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Marlene 01

Relato enviado por : ivloguer el 08/05/2013. Lecturas: 5715

etiquetas relato Marlene 01   Jovenes .
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Resumen
(Saga de la serie Alicia, es recomendable leerla primero para conocer a los personajes y la razón de la ambientación sci-fi)



Relato
Marlene 01

(Saga de la serie Alicia, es recomendable leerla primero para conocer a los personajes y la razón de la ambientación sci-fi)

Fui despertando lentamente en la mañana, aún estaba oscuro y no lograba distinguir el dormitorio.
Quise encender la lámpara de mi mesita de noche pero los brazos no me respondían, pensé que estaba paralizado tal vez sufriendo un derrame cerebro-vascular.

Trataba de recordar la noche anterior pero mi mente estaba vacía, ni siquiera sabía mi nombre.
Una tenue luz se incrementaba y pude atisbar unas borrosas sombras que se estaban definiendo, se estaba perfilando la pared del cuarto. O algo semejante ya que lo percibía cerquita, también el techo estaba a centímetros de mi cara.

Llegaban ráfagas de recuerdos confusos, me pareció que estaba de rodillas ante una tumba, sentía un frío viento mientras estaba aferrando una herramienta. Lentamente las imágenes se hacían más claras y un brillo me cegaba, el brillo de una afilada hoja que empuñaba con fuerza y estaba por aplicarla contra mi cuerpo.
Los recuerdos llegaron como un baldazo de agua fría, ahora tenía vívidas memorias de que estuve en el cementerio y preparando mi viaje para reunirme con una persona, una persona llamada Marlene.

Eso me produjo un alivio pero inmediatamente puse atención en mi condición actual, estaba encerrado dentro de un acolchado féretro, debería estar oscuro y sin aire.
Me percaté que podía aguantar la respiración, tanto que no respiraba nada. Extraño ya que me sentía igual y sin la necesidad de una bocanada de oxígeno. Le resté importancia para pensar que debería estar oscuro pero una luz de origen indefinido me permitía ver.

Otro helado baldazo de conciencia me hizo comprender que estaba muerto, que estaba en una sepultura sin recordar quién me había metido allí, pero tenía la certeza del porqué: recordaba la filosa hoja enterrándose en mi carne.
Hice ademán de empujar el techo, esa tapa de madera a un par metros bajo tierra. No la pude empujar: mi mano pasó por dentro de la madera, parecía que estaba perforando eso que me tapaba.
Me incorporé lentamente mientras metía la cabeza através de la madera y percibía todo oscuro, la tierra que estaba encima de mi féretro.

Trepé como si estuviese nadando en esa solidez para sacar la cabeza através de la loza.
Sentado sobre mi tumba podía ver una hilera de lápidas y a lo lejos una viuda, toda vestida de negro llevando un ramo de flores mientras caminaba lentamente.
Me puse a cavilar acerca de mi nueva situación, debería estar en el cielo o algún lugar semejante reunido con Marlene. Después de todo mi viaje fue para verla y estar con ella para siempre.

No, todo parecía normal, menos un hombre sentado sobre una tumba y vestido con un traje que no tenía cerrada la espalda.
Miré mis brazos y efectivamente vestía un saco que no recordaba haberme puesto nunca, la mujer de luto se estaba acercando por el caminito de ladrillos rojos y me levanté para cortarle el paso: la señora me atravesó como si yo no existiese.
Preocupado pensaba en que debería visitar a mucha gente pero que ellos no me verían ni percibirían mi presencia.

El primer impulso me llevó a la casa de Marlene pero en el camino recordé que ella ya no vivía allí, que ella ya no vivía.
Resignado me puse a recorrer la calle con la mirada, si yo estaba allí era probable que ella también estuviese caminando por la ciudad, cumpliendo en la Tierra los años que le restaban de vida biológica.

