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Examen físico de rutina en el ejército

Relato enviado por: Anonymous el 7/1/2009. Lecturas: 14126
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Intencionalmente en forma disimulada desabotoné mi blusa, dejándole ver mis hermosos pechos; mis pezones paraditos resaltaban de la blusa.

Estando él tirado en el suelo, frente a mí, cada vez que se sentaba podía ver mis piernas y al fondo, el triangulito que formaba mi tanguita color fucsia fuerte, de encaje pues yo estaba sentada en forma elegante, como toda una dama pero de vez en cuando cruzaba las piernas, permitiéndole ver, como al descuido.Soy doctora en medicina, trabajo en el ejército y alternamos turno con un médico hombre. Cada inicio de año debemos realizar examen físico a los aspirantes a Marines; dentro de los requisitos, como sabemos, es tener no menos de 1.80 cms. de estatura, buena complexión física y no más de 175 libras de peso. Yo, tengo 26 años, mido 1.65, tengo bonito cuerpo 92-60-91 y piernas bien torneadas.

Aquel día, cuando la secretaria me pasó los expedientes de los aspirantes, pude ver a mi vecino de al lado, 24 años, 1.90 cms. de estatura, cuyo cuerpo admiro todos los días cuando sale a correr y veo ese abdomen modelado ya que corre sin camisa y con una pantaloneta que deja imaginar lo que hay abajo de ella; su culito bien paradito y un paquetón enfrente.

Así que sin pensarlo dos veces, ordené los expedientes de manera que le tocara el último turno y preparé el ataque.

Cuando pasó el penúltimo paciente, pedí a la secretaria que hiciera pasar al último y yo pasé a la parte posterior de la clínica, desde donde le dije en voz alta: - Amelia, no te preocupes, yo atiendo al último paciente y si quieres puedes irte porque ya es tarde; disculpa que te retrasé más de lo debido.-

Ella muy contenta por salir de trabajar me dio las gracias y se retiró. Al pasar al consultorio me hice la sorprendida y le saludé diciéndole: -Hola! Qué sorpresa, no sabía que estabas de aspirante a Marine! Por favor llena este formulario con tus datos.

Mientras lo llenaba conversaba con él y abrí un frasco de medicamento que "accidentalmente" dejé caer sobre mi bata de médico. -Oh cielos! ya derramé este jarabe y lo peor es que le dije a Amelia que se retirara y dejó bajo llave el closet en el cual guardamos mis batas. Me da pena contigo pero, por favor, tenemos que elegir entre que te atienda con la bata sucia por el jarabe o que te atienda vestida de civil.

-No hay problema, me dijo. Dejémonos de formalidades, por supuesto puedes atenderme vestida de civil.-

-Gracias por la comprensión, dije y lentamente, me fui quitando la bata, bajo la cual apareció una blusa en color fucsia abotonada al frente pero de escote profundo que permitía ver un poquito de la parte superior de mis pechos, los cuales son hermosos. Una faldita mini, de lona, de las que llamamos de cajita; es decir, ajustada de las caderas y paletoneada abajo.

Mi vecino trató de disimular que mi cuerpo le gustó pero yo noté su mirada hacia mis piernas y hacia mis pechos.

Continuó llenando el formulario con sus datos en la silla del paciente y yo me senté al otro lado del escritorio, un poco inclinada como interesada en lo que él escribía; sin embargo mi objetivo era que pudiera ver un poquito más de mis pechos.

Mientras él escribía y no me veía, intencionalmente en forma disimulada desabotoné mi blusa, dejándole ver gran parte de mis hermosos pechos ya que mi brassier era de media copa, en color fucsia también. Mis pezones paraditos resaltaban de la blusa.

Él escribía una letra y miraba hacia mi escote y yo me hacía la que no me había dado cuenta. Y él también disimulaba y se daba gusto a los ojos viendo mis pechos.

Me coloqué los guantes quirúrgicos (que no me iban a servir para nada sino para mis propósitos que les contaré más adelante) y le dije que pasara a la parte posterior de la clínica en donde encontraría unas batas; que debía quitarse toda la ropa y usar una bata para realizarle su exámen físico.

