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La sobrina de la empleada ( CON fotos)

Alber69 Relato enviado por : Alber69 el 11/03/2015. Lecturas: 25137

etiquetas relato La sobrina de la empleada ( CON fotos)   Masturbación .
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Resumen
– Soy su putita, señor; puede mirarme y olerme, pero no tocarme; estoy aquí para que usted se toque, se haga la paja, mirándome…


Relato
La sobrina de la empleada

A los 45 años, tras un doloroso divorcio, vivía solo en una casa cómoda en un barrio de clase media. Me dedicaba al trabajo y no buscaba pareja. Soy un hombre de 1,68, sano, buen aspecto, profesional. , un hombre de 45 años, divorciado, petiso pero de buen aspecto.
De lunes a viernes, en una habitación exclusiva, habitaba Elsa, una mujer de 35 años que se encargaba de limpiar la casa, lavar y planchar mi ropa y prepararme la comida para cuando llegase a las 15 y para la noche. Elsa no era una belleza pero tenía lo suyo. De tetas medianas, los pantalones deportivos que usaba resaltaban su lindo culo. Algunas veces estuve a punto de insinuarle tener sexo. Ella era separada, pero como se comportaba tan formal conmigo, luego de dos años en casa, pensé que me sacaría cagando. La había contratado un mes después de mi obligada soledad y supongo que debía darse cuenta que cuando me encerraba en mi dormitorio no era para leer. Tras cuidarme las primeras semanas de no dejar el DVD prendido con alguna porno o la notebook abierta en un sitio sexual o las sábanas duras de semen, al tercer mes me despreocupé de sus juicios. Nunca me miro extraño y pensé que le era indiferente si su patrón era pajero.
Un viernes, antes de irme a mi trabajo, Elsa me detuvo para contarme que viajaría a su pueblo, en otra provincia, pues su madre se encontraba muy enferma. Me aclaró que en su reemplazo, durante dos semanas, se quedaría su sobrina, una chica de 20 años, muy trabajadora.
El lunes amanecí descompuesto y decidí quedarme en casa. A las 8 escuché el timbre y fui a atender. Me había olvidado del reemplazo de Elsa así que al abrir la puerta y ver una pendeja bonita no sabía quien era.
– Buen día señor, soy la sobrina de Elsa.
– Buen día, pasá, pasá – contesté algo confuso ante la hermosa presencia.
Piel blanca, alta, delgada, pelo negro corto, rostro precioso, ojazos marrones claros.
Vestía una calza negra que mostraba sensuales caderas y un culo paradito, y una panochita excitante. Arriba llevaba una remera ordinaria que permitía advertir unas tetas grandes y duras. Llevaba una mochila.
Patricia era su nombre y me preguntó si quería desayunar. Le contesté que estaba descompuesto y que sólo tomaría un té, por lo que mejor fuese a su cuarto y se acomodase.
Al irse a su lugar le miré lujurioso su culo y se me paró la pija. Debido a mí malestar no me había masturbado la noche anterior, como solía hacer siempre, y la visión de ese cuerpito joven me dieron ganas de darle a mi polla. Fui hasta mi pieza, para abrir la computadora portátil y abrir los archivos pornos que tengo. La habitación de la empleada está de paso, por lo que de reojo miré por la puerta entreabierta. Patricia estaba de espaldas, sacándose la remera, y vi su espalda hermosa. Entonces planeé algo atrevido. Me saqué la ropa puesta y sobre mi cuerpo desnudo y la pija parada me coloqué un toallón, y de ese modo fui hasta el cuarto donde ella se encontraba. Entré sin anunciarme. Patricia, sorprendida, se dio vuelta y la vi: estaba solo con una bombacha por lo que contemplé unas tetas impresionantes, suaves, un vientre plano, cintura fina, piernas largas.
La sorpresa de ambos logró que se me cayese el toallón por lo que saltó mi pene erecto frente a ella. Mirar mi verga, cubrirse los pechos con los esbeltos brazos, bajar la vista, sonrojarse ella, fue todo en un instante.
Lo más insólito fue que Patricia se agachó para levantar el toallón, por lo que desde arriba vi sus tetas. Cuando intentó levantarse apoyé mi mano derecha en su cabeza mientras que con la izquierda agarré mi pija y la dirigí a su rostro. Fue un acto impensado, luego de hacerlo pensé que la jovencita, a la que le llevaba 25 años, se marcharía indignada y me denunciaría. Sin embargo la preciosa pendeja levantó su carita, sonrió y con sus dos manos me rodeó la verga.
– Señor, ¡me encanta su pija!, ¡es más linda que lo me dijo mi tía…! – dijo la impresionante pendeja.
– ¿Cómo?, ¿qué te dijo tu tía? – le pregunté entre asombrado y extasiado con sus dedos jugando en el glande mojado.
