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LA MUJER DE MIS ORGASMOS

PuntoH Relato enviado por : PuntoH el 01/09/2014. Lecturas: 2428

etiquetas relato LA MUJER DE MIS ORGASMOS   Confesiones .
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Resumen
Hola. Me llamo Mariela y quisiera compartir con uds. una confesión intima. Solo espero que mi marido nunca se entere pues esto me podría costar el divorcio. Sobre mí, les puedo decir que soy joven y atractiva, delgada, tez blanca, ojos color miel y pelo negro… el resto lo encontrarás aquí...


Relato
Esa mujer era enigmática, ejercía una suerte de atracción magnética en su entorno, cuando la vi no fue la excepción. Estábamos en una celebración con mi esposo y un grupo de amigos, y de pronto aparece ella, se para a metros de nuestra mesa y hace un barrido con su mirada por todo el salón como si se tomara el tiempo de elegir con quien estar. No estoy segura pero me parece se detuvo por un instante en mi, y tampoco sé por qué, pero sentí que una sensación especial me invadía, como si algo en mi quisiera tener la fortuna de ser “la elegida” y poder compartir con ella, siendo que hasta ese momento era una absoluta extraña para mí.

Como era de esperar, no pasó desapercibida para nadie, incluso para mi esposo, quien no tuvo reparo en volcarse a mirar cuando uno de los amigos de la mesa comenta: - “Que monumento de mujer acaba de llegar”- al tiempo que todos, deteníamos nuestra charla para dedicarle un tiempo de admiración, y cuando digo “todos” no me refiero solo a nuestra mesa, creo haber percibido una extraña paralización general en todo el salón.

Ella, sabiéndose observada, no tenía inconveniente en exhibirse ante todo quien quisiera admirar su belleza. Su figura era hermosa, lucía un vestido de transparencias que hacía jugar con la imaginación del espectador, pero nunca tan evidente como para rayar en lo vulgar. Sus senos se alzaban desafiantes y en la medida perfecta de voluptuosidad. Tenía una cabellera rubia que parecía descansar en movimiento sobre su espalda. Y hasta ese momento no sabía por qué, pero me sentí cautivada por sus labios carnosos color carmesí.

Con un gesto delicado pero certero se dirige a uno de los mozos que al igual que el resto se había quedado paralizado observándola. Por la cercanía alcance a escuchar que solicitaba una mesa. El mozo asiente, pero primero la invita a esperar un momento en la barra, para hacer la reserva correspondiente. Se sienta precisamente justo de frente a mí, pide un Cosmopolitan, y cuando da su primer sorbo sentí un escalofrío fascinante en mi entre-pierna. No sé qué me estaba pasando pero me sentía totalmente seducida por esa mujer. Trataba de disimular pero no podía quitarle los ojos de encima, la miraba de reojo, y hasta llegue a ser sorprendida… pero por ella. Sí, pude confirmar que era a mí a quien observaba cuando en un cruce de miradas ella levanta levemente su copa ofreciéndome secretamente un salud a distancia. Creo haberme sonrojado y esquivar la mirada, cómo una niña que se haya sorprendida mirando algo prohibido.

En nuestra mesa, las cosas volvían a su normalidad, no sin antes haber dedicado unos minutos a comentar la presencia de esa mujer misteriosa que visitaba sola un lugar donde la gente suele ir acompañada. Quizás fueron más de unos minutos, porque creo que todo lo que me aconteció no se podía haber sucedido en tan breve espacio de tiempo. El asunto es que me sentía tan intimidada y atraída al mismo tiempo por esa mujer, lo cual era algo absolutamente insólito en mi persona. Yo me consideraba una mujer héterosexual en el rigor de la palabra. Nunca había sentido algún tipo de atracción erótica por otra mujer, ni mucho menos había experimentado una aproximación lésbica con mi mismo sexo. Lo cierto es que hasta ese momento ni siquiera me había planteado esa posibilidad.

