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LOS SECRETOS DE MAMA

dulces.placeres Relato enviado por : dulces.placeres el 17/10/2016. Lecturas: 7199

etiquetas relato LOS SECRETOS DE MAMA   Confesiones .
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Resumen
Mi nombre es María Cecilia, pero todos me llaman Ceci, tengo catorce años y estoy cursando mis estudios secundarios, segundo año...


Relato
LOS SECRETOS DE MAMA


Mi nombre es María Cecilia, pero todos me llaman Ceci, tengo catorce años y estoy cursando mis estudios secundarios, segundo año.
Físicamente tengo el cuerpo de una niña adolescente acorde a mi edad, aunque soy muy parecida a mi madre, sucede que ella es delgada, petisa y de pequeña contextura, en realidad, es ella quien aparenta ser mucho más joven de lo que es, aunque ya pasó hace tiempo la cuarta década.
Soy única hija, mis padres son divorciados, papá dejó nuestro hogar cuando tenía cinco años, es un buen hombre, me visita a menudo y me da demasiados gustos.
Mamá intentó grabar en mi cerebro las cosas según su conveniencia, pintando a mi viejo como una mala persona, pero con el tiempo me di cuenta que en realidad ella es la mala de la película, con un carácter agrio y bastante dictatorial.

Supe conocer demasiados ‘nuevos papis’, tipos de dudosa reputación que con el tiempo comprendí que solo establecían un vínculo sexual con mamá. A ella también le gusta demasiado la bebida, y si bien es cierto que jamás la vi alcoholizada, sé que los tragos le hace perder la promiscuidad y era moneda corriente escuchar sus gemidos mientras yo simulaba dormir, o encontrar prendas suyas o envoltorios de preservativos dispersos por doquier.
Era un tema que salía a flote en cada encuentro con mi padre, él le recriminaba por lo que yo le contaba, ella lo negaba y luego, ella me recriminaba porque yo le contaba, era un círculo vicioso.
En definitiva, creo que sin querer me transformé en un espejo de mi madre…

Hace dos años perdí mi virginidad, en realidad soy virgen en el sentido que jamás intimé con ningún chico, pero el meterme objetos en mi vagina hizo lo suyo…
No hablo mucho de estas cosas con mis compañeras por temor a que me vean como a una putita, pero no saben cómo me excitan los varones y pensar en su sexo, de alguna manera quería ser como mamá, y sin buscarlo tendría la posibilidad.
Siempre compartíamos horarios, mientras ella trabaja en una oficina por la tarde, yo voy al colegio, pero hace unos días ella se vio forzada a hacer doble turno ya que su compañera de la mañana había renunciado.
Por primera vez, tenía la casa bajo mi total dominio, para hacer y deshacer y dejar correr mi loca cabecita.

Todo comenzó esa mañana, mamá me dio un beso de despedida asumiendo que estaba aún dormida, me quedé una hora en la cama haciendo nada, me levanté, me higienicé y desayuné, hice mi cama y cuando estaba haciendo la de ella encontré atrás de la misma una pequeña tanga violeta que había dejado olvidada, sentí un rechazo y un fastidio, pero esto me llevó a revisar sus cosas, cosa que me era prohibido, era invadir su intimidad…
En el tercer cajón, el que estaba contra el piso encontré hermosa lencería perfumada, suave al tacto, no tenía idea que mamá tenía estas cosas, puntillas, encajes, transparencias, colores, una delicia para mis ojos inexpertos. Sentí la necesidad de probar lo que se sentía, corrí a la puerta para trabarla por cualquier imprevisto, volví al cuarto y me desnudé por completo…

Elegí con cuidado que ponerme, primero una musculosa de red, muy adherida a la piel, los hilos del entramado hicieron cosquillas en mis erizados pezones, me subí una tanga morada con aroma a frutillas, nunca había tenido algo así de diminuto, sentí un placer extremo cuando la tela se introdujo en la raya de mi trasero, seguí por un porta ligas negro y unas medias de nylon del mismo tono, la nota de color fue lo quince minutos que tardé con los enganches que me resultaron incómodos, producto de mi inexperiencia, se me zafaban una y otra vez.
Fui al cajón de sus zapatos y elegí los de tacos más altos, unos veinte centímetros, me sentía tan mujer, tan femenina, tan puta…
Era la primera vez que caminaba sobre tacos tan altos, me bamboleaba de un lado a otro, me dirigí entonces al baño, a pintarme los labios y los ojos, todo cerraba perfecto.

