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Fui su presa en la cacería VI. El viejo me hizo puta

Relato enviado por : Anonymous el 20/10/2010. Lecturas: 19951

etiquetas relato Fui su presa en la cacería VI. El viejo me hizo puta   Transexual .
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Resumen
Si recuerdan, aquella mañana muy larga, hice el intento de que Samuel no quisiera desprenderse de mí con un con aquel polvo de putita novatita pero astuta. Aunque mi propia lujuria hiciera que yo misma arremetiera en una galopada frenética a la vez que aullaba su nombre “Samuel, papito mi amor” y le besaba la frente, la boca, el cuello, con sus dos manos ásperas y fuertes agarrando mis nalguitas con fuerza ayudando a mi sube y baja, coincidiendo en una corrida espectacular. Baje de mi maravillosa cabalgadura y dejé que se acomodara el miembro y arrancara


Relato
Fui su presa en la cacería VI. El viejo me hizo puta
Autor: Noelia
Si recuerdan, aquella mañana muy larga, hice el intento de que Samuel no quisiera desprenderse de mí con un con aquel polvo de putita novatita pero astuta. Aunque mi propia lujuria hiciera que yo misma arremetiera en una galopada frenética a la vez que aullaba su nombre “Samuel, papito mi amor” y le besaba la frente, la boca, el cuello, con sus dos manos ásperas y fuertes agarrando mis nalguitas con fuerza ayudando a mi sube y baja, coincidiendo en una corrida espectacular. Baje de mi maravillosa cabalgadura y dejé que se acomodara el miembro y arrancara. Pero no fue muy lejos. Se detuvo frente a unos 300 metros, frente a un sitio pintado de color rosa muy intenso que exhibía un luminoso encendido que sólo ponía “Brenda’s”.
Bajó por su lado de la cabina, cerro puertas con su mando y entró al tugurio. Esta vez no me apetecía bajar. Los dos tipos que charlaban en la perta del establecimiento me daban mucho miedo. Poco tiempo pasó Samuel dentro. Salió acompañado de una mujer de unos cuarenta, rubia teñida, que se le notaba la silicona en todas sus curvas exuberantes. No oía nada aunque me imaginaba que la tal Brenda, que seguro era ella, me rechazaba. Hacía algunos gestos con las manos que yo interpretaba como que no quería ir a la cárcel. Muy enfadado Samuel volvió al camión y mientras se cerraba la puerta alcancé a oír a la mujer algo como “una rarita menor, lo único que me faltaba, señor, vaya ideas que te traes”.
Samuel dio un portazo con el peor humor que le había visto. Yo ya estaba supercansada. No recordaba ni que día era, ni cuánto tiempo llevaba haciendo de zorrita, incluyendo las horas en las que fui forzada y mancillada por aquellos energúmenos. Nadie me creería. Apenas unos días atrás yo era Felix, un chico ingenuo, aparentemente asexuado, al que de una vez, en cuestión de horas, desfloraron, feminizaron y convirtieron en una nena viciosa, mimosa, complaciente y putísima.
Ni atiné a acercarme a aquel hombre enfadado, solo quería dormitar, le pedí permiso para acostarme, cuando empezó a contar que Brenda no quería meterse en líos conmigo, buscada como chico por la Guardia Civil, presuntamente secuestrada y con mis años. Que hasta tuvo que amenazarla para que no lo denunciara, cosa que le convendría para hacer favores a los oficiales que así la dejarían más tranquila.
Condujo un par de horas hasta un poblado sin calles asfaltadas por las que le era difícil meter el tráiler inmenso que conducía. Lo detuvo en un descampado lleno de maleza y basura. Esta vez si me hizo bajar vestida como estaba. Me llevó casi sin dejarme tocar el suelo hasta una casa grande, muy antigua, bastante deteriorada pero con apariencia de haber tenido su pasado señorial. Me dejaba llevar por él. Esta vez parecía que me esperaba algo mejor que el puti club de Brenda pero que Samuel me abandonaría ya. Que aquel polvo celestial de la zona de servicio había sido el último.
La casa resultó haber sido la de su infancia y ese anciano que abrió la puerta y lo abrazó emocionado, su padre viudo, solo, con tres perros mastines y un aspecto deteriorado que no ocultaban un pasado de virilidad y mando. Solo que tampoco estaba muy bien de la cabeza, la casa estaba hecha un desastre y la avaricia reinaba. Debía tener dinero pero no lo usaría para que le mantuvieran la casa en orden. Pensé que Samuel me iría a dejar ahí para hacerle compañía al viejo y quizá ser su doméstica o algo así. Era una fantasía con la que ocultaba la idea de que allí haría otro papel. Que mi feminización y conversión en muñequita sexual todavía tendría mucho recorrido.
