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Me disfracé de colegiala.

Relato enviado por: narrador el 28/10/2011. Lecturas: 17221
Etiquetas:   colegialas
Relato completo


Mi nombre es Raquel, soy soltera, sin hijos, tengo un novio con el cual estuve pensando casarme, pero además soy Contable. Por lo que recientemente uno de mis clientes, me invitó a una fiesta de disfraces, a la que asistí disfrazada de colegiala, ignorando que al día siguiente despertaría, completamente desnuda después de estar ejerciendo toda la noche la profesión más antigua del mundo.

Después de que mi cliente me invitó, a su fiesta. Realmente no pensaba asistir, pero por aquello de las relaciones publicas, y la posibilidad de conseguir otras cuentas, finalmente decidí que iría, en esos momentos mi preocupación era ¿de qué me iba a disfrazar? Aunque quería llamar la atención desde luego, quería ser original, pero no quería gastar un centavo en comprar un disfraz. Por lo que tras revisar todo mi guarda ropa, fui sacando algunas prendas de vestir que hacía tiempo que no usaba, como una mini faldita escocesa plisada, una blusa blanca, unos viejos zapatos cerrados, y otras cosas más. Al ver toda la ropa, me acordé de mis años de estudiante, ya que mi uniforme escolar se parecía un poco a esa ropa.

Así que el disfrazarme de colegiala como que fue la opción más lógica, no tenía que comprar nada especial, y como soy delgada, de corta estatura. Arreglada apropiadamente, estaba segura de que engañaría a cualquiera. Así que busqué un par de medias tobilleras, que por suerte uso cuando salgo hacer ejercicios. La faldita me quedó mejor, de lo que yo misma esperaba, la blusa aunque me quedaba algo ajustadita, por lo que mis tetas parecían que se saldrían de un momento a otro, por lo que me encanto cuando me la vi puesta frente al espejo. Solté mi larga cabellera y me hice un par de trenzas, una a cada lado de mi cabeza. En fin cuando terminé parecía una verdadera colegiala, un poco atrevida, pero colegiala al fin y al cabo. Ya que la faldita realmente me quedaba algo corta, y en el espejo pude ver que si me descuidaba se me veían las nalgas sin mucho esfuerzo. Pero realmente eso no le di mucha importancia.

Conseguí una vieja montura de gafas oscuras a los que les faltaba un cristal, por lo que le quité el otro. Me maquille, pintándome unas cuantas pecas en mi rostro, y tras reírme un rato mientras modelaba frente al espejo, actuando como una niña pequeña, me dirigí a la fiesta. Al llegar de inmediato llamé la atención de todos los presentes, sobre todo la de mi cliente y el pequeño grupo de viejos que lo acompañaban.

Apenas llegué mi cliente me presentó a sus amigos, quienes casi de inmediato me colmaron de atenciones, lo malo que todos eran una partida de viejos. Compartí un corto rato con ellos, y decidí ver si podía pasarla mejor con alguna otra persona. Como en efecto sucedió, un chico como de mi edad, disfrazado de pirata, digamos que me arregló la noche, aunque fuera de manera momentánea. Ya que luego que llegó su novia disfrazada de novia, y él no se me volvió a acercar en todo el resto de la noche.

Ya estaba por marcharme a casa, cuando mi cliente me dijo. Raquel, no puedo creer que te vayas a marchar, cuando prácticamente ya te he conseguido, como unos seis clientes entre mis amigos. De inmediato siguió diciéndome. Por ahora no hables de negocio, a todos les encantó tu disfraz, así que sígueles la corriente, que te aseguro que le vas a sacar buen provecho.

Siguiendo la recomendación de mi cliente, cuando él me llevó al grupo, comencé a actuar como una niña pequeña. Me di cuenta de que casi de inmediato nuevamente me colmaron de atenciones, y no había momento en que mi vaso estuviese vacio. Ya la a la hora, la bebida me estaba haciendo sobreactuar, en cierto momento, cuando agarré el ruedo de la falda y comencé a enrollarlo entre mis manos, dejando ver claramente mis pequeñas pantis de algodón blanco, como lo hacen las niñas pequeñas. La atención de todos se fijó en mis muslos, en mi coño y en mis tetas, de lo que si me di cuenta. Y quizás por lo bebida que me encontraba comencé a ser un poco más atrevida, tan solo por pasarla bien.