Caminé frente al espejo, me miraba, me sentía tan mujer, aunque solo veía a una niña…
Terminé sobre mi cama, recostada con las piernas abiertas y los tacos sobre la colcha, acariciando mis pezones, mi clítoris y la humedad de mi sexo, me mordía los labios, cerraba los ojos…
De repente volví a la realidad, el pensamiento interrumpió la pasión y un frío helado recorrió mi cuerpo, que pasaría si enganchaba esas medias de nylon? Y si manchara con flujo la tanga? Y si no acomodara cada cosa en su lugar? No estaba dispuesta a dar explicaciones a mi madre…
Me olvidé de todo y guardé las cosas lo mejor posible, comprobé que la tanga ya estaba manchada y la limpié lo mejor posible.
Para mi suerte, mi mamá jamás notó nada, pero esa jornada casi no pude mirarla a los ojos, el miedo, la vergüenza y mi conciencia pesaban demasiado…

Pero al día siguiente todo había cambiado, otra vez sola no pude resistirme a abrir nuevamente ese cajón, como un canto de sirenas, solo quería observar.
Esta vez no solo abrí el cajón sino que lo saqué por completo y lo puse sobre su cama, descubriría al fondo del mismo otro cajón de pequeñas dimensiones y al abrirlo encontré varios consoladores y juguetes sexuales de diferentes formas y tamaño, mis ojos se agrandaron ante la sorpresa y la tentación se me hizo imposible de esquivar.

Tomé un juguete color piel, era rígido pero flexible, con la forma perfecta de un pene erecto, con un glande desnudo y apetecibles testículos, calculo que casi de unos veinte centímetros, lo observé detenidamente, nunca había visto algo así, tenía una sopapa en la base para adherirlo a otra superficie, lo olí y lo besé con timidez, el aroma y sabor a plástico me desagradó, pero necesitaba experimentar e imaginar lo que sería lamer uno así realmente.
Fui hasta la cocina donde está el refrigerador, abrí un frasco de mermelada de frambuesa y metí en él el consolador, me aseguré de embardunarlo de punta a punta y luego lo adherí a la pared, calculando una entrepierna masculina.
Me arrodillé, se veía imponente y el peso lo hacía inclinarse levemente hacia abajo, empecé a lamerlo de punta a punta, pronto mis mejillas se fueron ensuciando con el dulce, una excitación comenzó a brotar en mis poros, así de rico se sentiría? Abrí mis labios para encerrar ese glande de mi boca, aspiré presionando con mi lengua en la parte inferior, cerré mis ojos imaginando que era real, mis pezones estaban duros y sentía mojarme, llevé una mano a mi clítoris para acariciarlo rítmicamente.
Busqué explorar con distintas alternativas de juego, a medida que pasaban los segundos mi calor crecía y me obligaba a buscar nuevos límites, probé empujando un poco más adentro, y un poco más, a la mitad ya había topado en mi garganta, traté de amoldarme y empujé más y más, tuve que soltar con una arcada, necesitaba tomar aire, se me cortaba la respiración, mis ojos estaban llenos de lágrimas, pero mi concha ardía, ardía de deseo, de pecado…
Volví a la carga, sentía llegar mi orgasmo, en mi mente imaginaba estar siendo violada, empujé, empujé hasta llegar el fondo, mi lengua estaba sobre esos testículos del juguete, fue terrible, el aire apenas escapaba de mis fosas nasales, no pude soportarlo, lo solté para gritar mi placer contenido…

La calma lentamente volvía al lugar, aún con mis muslos temblando y mi garganta dolorida no podía creer lo que había vivido, al igual que el día anterior, limpié todo y acomodé cada cosa en su lugar, mi madre no tardaría en regresar…