No me equivoqué. Tan ponto se despidió Samuel sin mirarme siquiera y tomar un desayuno almuerzo que devoré, el viejo empezó a tocarme, hizo que me levantara de la mesa, recogiera y fregara. Fue allí, con mi faldita exhibiendo mis nalgas y mi braguita rosa sucia de semen, metidita en mi rajita, me vino por detrás y me apoyó lo que alguna vez habría sido una polla de cuidado. Me habló con un tono duro, diciéndome que su hijo estaba casado, tenía tres hijos y un buen trabajo, que me dejó ahí hasta que pasara el lio y que le había dicho que era como un regalo y que me disfrutara sin pensar en lo rarita, ni en nada…que yo era mejor que las putas que solían pasar por ahí, viejas y mañosas…y que ya mismo me iba a probar, así mientras yo fregaba, bajándome la braguita, abriéndome las nalgas, paseando su miembro por mi raja, sobándome los pezones y respirando fuerte intentaba penetrarme. Creí que no se empalmaría pero me equivoqué, hacía años que no veía carne tan fresca como la mía y acumulaba ganas desde vaya a saber cuánto tiempo. Si, se le puso suficientemente dura como para que, con mi hoyito tan dilatado y húmedo, pudiera penetrarme en esa posición que no era nada desagradable. El asco se me iba pasando mientras sus manos se metían por mis muslos y su mete y saca me daba una sensación extráñamente nueva, con todo lo que había pasado por mi esfínter en esos tres o cuatro días, esto era nuevo y prefería olvidar el lado humillante para sentirme excitadita otra vez. Tampoco podía hacer nada, era usada como nena, estaba atrapada de las dos maneras, en una casa en medio de vaya a saber dónde y en mi propia fantasía de ser mujercita recién estrenada, en plena edad de la sexualidad insaciable.
El estar follando de pie, ya no era una bravuconada posible para él, por más que yo fuera una pluma. Así que sin sacarla me fue llevando hasta su cama donde se echó boca arriba y me ordenó que lo montara de espaldas. Con dificultad logré meterla otra vez y moverme, acariciándole la bolsa enorme que guardaba sus huevos. El me acariciaba o sobaba la espalda, las nalgas y me azotaba. Parecía que se iba a correr pero no. No podía ya. Se me ocurrió decirle cosas que le excitaran y moverme en círculos. No pudo. Sólo dijo que ya habría mucho tiempo para llenarme de cremita y se durmió. Yo también. No sin pensar en cuanto tiempo permanecería ahí. Quería esperar a Samuel, tener otra oportunidad pero también quería ir a casa.
Desperté con golpes en la puerta ladridos de perros. “¡Don Horacio! vengo por lo que me contó esta mañana”. La puerta estaba abierta, así que, de una vez y haciendo mucho ruido, entraron el desconocido, como de 30 años, barba de varios días, y sus cinco perros. Ahora había ocho enormes animales de poca edad, seguramente de la misma camada. El viejo abrió una puerta trasera, echó un suculento medio solomillo sobrado del almuerzo y salieron todos a una guerra cruel por ese trozo de carne.
“la niña tiene que arreglarse, Horacio, siéntate y espera”. La niña era yo. Me esperaba un baño de agua fría con jabón en barra de aquel de lavar ropa pero lo necesitaba y hasta el agua fría me supo a gloria por lo que me quedé un buen rato bajo esa antigua regadera de ducha tocándome toda, sintiendo que suave era mi piel, tenía unos pelitos muy finos que se erizaban cuando recordaba la penetración de cada tallo que me había perforado esos días. Vi que no había toalla ni albornos así que salí totalmente desnuda. Cruzando un patio hasta llegar al cuarto, vi de reojo y oí que bajo los sombrajos de unas parras había como cinco hombres.
