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Lo que me ha sucedido, por andar sin las bragas puestas… ( CON fotos)

Relato enviado por : narrador el 13/10/2015. Lecturas: 9734

etiquetas relato Lo que me ha sucedido, por andar sin las bragas puestas… ( CON fotos)   Confesiones .
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Resumen

No es que yo sea una loca, exhibicionista, no que va. Pero cuando recién y había cumplido mis cincuenta y tantos, comencé andar sin mis bragas puestas, todo debido a un pequeño accidente. Me encontraba en la calle, y de momento me dieron muchas ganas de orinar, y aguanté hasta que pude, pero apenas puse un pie dentro del baño para damas en el Centro Comercial, no pude evitar que se me saliera un chorro de orine. Por lo que las bragas que estaba, usando la mojé toda. Al grado que ya dentro del baño, tras quitármelas y asearme. Como eran de algodón, absorbieron bastante orine.



Relato

Bueno ya una vez que me asee, me dedique a lavarlas o mejor dicho enjuagarlas, en el lavamanos, para luego exprimirlas. Pero quedaron tan húmedas, que decidí no volver a ponérmelas. Así que algo cortada salí del baño, pensando que todo el mundo se daría cuenta, de que andaba caminando sin nada bajo la falda de mi vestido. Pero después de un rato, como que caí en cuenta, de que eso no era cierto. Y si lo fuera, es decir que se dieran cuenta, con que yo no me enterase, bastaba.

Si al regresar a casa, casi lo primero que hice fu entrar a nuestro dormitorio, donde justo, Luis mi esposo estaba durmiendo la siesta. Abrí la gaveta de las pantis, agarré la primera que vi, y frente a él, aunque como mi marido se encontraba durmiendo la siesta, ni se enteró de lo sucedido. Me las puse. Y como dicen, sentí que me regresó el alma al cuerpo. Pero ya en la sala mientras veía la TV, me puse a pensar en lo cómoda que me sentí andando sin bragas, y me dije a mi misma, que la próxima ocasión que saliera de casa, no me las iba a poner. Y así fue, no me las puse. Y me sentí de lo más cómoda otra vez.

Por lo que desde ese día, cada vez que podía andar sin mis bragas puestas, así lo hacía. Bueno a todas estas, Luis tampoco se había dado cuenta de que yo andaba así. Ya ni me preocupaba, cuando como a la semana siguiente regresé al Centro Comercial, me dio por tomarme un café. Y una vez que me lo sirvieron, tomé asiento en uno de los bancos cercanos, estaba tan distraída, que no me percaté que cuando cruzaba las piernas, aunque tenía puesta una falda ni muy corta ni muy larga, se me veía hasta el alma.

Me di cuenta de eso, cuando noté que un par de chicos de unos veinte años de edad, mientras desayunaban, no me quitaban los ojos de encima, y eso para una mujer de mi edad es algo raro. No sé que me dio, que en lugar de cerrar mis piernas, y quedarme sentada de lo más tranquila, de momento me provocó exhibirme, aunque de manera discreta, mientras supuestamente hablaba muy emocionada por medio de mi móvil, comencé a cruzar mis piernas, de manera más lenta y seguida. Dejando que aquel par de chicos, continuasen viendo, todo mi peludo coño, descaradamente. Hasta que ya cansada de ese juego, regresé a casa, muerta de la risa, preguntándome a mí misma, como era posible que me hubiera atrevido hacer semejante cosa.

No sé si fue lo morbosa de la situación, o el que yo haya tenido el valor de hacerlo, de manera consciente. O el estar imaginándome aquel par de chicos que me observaban, mantenían sexo conmigo, de las maneras más diversas, que se puedan imaginar. Pero todo eso como que me llenó de tanta energía. Tanta que al llegar a casa, me di una buena ducha, y esperé a mi marido completamente desnuda en el medio de nuestra sala.