Tratando de decidir mis pasos, pensé que la persona mas importante de mi vida era mi hijita. Debería decir de mi anterior vida.
Me detuve ante un semáforo para esperar el paso cuando recordé que ya no debería esperar más, crucé la calle mientras un veloz automóvil me atravesaba el cuerpo.
Ante mi casa, o mejor dicho la casa de mi hija, estaba por oprimir el timbre cuando me percaté que sería inútil, que casi todo lo que hiciese desde ahora sería inútil.

Estaba llegando Alicia desde su colegio, caminaba lentamente y con carita triste. Quise correr hacia ella y abrazarla pero me dí cuenta que no tendría sentido: ella no podía verme.
Cuando estuvo cerquita estiré la cabeza pero terminé besando el aire, su carita pasó limpiamente por entre mis temblorosos labios.
Me cerró la puerta en la cara pero eso no era problema, yo no necesitaba abrir esa puerta para entrar a casa.

Moría de deseos por sentir sus bracitos alrededor de mi cuello, pero realmente no me moría: ya estaba muerto.
Dejó su mochila en una silla sentándose ante la computadora, mi computadora que se había traído del departamento y muchos libros que pude reconocer. También estaba el reproductor de música a cuyo lado dormité la semana pasada mientras intentaba escuchar todos los discos de Marlene.

Sobre la mesa se apoyaba un cuadrito, allí estaba mi sonriente cara enmarcada. Mi rostro estaba estático y congelado en el tiempo con esos ojos que parecían estar mirando a Alicia.
Ella tomó el cuadro y le dio un beso, cuando lo apoyó nuevamente rodaba una gota por su mejilla.
Me abalancé sobre ella para abrazarla, pero pasé de largo quedando con la cara enterrada dentro del piso y observando al vecino de la planta baja mientras preparaba comida; esto no estaba funcionando bien...

Me quedé parado a su lado observando a los dedos teclear, mientras le acaricié la cabellera con suavidad para no meter la mano dentro de su cerebro.
Cuando terminó de revisar su email se fue al dormitorio para sacarse el uniforme escolar y la seguí de cerquita, sin llegar a tocarle la espalda.
Se sacó la blusa arrojándola sobre una silla y se dispuso a desabrocharse la falda. Cuando quedó en bombachita me quedé maravillado con ese cuerpito, con ese cuerpito que mis manos habían recorrido tantas veces, con esa bombachita blanca que me hacía temblar de tan sólo verla.

Ahora también sentía temblores recorrerme fugazmente, no pude separar los ojos de su bultito mientras su manita bajaba para apretarlo un poco, parecía que se estaba acomodando la bombachita pero sus dedos dibujaban recuerdos sobre el tajito.
Me arrodillé a su lado cuidando de no acercarme demasiado: la atravesaría con mi cabeza.

Era un bálsamo la vista de esa prendita blanca, muy similar a la que mordí una vez mientras pensaba en Alicia, la dueña de mi vida y ahora la dueña de un fantasma.
Inconscientemente pasé una mano detrás de su cuerpo para tocarle la cola, me detuve cuando casi salían mis dedos entre los de mi nena que continuaba con su lento masajear delantero.

La rodeé para mirarle bien la cola, esa colita que había conocido mis labios y mis caricias, me dí la vuelta nuevamente para enfrentar su carita. Estaba con los párpados cerrados y una gota descendía lentamente por la mejilla mientras su manita aceleraba los movimientos.
Me abalancé sobre ella para beberme esa gotita de sangre que le fluía desde el alma y nuevamente me encontré colgado en el suelo, estaba por pisar dentro de un plato de sopa que estaba tomando el vecino de abajo.

Al final se puso el camisón y salió hacia la cocina para prepararse el almuerzo. Me senté observándola en su ajetreo hasta que se sirvió un plato y se disponía a tomar asiento. Interrumpió su movimiento para volver al lado de la computadora y trajo el cuadrito que tenía allí, lo dejó apoyado en la mesa del comedor y así quedó mi mirada estática, sonriente viéndola comer.

