Mamada al papi puertorriqueño

Tendría yo unos 16 años de edad. No recuerdo exactamente la fecha. Hace quizás unos 10 años. En aquel entonces viajaba bastante seguido a Miami, EU, por motivos familiares. Pero esta vez era distinto. Sería mi regalo de promoción, hasta la fecha mi último viaje. Por lo que esta vez ya podría ir por lo menos a beber a las casas de mis amigos y primos de allá, o en las costas de South Beach.

Una noche unos primos me prometieron conseguirme un fake ID - identidad falsa - para lograr entrar a una de las discos de Miami Beach. Sin embargo, al ver que las horas transcurrían y nunca llegaban, mis esperanzas se fueron, yo ya me regresaría a mi país natal con las ganas de conocer alguna discoteca gringa.

De pronto me vi solitario en casa con una prima la que quizás era 4 años mayor que yo. Me dijo que llegaría un amigo suyo a visitarnos, Roberto. Roberto ya había llegado anteriormente a la casa, era un muchacho quizás no apuesto pero su porte latino, alto, de piel negra, y su acento caribeño, eran llamativos. Aunque hasta el momento no me había fijado en él. Yo aún no tenía mucha experiencia en el campo. A pesar que visitaba discos gays, no era promiscuo aún.

Roberto llegó a las 10pm, ya mis tíos estaban dormidos, la casa estaba oscura, solitaria y aburrida. Fue donde comenzó el plan que creó que entre mi prima y Roberto idearon.
Yo era un muchacho simpático que a leguas se le echaba de ver lo afeminado, y él, todo lo contrario, no se le notaba lo gay o bisexual.

El primer plan, que estoy casi seguro, fue de arrancar el automóvil e irnos a dar vueltas a un residencial vecino. Era ilógico. Si estábamos aburridos bien pudimos haber ido al cine, no a un residencial oscuro a gastar gasolina. Mi prima, insistió en sentarse atrás, puesto que se quería recostar.

Mientras Roberto conduciía y yo iba en el asiento pasajero, el delicadamente tocaba mi pierna. Yo al inicio no creía lo que estaba sucediendo, pero cada vez sus movimientos eran más bruscos y notorios. A lo que yo accedí a ese juego, dejando mi pierna más cercana hacia él.

Regresamos a casa e inmediatamente mi prima se encerró en su cuarto. Dejándonos a nosotros dos solos en la sala. Me senté en un sofá y Roberto dijo que iría a beber agua. Sin embargo su ruta no fue la cocina, fue darle vuelta al sofá, para quedar detrás mía y abrazarme y besarme apasionadamente el cuello. Yo estaba ATERRADO. Aterrado porque no sabía bien lo que estaba pasando, y también porque estábamos en la casa de mis tíos, los cuales nos podían ver.

Yo haciéndome el difícil y debo decir con una reacción muy nerviosa y rara, él me tomó de la mano y me dirigió al baño.
Nos encerramos, nos besamos y como yo ya había mamado una que otra verga, me senté en la tasa del inodoro, esperando mientras el se sacaba el pollón. Pollón de sus casi 20cm, grueso, y con muchas venas notorias. Estaba por estallar.

Comencé a succionarle, mi garganta no cubría ni la mitad de su tronco. Era el primer vergón que me tragaba y debo decir el más grande luego de 10 años que han transcurrido.
Lo hacíamos de manera silenciosa,sólo se escuchaba el ruido del A/c, y un poco el vaivén del metal de su faja.

Sus huevos al contrario eran pequeños, y un poco velludos. Me dio vuelta como con la intención de quitarme el pantalón, pero para desgracia de mis lectores, no permití me cogiera. Yo era virgen aún. Y me aterraba ese tamaño, por lo que recuerdo que le dije: - You"re not going to place that big thing on my ass.
(No pondrás esa gran cosa en mi culo.)

El, respetuosamente, me sentó de vuelta y seguimos en la acción de la mamada. Hasta que hizo un gesto de venirse, abrió la puerta de la ducha y recuerdo que como una fuente, llenó toda la tina de líquido blanco amarillesco.

Para después, nunca más volver a ver a Roberto. El único puertorriqueño y de color negro con el que he estado.