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El retorno de Bety 01

Relato enviado por : ivloguer el 05/08/2013. Lecturas: 3795

etiquetas relato El retorno de Bety 01   Amor filial .
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Resumen
(Saga de la serie "El diario secreto de Bety" , es recomendable leerla primero para conocer a los personajes.)
Un enfermero conoce a Bety en el hospital, en estado de coma por ingestión de barbitúricos.



Relato
El retorno de Bety 01

Hola a tod@s, soy enfermero en el hospital zonal y escribo estas líneas al enterarme que existe un "diario" digital donde supuestamente se expresa una paciente de este nosocomio. La persona en cuestión es una niña llamada Beatriz la cual actualmente se encuentra en grave estado comatoso pero esperamos su pronta recuperación.
Digo "esperamos" en plural al incluirme por haberme enterado de su triste experiencia y luego de largas pláticas con su madre.

Conocí a la desdichada criatura como a cualquier otro paciente: al higienizarla o cambiarle las sábanas de su cama. Es una tarea rutinaria pero en este caso la nena estaba inconsciente no pudiendo pedirle que se girase en la cama y debiendo hacerlo por mis medios. Eso también sería rutinario exceptuando la fragilidad de su cuerpito y sus bonitas facciones, seguro será una mujer muy hermosa.
Debemos higienizar a los pacientes con una gasa humedecida pero en su caso deseaba pasar mis manos por su rostro, su tibia piel era demasiado preciosa para una gasa impersonal habituándome a darle un beso en la frente diariamente.

La amistad con la madre inició cuando estaba efectuando esa tarea y ella llegaba para estar con su hija. Había finalizado de higienizarla vistiéndola con otra bata limpia, son similares a un camisón pq en el hospital no se usa ropa interior. Normalmente tratamos a los pacientes como objetos sin mucha paciencia pero esta vez me dediqué a peinarla y la mujer se mostraba encantada por los cuidados brindados a su hijita.

La señora estaba divorciada y parecía tirarme los tejos, debo aclarar que me gustan las mujeres pero mi extrema timidez impide formar una relación estable. No es que tenga inclinaciones homosexuales, me definiría como asexuado siendo feliz así.

La paciente había ingerido una sobredosis de barbitúricos pero el pronóstico neurológico era alentador y en cualquier momento saldría del coma. Por una razón desconocida le prestaba mayor atención a Beatriz que a los demás pacientes, le arreglaba las uñitas para luego pintárselas con una tonalidad transparente.

El camino hacia el calvario inició un día mientras la madre relataba algunas cosas tomándole la mano a su hijita e instintivamente me aferré de su otra manita sentándome en la cama, parecía natural conversar mirando el rostro de la plácida durmiente recorriéndome un escalofrío al percibir que tal vez me estaba enamorando de la criatura.
Una idea abyecta e impensable pero allí estaba, ni siquiera era una mujer todavía pero justificaba que la tratase con tanto cariño deseando besarle la frente cada día aunque ella no lo percibiese.

Cuando la mujer se retiró quedé tomando su manita y mi cabeza bajó solita para besarle la frente, ya no era un besito suelto, debía dejar la boca apoyada en su tibia piel y de paso bajar hasta su naricita haciendo un esfuerzo sobrehumano para no terminar sobre sus tiernos labiecitos.
Ese día pedí pasarme al turno de la noche, era el turno más buscado ya que nos escondíamos para dormir o para jugar a los naipes hasta que se presentase una urgencia.

A la noche llevé un balde e instrumentos de limpieza para justificar mi presencia allí, casi todas las luces estaban apagadas pero me sabía de memoria su ubicación, pude arrodillarme junto a la cama de Bety y tomarle la manita para besarle cada dedito mientras observaba su rostro esperando una reacción, un milagroso despertar.
Quedé en esa pose hasta el amanecer mientras le relataba cuentitos inventados, al retirarme no logré evitar que el beso en la frente bajase hasta su boquita imposible, era realmente imposible resistirse a esos labiecitos y ya no importaba si me esperaba el infierno luego de esto.

