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La Casa de CAMPO I

Relato enviado por : cubanofeliz el 17/11/2011. Lecturas: 3947

etiquetas relato La Casa de CAMPO I   Tríos .
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Resumen
Mi esposa y su recién conocida amiga, después de aquella excitante sesión de fotografía se pusieron de acuerdo para un nuevo encuentro. Esta vez no había ninguna duda del objetivo, la muchacha, deseaba poseer a mi esposa tal cual ella lo había hecho anteriormente.
La cita tendría lugar en un acogedor Rent Room, neutral, alejado de todas las posibles perturbaciones. Así, llegamos a una agradable casa de campo en las afueras de la ciudad, y en el portal nos recibió nuestra amiga con una amplia sonrisa y unos ojos llenos de felicidad.



Relato
La casa de campo
Mi esposa y su recién conocida amiga, después de aquella excitante sesión de fotografía se pusieron de acuerdo para un nuevo encuentro. Esta vez no había ninguna duda del objetivo, la muchacha, deseaba poseer a mi esposa tal cual ella lo había hecho anteriormente.
La cita tendría lugar en un acogedor Rent Room, neutral, alejado de todas las posibles perturbaciones. Así, llegamos a una agradable casa de campo en las afueras de la ciudad, y en el portal nos recibió nuestra amiga con una amplia sonrisa y unos ojos llenos de felicidad.
Intercambiamos besos de bienvenida y sus manos enseguida se unieron para dar un recorrido por el acogedor lugar. Mi esposa y ella lucían maravillosas, ambas tenían el cabello suelto, vestían minifaldas y pulóveres bien cortitos que dejaban ver su abdomen y ombliguitos bien delineados. La muchacha hacía gala de una belleza absoluta que ella no dejaba de apreciar a cada momento, y sus labios se humedecían de solo imaginar las cosas ricas que aquella ninfa haría con su esfínter.
Nuestra anfitriona nos mostró los lugares más hermosos de la casa, reservando para el final, la cálida habitación que nos tenía preparada. En ella había una amplia cama colonial vestida con sábanas muy blancas, el piso alfombrado y una suave luz que sugería una semipenumbra tentadora. Una hermosa botella de vino, adornada con tres copas, presidia una solemne mesita de noche muy cerca de la cama.
Ya en este agradable sitio conversamos un rato mientras intercambiábamos caricias muy sutiles y delicadas. Acordamos que ambas disfrutarían del sexo sin ser molestadas, y yo me sentaría en un cómodo butacón, en un extremo de la habitación, y disfrutaría del espectáculo hasta que ellas me invitaran a unirme en la orgía. Así lo hicimos.
La muchacha se acercó lo suficiente como para sentir el aliento de Yohandra enfrente de ella y entonces sucedió, juntaron sus labios, y su aliento se agitó aún más logrando que sus lenguas forzaran para abrir los labios que todavía estaban cerrados. No hubo ninguna resistencia, los labios de Yohandra sabían a fresa y buscaban su lengua, pero se notaba que ella la escondía, la buscó hasta que dio con ella, la tocó, hizo que se enredara en ese beso mientras sus manos se empezaban a mover alrededor de su cuerpo, tocándole el cuello, la espalda, dirigiéndose más abajo, hacia su ceñidísima cadera, más abajo aún, tocando sus glúteos redondos, firmes, paradísimos, durísimos, los masajeaba al mismo tiempo que los empujaba hacia adelante para que ella sintiera más excitación.
