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Me llamo Marta y vivo con mi abuelo ( CON fotos)

Relato enviado por : psicoanalista el 28/08/2015. Lecturas: 11527

etiquetas relato Me llamo Marta y vivo con mi abuelo ( CON fotos)   Amor filial .
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Resumen
Me llamo Marta, tengo 23 años. Cuando paso todo tenía 19. Mis padres murieron de un accidente de tráfico cuando yo era pequeña. Desde entonces vivía con el abuelo. Es un hombre muy rico. De joven fundo una empresa metalúrgica que llego a ser líder en su sector. Cuando cumplió 58 la vendió a una multinacional por varios millones de dólares. La verdad es que nunca me ha faltado de nada. Como soy su única nieta me ha "malcriado" ya que desde pequeña me ha llenado de atenciones


Relato
Me llamo Marta, tengo 23 años. Cuando paso todo tenía 19. Mis padres murieron de un accidente de tráfico cuando yo era pequeña. Desde entonces vivía con el abuelo. Es un hombre muy rico. De joven fundo una empresa metalúrgica que llego a ser líder en su sector. Cuando cumplió 58 la vendió a una multinacional por varios millones de dólares. La verdad es que nunca me ha faltado de nada. Como soy su única nieta me ha "malcriado" ya que desde pequeña me ha llenado de atenciones y nunca me ha negado un capricho. Su carácter dulce y atento conmigo cuando estábamos solos en casa contrastaba con su fama de hombre despótico y huraño en la fábrica.

Quizás por todo ello nunca fui muy buena estudiante. Así que cuando cumplí 18 años le comente a mi abuelo que quería dejar de estudiar. Mi abuelo se enfado mucho. Como yo me negué a continuar los estudios a pesar de su insistencia, él adopto una medida radical: me dijo que me desheredaría y que a su muerte solo tendría derecho a una pequeña parte de su herencia. Cuando oí esto no lo podía creer. La verdad es que nunca me había preocupado por el futuro ya que contaba con que el abuelo me dejase todo su patrimonio ya que no tenía ningún otro pariente.
Pase unas semanas muy preocupada y confundida. Encontré una solución para evitar que mi abuelo me dejase en la pobreza a su muerte; lo iba a seducir. Mi abuelo era un hombre alto (1’80 m) y corpulento y a sus 60 años sin duda aun conservaba mucha energía sexual. Desde que murió la abuela, hacia años, nunca busco a alguien para sustituirla. En la fábrica nunca había acosado ninguna trabajadora y nadie le conocía ninguna amante. Yo sabia que mi abuelo se "fijaba" mucho en mi cuando me tenia cerca. Yo notaba que estaba especialmente obsesionado por mi trasero. La verdad es que tengo un buen trasero, respingón y muy bien proporcionado. Por otro lado soy rubia y con ojos azules, aunque no soy alta (1’62 m). Así pues, decidí aprovechar mis cartas. Empecé a vestirme lo mas provocativamente que pude sin "pasarme"; casi siempre llevaba unos pantalones de tela muy fina que marcaban muy bien mis nalgas y evitaba ponerme sujetadores para marcar bien mis pezones.
El siguiente paso del plan lo di cuando se presento una magnifica oportunidad. Mi abuelo se rompió (dos días antes de mi aniversario) los dos brazos al caer cuando caminaba por una acera . Como no podía valerse por si mismo contrato una enfermera. Al segundo día de estar en casa sin embargo tuvo que dejarnos por un contratiempo familiar. A pesar que mi abuelo insistió en contratar otra enfermera, le convencí que no hacia ninguna falta ya que yo cuidaría de el. Así pues cuide de mi abuelo ayudándolo a levantar de la cama el día siguiente y haciéndole el desayuno. Paso el resto del día en el salón mirando la tele. Por la noche después de darle la cena me dijo que quería ducharse. Mi oportunidad había llegado! Cuando llegamos al baño le quite la ropa, cuando hice el ademán de quitarle los calzoncillos pareció que iba a decir algo pero me dejo hacer. Lo acompañe a la ducha, abrí el agua caliente y cuando ya estaba totalmente mojado le pase champú por todo el cuerpo. Por supuesto no intente tocarle el aparato ni los testículos, pero con solo rozarle el pubis tuvo una tremenda erección.
Aunque estaba incomodo intento disimular lo que pudo. Después de secarlo le dije que estando "como estaba" no podía ponerle el pantalón del pijama porque le dolería. Intento decir algo pero el pobre parecía que había quedado mudo. Era curioso. Mi abuelo era un hombre de carácter, capaz de provocar el pánico entre los trabajadores de su empresa y ahora lo tenía yo a mi merced. Lo acompañe a su dormitorio y le ayude a acostarse. Su erección no había disminuido. Así que Cuando le iba a ponerle bien la almohada pasó por mi cabeza un pensamiento audaz y me decidí; mire a los ojos a mi abuelo y le dije:
- No puedo dejarte dormir así como estas, abuelo. Si quieres puedo tocarte un poco. Si te alivias podrás dormir mejor.
Como no dijo nada entendí que asentía. Con naturalidad le cogí el pene y empecé a menearlo. Empecé lentamente y cuando vi que sus huevos subían acelere el ritmo. No tardo en salir una gran cantidad de leche. Mis manos quedaron llenas de la "crema" de mi abuelo. Cuando dejo de eyacular pare de menear y lo mire. Sin embargo el tenia la cabeza girada de lado para evitar que se cruzasen nuestras miradas. Le hice una última meneada para que sacase las últimas gotas, lo limpie con una toalla y me marche a mi habitación no sin antes desearle buenas noches. Desde ese día cada noche masturbaba a mi abuelo. Deje de "visitarlo" por la noche cuando le quitaron la escayola.
La primera parte del plan había funcionado. Lo más importante es que había dejado a mi abuelo muy confundido. Deje pasar unos meses sin intentar nada más. Como había dejado los estudios y no tenia intención de trabajar pasaba todo el día en casa. Solo salía para ir a ver a mi novio que me había echado el último año que estuve en el instituto. Por supuesto el no sospechaba nada de las "atenciones" que había prodigado a mi abuelo. Mientras tanto note que el interés de mi abuelo por mi cuerpo iba en aumento. Lo notaba en su mirada y en el bulto de sus pantalones. El pobre iba empalmado casi todo el día. Debo decir a su favor que nunca intento tocarme en esa época a pesar que ganas no le faltarían.