Hubo uno de los vejetes que se empeño que lo llamase abuelo, y en cierto momento me pidió que me sentase en sus piernas, y que para contarme un cuento. Ya estaba a punto de sentarme, cuando yo misma, en lugar de sujetar mi falda y sentarme sobre ella, la levanté. Apenas me senté comencé con toda intención a mover mis nalgas, restregándolas literalmente contra las piernas del viejo. Hasta que de momento comencé a sentir algo bien duro y caliente que chocaba contra mis nalgas.

Eso me dejó pasmada, ya que no esperaba que algo así sucediera. Entonces el viejito acercó su boca a mi oreja, al tiempo que una de sus manos me sujetaba por mis pechos y en voz baja me dijo. Qué te parece si nos vamos a un sitio más reservado. Yo me sentía extrañamente deseada por ese viejo, así que no dudé en decirle que si, por lo que apenas me levanté, él me tomó de la mano y me condujo a una habitación cercana.

Yo con toda intención y por el morbo que sentía continué actuando como una nena. El viejo tomó asiento en un sofá, y me volví a sentar sobre sus piernas, al tiempo que él comenzó a decirme lo buena niña que yo era, mientras sus manos se fueron deslizando por dentro de mi blusa y mi falda, sin que yo me opusiera. Sus hábiles dedos soltaron la mayoría de los botones de mi blusa y apenas mis tetas quedaron del todo al aire, con su boca se dedicó a chupar divinamente mis parados pezones, aun en mi mente no había terminado de procesar todo eso, cuando sentí que sus dedos de la mano derecha se deslizaron dentro de mis pantis, y de manera directa y muy hábilmente me comenzó apretar mi ya caliente e inflamado clítoris.

Yo en esos instantes ya no me importaba donde me encontraba, lo que deseaba era que el viejo continuase haciéndome sentir tan divinamente. Así que cuando me dijo que me recostase sobre el sofá, sin pensarlo lo hice. Él me levantó mi corta falda, me terminó de quitar mis blancas pantis de algodón, y lo menos que yo esperaba en ese momento fue lo que sucedió. El vejete me separó las piernas, y clavó su rostro contra mi depilado coño. Por un buen y largo rato, sentí su rica lengua haciéndome disfrutar de un placer como nunca antes los había tenido. De momento se puso de pie, se bajó la cremallera de su pantalón y ante mis ojos vi su erecto miembro, como lo dirigía directamente a mi deseosa vulva. De manera lujuriosa el viejo, me penetró como nunca antes nadie lo había hecho, al tiempo que continuaba tratándome como si yo fuera una niña pequeña. A lo que yo sin salirme del papel que decidí ejecutar, le respondía de igual manera.

De que disfruté de varios orgasmos, no me cabe la menor duda. Cuando sentí como finalmente el viejo me apretaba con todas sus fuerzas contra su cuerpo, hasta temí que le fuera a dar un ataque cardiaco. Pero gracias a Dios nada que ver. Yo quedé tremendamente satisfecha, y él no me cabe la menor duda de que también lo disfrutó plenamente, al igual que yo. Antes de salir de la habitación, me señaló donde quedaba el baño, en el cual me asee, y posteriormente me acomodé la ropa. Al salir el resto de los viejos, me veían como con ganas de saltarme encima, uno de ellos me trajo otro trago, y entre todos comenzaron a rodearme. Disimuladamente nuevamente entramos en la habitación, y cuando uno de ellos cerró la puerta. En lugar de asustarme, en un tono bien infantil, y levantando mi corta faldita mostrándole mis pequeñas y ajustadas pantis, ni me acuerdo que fue lo que les dije precisamente, pero lo que haya sido fue lo que provocó que todos ellos se me tiraran encima, y a los pocos segundos, ya estaba yo completamente desnuda, disfrutando de todo lo que ese montón de viejos me estaban haciendo, mamando mi coño y tetas como unos desesperados, mientras que yo por largo rato estuve, recibiendo y mamando vergas por todas las partes posibles de mi cuerpo.

Cuando después de que disfruté de las atenciones de todos ellos, por lo borracha y agotada que me encontraba, me debí quedar dormida. Al despertarme en la madrugada, junto a mi ropa encontré un buen fajo de dinero, tras vestirme ya estaba a punto de marcharme, cuando mi cliente me vio, saliendo de la habitación, se quedó boquiabierto. Me le acerqué y de manera bien seductora, le di las gracias por haberme invitado a su fiesta. No me cabe la menor duda de que lo dejé loco y sin idea de lo que había sucedido, entre sus amigos y yo.