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Diversión en parejas

Relato enviado por: ritalino el 2/10/2009. Lecturas: 7834
Etiquetas:   Orgías   minifalda   doble penetracion   anal
Relato completo
Mi mujer es muy arrecha, le encanta de todo en el sexo y habíamos hecho todo lo que entre una pareja se puede; excepto añadir alguien más a nuestros juegos. La oportunidad se presentó cuando asistimos a una invitación a una fiesta swinger.
Ese sábado nos preparamos para la ocasión. Natalia, mi mujer, es morena, llenita, de baja estatura, pero bien proporcionada: senos grandes, caderas redondeadas, culito parado, piernas torneadas, y para rematar un rostro sensual, de grandes ojos cafés, pómulos definidos, nariz fina aunque no pequeña, y labios grandes y llenos. Yo le había comprado un traje especial para la fiesta: un corsette que levantaba sus tetas, dejando al descubierto sus hombros, y afinaba su cintura; una tanga brasileña que transparentaba por delante su sexo y por atrás se limitaba a un pequeño hilo que, hundiéndose en sus nalgas, realzaba las formas de su trasero; para engalanar sus piernas, la hice vestirlas con unas medias de ligero. Todo el conjunto en color blanco. El vestido que le regalé, en spandex rojo, era de una pieza, con un escote amplio, de hombros desnudos, la falda corta llegaba sólo un poco por debajo de la línea de corte de las medias. Natalia, además, se hizo un peinado lizo con flequillo que destacaba su largo cabello negro, se maquilló exquisitamente: los ojos en tonos oscuros, sus ricos labios en rojo húmedo. Yo, por mi parte, me puse un traje semi formal que acentuaba mis hombros.
Llegamos a la dirección, una señora amable, de apariencia normal, nos condujo hacia el salón donde la fiesta ya había empezado. El sitio era agradable, con sillones y sofás cómodos, se escuchaba música sensual, había un bar, con bebidas y bocaditos, y en una televisión plana grande se exhibía una película erótica, a la que nadie parecía hacer caso. Habría otras dos parejas. Inmediatamente se nos acercó una sonriente pareja, de más o menos nuestras edades, el talvez 40 y ella de 30. “Soy Luis, y ésta es mi novia, Mercedes. Gracias por venir.” Nos presentamos, y mientras nos acompañaban hacia la barra, para servirnos vino y bocaditos, Luis nos explicó las reglas de juego y que no esperaban a nadie más. Éramos, entonces, sólo cinco parejas esa noche y la reunión duraría unas tres horas.
Nuestros anfitriones nos pasearon por el salón, presentándonos a los restantes invitados. Natalia parecía estar al principio algo nerviosa, pero se fue relajando, yo también –confieso- me sentía algo aprehensivo, pero luego de las presentaciones, la ansiedad cedió paso al interés. De inmediato la mujer de la pareja restante atrajo mi atención. “Nancy”, dijo llamarse, rubia, blanca, delgada, vestida provocativamente con una mini falda y una blusa de tirantes que apenas cubrían sus pechos –más bien pequeños, pero de pezones grandes y endurecidos que se insinuaban a través de la blusa. Ella y su pareja –Roberto- nos invitaron a sentarnos a su lado en el sofá.
Apenas nos sentamos, las luces de la sala disminuyeron haciendo más íntima la atmósfera. La pantalla de la televisión, quedó por un momento en blanco, la música cesó, y una nueva película, ahora más fuerte empezó a proyectarse. Lentamente, la película se volvió el foco de atención, a mi lado se sentó otra pareja. El vino empezó a circular con mayor rapidez, el ambiente se volvió más cálido. Observé a mi mujer, que miraba hipnotizada la tele, se había recostado profundamente en el sofá, su vestido se había subido dejando al descubierto la tanga transparente. Luis y su mujer-Maité- se habían ubicado en un sillón en diagonal a mi punto de vista, el hombre le acariciaba sin disimulo un pecho que había sacado de su vestido. Nancy se había vuelto hacia Roberto, regalándonos una vista sensacional puesto que bajo su mini no llevaba nada: sus nalgas apuntaban directamente hacia Natalia.