Conduciendo hasta mi casa no lograba olvidar su carita, su cabello, sus labios y toda ella. Creo que realmente me había metido en una situación imposible, jamás podría confesarle esto a Bety ni a nadie, era un amor destinado al fracaso. Siempre pensé que el amor sería algo brillante y hermoso, no este dolor de un imposible pero verter una lágrima pensando su nombre era gratificante.

Vivo en la casa de mi hermano y al llegar vi con otros ojos a mi sobrinita, aquella chiquilla no me despertaba nada pero comparaba las edades temiendo convertirme en un monstruo y ponerla en riesgo.

Dormí como lirón soñando situaciones donde se mezclaban personajes novelescos y Bety, en el sueño parecía algo natural y sus rostros eran el de Beatriz, sus labios se convertían en los de ella y la besaba con infinita ternura.
Sobra decir que el reloj parecía detenido, jamás sentí urgencias para entrar a trabajar como ahora, el segundero martillaba mi cerebro como un metrónomo decidiendo no verla jamás a Bety para cambiar de opinión al segundo siguiente deseando estar a su lado.

Llegué una hora antes y mi compañero estaba entusiasmado al poder irse más temprano. Imaginarán que yo estaba entusiasmado al poder cambiarle las sábanas a la paciente que más me importaba. Nunca me he demorado tanto para higienizar a una persona, esta vez me avergonzaba descubrir su cuerpo desnudito y hasta al pasarle la gasa por los bracitos me parecía estar tocándola de modo indebido.
Al llegar a su zona genital tuve que cerrar los ojos para no verle las partecitas íntimas, reflexionaba que estuve años lavando cuerpos sin preocuparme por nada, solamente eran objetos parte del empleo.

Le puse otra bata y la dejé tapadita con una ternura que desconocía poseer, mientras le besaba la frente susurrándole que se recuperase urgentemente pq necesitaba ver su ojitos, escuchar su voz y ver moverse sus deditos hermosos.
Limpié rápidamente mi zona para tener la noche libre y apenas se apagaban las luces estaba de rodillas frente a mi nuevo altar, para ver y hablarle a mi diosa. Bety se comportaba como todos los dioses: no contestaba pero me daba lo mismo, la sensación de estar cerca de ella era impagable.

Esta vez la destapé para acariciarle los brazos y sin pensarlo estaba acariciando su pancita y sus piernas, tuve que estirarle la bata hacia abajo para no verle sus partes sin lograr evitar besarle los piecitos, subiendo hasta sus rodillas tuve que taparla para no cometer una locura. Me torturaba pensando una forma de salir de esta situación mientras le tomaba la manita para cubrirla de besos, algunas lágrimas cayeron sobre su piel y pensaba que le ofrendaría esas gotas de mi corazón hasta entregarle toda mi sangre y vida para curarla.

Me dormí con la cara sobre la cama de Bety sin soltarle la manita hasta despertar con unos toques en el hombro, era la madre y me levanté con un gran sobresalto. No sabía cual historia inventar para justificar mi presencia diciéndole que había trabajado varios turnos seguidos sin dormir.
Conmovida me invitó a su casa ofreciéndome un buen desayuno y dudando acepté. Vivía con un hijo llamado Gus que estaba saliendo hacia el colegio y debo confesar que me daba vergüenza estar allí.

Lo más hermoso fue ver retratos de Bety pudiendo conocer su vívida mirada y le pedí ver un álbum familiar, sabía que todas las madres atesoran recuerdos y no era la excepción. Verla desde bebita hasta su edad actual me hacía enrojecer los ojos, deseaba poder besar aquellas fotografías si no estuviese la madre presente.
La señora ya conocía mi carácter ambiguo frente a la sexualidad y me trataba como a una hermana, temo que hasta me notaría inclinaciones homosexuales al no volver a insistir jamás con sus indirectas.

