Hermanita degenerada

Había llegado a casa algo mareado a las 6 de la madrugada después de tocar en un pub careta que nos paga muy mal. Quise bañarme pero como no subía agua y mi cansancio era mayor, apenas me vi en calzoncillos puse la radio bajito y me dormí al toque. ¡Juro que jamás pensé que a eso de las 9 lo primero que vería al despertar fuese a Luana sentada al borde de la cama a los pies con el torso desnudo manoteándole las pijas a dos guacho de no mas de 18 años cada uno quienes hasta allí estaban en bóxer!. No pude hablar siquiera, creo que llegue a balbucear ¡EU nena! Cuando vi que el mas gordito le chupaba las tetas, y el que estaba lleno de tatuajes se la re transaba, y ella les bajaba los calzones para pajearlos, ¡que decir de mi verga, traspasaba el mío sin razonar demasiado! Pronto el gordo dijo: “chupa putita dale que vos sabes”! rozándole los labios con su carne venosa. Ella se la escupió un poco y comenzó a lamerla, fregarla golosa en su rostro y en sus gomas sin dejar un instante de pajear al otro, que enseguida le pidió que se arrodille en la cama donde le subía y bajaba la colaless blanca dispuesta a chuparles la pija como una loca, y mi calzón a esa altura ya andaba por mis rodillas, haciéndome disfrutar del roce con la sabana.
Se las metía de a una en un intercambio fatal pero se engolosinaba un ratito mas con la del tatuado porque la tenia mas gruesa que su amigo, por lo que era tremendo oírla ahogarse entre arcadas, jadeos y puteadas; le pegaban con ellas en la cara se la pasaban por el pelo, le apretaban la nariz cuando se la dejaban en la garganta, le cogian las mejillas, le olían la boca apenas se la sacaban, y le colaban algunos dedos en la concha. ¡Y mi hermanita no paraba de menear su cola, se maravillaba con los ríos de saliva que la empapaban toda y con la forma que tenia el gordito de retorcerle los pezones, pronto éste último la volteo audaz en la cama boca arriba contra mis pies, le sacó la bombachita y corrió hacia el otro lado para hacérsela oler, para luego cogerle la boquita y pedirle que le escupa los huevos aprovechando que la cabeza le colgaba. El otro le besaba las piernas y las gomas con 2 dedos revolviéndole la vagina, hasta que se la empezó a lamer encallando su lengua cada vez mas adentro de sus océanos de hembra, y apenas le dijo que ya estaba grandecita para tener olor a pis en las piernas como las nenas, el otro le escupió las tetas para así refregársela en ellas en una turca deliciosa, mientras yo creí que acabaría hasta por los ojos de tanto mirar. El gordo ya no podía más: apenas ella le dijo al otro que estaba parado entre sus piernas “si me la vas a meter cogeme despacito que mis papas duermen” éste la atragantó con su terrible lechaso, incluso salpico por todos lados. El tatuado se la ensartó en la argolla mientras le sostenía las gambas, y bombeo un buen rato haciendo rozar su espalda contra mi cuando la zorrita genial algo solloza diciendo: “así guacho, cogé bien a tu puta que te gusta, quiero que me duela perro! Y el gordito mirando, se pajeaba. Hasta un momento en que todo quedó en suspenso, cuando oímos unas palmas en la ventana del comedor, que seguro eran de algún vendedor, por lo que ella se puso la bombacha como para vestirse, pero cuando todo se calmó, el tatuado la arrodilló de nuevo en la cama para clavarla en su conchita por entre los costados de la prenda y penetrarla ahora más suave que antes mientras le pegaba en el culo le estiraba los pezones con la boca; ella luego murmuró, ¡mañana quiero que me cojas delante de la conchuda de tu novia!” se acomodó en 4 para mamársela hasta mostrarse con su lechita chorreando de sus labios. Pronto Luana se puso una remera larga encima, y en cuando los 2 terminaron de vestirse los acompañó a la puerta tras un franeleo brutal contra el placard mientras yo me pajeaba enardecido por lo que significa tener 15 años, ante semejante cuadro…
Creo que luego tomó agua o comió algo de la heladera, y volvió a mi cuarto con las tetas desnudas: se despatarró en la cama que está a mi izquierda por si alguien se quedaba, y mientras me confiaba que siempre quiso que sea su espectador sexual, se masturbaba sin reprimir gemidito, ni hilitos de baba ni las groserías que le encantaba decir cuando anda caliente. Incluso luego de la escena me arrojó su bombacha en la cara tras frotarla en su vagina con 50 grados a la sombra, y ni bien dijo: ¡olela guachito! Enchastré toda la sabana con un suculento lechaso, aturdido por sus movimientos, en el sonido de sus dedos y sus cachetadas, sus nalgas banboleantes y el aroma de su ropita mojada. Aun ella no conforme con nada se arrodilló junto a mi cabeza para que le coma la conchita mientras los 20 años de su lengua lamían implacable la sábana empapada, ¡y aunque era cierto lo de su olorcito a pichí mi lengua no podía parar de entrar y salir de su celdita al igual que mis dedos.
Aunque se fue dejándome la pija dura como un ladrillo apunto de reventar de nuevo, me encantó que lo hiciera, simplemente para alimentar la imaginación que surgía cada vez que me pajeaba pensando en ella y sus morbosas inquietudes.