Lo malo de todo eso fue que apenas me recosté en el sofá de la sala, recibí una llamada de Luis diciéndome, que venía a casa, acompañado de uno de sus empleados. Por lo que la idea de tener un caliente encuentro, con mi marido en el medio de la sala se me hizo sal y agua. Molesta, y frustrada, lo que hice fue subir a nuestro dormitorio a vestirme, para recibirlos. Ya estaba a punto de ponerme mis bragas, cuando de la rabia, se me ocurrió fue, nuevamente andar sin mis pantis puestas. Además de ponerme un pantalón o un vestido largo, se me ocurrió ponerme una corta falda plisada. Dejando ver a todos mis largas piernas. Cosa que de paso, mi marido ni notó.

Luis mi marido y su empleado, un tal Mario, llegaron a casa. Como de costumbre en cosa de breves minutos les preparé algo de comer, pero se me ocurrió al mismo tiempo, destapar unas cuantas cervezas. Y comenzar a servírselas a los dos, de manera indiscriminada. Luis por su parte, cuando comencé a verlo cabeceando, supe que en cosa de media hora, ya estaría bien dormido. Mientras que de forma discreta, me fui asegurando que el tal Mario, ocasionalmente, y de manera algo seguida viera mi coño. Mientras charlaba con mi esposo, y con migo a su lado.

Yo de manera distraída dejaba mis piernas ligeramente bien abiertas, cuando no era que las cruzaba, justo cuando intervenía en la conversación. Claro que en todo momento me cuide de que Luis no se diera cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Mientras que el tal Mario sentado frente a mi esposo y yo, se quedaba con la boca abierta, asentando, o negando con su cabeza, todo lo que yo dijera.

Más o menos como a la media hora, Luis se había quedado completamente dormido en el sofá. Por lo que yo de manera bien coqueta, le pedí a su empleado que me ayudase a llevarlo a nuestra habitación. Hasta esos momentos, mi intención no era otra que la de divertirme a costilla de ellos dos, pero a medida que fuimos subiendo por la escalera a mi esposo. A medida que Mario me ayudaba a llevar a Luis a nuestra habitación, pienso que accidentalmente, colocó una de sus manos sobre mis nalgas. Cuando él se dio cuenta de lo que estaba agarrando, algo asustado volteó a verme, mientras que yo le respondía con una seductora sonrisa que reflejaba satisfacción. Mario se quedó seguramente confundido, pero no retiró su mano de mi nalga, hasta que finalmente dejamos a Luis tirado tal y como se encontraba sobre nuestra cama.

Yo haciéndome la tonta, le invité a que bajase a tomarse otra cerveza, antes de que se fuera para su casa. Por lo que hice que tomase asiento en uno de los sillones de la sala, mientras que yo traía, otro par de cervezas para nosotros dos. No bien regresé, me senté justo frente a él, y tras entregarle la cerveza, de manera distraída, a medida que me la fui llevando a la boca, también nuevamente fui abriendo mis piernas. Mostrándole todo mi coño a Mario. Quien se volvió a quedar con la boca completamente abierta, observándome, como si sus ojos se quisieran salir de sus cuencas.

Realmente después de eso no hablamos mucho, Mario se quedó embelesado mirando mi coño, y cuando le dije en un tono sugestivo, que si quería acercase a verlo mejor. Él gateando se me acercó, mientras que yo mantenía mis piernas abiertas. En cosa de breves segundos, ya el empleado de mi marido se encontraba propinándome una exquisita mamada de coño, como nunca antes me la habían dado. Yo sentía su lengua jugando con mi clítoris, cuando no eran los labios de su boca, que chupaban los labios de mi vulva, de manera desesperada. Al parecer sin que los pelos de mi coño le molestasen.

Mi respiración se fue agitando, coloqué mis manos sobre su cabeza, y así continuó mamándome el coño, hasta que ya no pude más, y entre mis gemidos de placer, y soltando un caliente y gran chorro de fluidos de mi vulva, disfruté de un orgasmo como hacía muchos años que no disfrutaba. Ya en ese instante, me había olvidado por completo de Luis, y la verdad es que creo que en esos momentos poco me importaba si me llegaba a descubrir. Por lo que cuando apenas Mario se puso de pie, yo a pesar de lo agotada que me había dejado después de mamar mi coño de esa manera, le solté la correa del pantalón, los que se los bajé de inmediato, dejando en total libertad a su parada y juvenil verga.

