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MAMA Y MI ENTRENADOR (I)

Relato enviado por : Anonymous el 12/06/2007. Lecturas: 16936

etiquetas relato MAMA Y MI ENTRENADOR  (I) .
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Resumen
Una joven mamá insatisfecha , con su marido a miles de kilómetros, conoce al entrenador deportivo de su hijo y se recalienta.


Relato
Me llamo Edu, tengo 16 años, soy buen estudiante y mejor deportista. Practico beisbol en el club de mi colegio y vivo felizmente con mi familia. Papá tiene 41 años, es marino mercante y mamá cuatro años menos pero aparenta mucho más joven porque es muy guapa y se cuida mucho. Todas las tardes, después de las clases, me voy a entrenar al pabellón escolar junto a mis compañeros, bajo la dirección de un magnífico entrenador cubano llamado Waldo. Nuestro técnico fue hace años jugador profesional en su país pero aprovechando una gira por Europa pidió asilo político y se quedó en España. Waldo es un atlético mulato , de unos 27 años, muy atractivo y, sobre todo, un gran maestro; todo lo que mi equipo sabe de buen beisbol se lo debe a él. Pues así fue como una tarde, después del entrenamiento, cuando regresaba a mi casa en mi moto fui embestido por un auto que me arrolló y con el golpe me rompí la pierna izquierda por dos partes. Después del consabido susto, sobre todo por parte de mi madre que es muy aprensiva, me operaron de urgencia en el hospital y a los pocos días ya continuaba mi convalecencia en casa.

En casa estábamos solos mi mamá y yo, ya que mi padre estaba embarcado por las costas de Canadá. Todos los días nos llamaba por teléfono para interesarse por mi estado de salud. Yo me iba recuperando satisfactoriamente aunque apenas me modía mover y para andar lo tenía que hacer con muletas. Por lo demás, no lo pasaba del todo mal en casa: veía la tele, veía pelis, leía, navegaba por internet ... y recibía innumerables visitas de amigos y compañeros del equipo. A veces, cuando mi madre salía por algún motivo, para matar la curiosidad me metía en su habitación y hurgaba en sus cajones y armarios. Siempre sentí esta morbosa curiosidad por revolver en sus cosas para descubrir algún secretito. Y así fue como una tarde descubrí escondido dentro de un zapato un vibrador. Como funcionaba, deduje que mamá aún lo utilizaba y eso me produjo mucha excitación. Aquella noche , después de cenar, no hacía más que pensar en el consolador de mamá así que me levanté sigilosamente en medio de la oscuridad y puse la oreja en la puerta de su dormitorio. Al poco rató sentí el ruido del motorcito del vibrador, así que confirmé mi sospecha de que mamá le ponía los cuernos a papá con un consolador . Vuelto a la cama me planteé que tenía que ver como mamá se pajeaba pues sólo pensarlo me ponía recaliente y no podía dejar de jalarme. De manera que, al día siguiente, cuando mamá se fue al mercado a hacer la compra, cogí un berbiquí y agujereé la puerta de su alcoba con un pequeño orificio casi imperceptible. Ahora, a esperar que llegase la noche.

Aquella tarde recibí la visita de mi entrenador, que mamá ya conocía de haberlo visto en los partidos y en la visita que me hizo en el hospital. Estábamos ya en verano y hacía un calor horrible. A mí me picaba la pierna escayolada después de quince días de estar inmovilizado, y miraba con envidia desde mi ventana la piscina de nuestro edificio, llena de vecinos que se bañaban y se divertían. Waldo venía con una camiseta ajustada que resaltaba su musculatura y un jeans que
remarcaba un considerable paquete. Mi mamá lo recibió con gran amabilidad, le ofreció un refresco y nos dejó solos hablando de la marcha del equipo, en el que se notaba mi ausencia pues era un buen goleador. Al cabo de un rato apareció mi madre con un biquini muy provocativo que resaltaba su espléndida figura y una toalla. Me dijo:
- Edu, me voy a tomar un baño a la piscina comunitaria. Y tú, Waldo, ¿por qué no vienes a darte un chapuzón, que hace mucho calor?
Waldo se excusó diciendo que no había traído bañador pero mi madre le dijo: "Edu te prestará uno de los suyos, ¿verdad, hijo?" Asentí y fui a mi cómoda a buscar uno y se lo ofrecí al entrenador. Mi madre salió de la habitación y Waldo se dispuso a ponerse la prenda. Fue entonces cuando vi la enorme polla que colgaba de la entrepierna del mulato. En mi vida había visto una verga semejante, ni en las pelis porno. Le tambaleaba fláccida pero debía medir como unos treinta centímetros, era gorda y la acompañaban dos huevos como melones. Waldo acomodó todo aquello como pudo en el justito bañador tipo slip, me pidió una toalla y bajó para la piscina donde ya lo estaba esperando mi madre.