Al llegar a casa quedé desparramado en el sillón viendo un noticiero mientras sacaba una fotografía de Bety escondida en el bolsillo, recién se la había robado a la madre y mis ojos navegaban en su mirada tratando de hablarle.
Al venir mi sobrinita Arlette me la quitó de la mano preguntando quién era esa persona, no hallaba palabras para contarle acerca de una paciente desconocida, solamente me dolía que tratase ese retrato con poco respeto.

Observando su carita, trataba de imaginarme la voz de Bety y las cosas que le diría, no podría confesarle haber caído rendido a sus pies pero tal vez arrancarle una sonrisa al leerle un cuento infantil. Preguntó curiosa si me hallaba enfermo por quedarme mirándola embobado pero no se interesó en esperar una respuesta, vino a subirse a mis piernas para le hiciese cosquillas como siempre.
Me encantaba jugar con niños, su inocencia impedía hablar de cualquier tema molesto y trataba de absorber su inagotable energía, no se cansan nunca estos críos.

Aún tenía la mente ocupada con el nombre Beatriz sin darme cuenta que estaba acariciándole los brazos a mi sobrinita en lugar de jugar bruto como acostumbraba, al dejar la nariz apoyada en su cabello me llenaba de su fragancia como si fuese la cabecita de Bety. Arlette se ponía mimosa diciendo que hoy la trataba bien, sin darnos golpes en juegos violentos y advertí que siempre la había tratado como a un varoncito, pensaba que a esa edad era todo lo mismo.

Cuando apareció mi hermano, Arlette se ruborizó como si estuviésemos haciendo algo malo, paradójicamente también me sentía culpable por tener pensamientos indecentes mientras acariciaba a mi sobrina pero terminamos riendo cuando le expliqué la fotografía: yo estaría saliendo con una mujer que me había dado el retrato de su hijita.
Me felicitó por ser la primera mujer que me animaba a invitar deseándonos lo mejor. Lo mejor sería morirme pq ahora deseaba seguir tocando la suave piel de su hijita imaginando que acariciaba a Bety.

Al fin abandonó la sala y pudimos seguir jugando con mi sobrina, le alababa el cabello para tener excusa de tocárselo buceando en sus ojitos con la mirada atormentada, necesitaba urgentes respuestas para las nuevas sensaciones que estaba conociendo. No sé en que estaría pensando al preguntarle si sabía besar, claro que a su tierna edad no sabría pero se me escapó, nuevamente se ruborizó confesando que en el colegio las nenas practicaban con la mano mientras imaginaban su príncipe azul.

Tomando su carita entre las manos le dí un tenue piquito, la verdad es que yo tampoco sabía besar pero eso era un beso. Ambos temblábamos por la emoción de lo desconocido aunque uno de nosotros fuese un adulto, otra sensación me invadió al sentir molestias en el pito, estaba teniendo una erección.
Salí con pasos presurosos temiendo que Arlette se diese cuenta, sería bochornoso excitarse con un criatura sentada encima.

Al irme a dormir rogaba poder soñar con Bety, ya no recuerdo si la imaginaba o la soñaba de verdad al tenerla entre mis brazos, estaba consciente y con la voz de mi sobrinita me pedía que le enseñase a besar. Creo que aprendí más de ese sueño que de las películas románticas donde los protagonistas hacían eso.

Ahora todo era alrevés, debía dormir cuando otros iniciaban su día y levantarme de noche. Luego de cenar mi desayuno fui a la habitación de mi sobrina para leerle un cuentito y arroparla, cuando cerró los ojos me acerqué a su boquita para beberme su suave aliento sin poder resistirme a esos tiernos labiecitos que llamaban para ser besados.

(continuará)

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Comentarios enviados para este relato
yukoo (6 de September de 2013 a las 02:34) dice: Una historia muy paradojica

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:53) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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