Ya en ese instante nada más me bastó mantenerme con las piernas bien separadas, y recostarme sobre el sofá de la sala en el que estaba tendida, para que el empleado de mi marido, hiciera lo que debía hacer. Enterrarme todo su miembro sin consideración alguna.

Pienso que mis fuertes gemidos, se debieron escuchar a la vuelta de la esquina, pero la verdad es que poco me importó en esos momentos. Mario me enterraba su joven y viril miembro una y otra vez, me apretaba contra su cuerpo, y aunque ambos nos encontrábamos vestidos, él se las arregló para sacar una de mis tetas afuera de mi sostén y blusa, y a medida que me continuaba enterrando su sabrosa verga, me chupaba y mordisqueaba sádicamente, los pezones de mis tetas. En mi vida había sentido tanto placer al momento de tener sexo. Quizás por lo prohibido, quizás porque Mario es mucho más joven que yo, quizás por estar montándole los cuernos a mí marido, prácticamente frente a sus narices. O quizás fue por todo eso y algo más.

Tanto Mario como yo quedamos extenuados, él se puso de pie, se subió y arregló el pantalón, mientras que yo cerraba mi blusa, y colocaba mi falda en su lugar. Nos quedamos viendo sin decir palabra, él dio media vuelta y se marchó, mientras que yo permanecí sentada en el sofá, sumamente satisfecha por lo sucedido.

Aunque al llegar a mi habitación, y ver al pendejo de mi marido durmiendo, lo único que se me ocurrió hacer para divertirme un rato, fue quitarme toda la ropa, y comenzar a quitarle los pantalones y los boxes. Dejándolo con sus medias y camisa puesta. Luego tal y como me encontraba sin lavarme el coño siquiera, me dediqué a mamar su mustio y dormido miembro. En cosa de algunos minutos, comenzó a ponérsele bien duro dentro de mi boca. Al tiempo que Luis comenzó a despertarse, realmente no pasó mucho tiempo para que me enterrase su verga. Sin darse cuenta, de que todo mi coño ya había sido bastante usado por su empleado.

Al siguiente día mi marido se despidió dándome un tremendo beso, y una nalgada, amenazándome entre risas, con que esa noche me iba a volver a saltar encima. Yo no sé pero el verlo tan contento, como que me hizo sentir complejo de culpa, y lo único que se me ocurrió, fue pasar por la iglesia, para pedirle al padre Pedro que me confesara. El detalle es que no sé si fue por la prisa, o porque realmente así lo quise hacer, volví a salir de casa, sin mis bragas puestas. Por casualidad, cuando llegué a pedirle la confesión, el padre me indicó que los dos confesionarios, los estaban fumigando, debido a que al parecer las termitas se los estaban comiendo. Pero que si yo quería podíamos ir a la sacristía a que yo me confesase.

Por unos instantes los dudé, pero finalmente le dije que sí. Y después de que él cerró con llave la puerta de la sacristía, comencé con mi confesión. Ya le había dicho como yo me exhibía, y aun no le contaba lo que había hecho con Mario, cuando el padre me interrumpió preguntándome ¿Y ahora las cargas puestas o no? Yo aunque llena de vergüenza, pienso que le pude haber dicho que si, pero en lugar de eso, me levanté lentamente la falda, y le mostré mi peludo y desnudo coño. Me parece que el padre Pedro se iba a santiguar, pero como que cambió de idea, y colocando sus manos sobre mis rodillas, separó mis piernas, bajó su cabeza, y sin que yo hiciera nada en lo absoluto por impedírselo, se dedicó a mamar también todo mi coño, al tiempo que sacando su verga del pantalón, y la sotana, comenzó a masturbarse, al tiempo que no dejaba de mamar divinamente todo mi coño.

Bueno ahora digamos que soy mucho más intima del padre Pedro, que cualquier otra feligrés.



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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:35) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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