EL FINAL (FELIZ) DE LA INOCENCIA (VII)

Del socio de papá en el negocio del taxi sólo recuerdo su mote: Bate, no sé si debido a su brusco carácter o a que de su entrepierna colgaba un buen miembro capaz de complacer a la hembra más exigente. Bate era un hombre fuerte y atractivo, con fama de mujeriego, y hacía tres años que se había divorciado. El caso es que a medida que fue creciendo mi hermanita, a mí se me parecía cada vez más a este hombre. La bebita tenía los ojos (grandes, oscuros, saltones) y labios (carnosos y sensuales) de Bate. La verdad es que no se parecía en nada a mi padre. Fue entonces cuando rememoré un escabroso episodio ocurrido aproximadamente hacía un año.
El día de San Cristóbal, patrono de los automovilistas y transportistas, los taxistas celebraban un almuerzo de confraternidad que, generalmente, acababa con las últimas copas en un burdel. Mamá sabía de estos excesos y ese día lo pasaba muy nerviosa pues se imaginaba que papá remataría la jornada festiva follando con una ramera. A media noche papá aún no había llegado a casa y de muy mal humor mamá dispuso que nos retirásemos a dormir.
Sobre las tres de la madrugada sentí el ruido de la llave abriendo la puerta de la casa. La luz del pasillo se encendió. Me incorporé de la cama y comprobé por la rendija entreabierta que dos hombres entraban en el piso, uno sosteniendo a otro que arrastraba los pies y decía frases incoherentes. Bate traía a mi padre a casa borracho como una cuba. Al poco se levantó mi madre en camisón corto, que se enfureció toda al ver el estado en que estaba mi padre.
- Gracias, Bate, por traer a esta calamidad. Ayúdame a meterlo en cama.
Entre Bate y mi madre lo desvistieron. Apestaba a alcohol y venía sin calzoncillos. Mamá se puso histérica:
- ¡Este cabronazo se ha ido de putas!
Bate ironizó, sin perder de vista las soberbias tetas de mamá que transparentaban tras el fino camisón:
- A la vista está que los calzoncillos los perdió en algún sitio.
Lo que vino a continuación me desconcertó y su recuerdo fue causa de mis pajas infantiles durante mucho tiempo. Desde mi escondite pude comprobar cómo tras enjugar las lágrimas de mamá, Bate quiso consolarla de otra manera ... y la muy zorra se dejó.
Con el pobre de mi padre ocupando con la polla al aire (de la que aún quedaban restos de lefada) la mitad de la cama matrimonial, Bate empezó a besar suavemente a mamá en el cuello. Viendo que la mujer empezaba a calentarse y suspiraba entrecortada, el socio comenzó a magrearle las tetas. No tardó en quitarle el camisón por la cabeza y a succionarle los pezones duros y marrones como castañas. Mamá estaba excitadísima con aquel lameteo. Llevó su mano a la entrepierta de Bate y notó un bulto descomunal bajo el pantalón.
- ¿Tú no has follado con una puta esta noche? - preguntó mamá entre jadeos.
- Yo aguardé por otra zorra - respondió Bate. Para añadir:
- Emborraché a tu marido para poder follarte a ti.
El cinismo del hombre no hizo mella en mi madre, tan recalentada estaba. Desabotonó la bragueta de Bate y sacó fuera una soberbia poronga. Mamá se lanzó sobre el glande grueso y reluciente y se tragó todo el miembro hasta la garganta. Papá dormía plácidamente.
No tardaron en estar los dos amantes completamente desnudos. De mi polla ya salían los primeros jugos ante aquella visión excitante. Yo permanecía en el umbral de la puerta con mi pijama por los tobillos y sin perderme detalle, pues el espejo de la cómoda me permitía ver el espectáculo desde todos los ángulos.
Bate tumbó a mamá boca arriba e introdujo su lengua en su vagina. La muy zorra estaba perdiendo el control con el placer que experimentaba, de manera que el hombre tuvo que ponerle la mano en la boca para amortiguar los gemidos pues había el riesgo que papá despertase, pegado a ellos como estaba.
Lubricada convenientemente la concha de mami, Bate se dispuso a penetrarla. Temió hacerle daño con aquel pollón, pero el miembro entró sin problemas hasta los mismísimos huevos. Empezó un bombeo desenfrenado. Papá roncaba ...
Mamá pedía más y más verga. Contabilicé como tres orgasmos mientras clavaba sus uñas en la espalda del socio de su marido. Éste no se privaba de excitarla con palabras soeces: puta, buscona, calientapollas, zorra ... mientras le exprimía con fuerza las tetas hasta ponérselas rojas como tomates. Y mamá gozaba y gozaba chorreando fluidos por su coño. El cuarto olía fuertemente a secreciones genitales, sudores y vapores etíticos. En medio de aquel desenfreno dio la impresión que papá despertaba; pronunció unas palabras inconexas, masculló algo y se quedó de nuevo con la boca abierta de una manera ridícula. Por la retorcida mente de Bate una idea escabrosa, muy en la línea de su forma de ser:
- Mira, putilla, lo que hago al cabrón de tu marido.
Y sacó la polla de la chucha de mamá y se la metió en la boca de mi padre mientras se carcajeaba:
- ¡Socio, mira a que sabe mi cipote empapado del coño de tu mujer!
A punto estuvo de correrse en la boca de mi padre pero mi madre le suplicó que se vaciara dentro de ella:
- Necesito tu leche dentro de mí. ¡Riégame con tu lefa hasta sentir esa lava abundante y caliente en mis entrañas!
Bate no se hizo esperar. Abrió de nuevo las piernas de mi madre y con el enorme champiñón de su polla separó los labios de su coño peludo y la taladró sin piedad hasta correrse como un animal. Aquellos alaridos me asustaron tanto que corrí hacia mi habitación dejando un reguero de semen. Me metí apurado en la cama, me tapé la cabeza con la manta, mientras aún escuchaba el último orgasmo de mi madre, sin duda el que la preñaría. Mi padre seguía roncando ...