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Experiencia con mujeres

Relato enviado por : el 15/04/2009. Lecturas: 6982

etiquetas relato Experiencia con mujeres .
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Resumen
Nunca hubiera supuesto que me vería metida en semejante lío. Había tenido seis o siete experiencias sexuales con dos chicos distintos, amigos míos, y prácticamente todas ellas fueron satisfactorias, por lo que jamás se me hubiera ocurrido dudar de mi identidad como mujer heterosexual.


Relato
Nunca hubiera supuesto que me vería metida en semejante lío. Había tenido seis o siete experiencias sexuales con dos chicos distintos, amigos míos, y prácticamente todas ellas fueron satisfactorias, por lo que jamás se me hubiera ocurrido dudar de mi identidad como mujer heterosexual.

Fue hace cinco años; en aquel momento contaba con 23, y era una chica bastante alegre y divertida y, porqué no decirlo, también muy guapa. Mi cuerpo llamaba la atención, soy alta 178 cm., delgada 61 kgr., mi pelo es de color castaño claro y muy ondulado y mis ojos tiene un color miel tirando a verdoso.

Había sufrido un leve accidente de tráfico en el que recibí en mi pequeño automóvil un golpe por detrás en un semáforo y, como consecuencia de ello, el traumatólogo que me asistió creyó conveniente que recibiera unas sesiones de tratamiento de kinesioterapia por lo que remitió a una reconocida profesional que tenía concertados sus servicios con la Mutua de Accidentes correspondiente. La terapia consistía en masajes por todo el cuello y la espalda y posteriormente ejercicios de estiramientos de la musculatura del cuello. La kinesióloga era una encantadora mujer, simpatiquísima y con un lindo cuerpo para los 44 años que tenía. Tenía bonitas formas que se adivinaban a través del pijama de trabajo y de la bata con la que se cubría y era además muy elegante de ademanes; me recibió en su propio gabinete y tras hacerme el historial me invitó a pasar a una salita contigua donde tenía una camilla para los tratamientos, vitrinas con medicamentos y cremas de masajes, dos o tres pequeños aparatos de corrientes y dos sillas. Me indicó que me fuera desnudando de medio cuerpo arriba mientras ella preparaba unas sabanillas para cubrirme; sólo tuve que quitarme una blusa y el sujetador, puesto que el veraniego pantalón de tipo pijama me lo podía quedar puesto; una vez desnuda, me hizo tumbarme boca abajo y me cubrió con una sabanilla. Tras darme un masaje con el que me hizo casi dormir de lo relajada que me encontré, me rogó que pusiera boca arriba y cubierta con la sábana por encima del pecho y bajo las axilas, comenzó a hacerme los estiramientos del cuelo, con muchísima suavidad, sin causarme dolor pero tratando de llegar cada vez más lejos y ganando gran movilidad ya que la tenía reducida a causa, según me dijo, de una enorme contractura causada por el propio dolor.

Durante diez o doce días estuve yendo a darme la terapia y cambiando impresiones con Marta que así se llamaba la experta kinesióloga. Las sesiones habían logrado ya restablecerme casi completamente de mi daño en el cuelo y sólo quedaba fortalecer un poco la musculatura dañada. Un día próximo ya a recibir el alta definitiva, llegué algo tarde a tratamiento y tras desnudarme, me tendí para recibir el masaje. No sé porqué razón aquel día me fue más agradable que nunca, logrando relajarme totalmente. Cuando finalizó me volvió a pedir como siempre que me pusiera boca arriba para proceder a los estiramientos, pero mientras lo hacía se cayó la sabanilla con la que me cubría y me quedé desnuda de cintura para arriba: Marta empezó a estirarme el cuello mientras yo procuraba mantener la relajación para así lograr más efectividad en la terapia. Estando próxima a finalizar la sesión, Marta me comentó lo bonito que tenía los pechos y me los tocó varias veces; aquello me dejó un poco perpleja pero he de reconocer que me excitó, pues era la primera vez que una mujer me tocaba las tetas y alababa que fueran bonitas. Terminado el tratamiento ella se puso al lado de la camilla y yo, aún tendida y desnuda de cintura arriba, me quedé sabiendo que era observada atentamente por mi kinesióloga; ella volvió a tocarme pero ahora descaradamente con me cogió los pechos ambas manos diciéndome:

- Es que eres preciosa. Tienes unos pechos de locura y eso que los míos no son nada feos.

Sin dejar de tocarme se dirigió a los pezones y tiró suavemente de ellos haciendo pequeños movimientos circulares con sus dedos. Se me pusieron duros enseguida y ella me preguntó:
-¿Te gusta lo que te hago?