Cada rato miraba la fotografía y le comentaba que la comida estaba muy sabrosa, casi esbozaba una sonrisa cuando su mirada parecía comunicarse con esos ojos estáticos.
Me pasé la mano por el ojo pero mi lágrima era incorpórea, no la podía limpiar y cayó haciendo estrellitas en el suelo.
Me dirigí hacia la oficina, mi ex-oficina ya que ahora era de Alicia. Allí había puesto la computadora en el mismo sitio que estaba antes y otras cosas de ella rellenaban el cuarto. No estaba el tablero de dibujo.

En ese momento entraba mi hijita para sentarse ante el teclado, me atravesó caminando como si yo no estuviese allí. Me puse a mirar sobre su hombro mientras ella entraba a un site, parecía conocer personas allí al abrir un programa de chat y conversar. Claro que conversar con letras tecleadas.
Me pareció reconocer el nombre, mejor dicho el nick de su interlocutora.
Un frío me recorrió la espalda haciéndome temblar, Alicia también parecía sentirlo cuando vi sus temblorosos deditos atacando el teclado.

Estaba conectada con Martita y yo imaginaba a la rubia muñequita ante su computadora mientras el padre roncaba fuertemente.
Hablaban de temas escolares hasta que Martita le pregunta cómo se sentía, si ya estaba mejor.
Mi bebita adorada le contestó que siempre almorzaba junto a su papito, que tenía una foto que le hacía compañía y la mesa ya no rezumaba soledad, que el cuadrito hasta le leía un cuento antes de dormir.

Martita contestaba que debía ser terrible perder al padre, pero que ella también lamentaba una pérdida, la pérdida del hombre que le enseñó a besar. Recordé los momentos en que tenía su carita entre mis manos y mi boca no podía abandonar sus dulces labiecitos.
Le contó que la última vez estuve tocando su rajita por encima de una bombachita celeste y con transparencias, que había guardado esa prendita sin lavarla y escondida en una caja de cartón.
Decía que esa prendita también había recibido mi humanidad delantera cuando se frenó en seco, antes de entrar al local, mientras observaban a su inocente hermanita siendo abusada.
Le confesó que aveces se oprimía el bultito para recordar mi dedo.

Alicia le preguntó que más hacía en ese momento y viendo que la respuesta fue "recordar a tu papito, que mas ?"
Mi nena le dijo que si dejaba el dedo allí y masajeaba la zona hallaría puntos anatómicos que le darían mucho placer, que eso se llamaba masturbarse.
Como no llegaba respuesta le dijo que era algo natural, que ella lo hacía frecuentemente y algunas compañeritas del colegio también.

Cuando llegó la respuesta apenas podía entenderse el texto, al teclear con una sola manita, a Martita se le escapaban muchos errores ortográficos.
El chat usado por la rubia muñequita no disponía de emoticones adecuados para expresar lo que sentía, solamente pudo escribir "tienes razón, se siente muy lindoooooo"

Leerla me despertó deseos de ir a visitarla, tiempo era lo que me sobraba ya que no necesitaba trabajar ni comer.


Cuando llegué a la tienda las campanitas de la puerta no sonaron, ni siquiera abrí la puerta, esa puerta que sostuve abierta para que salga Marlene cargada de paquetes.
El empleado estaba ayudando a la nena para que no se cayese y esta vez no se detuvo, no había nadie que lo estuviese viendo. Me acerqué para apreciar a la nenita, era hermosa como su hermana, rubia y con un rostro precioso, una copia reducida del original, aunque el original era más reducido que un adulto.

Estaba entretenida con sus juguetes pero su rostro indicaba estar también entretenida en sentir eso que la sostenía sobre el mostrador. No eran las manos que apretaban su cintura, estaban utilizando una tercera mano para sostenerla por la colita mientras la sonrisa de la nenita no mostraba insatisfacción.

