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El principio de la independencia 04

Ana Mireya Relato enviado por : Ana Mireya el 10/08/2013. Lecturas: 3082

etiquetas relato El principio de la independencia 04   Jovenes .
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Resumen
Lo que sucede a una chica que busca la independencia


Relato
Aunque se intente guardar secretos, las cosas terminan por saberse. Mi amiga Rebeca descubrió que su padre, Antonio, y yo, habíamos empezado una relación romántica hace algunos meses, tiempo después de que muriera su madre. Antonio y yo hicimos todo, casi todo, para mantenerlo en secreto, si se hubiera sabido que una niña de secundaría a punto de cumplir los 15 tenía algo más que escarceos amorosos con un adulto, hubiera habido problemas muy grabes.

“Los descubrí una tarde, me confesó Rebeca, iba a ver a papá a su oficina, cuando te vi entrar. Los espié y supe entonces lo que hacían. En un principio me enoje contigo pero mi padre se veía tan contento que te agradecí mucho. Le has hecho muy bien, Ana”. Y se soltó a llorar. Quién no ha tenido la necesidad de abrazar a una amiga cuando está llorando. Yo no pude resistirme. Metí a Rebeca entre mis brazos y aguante sus lágrimas.

Sentía como sus espasmos la hacían pegarse a mi cuerpo. Nuestras tetas chocaban. Me sentí un poco culpable de sentir como me iba subiendo la excitación ante el desahogo de mi amiga.

- Yo también me siento sola, Ana. Rompió de repente. Yo también necesito quien me quiera. Ahora ya no tengo padres, están lejos.
- Ya, ya, tontita, le conteste, me tienes a mí, y nunca voy a dejarte.

Qué arrebato me hizo llevar la acción a la palabra no lo sé, pero fue mi boca la que busco su boca y la prendió con un dulce beso. Candente como el cariño que le tengo a Rebe, tan tierno como la edad que teníamos y tan apasionado como latían nuestros corazones. Ella respondió metiendo su lengua en mi boca, acariciando el apéndice de la mía con su igual. Nos chupamos los labios, los jalamos suavemente, nos mordimos y besamos durante un largo tiempo.

- Te quiero, Ana. Ay, esa palabra que aumenta la libido cuando dos cuerpos están tan cercanos.
- Yo también te quiero, Rebe. Y nuestras bocas volvieron a juntarse.

Las caricias se unieron al encuentro. Sus manos recorrían mi pecho, las mías abrazaban su espalda y acariciaban su cabello. Las suyas buscaron desabrocharme la blusa y sacármela. Las mías soltaban el broche de su falda y la quitaban. Sus manos me sacaron el corpiño, las mías se deshicieron de sus pantis. Lentamente fuimos quedando desnudas, nuestros ojos se regocijaron con nuestra belleza mutua. A mí me encantaban esas tetas, que aunque pequeñas eran deliciosas y puntiagudas, a ella le gustaban mis melones, los miraba con hambre y cariño; a mí me gustaban sus caderas finas su pubis poblado, a ella gozaba apretando mis caderas de futura yegua, mi pubis enmarañado. Yo me encantaba con su piel lechosa y ella con la mía quemada. Nuestros ojos se miraron y nuestras bocas sonrieron. Y fue el preámbulo para que nuestras manos volvieran a la acción y recorrieran tantas delicias.

Volvimos a besarnos. Los besos cada vez eran más dulces e intensos. ¿Y los dedos? Ellos acariciaban dulcemente las vulvas, sentían los labios amigos que se humedecían en una sensación nueva; los aprehendían, halaban, aprisionaban y soltaban, se aventuraban a entrar y recorrer las paredes mojadas por el calor y el deseo. Aprehendí y probé las dulces manzanas de Rebe, ella probo, mordisqueó, succiono, engolosinó con mis melones; chupé, comí, penetre con mi lengua su vagina, ella hizo un tanto con la mía. Y culminamos con un beso prolongado y dulce de los labios lejanos de la boca.

La tarde se fue y nosotras nos despedimos sabiendo que nos amábamos tanto y que siempre seríamos amigas, lo somos hasta ahora y de vez en vez nos damos al recuerdo físico de lo que hicimos aquel día de confesiones.

Yo no quería llegar a casa, así que entré a un café de cadena y me senté en la barra. Ahí estuve un rato, sola, hasta que un señor de mediana edad se me acerco. Estuvo platicando conmigo un rato, tal vez para sondearme, hasta que se decidió a llevar a cabo su propósito. Me acaricio con total descaro la pierna. Esperaba que me amedrentara pero no fue así, me acordé de un juego que tenía con Antonio y le solté la tarifa al respetable. Dudó un poco.

- Sabes qué es pecado la prostitución, me dijo.
- Sabe que es ilegal abusar de una menor, le contesté.
- Está bien, dijo con un refunfuño, toma, seguro valdrá la pena.
- Lo espero en el baño en 5 minutos, sino llega lo tomare como si lo hubiéramos hecho. Y me fui rápidamente antes de que pudiera chistar.

Finalmente se apareció, llegó sudoroso y con el nervio dibujado en el rostro. Me arrastro al último gabinete y se bajo, rápidamente el pantalón y los calzones, se sentó en el retrete y me jalo sin esperar nada, levantó mi falda y bajo mis pantis. Prácticamente me obligo a sentarme sobre él. Le costaba trabajo, su pene no había agarrado la rigidez necesaria para entrar.

- Espera papá, le dije, vas a romperme.
- Es qué estoy nervioso, pueden agarrarnos.
- Ya, ya, espera, yo te ayudo.

Me incline debajo de él y vi el gusano flácido y triste, así que lo tome entre mis manos y lo besé.

- De quién es esta vega tan bonita, tan grande, mmmm que deliciosa verga me voy a comer. Mmmmm suculenta. Me gusta tu verga papí, tu nena quiere jugar con ella. Le decía mientras se la jalaba.

Poco a poco su pene fue tomando la dureza necesaria. Me senté frente a él montándome sobre su pene, me levanté la blusa.

- Anda papi, se que quieres. Chupalas.

Y el viejo pego su boca agria en esas tetas que hace un rato hubiera probado mi querida Rebe. La succionaba con pasión como si en ello le fuera el mundo. Apretaba los pezones u me encajaba su pene al mismo tiempo. Entraba y salía pero sin conseguir venirse.

- Si pudieras ayudarme, me dijo.

Pensé que quería que se lo mamara, pero no, quería penetrarme por el culo. Me hice mucho del rogar pero finalmente logro convencerme. Me volteo y permitió que me sentara sobre su aun firme pene. Me costó trabajo recibirlo, sentía como me iba rompiendo. Justo en ese momento entraron dos mujeres al baño. La angustia se apodero de nosotros, yo pensaba gritar que me violaban, pero el anciano me tapo la boca mientras se apuraba a penetrarme. Mientras las mujeres llenaban el espacio con sus banalidades yo sentía como golpeaban mis nalgas contra el hombre aquel. Finalmente y sin aviso se corrió, sentí como su esperma salía de mi ano.

Me levante y puse las pantis. Salí del baño diciéndole al hombre que tuviera cuidado porque había una mujer en el baño. Mentira. Quién sabe a qué hora saldría el pobre.
Yo me fui a casa, repasando los beneficios de aquel día, el amor de mi querida Rebeca y la posibilidad de extender los espacios para mi negocio.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 22:18) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:51) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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