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Melina, la primera vez que di maroma (poner los cuernos a otro)

Relato enviado por : mistral57 el 15/03/2009. Lecturas: 3908

etiquetas relato Melina, la primera vez que di maroma (poner los cuernos a otro) .
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Resumen
El día de ayer me estaba contando un cuate, que habían violado a la esposa de un compañero, aprovechándose que este, se encontraba tomado durante un convivio organizado por el esposo de la violada, lo que paso es que todos estaban bien briagos, inclusive la esposa violada y no falto un vivo que estuviera menos borracho que los demás y que aprovecho el momento para cogérsela, eso fue lo que paso.




Relato
El día de ayer me estaba contando un cuate, que habían violado a la esposa de un compañero, aprovechándose que este, se encontraba tomado durante un convivio organizado por el esposo de la violada, lo que paso es que todos estaban bien briagos, inclusive la esposa violada y no falto un vivo que estuviera menos borracho que los demás y que aprovecho el momento para cogérsela, eso fue lo que paso.

Lo anterior trajo a mi mente, una experiencia que me sucedió a mí en los inicios de mi vida militar, en esa época estaba yo recién divorciado de mi primera esposa, que me salió bien puta, ya que en una reunión similar como la que les describí con anterioridad, conoció a un oficial que le gusto y pues, sin más le dio las nalgas, yo no había dado cuenta, hasta que una señora me dijo lo que pasada, yo la mande a la chingada y me divorcie de ella.

En esa época, estaba asignado a la ciudad de Culiacán, Sin, y en el poco tiempo que teníamos, realizábamos reuniones con los compañeros casados, que nos invitaban a departir y a echarnos unas pacifico bien frías, para aligerar el calor que hace en ese lugar. Los compañeros iban acompañados de sus esposas, yo estaba soltero y bien despechado, por lo que siempre andaba buscando cogerme a las mujeres que se dejaban, sean estas solteras o casadas, de estas últimas aun no me había cogida alguna.

Las señoras, como buenas culiches, estaban bien buenas, porque se cargaban unas tremendas nalgotas, yo al verlas sentía que se me hacia agua la verga de lo caliente que me ponía al verles sus nalgotas en todo su esplendor. Entre ellas, sobresalía una en especial, por su belleza y por el tremendo cuerpo que se cargaba, se llamaba Melina, tenía en esa época 24 años, era güerita, y como dije se cargaba unas tremendas nalgas bien respingaditas, aunque sus tetitas, era pequeñas pero firmes, la verdad que me gustaba un chingo.

Yo siempre buscaba la forma de encontrarme con ella en la calle, para verla, obviamente, ella no se imaginaba que estaba ahí, con el único fin de darme un buen taco de ojo, yo la saluda con la confianza de ser amigo de su marido, a veces, me la encontraba en el centro de la ciudad y le daba un aventón hasta cerca de su casa.

Cada vez que la veía, podía observar un velo de tristeza y fastidio en su rostro, y yo creía saber porque, su esposo era el clásico macho mexicano, el muy cabron en vez de atender a su mujer en todos los aspectos, se la pasaba cogiendo putas y gastando su paga en ellas, tan es así, que algunas veces, yo tuve que prestarle a su mujer para que pudiera completar el gasto, en fin era un autentico cabron.

Con motivo de los ascensos que se dan los 20 de noviembre en el ejército, este cuate, como había ascendido al grado inmediato superior, organizo una fiesta en su casa para celebrar su ascenso. A la dichosa fiesta o reunión acudimos nada mas dos oficiales y yo, uno de ellos con su esposa, nada mas llegamos empezaron chupar como locos, digo, empezaron, porque yo solo me tome unas cuatro o cinco chelas que me pusieron bien mareado, mientras que ellos, creo que se tomaron dos botellas de tequila de kilo, mientras esto sucedía, no me cansaba de ver a Melina, que en esa ocasión traía un chorcito bastante ajustado, que dejaba ver muy sabrosamente el contorno de sus nalgas, esa visión y las chelas que me avente, me pusieron bien cachondo y me hizo empezar a buscar la manera de cogérmela, tan solo de pensar en eso, casi me vengo de la emoción.