– Mi tía me contó que cuando se da cuenta que usted ya se durmió después de pajearse, entra a su pieza y lo mira desnudo, con el vientre y las piernas salpicadas de leche, y que algunas veces se la acarició hasta hacerla parar, y se la movió para ver como larga de nuevo su cosa, o se la chupó para tragarse lo que le sale… Mi tía me dijo que usted tiene un hermoso pedazo de carne, y que le daba pena que con tremenda pija tan linda, grandota y jugosa, no se la de a ninguna mujer…
– ¿Tu tía me vio desnudo y me pajeó y me la chupó? –exclamé atónito.
– ¡Si!, y yo le aposté a que haría que usted deje de pajearse y que me cogería, y después a ella. Dígame señor, ¿le gusta lo que tengo para cogerme?; pero si prefiere la paja, déjeme a mi que se la haga…
– Bueno, ¡entonces ganaste la apuesta!, vas a sentir mi pija por todas partes…
– Pero, señor, ¿le puedo pedir algo primero? Pero espere…
Patricia se levantó, dándome la espalda se sacó su bombachita y se sentó, descomunalmente desnuda, en la punta del sillón que había en el cuarto.
– Decime mi bebé, ¿qué quérés pedirme?
– Quiero ver como se hace la paja, quiero verlo desde el principio, desde que mira sexo y goza…
– ¿qué, tu tía también te dijo que miro sexo?
– ¡Si!, me contó que deja las sábanas, la almohada, la alfombra, duras de sus acabadas, y que en el DVD siempre hay películas calientes, y en la notebook las páginas de porno. A ella le gusta, porque cuando usted se va a trabajar ella se desnuda, se tira sobre su cama y mira las cosas que usted vio, y se refriega sobre su leche seca y usa sus juguetes para acabar y después lava todo…
– ¡Mirá vos de lo que me entero…! ¿Y tu tía te contó que ella se masturba en mi cama?; a mi me parecía tan formal que nunca me la imaginé pajeándose…, y menos me imagino contándote a vos lo que hace a solas…
– Bueno, no siempre lo hace sola…
– No entiendo…
– Mi tía me enseñó como se hace, y cuando fui mayor de edad empezamos a hacerlo juntas…; pero no somos lesbianas, nos damos placer juntas…
– Me dejás sin palabras… Ahora no se como la voy a mirar cuando vuelva a trabajar…
– ¿Le digo la verdad…? La tía lo que más quiere es chuparle la pija todas las noches, y que la coga, y yo estoy aquí para saber si a usted le gusta coger mujeres, además de la paja…
– Ese es un tema largo de contar… Pero decime, ¿en serio me decís que querés verme pajeándome…?
– ¡Si!, ¡por favor!; lo único es que en vez de mirar la computadora o la película, me mire a mi, desnuda o como sea, haciendo lo que usted me pida, para ver como se la mueve y como goza y como acaba…
– Patricia, vos estás viendo que ya tengo la pija parada, y con el cuerpito que tenés lo que quiero es cogerte…
– Si, ya se, yo también quiero esa pija adentro mío, pero primero déme este gustito y después le doy y hago lo que me pida…
– ¿Si me pajeo después vas a hacer todo lo que yo te diga…?
– Si señor, excepto cosas violentas…
– Eso no me gusta a mí. Bueno, provocame entonces, vas a ver como gozo con putitas hermosas como vos…
– Vaya usted al baño, dese una ducha fría así se le baja un poco y me da tiempo para prepararme…
Me duché y, acostumbrado a lo que hacía siempre bajo la ducha, estuve a punto de pajearme. Salí del baño con otro toallón sobre la entrepierna. La pija la tenía semiparada, pero tranquila. Y escuché la voz de Patricia, desde mi dormitorio.
Al entrar vi que el DVD estaba prendido y estaba rodando una película donde la rubia pornostar Riley Steele, con un doy, se refregaba contra el cuerpo de un veterano. Y del costado de la cama matrimonial se levantó Patricia, espléndida.
Ella medía más o menos 1,70 metro, pero se la veía inmensa, arriba de unos zapatos con tacos de 12 centímetros. Sobre sus piernas largas tenía unas medias caladas negras, con ligas a la mitad de los muslos. Un diminuto vestido de lycra roja, que dejaba ver el comienzo de los firmes cachetes de su culito y una tanguita negra, ajustaba su silueta esbelta y lograba que sus tetas, de talla 95 cm, parecieran dos melones jugosos. Se había pintado los labios de rojo.
Solté el toallón y mi pija saltó, parada, apuntando hacia arriba.
– Soy su putita, señor; puede mirarme y olerme, pero no tocarme; estoy aquí para que usted se toque, se haga la paja, mirándome…
– ¡Si mi nena puta!, ¡mirá como tengo la verga por vos!
– Tiresé en la cama y empiece entonces…
Así lo hice, me agarré la pija y empecé a moverla lentamente, mientras Patricia paseaba alrededor de la cama, moviéndose como gata en celo. Luego se puso a los pies, de espalda, se agachó y mostró su tanguita metido en el culo, y lo movió, y de a poco se sacó la bombachita dejándome ver sus sabrosos agujeritos depilados…



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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 22:05) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:40) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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