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Espere mientras me pongo la bata…

Relato enviado por : narrador el 28/05/2014. Lecturas: 8808

etiquetas relato Espere mientras me pongo la bata…   Confesiones .
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Resumen

No puede ser que fue eso lo que le dije a la persona que tocaba la puerta de casa, ignorando de quien se trataba. Luego que terminé de ponerme mi transparente bata de cama, abrí la puerta pensando que se trataba de mi marido, que había decidido regresar para terminar lo que habíamos comenzado. Pero rápidamente me di cuenta de que se trataba de un joven cartero.




Relato

Pero esa no fue la causa de que todo comenzara a suceder. Mi marido y yo, nos habíamos acostado, tras pelear, porque un tipo se me quedo viendo en la fiesta a la que fuimos. Es verdad que yo cargaba puesto un vestidito, un poquito revelador, y como dice mi esposo muy provocativo.

Ya que aparte de ser un tubo de licra que me queda bien pegado al cuerpo, la falda es  mini, algo corta, de esas que una da dos pasitos, y se debe detener a jalonearla para abajo, porque de lo contrario andaría mostrando las nalgas a todo el mudo en la fiesta. Cuando no, es que también debo estar muy atenta porque mi busto, al menor descuido puede quedar al aire.

Y no es que yo sea exhibicionista, pero no hay cosa que me vuelva más loca, que un buen tipo se me quede mirando. Y si mi marido supiera las muchas veces que él se ha beneficiado de eso, seguramente no me diría nada. Ya que cuando me doy el gusto de ser vista, ya estando en casa, basta que mi esposo apenas me ponga un dedo encima, para que yo le abra las piernas, y lo deje hacerme lo que a él le dé la gana.

Pero eso no fue lo que nos sucedió la otra noche, ya que se molestó tanto y tanto, que cuando salí de la ducha, completamente desnuda, él ya se encontraba bien dormido. Pero en la mañana al despertarse y verme sin nada puesto, comenzó a besarme, y sus dedos a explorar mi coño. Por lo que yo sin dudarlo por un instante abrí mis piernas. Lista para recibirlo dentro de mí. Justo en ese instante sonó su teléfono, a se me olvidaba decirles que mi esposo pertenece a un equipo de trabajo del gobierno contra el crimen, y cuando lo llaman debe presentarse a su lugar de trabajo, prácticamente en cosa de poco minutos.

Lo cierto es que mi esposo de inmediato se levantó de la cama, y en menos de un santiamén se vistió, y arrancó para su trabajo, dejándome en la cama dándome dedo yo misma. A muy duras penas logré alcanzar un mísero orgasmo, y me disponía meterme nuevamente a la ducha cuando escuché que tocaron la puerta, tal y como mi esposo acostumbra hacer, aunque tenga las llaves de la casa en sus manos.

Fue cuando pensando que era él le dije, que esperase que me estaba poniendo mi bata, ¿por qué esa bata? Porque sé que a él le encanta quitármela, además pensé, que él había decidido regresar a terminar, lo que él había comenzado. Pero me equivoqué, al abrir la puerta, con quien me encontré fue con un joven cartero, que cargaba una inmensa caja entre sus manos. Caja en la que yo me fijé de inmediato, ignorando del todo la presencia del joven cartero, que después fue que me di cuenta de que con su boca bien abierta, no apartó la mirada de mi cuerpo, ya que como les dije, la bata no es semitransparente, sino más bien completamente transparente, además de ser sumamente corta, y sin mucho esfuerzo de los ojos se debió dar cuenta de que bajo de la bata, yo no cargaba absolutamente nada puesto.     

No sé que me sucedió, pero al ver su asombrado rostro, me provocó que me siguiera viendo, por lo que haciéndome la que no me di cuenta de la manera en que me veía, le pedí que pasara, y colocase la pesada caja primero sobre la mesa del comedor, pero justo en el último segundo, le dije que la llevase a la cocina, y nuevamente caminando frente a él, le pedí que la llevase hasta el dormitorio, para finalmente permitir que la dejase sobre la mesa del comedor.