Pasé al dormitorio de Martita dejando que en el local pudiesen aprovechar la soledad, no me podía quedar allí mirándolos.
El rubio angelito, la muñequita de rostro hermoso, estaba sentadita ante la pantalla y tecleaba. Tecleaba con una sola mano, la otra manita se perdía bajo una pollerita tableada.

Me puse a sus espaldas y apenas me agaché un poco para olerle el cabello, en mi actual condición no podía hacer mucho más pero ya era un lujo poder ver a mis nenas.
Aún estaba chateando con Alicia quien decía extrañar mucho la compañía que había llenado sus días, tuve un ligero temor que le contase de nuestra relación especial pero mi hijita era muy cautelosa en sus expresiones.
Alicia se quedó esperando que llegase la respuesta en forma de letras digitales, parecía demorar...

Martita ya estaba usando las dos manitas para tocarse, no podía escribir en el teclado, la tableada pollerita estaba subida para que no se le arrugase.
Con los párpados entornados suspiraba cada vez con mayor intensidad, explotó ante mis ojos en una deliciosa sinfonía de sonidos, estaba experimentando el primer orgasmo de su vida y pude ser testigo presencial aunque sin tocarla.

Cuando se recompuso y mientras con una mano se acomodaba la pollerita, escribió que tuvo que atender al llamado de su hermanita, que ahora debería prepararle la merienda y más tarde se conectaba nuevamente. Cortó.
Se levantó para ir al local y el empleado casi se tropieza por la velocidad en abandonar la escena del crimen. Martita no se preocupaba de hallarlo infraganti con las manos en la masa, ya sabía de las travesuras del empleado y su hermanita no se quejaba.

Miré la hora en un enorme reloj que adornaba el local y decidí que era tiempo de visitar a Margarita, quise darle un beso a la rubiecita que aún temblaba un poco con sonrisa feliz. No pude besarla, solamente estuve un rato observando su hermoso rostro.



Apenas entré en la mansión de Peñafiel lo encontré sentado ante su escritorio, tuve un impulso de saludarlo pero me contuve.
Cada rato elevaba la mirada como si me estuviese por hablar, hasta que entró la hija y ya no bajó la vista hacia los papeles.
Margarita seguía tan torpe como antes y se le caían las cosas de la mano, al agacharse para tomarlas le daba la espalda al padre, padre cuyos ojos aumentaban de diámetro cuando unos muslos desnudos aparecían y continuaban hasta una blanca bombachita.

Mi visión era mejor que la de él, siendo transparente yo estaba a centímetros de esa colita enfundada, de esa colita que ya había recibido supositorios.
Los deditos que conocí posándose sobre las teclas de un piano, ahora acomodaban la bombachita que parecía metérsele en la colita, en esa canaleta que la divide en dos globos de carne.
El papito se levantó de su silla para ofrecerle ayuda, la torpe nena sostenía el libro que se le cayó antes y no podía arreglarse solita.

Una mano varonil se apoderó de la tela que molestaba a Margarita y tampoco lograba hacerlo bien, mientras estaba luchando con el traserito de su hija, ella también lo ayudó librando al sufriente animal del hombre.
Cuando la otra mano de él se posó sobre el bultito de la nena mientras ésta sostenía un trozo de carne, me retiré.

Volví a casa, a la casa de Alicia.
Ella había terminado de cenar y se estaba estaba preparando para ir a dormir, en la mano llevaba un cuadrito que apoyó sobre su mesita de noche.
Me quité el saco para colgarlo en el placard pero se quedó colgado solito en el aire.

Sacando la almohada de su sitio la abrazó fuertemente con su mirada en la fotografía, me tuve que meter dentro de la almohada y apenas asomar la cabeza para observar su mirada, para mandarle mensajes secretos como antes. No pude: se quedó dormidita mientras yo gritaba: Aliciaaa.

(continuará)

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