Me imaginé lo que me esperaba. Me pensé huyendo pero la idea de que volvería Samuel o de que no tenía ropa, más que para Noelia, que Félix ya no existía., me borró la idea de escapar. En la habitación había un ajuar entero de jovencita sobre la cama y hasta una peluca un poco rala, seguro usada en un disfraz de Cleopatra. Un labial rojo intenso, usado…Luego me enteré que el Viejo tenía una hija que huyó a los 16 años con un jefecito de una constructora a quien le habían dado traslado. Dejó ahí su ropa, lencería bonita, muy infantil, falditas muy cortas, tops estrechos y ajustados. Hasta unas medias negras hasta medio muslo. Pensé en lo que me había dejado Roberto, todo muy fino de marca Ahora, aquello era ordinario pero tenía más aspecto de que quien lo usaba era una zorrita. Vestida y puesta la peluca –primera vez que lo hacía – salí al patio de las parras y oí un murmullo, alguna que otra frase como “una nenita!!!”, “la chuparía toda”, “si me la dejan no paró hasta preñarla”. No faltó el “vaya maricona, tan chica, es una plaga”. El de los perros esperaba aun y se levantó de un salto para defender su primer puesto- El viejo pidió calma y me ordenó volver a mi habitación. Entró Horacio, callado, tímido, se acercó a mi sentada al borde de la cama. Me cogió de los hombros y me obligó a ponerme como perrita, las rodillas en ese suelo, sucio y rugoso. Lo más brusco imaginable me levantó la falda, bajó la braguita y sin lubricar me la clavo. Esta vez sí que fue doloroso. Aguanté pero no gocé, ni siquiera me había mirado como nena. Me folló como hacía con las cabras. Se corrió gimiendo y menos mal que el Abuelo le había dado un condón. Me dejé caer con la espalda dolorida, un sensación que muy con el tiempo supe lo que era, la sensibilidad de mi cuerpo feminizado me tenía estremecida y sentía que también ser mujer sería aquello. Que sería sólo un desagüe para algunos. Lo de ser puta en un sitio así, me aterrorizó.
Tendría que haber una forma de ser una nena sin que se enterara mi padre y tuviera la oportunidad del amor o al menos de amantes como Samuel…en él pensaba. Como irme sin Dejar rastro. Poco tiempo duró hasta que un cincuentón un poco más aceptable me estaba acariciando las nalgas y mordisqueando las orejas. Me dejé llevar. Noelia estaba rendida pero su energía erótica parecía inacabable. Rápidamente me estremecí y dejé que mi cuerpo disfrutara manteniendo la mente libre….no duró mucho…cuando ese hombre bastante parecido a Samuel puso su rabo en mis labios no pude más que dejarme llevar por el deseo de satisfacer el que de ahí en más sería vicio. Mi ritual les enloquecía y mi cuerpo entero vibraba a medida que ellos pedían más el control. Que bramaban o decían las cosas más excitantes. Primero mi lengua repasándolo todo entretenida más en las partes más sensibles y más sabrosas para mi, después ese comérmela despacio como una serpiente se traga una presa para terminar en una frenética mamada en toda regla. Este repetía algo de ponerme un palacio o que sólo era un nena y tan buena o que me ahogaría….movía sus caderas con desesperación, se me ocurro acariciarle por detrás de los huevos casi metiendo los dedos en el inicio de su raja, en unos segundos chilló, se estremeció tanto que me dio miedo y su rabo escupió una cantidad de semen que, por supuesto, era demasiado para tragar…difícil de creer per sentía una satisfacción, me acaricié el cuerpo, me mire, acomode la peluca y me dispuse a esperar al siguiente…pensar en Samuel me estimulaba. Imaginarme que era él quien me sometía de esa manera me emocionaba, me estaba preparando para él. Eso era su plan…el siguiente era prácticamente un niño…su padre esperaba en la puerta diciéndome que me tocaba a mí que él niño era virgen. Ya más no podía pasarme. ¿Había sido el destino que descubriera mi sexo en esas condiciones horribles, era un desafío a mi resistencia? ¿Estaba previsto que aun casi en la pubertad naciera Noelia tratada de esa manera? Un niño era mi cliente o mejor dicho el del viejo cabrón.
Esta vez hice lo que pude sin querer ni enterarme. El chico no pasó de mis caricias y soltó lo que traía que era poco ya que se le notaban las pajas que se habría hecho. Se me quedó mirando a los ojos y preguntó mi nombre, mi edad, me acarició con algo de asco y ternura y se fue. Oí las carcajadas de su padre y lloré recordando al mio.
Esa noche llegó un uniformado, mientras yo intentaba cenar unos restos que me puso el Abuelo, mientras él se sobaba la entrepierna. Hablaron entre ellos en el cuarto donde recaudaba el viejo. Me ordenaron que me duchara, me vistiera con ropa que traía el sargento o lo que fuera. Era de chica pero nada provocativa, normalita. Se metió conmigo en la habitación y me dijo que me quedara quieta y tranquila.
El ruido de lo que se armó en ese momento me aturdió. Solo sé que alguien me agarraba de un brazo y me sacaba por detrás de la casa y me metía en un coche con luces, que el viejo salía por otra puerta esposado y lo metían en otro coche. No volví a verlo. Ni a él ni a Samuel. Pero Noelia un tiene cosas que contar que sucedieron antes de su vuelta casa. Ya saben que pueden comentarme lo que sea en travijovencita@hotmail.es

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:48) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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