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La Orilla del Río

Relato enviado por : frankie2007 el 23/10/2009. Lecturas: 4733

etiquetas relato La Orilla del Río   Fantasías .
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Resumen
Un campamento se convierte en una orgía sexual


Relato
LA ORILLA DEL RÍO
La mañana amaneció soleada, Clara y Pamela, habían esperado este día desde hace mucho tiempo, habían salido de excursión las dos solas como solían hacerlo desde unos dos años cuando se conocieron y empezaron a compartir una habitación en la universidad. Ambas tenían espíritu de aventura, eran alegres y no sobrepasaban los 21 años. Y ese día se internaron en el bosque buscando un buen lugar para levantar el campamento, y como si lo hubiera querido el destino, encontraron un claro junto a un río de aguas cristalinas. “Aquí va a ser”, exclamó Clara con un tono de alegría en la voz, “Sí, hemos encontrado el lugar perfecto – dijo sonriendo Pamela – vamos a armar la tienda”, las dos jóvenes procedieron a bajar de sus espaldas las pesadas mochilas de camping.
Cómo eran días de verano, las chicas eligieron su atuendo de acuerdo al clima y al lugar donde iban a estar acampando. Clara había escogido un short de jean pequeño, un poco más abajo de las redondas nalgas de que hacía gala y que traían loco a poco más de media universidad, y para arriba había elegido una blusita blanca, que estaba desabotonada en el inicio de los senos redondos y grandes, y que por supuesto eran la locura de cuanto chico se le cruzaba en el camino, y cómo ella sabía muy bien eran objeto de fantasías solitarias en noches de calentura. Pamela, se había puesto también una blusa de color crema y amarrada con un nudo justo debajo de los senos, que aunque no eran tan grandes como los de su amiga, llamaban mucho la atención por estar siempre bien levantados y ajustados, ella se había puesto una mini de jean a medio muslo y un short muy pequeño debajo de la mini para que haga de ropa interior.
Una hora después de comenzado el trabajo para armar el campamento, todo estuvo listo, la tienda de campaña estaba armada y lista para recibir a sus ocupantes, las dos chicas sonrieron satisfechas, se secaron el sudor de la frente y Pamela comentó: “Ya está todo listo para tres días de diversión”, Clara le dio una mirada a su amiga y luego a ella misma, y dijo: “Si, tuvimos suerte de encontrar este lugar escondido y libre de miradas indiscretas, pero estamos hechas un asco, vamos a bañarnos al río”. Pamela le preguntó: “¿Usamos los trajes de baño?” y Clara le respondió con una sonrisa pícara: “Sólo estamos nosotras y la naturaleza, y la naturaleza no habla” y entre risas, se encaminaron hacia el río, al darse la vuelta con dirección al río, no se percataron que detrás de unos matorrales un joven las observaba.
Al llegar a la orilla, Clara empezó a desabotonar uno a uno los botones de la blusa y conforme se iban abriendo, dejaban ver unos senos grandes y con gotitas de sudor, ante la mirada traviesa de Pamela, Clara terminó de liberar sus pechos del encierro. Su compañera inconscientemente, pasó su lengua por sus labios dejándolos con un brillo muy excitante. Los senos de clara eran suaves, la piel se veía sin marca alguna, tersa y con un pezón oscuro rematando la punta de cada pecho. Al ver la expresión de placer en la cara de su amiga, Clara exclamó: “Ahora tú, quiero vértelos”. Pamela desató el nudo de su blusa desabrochó el único botón y sus pechos también quedaron sueltos, los de Pamela no eran tan grandes como los de Clara, pero también se veían apetitosos, los pequeños pezones color rosa, se notaban a simple vista duros como rocas. Clara guiñando un ojo, procedió, también con la misma lentitud con que desabrochó la blusa, a desabrochar el short frente a la mirada cada vez mas excitada de su amiga. Clara no tenía ropa interior, Pamela pudo observar el pubis con un vello bien cuidado y una pequeña rayita que cortaba la piel con un tono rojo suave. Una vez desnuda, Clara se acercó a su amiga, se arrodilló y con movimientos ágiles le bajó la mini y el short, aprovechó ese instante para rozar un dedo por los labios de la hendidura pequeña y sin vello que había quedado al descubierto, haciendo sentir a Pamela un chispazo de electricidad.