Cuando volvió, enfundado en aquella corta batita, amarrada por detrás, dejando ver parcialmente su rico culito, se me hizo agua la boca; no obstante continué con actitud muy profesional.

El miró hacia mi escote con deseo, de manera que yo hice como que instintivamente me daba cuenta que tenía la blusa desabotonada y dije: -Oh no! Te estoy enseñando todo! Y no puedo abotonarme ahora porque tengo ya los guantes quirúrgicos estériles para tu examen.

El visiblemente turbado, ofreció abotonarme la blusa a lo que agradecí. Cuando me la abotonaba, noté cómo intencionalmente rozaba mis pechos con sus dedos, fingiendo que no podía abotonarla.

Finalmente la abotonó y según él, había aprovechado la ocasión, no sabiendo que era yo quien estaba provocando todas estas situaciones.

Le dije que se sentara y muy seria tomé un tubo de ensayo e hice como que tomaba una muestra de saliva de su boca y le expliqué de forma profesional que era para ver el nivel de nicotina ya que el rendimiento físico de los fumadores es inferior al de los fumadores. Él se creyó todo ésto, pensando que era parte del examen rutinario.

Luego, le hice acostarse frente a mi escritorio, indicándole que debía realizar una prueba de esfuerzo, consistente en 30 abdominales lentas y que yo estaría monitoreando su pulso y su presión arterial antes, durante y después.

El se acostó en la colchoneta que yo había dispuesto para el efecto, estratégicamente colocada frente a mi escritorio y yo me senté frente a él, en la silla del escritorio, de manera que Estando él tirado en el suelo, frente a mí, cada vez que se sentaba podía ver mis piernas y al fondo, el triangulito que formaba mi tanguita color fucsia fuerte, de encaje pues yo estaba sentada en forma elegante, como toda una dama pero de vez en cuando cruzaba las piernas, permitiéndole ver, como al descuido (pedirle que hiciera lentas las abdominales tenía su propósito, je je, ya que debía permanecer sentado un momento y apreciar mis piernas y el triangulito, según él, aprovechando la oportunidad).

Cuando las terminó, le dije que debía permanecer acostado porque mediría su presión y me semi arrodillé junto a él, con una rodilla en el piso y la otra pierna un poquito levantada de manera que él podía ver perfectamente todo el panorama!

Pude notar como su miembro sexual estaba ya bastante crecido y sobresalía de la bata. El tratando de disimular puso su brazo sobre su abdomen pero no paraba de ver mis piernas, mi tanguita color fucsia y mis pechos ya que yo por momentos me inclinaba para leer el dato del aparato para medir la presión arterial.

Le indiqué que todo estaba perfecto y que únicamente le dejaría tomar vitaminas pues los entrenamientos para los Marines son muy fuertes.

Las vitaminas estaban colocadas en una gaveta hasta arriba de los closets y lamenté no haberle pedido a Amelia que las bajara antes de irse. Él se ofreció a bajarlas y subió a una escalerita que teníamos para el efecto y estuvo tratando de encontrar la adecuada pero siempre yo decía. -No, esa no es.

Le dije que mejor yo subiría a la escalera para buscarlas pero que él me la sostuviera porque como no estaba acostumbrada me daba miedo.

Subí los cinco peldaños de la escalera y mi excitación crecía porque sabía que él mientras detenía la escalera, desde abajo estaba "aprovechando la oportunidad" para ver mis glúteos descubeirtos y mi conchita cubierta por la tanguita color fucsia.

Cuando finalmente encontré el frasco de vitaminas que quería, le pedí que me ayudara a bajar y que se colocara detrás de mí. Bajé lentamente y le dije que tomara mi tobillo para írmelo colocando en el peldaño correctamente pues me daba miedo caer. De esa forma me aseguré que él estaba viendo completamente mis glúteos.

Bajé y entonces sí! Su miembro sexual estaba totalmente erecto y yo me quedé mirándolo extasiada, fijamente. Mojé mis labios y los mordí por un lado. Él me miró a los ojos con deseo.

Yo extendí mi mano y rocé sobre la bata la puntita de ese tremendo manjar, noté como la tela de la bata se humedeció con una gotita de su liquido seminal. Lo ví fijamente a los ojos y le dije: -Estás húmedo, no te sientas mal, yo también lo estoy.

El resto, es historia