Casi sin tiempo a decirle que sí y que me estaba excitando más de lo debido, se inclinó sobre mí y me dio un beso en los labios al que yo correspondí sin saber muy bien a ciencia cierta qué estaba ocurriendo. A aquél primer beso siguieron dos más, ahora ya con la boca abierta, que lograron que la mía también se abriera y dejara entrar una lengua calidísima y húmeda que rebuscó la mía uniéndose ambas en un larguísimo entrelazado de calores y humedades. Sus manos no dejaban de estimular mis pezones que cada vez se encontraba más grandes y duros mientras seguía besándome lamiendo mis labios por fuera y dirigiéndose a las orejas y al cuello. Yo me encontraba a cada momento más abandonada y tenía una de mis manos sobre una de las suyas que seguían amansándome los pechos por todos sitios, proporcionándome un inmenso placer, mientras la otra la mantenía sobre la camilla de tratamiento. Poco a poco los besos se hacía cada vez más largos y se fueron deslizando hasta mis pechos, donde comenzó a lamer y a succionar con una calidez y suavidad nunca imaginadas. Me encontraba total mente húmeda y notaba como mi vagina se iba abriendo y mi clítoris hinchando, al mismo tiempo que mis pechos se me iban poniendo de una dureza formidable. Siguió chupándome las tetas y de vez en cuando subía hacia la boca y me daba besos introduciéndome la lengua buscando con fruición la mía que se encontraba cada vez más ansiosa por recibirla mientras en otras ocasiones lamía mis labios en todo alrededor de la boca. Yo comencé a tocarle sus pechos, desabrochándole la blusa del pijama del uniforme y ella se echó para arriba el sujetador dejándome ver y tocar unos hermosísimos pechos que desde luego nada tenían que envidiarle a los míos, veinte años más jóvenes.

En una de la ocasiones, mientras me besaba deslizó su mano hacia abajo y entrando por debajo del pantalón comenzó a acariciar suavemente mi pubis, hasta que llegó un momento que yo deseaba que su mano entrara bajo mis braguitas. Decidida a ello, me bajé de una vez el pantalón y las bragas, dejando que con su mano buscase todas mis intimidades. Ella también se bajó el pantalón de uniforme dejándolo caer en el suelo y yo comencé a tocarle el coño que se encontraba tan húmedo y caliente como el mío. Así estuvimos largo rato masturbándonos mutuamente hasta que ella cambió su posición y comenzó a chuparme el clítoris, haciéndome estremecer de placer y corriéndome en muy poco tiempo. Volvió a su sitio anterior y siguió masturbándome mientras me pedía que le hiciera lo mismo, pero introduciéndole dos dedos en su vagina, ya que era así como se corría con más facilidad y deseaba hacerlo. Le introduje dos dedos y al momento tres y comencé a follarla con ellos lográndole un orgasmo que la hizo gemir de placer. Me preguntó si yo era virgen y como le dije que ya hacía algún tiempo que había dejado de serlo, me metió un dedo y me folló con él, corriéndome nuevamente. Siguió besándome y tras un momento de importante relajo, nos despedimos hasta el día siguiente.

No volví a acudir a su clínica pues tras aquel feliz episodio ella me rogó que la perdonara por lo que estimaba que era una falta de ética tremenda y me aseguró que nunca le había sucedido nada parecido. Era una mujer casada y muy felizmente casada y satisfecha sexualmente, aunque ahora su marido llevaba siete días de viaje de trabajo, con dos hijos de 18 y 20 años, es decir, casi de mi edad y que aquello había sido sólo una locura al ver mis lindos pechos. Yo también le pedí perdón y le confesé que, al igual que ella, jamás había tenido relaciones con mujeres aunque aquello me había gustado sobremanera. Ambas de acuerdo y para no complicarnos nuestras vidas, decidimos que nunca más nos volveríamos a ver.

Desde entonces no he vuelto a las andadas pero confieso que me gustaría hacerlo de nuevo con alguna chica, lo cual no descarto prontamente y mientras llega la oportunidad me masturbo con frecuencia, pensando en chicas y en hacer algo que en aquella ocasión no hice y que deseo profundamente: comerle el coño a alguna amiga.

Sandra.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:53) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:26) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

jorge antonio medina sanc (12 de November de 2010 a las 20:55) dice: ELEGANTE QUISIERA SABER SI TIENES UNO QUE TRATE CON CUÑADA GRACIAS ESPERO RESPUESTA MI EMAIL ESjams357@hotmail.com GRACIAS

jorge antonio medina sanc (12 de November de 2010 a las 20:53) dice: ELEGANTE QUISIERA SABER SI TIENES UNO QUE TRATE CON CUÑADA GRACIAS ESPERO RESPUESTA

buenapaola (11 de May de 2009 a las 22:25) dice: Por cierto te mando mi email: pao-la27@hotmail.com espero me contactes.

buenapaola (11 de May de 2009 a las 22:10) dice: Hola Sandra, me encanto tu relato érotico, sensual, cálido y emocionante, en fin... alguna vez tuve una experiencia similar con una compañera de habitación y jamás la he vuelto a repetir... ciertamente me inquietaste y me encantaría tener comunicación contigo... besos.


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