Las dos chicas se encaminaron al agua, mientras que bien escondido pero con una vista privilegiada, el espía completamente excitado por la escena, empezaba a frotar su miembro duro y henchido, surcado por venas en todo el grueso tronco y con una cabeza grande y ancha, el miembro parecía tener vida propia, cada frote con la mano de su dueño producían oleadas de placer que golpeaban el cerebro del joven. La cabeza del miembro, así como toda pieza, comenzó a latir, moviéndose rítmicamente arriba y abajo, él supo lo que significaba y detuvo el movimiento y esforzándose en pensar en otra cosa logró detener por un rato su venida. “No, - pensaba – todavía no, cuando salgan del río” y con alivio vio como esa pieza regresaba a un estado semi flácido y las ganas de venirse disminuían.
Las chicas estaban nadando y jugueteando en el agua, se oían los chapoteos y las risas entremezcladas, de pronto sin previo aviso Clara de hundió en el agua, Pamela sintió el roce de unos dedos traviesos en su hendidura, que produjo sorpresa en ella y no pudo evitar un suspiro profundo a la vez que preguntaba: “¡Clara!, ¿qué haces?”. Clara sacando la cabeza y guiñando un ojo, contestó: “¿A poco no te gusta?”, “Sí – contestó Pamela – pero…”, “Pero nada – contestó Clara – ¿o crees que no te escucho cuando lo haces en la noche?”. El rubor que cubrió las mejillas de Pamela fue más que suficiente para Clara, que volvió a hundir su mano, buscando el centro de placer de su amiga. Como única respuesta Pamela abrió más las piernas, dejando el camino libre a Clara para que vea y llegue a lo más profundo de su ser, mientras que con sus manos masajeaba sus pechos que parecían más grandes y con los pezones en punta apuntando al cielo.
Y las risas se transformaron en gemidos y suspiros y dejaron de escucharse los chapoteos en el agua, el espía había vuelto a masajear su miembro, pero a un ritmo menor que en la oportunidad anterior, incluso se había acercado un poco más a la orilla, para disfrutar mejor del espectáculo. Desde esa posición pudo observar como las chicas salieron del agua y se tendieron en la orilla, para explorar mejor sus cuerpos, el espía llevado por aquel frenesí, quiso acercarse más haciendo crujir unas hojas y moviendo los matorrales, las chicas se sorprendieron al escuchar los ruidos, se envolvieron en sus toallas y silenciosamente, se acercaron a los matorrales, lograron escuchar una respiración agitada y se dirigieron por detrás, y ahí lo vieron, vieron a un joven no mucho mayor que ellas tan concentrado en darse placer que no había notado que los objetos de sus deseos habían desaparecido de la escena. Lo que llamó la atención de las chicas era el largo miembro que el joven movía lentamente, habían tenido muchos hombres, pero ninguno tenía la dotación de ese desconocido, Pamela se pasó la lengua por los labios y metió un dedo en su hendidura, como una clara muestra del deseo del que era presa.
“¡Qué crees que haces!” gritó Clara con una falsa indignación en la voz, el espía al verse descubierto dio un sobresalto e intentó en vano ocultar el miembro duro como una roca a medida, que las chicas se aproximaban a él con pasos lentos y muy bien calculados. “¿Quieres que te ayudemos?” preguntó inocentemente Pamela mientras se mordisqueaba un dedo y lo miraba con una cara que era deseo puro. Al llegar al lado de ese desconocido, las toallas ya estaban en el suelo y las chicas daban vueltas a su alrededor desnudas y mostrando todos sus encantos, una a la otra exploraban sus hendiduras arrancándose pequeños gemidos en cada vez que introducían los dedos curiosos en sus orificios. Se acercaron al espía cuyo miembro estaba tan duro que parecía que iba a explotar y tan caliente que parecía una brasa al rojo vivo. “No te irás a venir sin darnos gusto a nosotras, verdad” preguntó Clara visiblemente caliente por la semejante pieza que tenía en frente, el chico no dijo una sola palabra, Clara se arrodilló frente al joven y lo empezó a masturbar lentamente, a ella se le unió Pamela que pasaba sus uñas por el escroto del joven haciéndole sentir pequeños chispazos de placer. Y lentamente fueron agachándose hechos un nudo de brazos y piernas, sobre las toallas tiradas en la hierba.