Ella, no charlaba con nadie, pero todos charlaban de ella. Tengo la impresión que era eso lo que buscaba provocar. Y a mí en lo personal me tenía absolutamente intrigada. La observo cuando se para y se dirige al tocador, mientras la sigo con la mirada, ella voltea levemente y me invita a seguirla, y casi como si fuese atraída por un imán, sin pensarlo, yo también me paro de mi asiento y me bebo de un sorbo mi trago para armarme de valor. En ese instante mi esposo me consulta para donde me dirijo, y solo atiné a guiñarle un ojo y decirle que enseguida volvía.

Cuando ingreso al tocador, ella estaba allí de frente al espejo retocándose la boca con un brillo labial. Nuestras miradas se cruzan y aunque no suelo ser una mujer osada le sostuve mi mirada quedándome de pie inmóvil tras de ella. Me saluda y sonríe de forma seductora, y con la mirada me invita a ingresar a uno de los módulos personales que hay en los tocadores de mujeres. No pensé en nada, solo quería estar con esa mujer, ni siquiera me detuve a verificar si había alguien más en el baño. Ella se vuelca y se adentra en el módulo más apartado de la entrada, yo solo, la sigo. Una vez las dos dentro, ella pone el pestillo y con una brusca delicadeza me besa en la boca. El efecto de ese beso en mí fue excitante, sentía que nuestras bocas se fundían en una exquisita presión, dando paso al encuentro fascinante de nuestras lenguas que calzaban y se movían a un ritmo perfecto como si fuera una danza de placer.

Ella comienza lentamente a descender a besos por mi cuello, al tiempo que yo movía mi cabeza en un suave vaivén como embriagada por el contacto. Se toma el tiempo de desabotonar mi blusa, una vez abierta me la va quitando lentamente, cuando ésta cae por mis hombros quedando éstos al descubierto, ella comienza a besarlos suavemente yendo en busca nuevamente de mi cuello, sopla como queriendo despejar y de pronto me propicia pequeños mordiscos atrás del cuello, sentí como si un exquisito latigazo de electricidad recorriera toda mi columna, lo cual me arranca una seguidilla de quejidos de placer.

Ciertamente esa mujer sabía otorgar placer a otra mujer, nunca me había sentido tan embaucada por el deseo sexual. Se había apoderado de todo mi cuerpo una sensación especial que me recorría de pies a cabeza. Mi respiración cada vez más agitada delataba esa llama de fuego que me estaba consumiendo en la medida que ella se iba apropiando de mí. Ya me había retirado el brassier y ahora tocaba mis pechos y se los comía a besos succionando mis sonrosados pezones. Yo mantenía mis ojos cerrados dejándome llevar por esa emborrachadora sensación placentera, tanto así que no me había dado cuenta que ella se había despojado de la parte superior de su vestido. Solo me percate cuando presiona su pezón contra el mío. Siento la dureza de ese montículo rosado cuando lo hundía en mi pecho y se sentía delicioso.

Algo me incita a tomar la iniciativa y con mis manos tomo su cara y la dirijo a mí dándole un beso apasionado, acto seguido, la aparto un tanto de mí, y tomo sus pechos sintiendo la suavidad de la piel que cubría esos senos que se alzaban desafiantes y voluptuosos. Cualquiera predeciría que lo siguiente sería lamerlos, pero el cuerpo de nosotras las mujeres es un templo de zonas erógenas, así que baje por sus pechos y acaricie la parte trasera de sus costillas, incrustando levemente mis uñas como si estuviera haciendo un trazado al tiempo que lamía suavemente el entorno de su ombligo desde donde colgaba un precioso aro con el cual también jugué tirándolo con los dientes, consiguiendo con eso que ella diera un estremecedor suspiro.