Pasados unos meses una mañana de primavera decidí avanzar. Para empezar la siguiente fase del plan necesitaba atraer su atención así que decidí simular estar ansiosa y preocupada y renuncie a comer y cenar aquel día. Cuando, como cada noche mi abuelo dijo que se iba a dormir le pedí si podía hacerle una pregunta. Me dijo:

- Claro. Explícame lo que te preocupa.

- Es que abuelo… no sé si debería decírtelo.

- Venga, suelta ya lo que tengas que decirme.

- Bien te lo diré. Mi novio insiste desde hace días que quiere tener sexo anal y a mí me da mucho miedo.

- Si no quieres, haces bien en negarte
- Si, pero…ya mi primer novio me pidió lo mismo y me negué. Creo que mi trasero vuelve locos a los hombres. Estoy segura que tarde o temprano cederé y tengo mucho miedo por el dolor.
- Si tu novio te "prepara" bien, la primera penetración te dolerá poco. En las siguientes penetraciones el dolor desaparecerá. Puede que te llegue a gustar como a tu abuela.
Aunque no te lo debiera decir de lo diré para tranquilizarte: tu abuela se negó en las primeras noches después de la boda a la penetración por detrás porque tenía miedo del dolor. Sin embargo la convencí y con mucha paciencia y suavidad no le hice daño ni siquiera la primera vez. Después de esta primera vez fue una práctica habitual en nuestro matrimonio. En ese momento me decidí. Si "picaba" estaría ya bajo mi poder y la posibilidad que me desheredara desaparecería del todo. Baje los ojos, como si tuviera vergüenza y le dije:

- Abuelo, seguro que eres todo un experto. Me pregunto si… no me podrías "preparar" tu. Mi novio es muy bruto. Seguro que se precipitara y me hará mucho daño.
Clavo sus ojos en el suelo. Parecía trastornado. En su interior sin duda había una lucha entre la plena conciencia de deslizarse por una pendiente peligrosa y su afán por satisfacer un deseo oculto. Finalmente me dijo:

- Tres días antes de que tú dejes a tu novio penetrarte analmente me avisas.

Asentí con la cabeza sin decir palabra. El plan estaba a punto de entrar en su fase final. Realmente era virgen por detrás y no tenia ninguna intención de que mi novio me desvirgase por allí. Espere unos días. El miércoles por la tarde le comente que saldría a cenar el sábado por la noche con mi novio. Añadí que tenía intención de ofrecerle mi virginidad anal esa noche. El me contesto:

- Marta, si te parece bien podemos empezar la preparación mañana por la mañana. Hazte idea que las próximas tres mañanas las pasaras estirada en la cama mientras tu abuelo te enseña a relajar el esfínter y te dilata el recto. Cuando empecemos la preparación debes tener el recto vació. A que hora evacuas tu?.
- Después del desayuno - le dije.

- Bien. Cuando hayas evacuado después de desayunar lávate bien en el bidet. Luego ven a mi habitación.

Me costo mucho dormirme. Tuve que ponerme el despertador para evitar levantarme demasiado tarde. Desayune como siempre cereales y un café, inmediatamente después de haber tomado el café sentí la necesidad de evacuar. Fui al lavabo y al acabar me lave en el bidet como me había dicho mi abuelo. Fui a la habitación del abuelo en bragas. Me había quitado los sostenes y solo llevaba encima una camiseta. Llame a la puerta de su habitación y entre sin esperar respuesta. Mi abuelo había hecho su cama y estaba en pijama sentado en una silla leyendo. Me dijo que me sentase en la cama y me pregunto si estaba nerviosa. Le dije que un poco. El me contesto que estuviera tranquila que teníamos todo el tiempo del mundo. A continuación me pidió que me levantara de la cama y se acerco a mí. Mi hico girar quedando de espaldas a el. Sin mediar palabra me quito las finas braguitas azules que llevaba.