Clara se puso entre las piernas del joven mientras sujetaba con el miembro duro de este con sus manos y boca, Pamela abrió las piernas y sentó justo encima de la boca del joven, dejándole sus orificios a su disposición, para que él haga lo que quisiera con ellos y también se agachó sobre el vientre del joven para alcanzar con su lengua, el miembro hinchado y caliente que era engullido con avidez por Clara. Pamela comenzó a pasar la lengua húmeda desde el escroto y por el tronco hasta la punta las dos amigas hacían turnos para lamer esa golosina tan deseada. Pamela sentía en su interior la lengua del joven que se metía por todos lados y se movía dentro de ella de una manera desenfrenada, haciendo que se moje más y más, ya que de por sí su vulva estaba hinchada y abierta, el botoncito de placer sobresalía como pidiendo más atención, y esa era la atención que el joven le estaba dando, ya no era solo la lengua la que entraba y le daba sensaciones placenteras, sino dos dedos que entraban y salían de su hendidura y trasero y la lengua buscaba el botoncito para hacerlo sobresalir y ponerlo al rojo vivo.
Mientras Pamela sentía un par de dedos moviéndose y hurgando en su interior, sus propios dedos estaban metidos en la cálida y húmeda cueva de su amiga. Clara, que no soltaba su presa, tenía sujeta la enorme pieza con las dos manos y su boca subía y bajaba llenando de saliva todo el poderoso miembro, que se veía completamente erguido y con las venas marcándose por todo el tronco y con una pequeña curva a un poco más de la mitad. Clara comenzó a dar pequeños gemidos de placer, señal que el trabajo de los dedos de Pamela en su interior estaba dando resultados, acercándola al clímax del placer hasta que no pudo más y entre gemidos dijo: “¡Lo quiero dentro!” se levantó un poco haciendo que los dedos de Pamela salieran completamente mojados y resbalosos se colocó en cuclillas encima del miembro caliente y se dejó caer. Un gemido se escuchó cuando esa pieza entró en Clara, había bajado tan rápidamente que se la empaló completamente y de un solo golpe, Clara, apenas se sintió atravesada por ese miembro, gritó: “¡Me vengo!” y tuvo un orgasmo muy violento, que le hizo poner los ojos en blanco y verse sacudida por incontables temblores y oleadas de placer. Pasó unos segundos temblando y abrazada a Pamela y con el miembro dentro de ella. Al poco rato, Carla, comenzó a subir y bajar por el miembro que parecía que era mucho más ancho que la húmeda hendidura en la que estaba alojado y que tanto placer le estaba dando a su dueña. El joven empezó a gemir, señal que su clímax estaba cerca, Clara, aceleró los movimientos de sube y baja y en un último sentón sobre aquella herramienta, ella la sintió hincharse más aún de lo que estaba, dar pequeños golpes en su interior y por último, sintió que algo cálido se derramaba dentro de ella, cuando se levantó sacando el miembro de su interior vio como una gran cantidad de semen se deslizaba por sus piernas hasta el pasto.
Al ver esa escena Pamela se excitó aún más, de su hendidura, caía gran cantidad de humedad que mojaba la nariz y boca del desconocido que pese a haberse venido, seguía con las deliciosas caricias en esa gruta del placer. Con gran habilidad tocó, acarició, lamió y besó el botoncito rojo que ahora se veía un poquito más grande y más rojo que antes, y cuando el desconocido metió su lengua en lo más profundo de su hendidura, oleadas de placer, que hicieron que sus piernas se tensaran, su hendidura se volvió más roja y con un gemido, incontables espasmos comenzaron a dominarla cada espasmo era acompañado de suspiros y cuando por fin terminaron, se sentía con ganas de más, quería sentir el miembro, ahora flácido, dentro de ella a como dé lugar.
