Pues si en el pasado carnaval, no tuve una mejor idea que la de disfrazarme de monja, lo cierto es que la mayoría de mis conocidos, y vecinos no me reconocieron. Hasta que se me antojó ir a visitar a Don Pepe….
Al principio pensé que realmente no se había dado cuenta de quien yo era, ya que cada vez que paso frente a su casa, no hay día que no deje de decirme algo, lo suficientemente vulgar, como para hasta avergonzar a las mismas estatuas del parque. Pero yo por lo general ni caso le hacía. Digo eso ya que desde que me invitó a entrar, se comportó de manera sumamente correcta, hasta que llegó su hijo, que por mejor señas de él puedo decir que es todo un hijo de la gran puta. Estábamos charlando sobre los carnavales, cuando de momento José, el hijo de Don Pepe, que me ofreció un cigarrillo. Y quizás por no estar pensando que estaba disfrazada de monja, lo tomé y comencé a fumarlo. Como normalmente hago, solo que ese cigarrillo me supo algo raro, y a los pocos segundos, ya me sentía tremendamente mareada, tanto que ni tan siquiera podía ponerme en pie.
Yo balbuceaba tratando de decirles que me sentía rara, cuando José se me acercó, y haciéndole señas a su padre Don Pepe, entre ambos tras subir el habito que estaba usando para disfrazarme de monja, comenzaron entre los dos a tocarme por todo mi cuerpo. Sentí sus toscas manos, agarrando descaradamente todo mi coño por encima de mis bragas, cuando de momento el condenado viejo Don Pepe, que sin más ni más, me ha enterrado su polla dentro de mi boca. Prácticamente me obligó a que se la mamase, a pesar de lo aturdida que yo me encontraba. No conforme con lo que ambos me estaban haciendo, José y su padre ambos se turnaron, por ratos mientras me obligaban a que yo les siguiera mamando sus vergas.
Cuando de momento sentí que uno de ellos dos comenzó a darme una tremenda mamada de coño, que a pesar del estado en que yo estaba, hizo que recorriera por todo mi cuerpo, el súbito orgasmo que los dos, me hicieron sentir. Yo estaba ya comenzando a recuperarme, cuando José haciendo a un lado mis bragas, dejó mi culo al aire, para de inmediato enterrarme toda su verga sin consideración alguna. Y aunque lo que hizo fue meterla y sacarla en par de veces, cuando el viejo vio el camino despejado me enterró la suya, haciendo que yo diera la madre de todos los gritos, cosa que en lugar de hacer que se asustase o me sacase su verga de mi culo, me le enterró con más fuerza una y otra vez, al tiempo que no dejaba con sus manos de apretar sádicamente mi coño.
Cuando el padre y el hijo terminaron conmigo, a los pocos minutos yo finalmente me pude recuperar del todo. Tenía ganas de matarlos, pero al mismo tiempo de volver a tener otra sesión de sexo salvaje, como la que minutos antes habíamos disfrutado. Pero como mi marido estaba por llegar a casa, me levanté de la mesa donde me habían follado, arreglé el disfraz, y picándole el ojo a Don Pepe, le dije que pronto volvería….