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luna cristalina

Relato enviado por: breathingholes el 20/5/2009. Lecturas: 4366
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. Sin haber cruzado palabra deseaba tremendamente su contorneado cuerpo, su delgada figura, sus pechos redondos y precisos, sus caderas y sus labios. El día oscurecía, la luna cristalizada traía a mi mente el recuerdo de una chica a quien solía ver cada mañana en la parada de buses. No había explicación para tal fenómeno pues toda mi vida había sido completamente heterosexual, más esta chica se atravesaba en mis pensamientos, pensaba constantemente en ella, en sus ojos azules, su tez blanca y su hermoso pelo rojo. Sin haber cruzado palabra deseaba tremendamente su contorneado cuerpo, su delgada figura, sus pechos redondos y precisos, sus caderas y sus labios. Pero no fue hasta aquella ocasión en que oscurecía el día y la luna cristalina la trajo hasta la parada de buses, entonces su mirada se detuvo en la mía y en un hecho sorpresivo me sonrió delicada y coquetamente, pero más allá de la coquetería y suavidad, su mirada había sido sugerente, casi provocativa. Consternada y ante la sorpresa voltié la vista, ¿sería cierto lo que había visto?, ¿o sería solo un espejismo de la malvada luna cristalina?, y si fuera cierto que ella estaba ahí observándome, ¿era aquella mirada algún indicio de provocación?
Entonces ella se acercó a mí, preguntó que si conocía una dirección y le contesté que vivía cerca de ahí, ¡dichoso destino conocer el lugar! Ante la oportunidad inédita le ofrecí ir juntas, y ella volvió a sonreír. ¡Gracias, encantada!
Tomamos el auto bus y antes de legar al lugar, cerca de mi departamento, confesó sentirse mal y que el lugar al que iba era una fiesta y ya no quería ir y que prefería un vaso de agua. Nos bajamos en mi calle, entramos al departamento y una vez ahí no podía creer lo que mis ojos veían…
Le di agua y entonces dijo:
- te he visto observarme cada mañana en la parada
Sorprendida y avergonzada la respondí:
- lo siento, es que me pareces muy linda
- pues tú a mi también y no he podido dejar de pensar en ti.

No fue necesaria ni una palabra más, al instante nuestros labios ya estaban entrelazados, nuestras lenguas bailando juntas en el interior, de pié y rozando los cuerpos apasionadamente chocando. La dirigí así hasta mi habitación, donde comencé a besarle el cuello mientras su cuerpo palpitando me pedía más, fue así como desabotoné uno a uno los botones de su blusa, luego de realizado aquello, toqué desenfrenadamente sus senos, arranqué el brasier y tomé con mis manos ambos pechos dirigiendo mi rostro hacia ellos, con mi boca los succioné, con mi lengua los lamí y con mis dientes apreté levemente sus pezones. Luego volvimos a besarnos, y aparto la boca para decirme al oído lo que deseaba; asentí. Me deslicé por su cuerpo mientras la acostaba en la cama, ella quitó sus pantalones y lentamente separé sus piernas, besando cada espacio que se abría ante mi vista, llegué a su clítoris suave y rosado, y sentí el olor de sus jugos y me pareció tan agradable que decidí beberlos por completo mientras las manos de mi amante tocaban sus senos. De pronto su rostro agudizó su mirada fija en mí, y de sus labios exhaló un tímido gemido de placer, comprendí lo evidente.
Antes de lograr restablecerme en pié sentí sus manos tirando de mi blusa, así lo hizo y un tremendo escalofrío recorrió mi cuerpo,¡ que delicioso fue sentir su lengua en mis pezones! Sus manos apretándome. Su boca buscando apasionadamente cada espacio de mi cuerpo, mi cuello, mi boca. Me quietó la falda que llevaba puesta y las dos completamente desnudas nos rozábamos, fundiéndonos en calurosos besos y tocaciones extraordinarias hasta que de pronto se irguió sobre mí, separó mis piernas y las entrelazó a las suyas quedando nuestras vaginas una frente a la otra, completamente húmedas como si ambas fueran la misma luna cristalina encontrando su unión perfecta. Y así fue como la cima del placer llegó a nuestros cuerpos en un vaivén de movimientos en que nuestros clítoris chocaban, y se contraian tiritando de emoción. Nuestras miradas fijas y mis manos recorriendo su cuerpo.

No sé si habrá sido el destino o la caprichosa luna que deseaba ver dos almas y dos cuerpos casi idénticos fundirse mientras el día oscurecía, pero desde aquel día, auquella chica y yo nos encontramos en la parada, nos miramos con provocación y recordamos al unísono nuestros cuerpos y nuestro placer.