Pamela cogió con delicadeza el miembro, inició con sus manos un ligero roce desde la base hasta la punta, delicadamente fue avanzando, con la punta de la lengua exploró la cabeza de esa herramienta, abrió la boca y lo engulló con placer. Combinaba los movimientos de la mano con los de boca y lengua. Su empeño comenzó a rendir frutos, Pamela sentía como esa pieza ganaba dureza poco a poco. Al ver la cara de deseo de su amiga, Clara le guiñó un ojo y se dirigió desnuda a la tienda de donde salió un momento después con un vibrador de color crema, que Clara descubrió por casualidad cuando, después de escuchar los gemidos de placer de su compañera de habitación, se puso a pensar que tales orgasmos no eran producto solamente de meterse los dedos a su sexo. Esa vez Clara esperó que cayera la noche, y cuando Pamela, buscó a su “compañero” de juegos, ella le preguntó con el juguete en la mano: “¿Estás buscando esto?” ante el descubrimiento de su secreto, Pamela se quedó callada, sin saber que decir, pero Clara dijo con una sonrisa: “Vamos pasar una buena noche”, dicho esto, encendió el vibrador, que hizo un sonido suave y lo introdujo en la vulva de su amiga, esa noche, el vibrador no tuvo descanso, penetró en todos los orificios disponibles dejando a las chicas agotadas, entre gemidos, jadeos, bañadas de sudor y con las sábanas de la cama completamente empapadas de fluidos.
Cuando, Clara regresó trayendo el vibrador en la mano, la herramienta del desconocido ya estaba completamente rígida y Pamela se estaba preparando para disfrutar de esa pieza tan firme, la vio ponerse en cuatro, dejando expuesta su delicada hendidura rosada y el orificio del trasero también a la vista. Se acercó delicadamente, la besó en los senos que quedaban colgando y pasó a acariciar las grandes nalgas. El joven con el miembro completamente tieso, se acercó a Pamela y procedió a separar suavemente los labios de la hendidura y a introducir, la lengua, ella, gimió de placer. Clara hacía correr sus dedos entre las nalgas de Pamela buscando con dedos traviesos la entrada posterior, cuando la encontró introdujo el dedo medio lo más profundo que pudo arrancando pequeños suspiros y gemidos de placer.
El desconocido metía su lengua con rapidez y a la vez con un par de dedos masajeaba el botoncito color rosado oscuro provocando intensas sensaciones en Pamela, que sentía como esa lengua, que hurgaba en lo más profundo de su hendidura, que para estas alturas estaba completamente mojada, llegaba a todos los rincones de su interior. Cuando creyó y vio lo húmedo que estaba el centro de placer de Pamela, llevó el miembro tieso al pequeño agujero rosado y entró en el muy suavemente, pero a la vez con firmeza. El miembro se deslizó sin problemas gracias a la humedad de la hendidura, llenándola completamente. Pamela emitió un gemido cuando lo sintió adentro y más aún cuando empezó el movimiento de vaivén, también la hendidura de Clara era objeto de atenciones de dedos que entraban y salían y que también le hacían dar pequeños grititos de placer. Clara se echó en el pasto y abriendo las piernas procedió a encender el vibrador que emitió ese suave zumbido tan conocido por las dos chicas.
Guiada por el placer, dirigió el vibrador a su cueva de placer y lo metió de un solo empujón, inmediatamente sintió los efectos del juguetito en su interior, porque además de vibrar rotaba, haciéndole sentir innumerables cosquillas y sensaciones placenteras a la vez que sentía en su agujero posterior, los dedos de ese extraño hurgando y explorando sus entrañas. Pamela sentía gran cantidad de sensaciones de placer, gemía bajito, la respiración entrecortada, denotaba el trabajo que en su interior hacia el duro miembro, que al entrar y salir y al rozar las delicadas paredes de la cueva, arrancaban ya no solo tenues gemidos, sino pequeños grititos de placer. Fue allí cuando las cosquillas que sentía en su interior comenzaron a expandirse en forma de olas que crecían más y más.
