El diario secreto de Bety 12

El diario secreto de Bety 12

Día 39)

Hoy no tuvimos clases y el día se presentaba lluvioso, triste.
Mis padres no estaban en casa y no me decidía a usar la computadora o hacer planes para mi vida que ya se estaba poniendo demasiado compleja.

Me agradaba mirar por la ventana mientras el jardín del frente era regado por la naturaleza, llovía afuera y también dentro de mi corazón, rememoraba pasados planes que incluían música, flores y fuegos artificiales para el momento sagrado de entregar mi virginidad; pero había sido algo horrendo poco digno de recordar.

Culpa mía por permitirle al estúpido de mi hermano que acelerase los tiempos en que el capullo de rosa debía florecer naturalmente, o tal vez culpa de mi temprana edad evidenciada en el banquito que debía usar para observar por la ventana. No pude continuar con las cavilaciones trascendentales al sentir las traviesas manos de mi hermanito tomándome por la cintura y besándome el cuello.
Debo admitir que esa zona de mi cuerpo tenía sensibilidades desconocidas hasta ahora, realmente era lindo cuando el bruto de mi hermano me trataba con suavidad, también era linda la sensación de su mano subiendo por mis piernas hasta meterse por debajo de mi pollerita.

A Gus le fascinaba mi bombachita, no se qué fetiche tenía con mi prendita íntima pero susurraba en mi oído que le enloquecía verme esa parte. Creo que miraba con el tacto ya que continuaba besándome el cuello mientras sus dedos recorrían los límites de la tela con mi piel, se me erizaban los pelitos de la nuca cuando desplazando la suave tela me acariciaba el conejito en carne viva.
Instintivamente retrocedí la cola para sentir su palito duro, pasando la mano tuve que desabrocharle el pantalón para liberar al gusanito de su encierro y ahora podía sentir en mis nalguitas su vello púbico. El cretino me la quería meter ahí nomás pero lo convencí de ser más tierno ofreciéndome a chupársela para dejarla humedecida, tuve que arrepentirme al percibir el olor a pis de su pito sucio y sugerí que use una crema para manos.

Dudaba si usar mi orificio desvirgado o el de hacer caca, yo miraba por la ventana haciéndome la distraída mientras me separaba las nalguitas dispuesto a atacarme por retaguardia, el pobre no acertaba mi anito y tuve que agarrarle el pito guiándolo. Esta vez le pedí que fuese suave y de paso me haga un dedito por delante, el glande enchastrado en crema no tuvo mucha resistencia mientras sentía como ese tubito carnoso me entraba lentamente por el culito, el ansioso de mi hermano empujaba y empujaba hasta encularme completamente, creo que de tener una pinga de 10 metros me la hubiese metido toda por retaguardia.
Su dedo acariciándome el conejito ayudaba para que la situación resultase placentera, cuando su pelvis chocó contra mi trasero era evidente que la tenía enterrada hasta el fondo en el culito y tuvo que iniciar el bombeo mientras jadeaba en mi oreja.

Yo recordaba el supositorio de Priscilla mientras sentía el potito invadido, esto de hacer caca hacia adentro no era tan feo como decían algunas, tampoco la sensación de los chorritos tibios en el intestino, mi pobre hermanito parece que tenía una reserva extra de leche y me aplicaba el enema filial con entusiasmo.
El bruto me la quería sacar pero le exigí que continuase con el dedo hasta hacerme ver las estrellitas, me llegó una hermosa explosión mientras percibía la carne que tenía metida por la popa reduciendo su tamaño.
Quedé parada mirando las gotas de lluvia por la ventana, otras gotas de leche resbalaban por mis piernas y largué algunos peditos para expulsar el aire que mi hermano me había bombeado, casi me caigo de la banqueta por tener la bombachita bajada hasta los tobillos.

Estaba por sentarme a escribir en este diario pero decidí telefonear a mi amiga Priscilla, ella respiraba agitada en el auricular preguntándole si estaba enferma, entre risitas comentó que estaban jugando con su papito cuando los interrumpí con la llamada. Al final dijo que Manpara también deseaba verme y que fuese hasta su casa.

Quedaba a pocas calles pero igual me mojé con lluvia, y para empeorar las cosas resbalé en la entrada cayendo sentada en el barro. Por suerte mi amiga estaba abriendo la puerta para recibirme y no pudo evitar unas carcajadas por mi infortunado accidente.
El padre me recibió con un abrazo como si me conociese hace años y mandando a su hija a preparar algo caliente para beber se puso a mi espalda para admirar mi potito embarrado. Me daba vergüenza cuando me levantó la pollerita por detrás comentando que tenía la bombachita sucia y debería bañarme para ponerme otra.
Con naturalidad me llevó de la mano hasta el baño procediendo a quitarme la ropa como si fuese mi propio padre, yo quería estar sola pero me metió bajo la ducha procediendo a lavarme como si fuese una bebita.

