En la bodega con el conserje

Soy gay, 20 años de edad, pasivo, aún curso mis estudios universitarios en una institución privada del país. Soy de estatura media, rasgos finos y simpáticos, con descendencia latina y alemana.

Ya había tenido mi aventura sexual rápida en la universidad con uno de los guardias, puesto que siempre me han llamado la atención y causado morbo las personas - sin denigrar - de clase económica baja, ya que en mi país generalmente esos hombres son machistas y rudos. Andaba con la fantasía esta vez de mantenerle los gustos a uno, con el propósito del sexo.

Resulta que mi segunda aventura sería con uno de los conserjes del campo universitario. Este joven, de sus 30 años de edad, me hacía el juego de las miradas cada vez que yo entraba o salía de mi sección. Un joven moreno tirando a negro, un poco más alto que yo como de 1.70m, con barba, tatuajes en las manos y con pinta de miembro de alguna pandilla.

Tras notar el juego de seducción que me daba con su mirada, la lujuria despertó en mí aquella tarde de invierno. Veía la oportunidad de tener nuevamente en mis manos una fantasía sexual.
Pasamos varias horas en el ajetreo, él no se animaba en hablarme, ni yo tampoco; hasta que un papelito con mi número, dio la pauta para que comenzáramos a mensajearnos.

El hombre fue al grano. Quería que le mamara la pinga y que le prestara mi culito, tal como me lo decía en los mensajes, mientras yo estaba en clase y él en sus quehaceres laborales.
Llegó la propuesta de vernos a una hora ese mismo día en una de las bodegas más solitarias del campo de la universidad, para poder realizar todos los actos lujuriosos. Yo estaba que reventaba de la excitación, no había tenido sexo en mucho tiempo y sobre todo, una fantasía.

Llegué al lugar donde quedamos en vernos. El estaba ahí esperándome. Ya tenía el terreno listo. Su mirada me dio confianza, me quitó los nervios que andaba, puesto que a pesar que era de aspecto rudo, su mirada emitía un poco de ternura. Se miraba que el hombre era gay, o al menos bisexual, pero lo ocultaba muy bien.

Hizo que me metiera a dicha bodega para luego él entrar segundos después y pasar llave.

El silencio poseía la situación. Al vernos los dos encerrados, sólo nos quedamos viendo y él hizo un gesto con su dedo en sus labios que guardara silencio, para posteriormente hacer otro gesto con su cabeza como diciendo: Empecemos.

Me arrodillé en el piso de cemento enfrente su entrepierna. Trapeadores y objetos de limpieza estaban a mi alrededor.
Se sacó la camisa, se desabrotonó el pantalón y de su boxser fue sacando una verga gruesa y algo grande, como de sus 18cm, la verdad que me la imaginaba más pequeña por su contextura física, pero superó mis expectativas.

Introduje su pene en mi boca y comencé a succionarlo de manera grotesca y rápida. Los nervios en el momento me poseían. El se encargó de calmarlos.
Su verga iba creciendo en el transcurso de mis movimientos, cada vez se iba haciendo más y más grande. A medida se iba bajando el pantalón y yo podía mamar esa verga en su totalidad, luego de sus huevos. Tenía un poco de olor a sudor, viril, lo que me volvió loco. Miraba su rostro lascivo, gustoso de que un mariconcito le estuviese chupando la pinga en su área de trabajo.

Él comenzó a quitarme la camisa y tocar bruscamente mis tetillas, como si tuviese en sus manos a alguna puta. El dolor de las rodillas con el cemento me llegó, por lo que le pedí que se sentara en una silla de metal que teníamos a la par. Se sentó y pude ver otro ángulo de la verga que me estaba deleitando. Gorda, huevona y cabezona. Seguí chupando dicho miembro, y me fui quitando el pantalón. Los nervios ya se habían ido y yo ya estaba dispuesto a darle mi ano.

Terminado de chupar, completamente desnudo yo y él solo con el pantalón en el piso, me le senté de un aventón luego de echar un poco de saliva en su verga. Me dolió en el momento y antes que gimiera o pegara un grito, logró callarme con su mano.

Comencé a cabalgarlo encima de la silla, se escuchaba la silla moverse; ya no nos importaba. Yo iba pésimamente mal en clase, ya me había convencido que si nos hallasen, no habría problema por mi parte en ser expulsado.

La verga introducía todo mi ano de una manera muy brusca, estiraba mis músculos para un mejor disfrute de la escena, a lo que el tomaba mi cadera. Me estaba cogiendo un rico limpia piso, así de sencillo.
Sentía sus huevos chocar mis nalgas, ambos gemíamos suavemente y sólo nos quedábamos viendo a los ojos. No hubo beso, no hubo caricia. Solamente sexo duro.

Con un fuerte gemido, sacó su verga, me puso en el piso arrodillado, y comenzó a expulsar todo su semen en mi cara. Feliz de la vida, succioné su verga asegurándome de cada gota estuviese en mí mientras también golpeaba su verga fuertemente contra mis mejías. Una leche espesa y jugosa entraba por mi garganta y recorría mis mejías. A lo que yo inmediatamente al masturbarme, terminé también.

Así fue mi aventura con el conserje; nos pusimos la ropa, y salimos muy discretos, sin que nadie nos viera. Mantengo comunicación con él, tenemos intenciones de volver a hacerlo muy pronto.
Espero les haya gustado.