Clara metía y sacaba el vibrador de su húmeda cueva con increíble velocidad, a la par que sentía los dedos del extraño moviéndose salvajemente en su orificio posterior. Nunca había sentido lo que ese chico la estaba haciendo sentir, esos dedos parecían tener vida propia, sumados al gran placer que el juguete le estaba proporcionando, se sentía en el cielo. Con un dedo giró el control de velocidad del vibrador y el zumbido aumentó, haciéndose más intenso y el vibrar más fuerte, a la vez que vaivén era más intenso, lo mismo que sus gemidos que por ratos eran gritos. Hasta que sintió que de lo más profundo de su centro de placer sintió un chispazo, unas cosquillas conocidas antes de comenzar a sentir los primeros efectos del orgasmo. Comenzó a gemir y a jadear y en menos de un segundo, el cuerpo se tensó entero, las piernas se enduraron por completo y soltando un grito comenzó a venirse. Los espasmos parecían latigazos que golpeaban su cuerpo sin piedad, su hendidura latía rítmicamente haciéndole sentir mucho placer, hasta acabar completamente rendida pero disfrutando con los restos de ese magnífico orgasmo.
El orgasmo de Clara no hizo más que intensificar el deseo de Pamela, que rompiendo la unión y poniendo de espaldas al extraño en el pasto, se sentó encima de él, pero a diferencia de clara, se fue sentando despacio, sintiendo centímetro a centímetro, como el miembro duro entraba en ella, cómo se abría camino en su hendidura estrecha, y una vez que lo tuvo todo dentro, comenzó a moverse de arriba abajo, mientras que Clara había otra vez comenzado a darse placer esta vez con los dedos, moviéndolos frenéticamente sobre el botoncito rojo, mientras que Pamela la ayudaba con unos dedos en su mojada cueva. Pamela aceleró sus movimientos y solo se escuchaba el sonido de los testículos del extraño chocando contra las nalgas de Pamela. Ella seguía subiendo y bajando por esa herramienta, sintiendo la que la llenaba completamente, realizaba movimientos circulares, a la vez que tenía el miembro preso dentro de ella, le brindaba exquisitas atenciones a Clara que comenzaba a suspirar agitadamente. El extraño sentía la presión sobre su miembro, ya que estaba tan fuertemente sujeto que cada movimiento de Pamela lo hacía sentir un enorme placer. Y fue en ese momento que sucedió: los movimientos, respiraciones, gemidos se sincronizaron como por arte de magia, los tres se tensaron y un solo gemido de placer resonó en el bosque y comenzaron múltiples espasmos que los llenaron de placer. Pamela sintió como el miembro henchido, comenzaba a latir y a expulsar su carga, sintió también como los dedos que tenía en la hendidura de Clara fueron bañados totalmente en un líquido viscoso y cómo su propia hendidura dejaba salir una buena cantidad de ese mismo líquido. Al retirarse de ese miembro pudo observar como el semen salía de su hendidura y bajaba por sus piernas. Con los músculos aún débiles por los espasmos, Se fue a echar al lado de Clara que respiraba agitada y estaba cubierta de sudor.
Cuando volvieron su vista hacia el lugar dónde estaba el extraño, no vieron a nadie, había desparecido y en su lugar había un trozo de papel escrito a mano y con caligrafía antigua que decía: “nos vemos en su próximo campamento”. Las chicas se miraron extrañadas, se quedaron pensando un rato y sonrieron, y en silencio pensaron: “El próximo campamento será mejor”.

F I N

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Si te ha gustado La Orilla del Río vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

Por eso dedica 30 segundos a valorar La Orilla del Río. frankie2007 te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:26) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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