El Jueves amanecería lloviendo, apenas sentí cuando ella echaba llave a la puerta, me levanté como un resorte, pasé casi volando por el baño a orinar, lavarme la cara y los dientes, en un suspiro estaba otra vez con la caja secreta, esta vez el elegido sería un juguete que parecía de cristal, demasiado gordo y cabezón, luego se angostaba y terminaba en una pequeña base, era joven, pero sabía muy bien cómo usarlo.
Volví al refrigerador, tomé un trozo de manteca y lo mantuve hasta que se derritiera al sol que entraba por la ventana mientras desnudaba mi intimidad, luego unté bien al amigo, también mis dedos para llevarlos a mi esfínter, primero un dedo, luego dos, fui preparando el ingreso. Al fin llevé el plug y comencé a forzar, al principio fue fácil pero al irse ensanchando noté una dolorosa y férrea resistencia, mi madre no andaba con miniaturas…
Probé una y otra vez, parecía cortarse mi respiración en cada intento, pero jamás renuncio a un objetivo…
Al fin mi esfínter superó el mayor diámetro y trató de cerrarse por instinto, metiendo el grosor hacia adentro y dejando la pequeña base afuera, mi culo había quedado aprisionado a ambos lados y aún en su parte menor el diámetro era enorme, dolorosa y exquisitamente placentero…

Me puse la bombacha, un pantalón de jean y fui con mi computadora, quería estar toda la mañana con ese objeto incrustado y el solo pensar me hacía excitar, el solo mecerme sobre la silla me hacía excitar, el solo imaginarme me hacía excitar, el doloroso placer me hacía excitar…
La realidad fue que aguanté poco más de una hora, tenía necesidades impostergables de ir de cuerpo y tuve que abortar mi plan, eso sí, comprobé que mi esfínter había quedado destruido y que mis dedos se iban adentro sin ninguna clase de obstáculo, me sentí puta, y me gustó sentirme así…

Me costó recuperarme, pero esa noche me masturbé terriblemente hasta quedarme dormida…

Ayer no perdí tiempo, necesitaba experimentar, esta vez un doble dildo sería mi experimento, dos pijas gruesas y apetitosas, dos en uno, esta vez tomaría las cosas con un poco más de calma, saqué las pilas del control remoto del aire y las puse en su lugar, giré la perilla y lo sentí vibrar en mi mano, me desnudé por completo y me recosté sobre mi cama, besé y lamí a ambos miembros, en mi mente estaba con dos hombres y eso me fascinaba, me mojaba de solo pensarlo…
Mientras acariciaba uno de mis pezones, pasaba el chiche una y otra vez sobre mi clítoris, pacientemente, llevé mis dedos a mi esfínter, para prepararlo, cuando estuvo generosamente dilatado y lubricado asumí que había llegado el momento…

Apoyé cada cabeza en cada agujero, y forcé ambas entradas, lentamente esos dos animales invadieron mi intimidad, mi concha y mi culo se llenaron al mismo tiempo, hasta hacer tope en lo profundo, me sentí tan llena.
Giré la perilla y la suave vibración invadió mi sexo, mis nervios, mi fuente de placer, los tenía a ambos tan profundo… suspiro al recordarlo, pronto necesité aumentar la velocidad, más tenía más quería, los orgasmos brotaban como agua de manantial, pronto estaba al máximo, como si mi argolla hubiera sido invadida de golpe por miles de abejas furiosas, gemía inconscientemente, me contraje, temblé, cambié una y otra vez de posición, seguí hasta rendirme extenuada y complacida…
Pero no podría sacar mi mente de él, al poco tiempo volví a jugar, y después también y al tiempo otro rato, hasta perder el control…

Creí prudente compartir con ustedes lo que estoy viviendo, necesitaba contárselo a alguien y así lo termino de hacer, releo lo escrito y me siento excitada, caliente, con la respiración exaltada, y la sangre bullendo por mis venas, el tiempo corre, debo dejarlos… tengo más juguetes que probar…


Si eres mayor de edad puedes escribirme a con título ‘LOS SECRETOS DE MAMA’ a dulces.placeres@live.com

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