Tenía la cabeza con shampoo sin percibir que Priscilla estaba en la puerta deleitándose con el espectáculo, no se ponía celosa al ver a su papito bañar a una nena extraña. Cuando llegó con la esponja a mi barriga pidió darme vuelta para lavarme el potito embarrado, su hijita tenía la voz temblorosa cuando le aconsejó al padre quitarse la ropa para evitar mojarla.
Creo que yo tenía la cara roja de vergüenza cuando se metió desnudo bajo el agua y con el tremendo bicho erguido apuntándome, parece que me acusaba de algo con ese dedote gigante y le dí nuevamente la espalda. Era realmente placentero sentir sus dedos pasearse por mis piernas y subir lentamente, ya había perdido la esponja y me lavaba con una mano que se metía entre mis nalguitas y la otra por delante, no podía demostrar nada ante la vista de su hija pero mantenía los ojos cerrados sintiendo como esos dedos enjabonados me brindaban placer.

Al final se animó a pedirme que lo lavase a él también y la tentación de tener ese palote entre mis dedos venció la vergüenza procediendo a enjabonarle el pene con mucho cuidado, parece que a Priscilla no le agradaba mucho que tocase a su papito acercándose para besarme, ahora no podía observar esa turgencia que estaba masajeando mientras mi amiga me comía la boca. Creo que largué un suspiro que le hizo sonreír cuando sentí que un dedo grandote me punteaba el anito, el cretino me estaba metiendo un dedo enjabonado por el culito mientras nos besábamos furiosamente con su hija, creo que lo ordeñé demasiado de prisa al sentir su lechada en la mano.

Quedé temblando mientras me secaba y ponía una bombachita limpia, me había arrastrado cerca de un orgasmo pero dejándome con las ganas. Me estaba por calzar pero Manpara me alzó en brazos hasta el dormitorio de la hija para buscar otro vestidito, tenía el pecho muy velludo y me daban escalofríos sentirlo en mi piel dando ganas de refregarme contra su pelambrera.
Al dejarme de pié sobre la alfombra comentaba que estaba preciosa en bombachita, su manaza trataba de acomodarme la tela que se me enterraba en la colita, parecía que mis nalguitas se obstinaban en tragarse mi prendita íntima, o tal vez Manpara se obstinaba en tocarme allí, no sé ni me importa pq se sentía lindo.

No me animaba a decirle que aún tenía picazón allí abajo limitándome a agradecerle lo del otro día, cuando su lengua experta me hizo temblar fuerte. Esto lo animó a abrazarme y decirme al oído que tenía muchas ganas de chuparme la conchita mientras lentamente me quitaba la bombachita.
Casi lo estrangulé al pobre de tanto atenazar las piernas en su cuello, su boca me hacía estremecer en los puntos exactos y sabía estirar mi clímax reduciendo el lengüeteo y nuevamente atacándome la puchita con fervor, creo que hasta se me escapó un chorrito de pis en su boca al arquear la espalda en un gemido interminable.

Me estaba por poner nuevamente la bombachita cuando Priscilla comentó sonrojada que recién cuando atendía mi llamada telefónica estaba siendo desvirgada y puede asistir auditivamente a su instante sagrado. Sobra decir que sus palabras provocaron que me humedeciera allí abajo y fundimos nuestras bocas mientras Manpara nos acariciaba tiernamente.
Yo no podía creer que la boquita del conejo pudiese comerse semejante pedazo de carne y se ofreció a una demostración en vivo, levantándose la pollerita pude apreciar que no vestía nada debajo, con el papito acostado y apuntando al techo su monstruosidad carnosa se acuclilló encima bajando lentamente para ensartarse la puchita.

Mi mano se acercaba a mi propio conejito para darme placer pero decidí sentarme sobre la cara de su papito para sentir su lengua allí abajo. No daba crédito viendo desaparecer el pene paterno dentro de la puchita de mi amiga, realmente se la estaba tragando entera y lo cabalgó hasta lograr un estertor delicioso.
Me imaginaba a mi propio papito Fotógrafo metiéndome su pitote y nuevamente acabé mientras me lamían el tajito.

Al llegar a casa no se percataron que traía una pollerita ajena y me fui a dormir ante la mirada de Bieber que me reprochaba en silencio la reciente infediledidad.

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Día 40)

Me despertó el Fotógrafo con besitos en la cara anunciando que debería prepararme para el colegio, aún sin despabilarme le conté que ayer Priscilla había sido desvirgada por el padre, mi papito temblaba de la emoción al agacharse sobre la cama y beberse mis palabras, creo que realmente estaba enamorado de mí pero era mi papito, no podría tener esos pensamientos indecorosos.
Tocándome la frente anunció que tenía algo de temperatura y era mejor que faltase al cole para quedarme descansando, yo quería ir para ver al Abuelito y tal vez a Bart pero me dejé convencer y se metió en mi cama previo quitarse la ropa.

Yo sabía que la situación excedía los cariños paternales recordando que ya me la había metido por atrás, sus manazas recorriendo mi piel y su boca mordisqueándome los pezoncitos terminaron por convencerme. Bajando la cabeza le dio un beso en la boca al conejito para luego lamerlo todo, estaba aprendiendo a hacerlo realmente bien al llevarme al borde del abismo pero justo antes de caer en la estrellada negrura se incorporó pidiendo le permita meterme la puntita.
Eso ya me causaba temor pero antes de poder negarme ya sentía la punta del glande en mi entradita, está bien que ya no era una virgencita pero mis partes eran pequeñas comparadas a ese tremendo coso que tenía mi papito.

(continuará)