No sé cuánto tiempo estuvieron besándose de esa manera, pero yo ya no podía más, di un paso hacia atrás y me desnude lo más rápido que pude porque ya mi pinga me dolía de tanto tiempo tenerla parada, al quedarme desnudo la muchacha fijo sus ojos en mi pinga totalmente paradísima, erecta a más no poder, abrió enormemente sus bellísimos ojos claros, pero no se atrevía a hacer nada, estaba como petrificada, unida a aquella dulce boca de mi esposa. Mi esposa se inclinó hacia adelante, agarró con sus dos manos sus tetas e hizo que ella enredara sus manos en su cabello, la empezó a mover hacia adelante y hacia atrás, mientras eso sucedía podía ver como la cara de ella era diferente ya más sonrojada y con un brillo en sus ojos por el mamón que Yoha le estaba dando a sus pezones que se habían puesto furiosamente duros. Ella le pidió dulcemente a mi mujer que se hincara. Obedeció inmediatamente, vi como se viraba de culo hacia mí y pude apreciar los pliegues de su vagina perfectamente depilada, su esfínter que invitaba a ser mamado y sus grandes tetas que caían por debajo, y que en ese momento, ya eran mamadas por la insaciable boca de la muchacha. Ella estaba debajo de mi esposa y chupaba con desespero sus pezones, le acariciaba la espalda y las caderas, mientras, ésta a su vez, con una de sus manos, acariciaba el clítoris de la muchacha. Suavemente mi esposa se fue deslizándose hacia abajo y llegó a las entrepiernas, separó los muslos y se hundió en una profunda mamada de aquél virginal crico, el mismo que ella había partido unos días antes. Sin dudas, el sabor de esos labios vaginales era exquisito pues la mamada estaba siendo espléndida, la lengua penetraba suavemente el interior de la vagina y recorría sus cálidas paredes, saboreando esa humedad deliciosa y bajando poco a poco hacia el perineo, chupando esa parte sensible e introduciéndose ilegalmente en el interior de aquel esfínter color rosa. La muchacha se arqueaba cada vez que la lengua la penetraba y las manos de mi esposa no soltaban los pezones de ella, estaban enrojecidos y duros.
Entonces ocurrió algo imprevisto: la vagina de ella comenzó a llorar de placer, sus jugos vaginales bajaban sin poder contenerse, había tenido un orgasmo esplendido mientras mi mujer comenzaba a jugar con su esfínter, sin dudas, mi putica es experta en culitos. Ella mamó esos juguitos y subió delicadamente susurrándole al oído que se volteara, ella lo hizo y entonces pude apreciar su hermoso culo, bien paradito, velludito y redondeado. Lo acariciaba con sus manos y me miraba diciéndome “mira mi amor lo voy a poner bien rico para ti”, entonces comenzó a mamarlo, esta vez ella estaba en cuatro patas lo que permitiría que mi mujer la templara ricamente, y así lo hizo. Ante una señal de ella le alcance su consolador, le untó un aceitico muy oloroso en la punta y comenzó a colocarlo en el precios culo que tenía ante sus ojos. La penetración fue lenta, poco a poco, centímetro a centímetro la iba clavando y ella gemía de placer, le decía: ayyyyyyyyy Yohandra que rico tu singas, cógeme asiiiiiiiiiiiii rico por el culo, ayyyyyyyyy pártemelo cojones, y mientras más ella gritaba más.
Mi esposa aceleraba el mete y saca de aquel inmenso consolador en su culo. En un momento lo sacó y se colocó un arnés especial que la hacía parecer un hombre con un pingo inmenso y entonces la agarró por las caderas y la volvió a clavar, esta vez la chica enloqueció, su meneo era de locura, subía y bajaba el culo mientras le daba por detrás sin piedad, parecía un hombre clavando a su mamita. Un grito de placer hizo que me levantara de la butaca y pudiera observar como el culito parecía una rosa en primavera, enrojecido y lleno de saliva y aceite, bien lubricado y sangrante de tanta singadera, ella se había venido nuevamente y ahora mi mujer metía sus dedos en la vagina húmeda de la muchacha y terminaba de hacerla explotar de placer.
Ambas yacían en la cama y cuando creía que ya podía entrar en acción la muchacha se irguió en la cama y suavemente puso a mi esposa boca abajo. Pude ver su hermoso culo sangrante y casi me levanto para cogerlo, pero me contuve y acaricié mi pinga que ya estaba como un poste en espera del momento oportuno.