Ambas nos besábamos y acariciábamos toda la parte superior de nuestra corporalidad. Y por supuesto que fue ella quien dio el siguiente paso bajándome la falda y la bombacha para dirigirse a mi vulva completamente húmeda, posa su mano sobre ella y la frota acariciándola con los dedos, yo podía sentir como se iban liberando mis fluidos para que ella luego se los llevara a la boca succionándose sus dedos y exclamando: - “Que delicia” – Su expresión me fascinaba, me prendía aún más de lo que yo misma imaginaba era capaz de llegar a excitarme.

Despojándome de todo pudor le pedí que hiciera suya mi vagina, detallándole que me moría por tener sexo oral. Pero ella hizo algo aún mejor, se quitó por completo el vestido y quedando solo en tacones al igual que yo, me aferró contra la pared, luego con su mano levantó mi pierna izquierda y comenzó a frotar su vagina contra la mía, esa sensación era electrificante y extensible a todo mi cuerpo, podía sentir la presión de su clítoris sobre mi vulva y también cuando éste iba al encuentro del mío, la lubricación de ambas facilitaba el frote permitiendo que nuestros sexos resbalaran dándole mayor goce al contacto. Comencé a experimentar un orgasmo mientras ella continuaba la odisea del frote. Mis gemidos y quejidos me delataban en mi climax de placer. Fue ahí cuando ella bajando mi pierna dirige su boca hasta mi vagina y comienza a mordisquear los labios externos culminando la invasión en un beso profundo alborotando su lengua en mi interior. Al mismo tiempo que con su debo ejercía una presión circular sobre mi clítoris. Yo sentía la contracción propia del orgasmo, pero esta vez a diferencia de otras ocasiones sentía algo así como unos deseos exquisitos de orinar, ella me siguió estimulando durante los segundos que mi orgasmo se extendía, y yo sentía que era una descarga de muchos orgasmos juntos que se iban sucediendo uno tras otro sin control alguno. Me contraía como nunca y me estremecía del placer dando gritos de felicidad, no me importaba nada si me escuchaban desde afuera o si alguna otra mujer ingresaba en ese preciso momento al tocador. Cuando acabe sentí que me desvanecía, definitivamente había experimentado una descarga multi-orgásmica que ni siquiera mi esposo me había hecho sentir. Era un placer indescriptible que me había elevado a un nivel de goce divino.

Cuando al fin logro incorporarme y abro los ojos, veo que ella se hallaba en cuclillas abrazada a mi pierna y se masturbaba introduciendo con mucha rapidez sus dedos en su vagina, rápidamente llego a un orgasmo prolongado que le propiciaba un placer reflejado en su expresión de éxtasis absoluto. Cuando acabó emitió un suspiro como señal de gratificación.

La ayude a ponerse de pie, me abrazó, la abrace y nos dimos un beso como señal de agradecimiento por el placer compartido.

Después de ese encuentro, nos despedimos sin consultar nombres, ni mucho menos algún destino de contacto, nunca más supe de esa hermosa mujer, ni tampoco intente ubicarla. Ella al parecer tampoco a mí, ciertamente era una mujer totalmente resuelta y de una personalidad y belleza cautivadora, y aventajada en el sexo y es así como quisiera recordarla.

Si bien mi vida de casada siguió su curso, tengo que reconocer que mi marido no cuenta con el don de hacerme acabar con multiplicidad de orgasmos. Ahí es cuando acudo a mi nuevo hábito masturbatorio, evocando siempre la imagen de ella en ese tocador de mujeres. Definitivamente esa experiencia sexual había marcado un antes y un después en mi forma de relacionarme con el sexo. Había descubierto que era multi-orgásmica y ese obsequio sin duda se lo debo a ella. Besos, estés donde estés.

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Comentarios enviados para este relato
PuntoH (4 de October de 2014 a las 19:06) dice: placerdisculpable.blogspot.com

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:34) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

PuntoH (13 de September de 2014 a las 02:57) dice: Muchas Gracias, Un Abrazo.

Gian.Lazzarini (10 de September de 2014 a las 03:36) dice: Exquisito, autentico, motivador y de enseñanza, en fin excelente tu relato.


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