me gustó en absoluto y menos por la actitud y arrogancia del mulato que, en pocas horas, se hizo dueño de la situación y andaba como Perico por su casa, revolviéndolo todo ... y vaciándonos la despensa. A mis padres tampoco le gustaba su exceso de confianza pero aguantaban por respeto a tía Sandra.
La primera noche, desde mi improvisada cama en el sofá del salón, los oía follar como descosidos. El moreno tenía la resistencia de un toro e hizo correr a mi tía varias veces, mientras ella reclamaba más y más poronga:
- ¡ Rómpeme al medio, mi amor, que sienta esa polla en mis entrañas!
- Toma morronga , bacalao - decía Marcos - que tu marido no sabía complacer a una hembrota como tú.
Yo me levantaba y ponía la oreja en la puerta del dormitorio y me pajeaba como un mono oyendo aquellos gemidos y expresiones que me excitaban sobremanera. A la segunda noche, tras otra tumultuosa jodienda, estaba yo en la cocina bebiendo un poco de agua para aplacar la sequedad después de pajearme pegado a la puerta, cuando llegó el cubano en pelotas. Una verga descomunal, aún morcillona, colgaba de su entrepierna, confirmando la dotación de la que hacen gala negros y mulatos. Sin inmutarse abrió la puerta del frigorífico y cogió una botella de yogurt líquido que se zampó de un trago. Luego, sonriéndome me dijo:
- Este es el combustible para llenar mis cojones. Dile a tu mamá que compre más, que esta botella es la última. Y tú también deberías tomar más lácteos que estás en la edad de hacerte la yuca.
Deduje que "hacerse la yuca" era masturbarse y sin apartar mis ojos de aquella verga gorda y venosa de la que aún chorreaban hilillos de semen asentí con la cabeza.
A mi madre no le convencía la premura del casamiento de mi tía con Marcos. Trató de disuadirla una y otra vez, haciéndole ver que era muy precipitada la boda, que apenas se conocían, que podía ser un calentón pasajero ... o que lo que en realidad pretendía el cubano era regularizar su situación y quedarse a vivir en nuestro país. Pero tía Sandra no se avenía a razones. Hasta los oidos de Marcos llegó la opinión que tenía mi madre sobre su relación ...
Aquella noche mi tía y el mulato chingaron como nunca. Daba la impresión que él quería que se les oyese en toda la casa , hasta el extremo que yo, con la oreja en la puerta de la habitación los oía con tanta claridad que parecía que estaba compartiendo su cama:
- Cómeme el coño, papito.
- En Cuba se llama chocha, miamol ...
Y así toda la noche. Tanto me pajeé que exhausto y relajado quedé dormido apoyado sobre la puerta. Así estaba cuando de pronto Marcos abrió la puerta y me caí hacia dentro como un saco de patatas.
- ¿Qué haces, pendejo? - me gritó Marcos con ira, mientas me sujetaba y me obligaba a levantarme - Así que haciéndote una manuela a nuestra salud.
Yo no sabía dónde meterme, estaba aturdido y aún sujetaba mi pija mojada de leche. El mulato me llevó a trompicones y me tumbó sobre el sofá-cama donde yo dormía, y añadió:
- Ya sé que la puta de tu madre está convenciendo a mi novia para que no se case conmigo. Pero mira bien, chamaco, mientras a tu tía esta cabilla (me mostró su polla en todo su esplendor) la vuelva loca, yo voy a conseguir de ella lo que quiera. Y tu mamita que se ande con cuidado, que noto las miradas que me echa a la entrepierna, y a lo mejor va a saber lo que es una pinga cubana.
Me revolví de ira al ver cómo trataba a mi madre pero de un simple manotazo me volvió a tumbar sobre el sofá y se marchó con sus peculiares andares chulescos a la cocina, a beberse su yogurt líquido para cargar su depósito y seguir dándole gustito a mi tía.
La última noche de estancia de tía Sandra y Marcos en mi casa transcurrió, como siempre, entre jadeos, expresiones mórbidas e improperios contra mi tío:
- ¡ Esta sí es polla, y no la de mi ex!- gritaba como una perra en celo tía Sandra.
Aquella noche me hice un buen pajote, quizás el mejor pajote de mucho tiempo, pero no fue con la oreja puesta en el dormitorio de los folladores. Esta vez me fui a la cocina, abrí el frigorífico, cogí la botella de yogurt, bebí lo justo, y luego me corrí dentro ... Volví a mi sofá-cama y me hice el dormido. Al poco rato salió Marcos de la habitación y se dirigió a la cocina. Entonces yo me levanté tras él simulando ir a beber. Abría la nevera cuando con risa burlona me dijo:
- ¿Qué, chamaco, ya te hiciste la yuca? ¿Te imaginaste metiéndole yo esta morronga negra en el bollo de tu mima, ja, ja?
Mientras deducía que para los cubanos el bollo era la concha, miraba complacido como aquel hijoputa bebía de un trago todo el yogurt ... con mi lefada incluida. Y pensé para mí "el que ríe de último, ríe dos veces"