La muchacha le quitó el arnés del consolador y entreabrió las piernas de mi mujer, sumergió sus labios en la vagina y empinaba su culito ante mis ojos. Le mamaba cada uno de sus pliegues y resoplaba de placer, con sus manos acariciaba las inmensas tetas de mi amor y poco a poco su lengua se fue dirigiendo hacia el objetivo principal, su ano. Me hizo una seña y me pidió que le diera de mamar a mi chica mientras ella la clavaba, así lo hice, puse mi inmensa pinga en su boquita pequeña y comenzó a mamarme deliciosamente, primero la base de la pinga y fue subiendo por el tronco hasta llegar a la cabeza que mamaba y mordisqueaba suavemente. Sus manos acariciaban mis huevos y mi perineo con suavidad mientras la muchacha se colocaba el arnés en su cintura.
Ya lista comenzó a penetrarla por el culo, pero había un problema: el consolador era inmenso y la muchacha no iba a tener piedad del culito de Yoha, escupió sobre él y volvió a la carga. Esta vez metió la punta del consolador y mi pinga fue mordida por los dientes de mi esposa, sus ojos expresaban dolor y no podía gemir, pues mi pinga no la dejaba, entonces la chica le mando todo lo que le tocaba, la clavó hasta el final y los gritos de placer comenzaron a salir de su boca ayyyyyyyyyyyyyyyy si que rico mami, menéate puta, ahora me toca partirte el culito y mientras decía esto le metía más y más pinga a ella por el culo. Resoplaba y gritaba ayyyyyyyyy que rico cojones, métemela hasta atrás puta, singame, aquí hay culoooo para ti y se meneaba sobre aquel consolador que parecía derretirse con el calor anal de mi mujer. Yo estaba a punto de venirme y la vagina de mi mujer era un charco de leche y mamadas, ella la penetraba con tres dedos y la obligaba a menearse mientras mi mujer gritaba “me vengo singaos, por el culo, me vengo ayyyyyyyyyyyy, que rico, me vengoooooooooooooooo y sus rodillas se doblaron por el peso de ella y cayó sobre mis piernas con la crica y el culo llenos de leche caliente.
Ambas estaban exhaustas, pero mi pinga estaba resplandeciente, y había que bajarla, así que las dos se arrodillaron en la cama y la compartieron con sus excelentes mamadas de cojones, me acariciaban las nalgas, me chupaban la pinga y hacían que casi estallará de placer. Les pedí que se viraran de culo para mí y las puse una al lado de la otra, entonces cogí a mi chica por las caderas y comencé a metérsela en el culo, fue bien fácil pues estaba bien dilatado y rico, así durante un rato le di por el culo mientras ellas se mamaban los labios y se tocaban las tetas. Cambié para la muchacha y entonces mi mujer se paró por detrás de mí y mientras yo la clavaba me mamaba los huevos arrodillada debajo de mí y me mamaba el culo, asíiiiiiii de rico, masajeaba mis cojones con sus deditos y ya a punto de venirme saqué mi pinga y se la puse en su boca y solté un río de leche en su interior, ella lo disfrutaba y la muchacha se volteó rápidamente pidiéndome su parte, dameeeee lechitaaaa papíiiii, dame tu semen calientico y yo no paraba de venirme frente aquellas dos putas lesbianas.
Los tres nos acostamos un rato en la cama y escuche de sus bocas que la próxima vez invitarían un muchacho para que compartiera con nosotros, sería alguien especial, que entre las dos elegirían.

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Comentarios enviados para este relato
firuzee (2 de December de 2011 a las 04:47) dice: QUE RICO, ME PUSO A MIL........DELICIOSO........

katebrown (18 de October de 2022 a las 21:15) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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