La visión de mi culo desnudo le provoco una erección tremenda. Me cogió de la mano tiernamente y me pidió que me estirase en la cama. Me hizo un suave masaje en los pies sin tocarme el culo. Finalmente oí como si abriese un pote de algo (no podía ver lo que hacia ya que mi campo de visión se limitaba a la cabecera de la cama) y sentí como su dedo frió y resbaladizo (se había untado lubricante en los dedos) tocaba suavemente mi ano. Empezó un masaje suave sin intentar meter los dedos. Solo al cabo de unos minutos metió la punta de un dedo (no podía ver cual). Repitió la operación varias veces (masaje en el borde del ano y introducción de la punta) hasta que me relajo completamente el esfínter. Note por primera vez como una presión progresiva en la pared del recto cuando metió poco a poco medio dedo. Lo saco rápidamente y repitió la operación. Esta vez, sin embargo note como lo introducía lentamente todo. Ahora ya no notaba solo una presión sino verdadero dolor. Oyó mi quejido pero no lo saco.

Poco a poco me fui acostumbrando al dedo insertado casi totalmente. El dolor dejo paso a un escozor que fue cediendo poco a poco. Gire la cabeza para ver a mi abuelo. Tenía la cara roja y su pene estaba a punto de reventar el pijama. Cuando cruzamos las miradas, el saco el dedo y me pidió que me quitase la camiseta y me pusiera de lado. El se acostó a mi lado. Podía notar su aliento en mi nuca. Me susurro:
- Así de lado estas más relajada.

Puso su mano en mi hombro, luego lo bajo hasta el vientre. De pronto note como dos dedos suyos presionaban el ano. Note como una presión muy fuerte y sentí como mi esfínter se daba por vencido. Me metió la mitad de los dedos. A pesar del dolor estaba increíblemente excitada. Oí otro susurro:
- Cariño, por hoy se ha acabado.

Cuando me incorpore me di cuenta de la enorme erección que presentaba mi abuelo. Su pene parecía que iba a romper el pantalón corto de su pijama. No pude "ofrecerle" nada por que se fue rápidamente al lavabo a masturbarse.

A la siguiente mañana mi abuelo repitió las mismas "maniobras " para preparar mi culo. El tercer día cuando llegue a su habitación me hizo sentar en la cama y me dijo que seria conveniente llegar a una práctica que correspondía a la fase superior de la preparación y que antecede ya a la penetración del pene. Me explico que me introduciría un consolador sin utilizar el vibrador. Puse cara de preocupada y abrace a mi abuelo. Presione mis pechos contra su torso desnudo (solo llevaba puesto un pantalón corto de pijama) lo justo para que notase mis pezones endurecidos bajo mi fina camiseta. A continuación me baje las bragas y en vez de estirarme en la cama me arrodille en el suelo. Cuando me puse en la posición llamada del "perro", mi abuelo no tardo en ponerse vaselina en la mano e introducir dos dedos en mi recto. Los tuvo dentro apenas unos segundos. Después de sacarlos estuve tentada de mirar atrás para ver el tamaño del vibrador. Finalmente decidí que era mejor esperar su embestida sin verlo.

Pronto note la punta fría en mi ano. Cuando percibí la presión en el esfínter adelante un poco las rodillas en un movimiento reflejo. Mi abuelo me cogió suavemente con una de sus manos un muslo y me pidió que no me moviera. De pronto presiono con poca fuerza pero de manera constante hasta que tuve todo el aparato en mi recto. Sentí un fuerte escozor y la sensación de que el plástico iba a romper mi intestino. Cuando el escozor remitió pedí a mi abuelo que lo moviese. Poco a poco fue moviéndolo simulando un polvo anal. Antes de llegar a correrme le pedí a mi abuelo que lo sacara. Cuando me libero de esa tranca simule un pudor que sin duda era ridículo en esas circunstancias y corrí a ponerme las bragas. Fui a abrazar a mi abuelo que estaba de pie delante de mí. Note su pene, que estaba punto de romper el pantalón del pijama, contra mi estomago. Sin dejar de abrazarle le dije:
- Gracias abuelo. Estoy en deuda contigo, pídeme lo que quieras.

- Marta, con que me alivies es suficiente. Llevo tres días con erección permanente.

Le baje el pantalón y después de ensalivarme la mano, le cogí el pene. Mi otra mano le tocaba un hombro y nuestros cuerpos se tocaban. Después de un par de lentas meneadas pare de masturbarle y me quite la camiseta. Sus ojos primero y luego su boca se precipitaron sobre mis pechos. Mientras lamía pechos, sus manos se deslizaron hacia mi culo. Cuando ya estaba totalmente fuera de si me aparte y me puse de espaldas a el. Lentamente me quite las bragas y me arrodille encima la cama. No tuvo tiempo de dudar. Su instinto largamente reprimido venció. Cuando sentí su pene traspasar el esfínter sabía que había ganado.

Desde ese día mi abuelo y yo nos convertimos en amantes. Desde entonces lo tengo a mi merced.



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