Se acomodó junto a ella en una hamaca contigua. Yo los veía desde la ventana a dos pisos de altura, así que no sabía de lo que hablaban, pero observaban que se reían y se arrimaban con demasiada confianza. Al poco tiempo Waldo se puso a aplicarle crema solar a mi madre. Ella se había sacado el sujetador , se había tumbado boca arriba y él deslizaba el aceite con toda sensualidad sobre
su cuerpo, parándose sobre todo en los pechos y los pezones. A mí me hervía la sangre: ¡hacer aquella escena tan descarada en público, delante de los vecinos! No tardó mi mamá en darse la vuelta y mostrarse de espaldas. El moreno continuó gustoso su tarea de aplicar la crema. Espalda, brazos, muslos... su mano ya estaba rozando la entrepierna y me pareció que le estaba rozando la rajita. Mi polla estaba a punto de reventar, así que entorné las cortinas para poder ver sin ser visto y mientras presenciaba aquella tórrida escena me empecé a
hacer una paja. Pronto mi leche abundante se estrelló sobre el cristal de la ventana. Unas dos horas después subieron a casa en medio de risas y bromas. Me contaron que lo habían pasado muy bien y que sentían mucho que yo no hubiese podido bar.Waldo se dispuso a marcharse., antes se sacó el bañador, me dio las gracias por prestárselo y me lo devolvió. Entonces fue cuando pude comprobar que estaba todo mojado de lefa. El muy cabrón se había excitado tanto con mi madre que tuvo una eyaculación sin necesidad de meneársela. Yo estaba que echaba humo, pero mis proyectos para aquella noche me daban ánimo y me producían mucho morbo: Si todo salía bien, vería a mi madre hacerse una paja con un vibrador, algo que no se ve todos los días.

Después de cenar, vi un rato la tele y me retiré a mi habitación. Mi madre quedó todavía un tiempo y también se fue para su dormitorio. Yo estaba en total silencio para que mamá creyera que ya estaba dormido. Esperé a que ella se metiera en su alcoba y cerrase la puerta. Me levanté gateando sin muletas conteniendo la respiración, me acerqué a la puerta y comprobé con gran alegría que el agujerito que había hecho era suficiente para ver con toda panorámica la cama de mis padres; además la luz interior era ideal y podía verlo todo perfectamente. Mamá estaba completamente desnuda, la conchita la tenía depilada y tenía un moreno precioso del sol que tomaba en la piscina. Fue a su armario y del zapato sacó el vibrador. Se tumbó sobre la cama, lo giró para que conectara la batería, lo metió en la boca para ensalivarlo y ... abriéndose de piernas, lo metió en su vagina. Movía el cuerpo como una lagartija, levantaba las caderas y se arqueaba para sentir en su útero aquel aparato. Estuvo un buen rato excitando con la punta del consolador su clítoris y luego volvió a meterlo completamente en el coño, mientras que con la otra mano se apretaba las tetas. La concha derramaba jugos vaginales, que le chorreaban por los muslos y, entonces, en el
gran momento del orgasmo, empezó a gemir y gritar como una perra en celo y exclamó: "Waldo, Waldo, Waldooooo".
Me fui como pude a la pata coja, empalmado como
un burro y nada más meterme en cama empecé un pajote como no recuerdo. Tal era mi calentura y descontrol que mojé toda la sábana y a continuación me quedé dormido como un pachá con la poronga en la mano sintiendo el bombeo de la sangre en mis sienes.

Al día siguiente estuve dándole vueltas a la cabeza a todo lo que había acontecido de vísperas. De alguna manera quería comprender a mamá, que llevaba seis meses sin sexo. Seguramente papá no se privaría de estar follando con putas en cada puerto donde tocaba su barco. Ya no era el asunto del vibrador lo que más me preocupaba, sino que en medio del orgasmo mamá no hubiese exclamado el nombre de papá sino el de mi entrenador. No se me iba de los oidos aquellos jadeos lujuriosos diciendo "Waldo, Waldo, Waldo". Aquella tarde volví a quedar solo, mi madre salió de compras, así que volví a entrar en su dormitorio, fui al zapato y cogí el consolador. Sentí una extraña sensación al tenerlo en mis manos, distinta a la anterior vez. Lo llevé a la nariz y me pareció sentir el olor a vagina de mi madre. Me excité sobremanera. Fui a su cajón de ropa interior y le cogí una braguita. Entonces, me bajé el chándal y los calzoncillos , me tumbé sobre la cama arrastrando mi pesada pierna escayolada, puse la bombacha de mamá sobre la cara y me metí el vibrabor ensalivado como había hecho ella, en el culo. Entró con facilidad todo entero en el orto, lo puse a la máxima potencia y empecé a sentir un gusto indescriptible. Tal fue el placer que al rato me corrí sin necesidad de tocarme la chota. Estaba todavía disfrutando del post-orgasmo cuando sonó el teléfono. Guardé raudo el artilugio en el zapato, coloqué la braguita en el cajón, ordené la cama y fui a la salita sin muletas arrastrando la pierna lesionada para responder. Era de la clínica para decirme que mañana ya podía ir a sacarme el yeso.

(Continuará ...)

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:59) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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