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Fui a montar y me han…

Relato enviado por : narrador el 06/10/2008. Lecturas: 20010

etiquetas relato Fui a montar y me han… .
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Resumen
Caminaba por uno de los establos, y accidentalmente vi a Jonás, uno de los caballerangos orinando, era un tío como de unos cuarenta años, negro como el carbón, alto y de contextura atlética, aunque con algo de barriga. No sé que me sucedió, pero me he quedé embelesado, observando su tremendo instrumento entre sus dedos.



Relato
Hola soy Ernesto, y finalmente me he decidido a hablar, sobre lo que me sucedió en el parque ecuestre, cuando tenía 18 años. Hasta esos momentos digamos que era entre otras cosas, un jinete natural. Bien orgulloso de mi dominio de la equitación, ya había sido campeón infantil y posteriormente juvenil en varias competencias de equitación. Me encontraba con mi noviecita de turno, y varias amistades, practicando y preparándome para una cercana competencia.

En mi vida había sentido nada especial por otros hombres, es más en ocasiones hasta me burlaba de algunos chicos que se veían algo afeminados. Pero un sábado bien temprano en la mañana cuando, cargando mi sillín para montar, me dirigía al picadero. Caminaba por uno de los establos, y accidentalmente vi a Jonás, uno de los caballerangos orinando, era un tío como de unos cuarenta años, negro como el carbón, alto y de contextura atlética, aunque con algo de barriga. No sé que me sucedió, pero me he quedé embelesado, observando su tremendo instrumento entre sus dedos.

En cierta manera me sentí excitado, lo digo porque mi miembro se me puso bien duro, pero gracias a que cargaba el sillín pensé que él no se había dado cuenta de eso, cuando me miró a los ojos, me sentí muy avergonzado, y nervioso. Disimulado apresuré el paso, mientras que él se me quedó viendo sin hacer comentario alguno. El resto del día practiqué como era mi costumbre, le echaba bromas a mi noviecita y a mis amigos, en fin todo parecía de lo más normal, pero de mi mente no se borraba la imagen, de Jonás orinando, con su miembro entre sus dedos.

Ya a eso de las nueve de la mañana, suspendimos las prácticas porque hacía demasiado sol, el resto del día lo pase haciendo otras cosas, pero sin que esa imagen se me borrase de la mente. Pero después de pasar el día con mi novia, le dije que iba a volver al parque ecuestre a practicar, por lo menos hasta que apagasen las luces. Como realmente ella no es tan fanática de la equitación, como yo, me dijo que me esperaría en su casa, para ir al cine juntos, después de las nueve de la noche.

Llegué al parque ecuestre, como a eso de las seis de la tarde, me cambié de ropa, pero en lugar de ponerme mis acostumbrados pantalones de vaqueros, los que siempre he usado para entrenar, me puse unos viejos pantalones de equitación, que había dejado de usar porque me comenzaron a quedar bien apretados. Ya después de estar como una hora entrenando, de momento vi a Jonás a lo lejos, se encontraba limpiando uno de los establos, a esa hora éramos las únicas personas en todo ese lugar, ya que él se encargaba de cerrar todo y hasta dormía en una de las caballerizas.

Después de desensillar el potro que estaba montando, lo llevaba a su caballeriza, cuando me volví a topar con Jonás. Él se encontraba sin camisa, descalzo y en pantalones cortos, al verme me saludó y me dijo. Que si yo quería, él se encargaba de bañar y alimentar al potro. Yo le dije que no se molestase, que yo mismo lo haría, así que tomando la manguera, le di un rápido remojón al animal, pero justo antes de que comenzara a pasarle el cepillo al potro, noté que Jonás no quitaba la vista de mis nalgas. Fue cuando me comentó, que se me podían dañar las botas y el pantalón de montar, con tanta agua. Lo que en parte me pareció bien razonable, y como no había más nadie por todo eso, sin pérdida de tiempo me quité las botas las medias y el pantalón, quedándome con el pequeño slip que estaba usando y la camiseta.

Yo continué bañando al potro al tiempo que lo cepillaba, por lo que también yo me mojé completamente. Durante todo ese tiempo, sentía como Jonás continuaba observándome las nalgas, aun bajo la camiseta mojada. En una de esas se me acercó por dé tras diciéndome. Mira no lo estas cepillando bien. Justo en ese instante colocó su mano derecha sobre la mía que sujetaba el cepillo, mientras que con su mano izquierda la colocó sobre la izquierda mía, diciéndome. Lo mejor es que te pegues más al animal. Tras decir eso presionó su cuerpo contra el mío, haciendo que prácticamente mí pecho pegase contra las costillas del potro.

Yo me quedé de lo más tranquilo, como si fuera la cosa más natural del mundo que me él tuviera así, acto seguido comenzó a mover su mano de manera circular sobre el costillar del caballo, mientras que con la otra mano dirigía el chorro de agua de la manguera, prácticamente contra nosotros dos. En esos momentos comencé a sentir esa cosa dura y caliente contra mis casi desnudas nalgas, y de inmediato Jonás me dijo, prácticamente lamiéndome mi oreja. Ernesto dejemos de juegos tontos, tú tienes algo que me vuelve loco, y yo tengo lo que tú quieres. Así que no perdamos el tiempo, te parece. Sus palabras resonaron en mis oídos, así que sin decir ni esta boca es mía, solté tanto el cepillo como la manguera, y de inmediato me desprendí de mi mojada camiseta así como de mi pequeño slip, quedando del todo desnudo entre Jonás y el potro.