El pobre chico no dejaba de verme con su boca bien abierta, mientras que yo me quedé esperando que me dijera donde firmar. Y qué casualidad, el bolígrafo que me entregó, al parecer se quedó sin tinta, por lo que yo con toda mi santa calma, y dándole la espalda comencé a buscar en las gavetas de mi secreter, un bolígrafo que yo sabía que se encontraba, en la gaveta más pequeña. Pero a todas estas el joven cartero, no podía apartar su mirada de mis nalgas, mis tetas, o mi coño, dependiendo de que parte de mi cuerpo yo le facilitase ver.

Finalmente encontré el bolígrafo, firmé los papeles, y por aquello de ser una buena persona, le ofrecí un refresco o café. El chico aceptó el refresco, por lo que le pedí que mientras se lo sirviera, me acompañase a la cocina. Ya en la cocina, casualmente los vasos, se encuentran en la parte superior del mueble donde guardo los platos, por lo que me debo empinar para agarrarlos. Y me podrán creer, que no me di cuenta de que mientras me empinaba para agarrar el vaso,  la transparente bata de abrió totalmente. Así que al darme vuelta, por la cara que puso el joven supe que algo había pasado, pero haciéndome la que ni cuenta me había dado, procedí a servirle el refresco.

Lo malo de todo eso es, que cuando yo hago esas cosas, en alguna fiesta, o cuando salgo con mi esposo de compras, y tras disfrutar un poco de las miradas de algún otro hombre, aparte de mí esposo. Me excitó, y mucho, tanto que deseo de manera lujuriosa acostarme con él apenas llegamos a casa. Pero en esos instantes, me encontraba que trepaba por las paredes de lo caliente y excitada que me encontraba. Y debido a eso, no pude controlar mis impulsos, de tener una ardiente sesión de sexo con el tipo ese. Yo se que no debí hacerlo, pero ustedes no estaban en mi lugar y además ignoran lo que yo siento cuando hago eso. Es como algo que no puedo controlar, aunque la mayor parte de las veces estoy acompañada por mi marido, quien gracias a Dios me saca del apuro.

Pero en ese instante, al único al que podía acudir era al joven cartero. Mi dilema era como decírselo, y no quedar como una puta. Fue cuando se me ocurrió decirle, de manera bien inocente, por no decir que haciéndome la tonta. Le apuesto lo que tú quieras, que adivino que se lo que hay en la caja. El chico se me quedó viendo de pies a cabeza, y me preguntó, ¿lo que yo quiera? A lo que yo de manera un poquito más seductora le respondí que sí,  todo lo que tú quieras.

Pero para que la apuesta sea mejor, yo también adivinaré, me dijo él. Y pienso que lo que hay en la caja es un jarrón. Claro que bien el pudo leerlo en los papeles, pero yo siguiendo el juego le dije. No yo pienso que lo que hay en la caja, es una ropa que yo mandé a pedir por correo, lo que era mentira. Así que con el mismo bolígrafo, abrí la caja, y desde luego que perdí. En la caja había en efecto un jarrón. Fue cuando resignada por haber perdido, de manera seductora me le quedé viendo, y deseosa de saltarle encima, le pregunté colocando mis manos en su cintura, y dejando que me viera prácticamente desnuda. Le pregunté ¿bien que es lo que tú deseas que yo haga por ti?

Él se me quedó viendo, y relamiéndose los labios me dijo, con voz aflautada,  y partiéndose todo. Quiero que me regales tu bata, me debe quedar preciosa… Ustedes podrán creer que el condenado cartero era maricón. Ese día tuve que volver a jartar mi coño, no tan solo con  mis propios dedos, sino con un viejo juguete que tenía escondido en el closet.              


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Comentarios enviados para este relato
dicarlo17 (29 de May de 2014 a las 04:45) dice: Me dio fue risa este relato. Muy malo


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