Yo empecé a besarle el cuello a Natalia. Bajé mis manos hacia sus tetas, sentí sus pezones erectos, su respiración se volvió más fuerte y profunda, con su ayuda le bajé la parte superior del vestido, cuando quise subirle más la falda, me encontré con la cabellera de Nancy. Esta se había cansado del juego con su pareja y acomodándose entre los muslos de mi mujer, avanzaba por ellos besándolos, noté que se había sacado la blusa y que sus pechos eran muy apetecibles. Maité se había despejado de su vestido, quedando sólo con unas medias de ligueros negras, caminó hacia mí haciendo oscilar sus grandes pechos, se recostó a mi lado, poniendo su cabeza a la altura de mi bragueta, bajó el cierre y me sacó el pene. Apreciándolo, suspiró, pasó la lengua por mi glande y dijo “Saladito, sabroso”, luego lo engulló completamente.
Al notar la acción Roberto se ubicó detrás de Maité, le hizo a un lado el panty y la penetró por detrás. Maité gimió y empezó a mamarme con más entusiasmo. Luis colocó su verga entre los labios jugosos de Natalia, quien la aceptó gustosa. Mientras tanto Nancy había alcanzado su objetivo, apoderándose de la vagina de mi mujer, lamiéndola con profusión de sonidos y saliva.
Aproveché un momento de desconcentración de Maité para retirarme de su boca, su cabeza cayó hacia donde se encontraban la cabeza de Nancy y la cadera de Natalia. Inmediatamente se unió a la acción usando sus dedos para penetrarle por el culo a mi mujer, la que dejó escapar un “Aaahh, ¡Qué rico! ¡Más!”. Rápidamente me ubiqué por detrás de Nancy, levantándola para situarla en la posición de perrito, metí una mano en su sexo depilado, con la otra le acaricié los pezoncitos, luego le subí la mini que todavía traía puesta, y chupándome los dedos que habían estado en su vagina, los llené de saliva y empecé a aflojarle el culo. No tuve que trabajar gran cosa, su ano cedió con facilidad, abriéndose para recibir mi verga, me acomodé y de un solo golpe se la metí hasta el fondo. Este acto fue como disparar una bomba.
La flaca Nancy se volvió una fiera, hasta entonces había sido más bien tierna en sus caricias hacia Natalia, ahora y con la fuerza de mi empuje había parado cerca de los pechos de Maité, tomó el más cercano y empezó a succionarlo furiosamente. Exclamó “¡Quiero que me den todos! ¡Llénenme!”. El primero en reaccionar fue Luis, se ubicó debajo de Nancy y yo, trepó con habilidad su cuerpo de manera que pudiese ayudarla a esta a comerle las tetas a su mujer, e intercambiar besos con ella. Roberto se apoderó de la boca de la flaca. Natalia le empezó a mamar el culo a Roberto. Maité se colocó detrás de mí y empezó a hacer lo mismo. No pudiendo aguantar más la excitación, Roberto eyaculó en la boca de Nancy, y se dejó caer a un lado. Natalia se lanzó a besar a la flaca, intercambiando la leche entre las dos. Sentí a través de mi verga, que Luis también se corrió llenándole su vagina. Yo estaba a punto de correrme por la contracción del ano de Nancy, quien evidentemente entraba en orgasmo, pero me aguanté, la sentí relajarse, saqué mi pene, me volví hacia Maité, la tumbé en la alfombra, abrí sus piernas, las puse sobre mis hombros y penetré su chocho. Esta respondió cerrando los ojos, jadeando y moviéndose como condenada, ahora si no pude resistir, y me vacié dentro suyo. Cuando me recuperé vi que Roberto masturbaba furiosamente a Natalia, haciéndola venirse, mientras el resto contemplábamos felices, pero exhaustos, la escena.
Luego, entre risas, empezamos a vestirnos, jugueteamos inocentemente con unos y otras, devoramos lo que quedaba del buffet, bebimos el vino para refrescarnos y empezamos a despedirnos. Natalia estaba radiante, olía a sexo, al igual que yo, besamos por última vez a Nancy y Maité, saludamos a Roberto y Luis, y nos despedimos prometiendo volver a la siguiente fiesta.