Al ver lo que yo estaba haciendo, Jonás se terminó de quitar los pantalones cortos que estaba usando. De inmediato sentí su miembro nuevamente contra mis nalgas, pero en ese instante completamente desnudas. Lo escuché decirme, así me gusta, ahora separa un poco las piernas y trata de relajarte. Yo obedientemente hice todo aquello que me indicaba, apoyándome contra el potro, separé mis piernas y esperé. A los pocos segundos comencé a sentir contra mi esfínter, esa cosa dura y caliente que poco a poco ejercía presión. A medida que me fue penetrando, fui sintiendo un gran dolor, algo con lo que no contaba.

Pero aun y así permanecí en silencio, como quien dice gritando para dentro. Lentamente fui sintiendo, como su miembro centímetro a centímetro me iba penetrando. Sus grandes manos me sujetaban por las caderas, pegando más y más su negro cuerpo al mío. Hasta que todo su cuerpo, y el mío se puede decir que eran uno solo. Por un rato Jonás permaneció sin moverse, hasta que yo después de sentir esa mezcla de extraño y sabroso dolor, comencé por iniciativa propia a mover mis nalgas.

Suavemente al principio, pero a medida que él también comenzó a moverse, metiendo y sacando casi todo su miembro de mi cuerpo. Los movimientos de mis caderas fueron más bruscos y prolongados, con ello el placer que estaba comenzando a sentir, era algo prácticamente indescriptible. A medida que tanto Jonás como yo nos movíamos, de manera divina, él me continuó hablando, diciéndome. Ernesto tienes un culito divino, no sabes desde hace cuanto tiempo, que estoy antojado del. No tan solo las cosas que me seguía diciendo, sino la manera en que me las decía, al tiempo que deliciosamente me agarraba las nalgas, el pecho y mi cabeza.

El estar entre sus brazos, era algo en lo que jamás había pensado hasta esos momentos, pero que feliz me estaba haciendo sentir era algo indudable. Jonás casi sosteniéndome entre sus brazos, me retiró del potro, que ya comenzaba a ponerse algo nervioso. Con toda su calma, me condujo a una de las jaulas que se encontraba vacía. Donde ya los dos tirados sobre el heno, continuábamos intensamente nuestra relación. En cierto momento, Jonás sacó todo su miembro de mi cuerpo. Mientras que yo, me quedé recostado sobre el heno recién cambiado, observando su miembro entre sus dedos, y aun bastante deseoso de que él continuase metiéndomelo.

Jonás tomándome por los tobillos y al mismo tiempo que me las levantaba, hizo que separase las piernas. Tras lo cual no tan solo volví a sentir, como enterrar dentro de mi cuerpo, su buen pedazo de carne, sino que pude ver con toda claridad como lo hacía. Para mí fue algo casi delirante, no tan solo sentirlo, sino que verlo de manera tan clara, casi no podía creer que mi apretado culito se tragase todo eso. Mientras Yo me deleitaba moviendo mis caderas y restregándolas contra su cuerpo, él se dedicaba al mismo tiempo a seguir manoseando mis nalgas. Pero de tal manera que me hacía sentir en la gloria. Por un buen y largo rato, Jonás continuó metiendo y sacando su verga de mi culo, al tiempo que continuaba diciéndome lo sabroso que yo lo tenía, y el tiempo que había deseado clavarme su verga. Hasta que finalmente sus movimientos aceleraron, y sus apretones fueron más y más fuertes, hasta que se vino por completo dentro de mí.

Después de eso yo me quedé tirado sobre el heno, Jonás sacó su verga de mi culo y tras levantarse salió de la jaula, escuché a lo lejos como el agua de la manguera comenzaba a correr y a los pocos minutos, sentí que él se encontraba nuevamente a mi lado. Jonás me miró a los ojos, y como si yo hubiera podido leer su mente o él hablarle a la mía supe, que deseaba que se lo mamase. Por lo que sin asco alguno cuando tuve su mustia verga al alcance de mi boca, comencé por lamerle su colorada cabezota primero, en cosa de segundos se volvió a tonificar por completo, para luego sin detenerme continuar chupando todo aquello que me cabía en la boca. Él se recostó sobre el heno y fui yo quien prácticamente arrodillado a un lado de él, continuaba chupando, mamando y lamiendo toda su inmensa verga. Así estuve por un buen rato, hasta que Jonás colocó sus manos sobre mi cabeza, y con ellas fue guiando mi cabeza, y acelerando los movimientos hasta que sentí ese chorro de su semen invadiendo mi boca. No quedándome más remedio que terminar de tragármelo por completo.

Yo estaba completamente desnudo, agotado, sudado, oloroso a sexo, mi ano me palpitaba, y en parte me comencé a sentir avergonzado, pero muy feliz. Hasta que Jonás me llamó y me dijo. Bueno amor date una buena ducha, y te vistes que en cualquier momento, puede llegar alguien, y de seguro no te gustaría que te fueran a ver así. Yo obedientemente, sin decir nada, tras ducharme con la manguera que usé para bañar al potro, me dirigí con mi ropa a mi casillero, me cambié y al ver el reloj, me di cuenta que casi eran las ocho de la noche. Esa noche salí con mi novia, a la que desde luego no le conté nada de lo que me había sucedido con Jonás. Desde esa fecha y por buen tiempo, disfruté de las atenciones de Jonás. Hasta que por mi estudios universitarios fui dejando la equitación, pero he conseguido en un sin número de ocasiones quien me vuelva a montar, como lo hacía Jonás.

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Comentarios enviados para este relato
ANGELITO65 (23 de June de 2010 a las 05:06) dice: Fabuloso relato Ernesto, si fue realidad aún más. Un fuerte abrazo. Lo disfrute realmente imaginando todo lo que narras.

tavo morales (20 de August de 2010 a las 08:13) dice: excelente..sin mas ni mas...megaexcitante

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:11) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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