Melina, se veía que estaba hasta la madre con este guey, corría el tiempo y seria como a las diez de la noche, cuando los dos oficiales y el festejado ya estaban en estado burro por el licor, la esposa de uno de ellos se lo llevo como pudo a su casa y por el otro oficial, vino su señora bien encabronada, yo me hice pendejo y fingí que estaba pedo y dormido, quedándome acostado sobre un sillón, con los ojos entrecerrados yo la veia toda apurada cargar casi en vilo a su marido y llevarlo a la recamara, mientras lo hacía, le mentaba la madre y decía pinches borrachos cabrones.

Después de dejar a su marido, ella me trato de despertar, con el fin de que me fuera a mi casa o al cuartel, al ver que no me despertaba, dijo este cabron ya se quedo bien dormido, pues hay que se quede. Medio alzo la casa, y después cansada apago la luz y se fue a su recamara, la casa quedo en silencio, después de un tiempo, empecé a oír unos gemidos muy leves, me levante sigilosamente, y me asome para ver qué era lo que estaba pasando, vi a Melina agachada encuerada, con sus tremenda nalgas empinadas apuntando hacia la puerta, tratándole de pararle la verga a su esposo, primeramente con su boca y después con sus manos, se la chupaba, se la agarraba y sobaba, sin que se pudiera parar, al ver que su intentos era infructuosos, se dejo caer a un lado lanzando una maldición, poniéndose a llorar.

Yo, después de ver a Melina con las nalgas al aire, me puse bien caliente, teniendo una tremenda erección, vi que se paro y que se ponía una bata, mientras lo hacía, yo rápidamente me volví acostar en el sillón, debido al calor que hay en ese lugar, yo iba vestido con bermudas, me dije esta es mi oportunidad, como no queriendo la cosa, me saque la verga de la bermuda, que, para ese entonces presentaba una tremenda erección y abrí las piernas.

Ella salió de la recamara y encendió la luz para ir a la cocina, no avanzo ni siquiera dos pasos, cuando me vio con las piernas abiertas y con la verga al aire, se quedo un momento observando y siguió su camino hacia la cocina, en ese lugar no estuvo ni siquiera un minuto, regreso presurosa y se me quedo viendo con los ojos brillosos, no sé si, por que había llorado o por la lujuria que le provocaba verme con la verga al aire.

Me tuve que aguantar las ganas para no lanzarme sobre de ella, preferí, con toda la paciencia del mundo que ella tomara la iniciativa, si esta se daba y si no pasaba nada, yo de ninguna manera la iba a obligar a hacer el amor conmigo, si ella no quería. Les recuerdo que ella creía que está bien borracho y dormido

Ella empezó a dar vueltas en la sala, se paro y me empezó a mover por lo hombros, para ver si yo no me despertaba, esto lo hizo varias veces, al darse cuenta que estaba bien dormido, se arrodillo a un lado del sillón agarrándome la verga, y a la vez observándome de reojo, para ver si no me despertaba, empezó a subir su manita de arriba abajo a lo largo de mi pene, como calando su dureza, posteriormente, abrió la boca, me miró con los ojos entrecerrados con un inextinguible deseo, acercó sus labios a la punta de mi verga, podía sentir el aliento cálido de Melina rodeando mi glande duro y brillante. Ella separó los labios, agarró mi verga con una mano y se la metió en la boca.

Ella gemía, mientras yo sentía mi verga atrapada por sus labios y el delicioso tacto de su lengua femenina. Se metió mi verga hasta el fondo de su boca, la llenaba de saliva, la chupaba, haciendo que en la habitación resonara el sonido de su chupada. Yo me pude aguantar y fingí que despertaba, al ver esto, ella trato de levantarse, yo le puse las manos en su cabecita y le dije, sigue haciéndolo mamacita, que tengo artos deseo de hacerte el amor, procedí a quitarme las bermudas y a quedar completamente desnudo.

Ella siguió con su deliciosa mamada, yo, recostado hacia atrás, con los ojos fijos en el techo de la casa, sentía un intensísimo placer que recorría todo mi cuerpo, miré hacia abajo. El cuadro que vi me enervó, Melina completamente desnuda estaba en cuatro patas, mamándome la verga estupendamente.

Con toda la mala gana del mundo, le saque la verga de su boca, porque ya estaba a punto de venirme, le dije que se colocara encima de mí, se situó a horcajadas sobre mi bajo vientre, sentándose sobre mí, abierta de piernas al máximo.

Su jugosa rajita se encontraba ahora a escasos milímetros de la punta de mi erecta verga, la miré con un deseo brutal e inextinguible, temblando de placer, al fin me iba a coger a esa mujer, la que había deseado tanto.
Note el roce se sus pelitos vaginales, luego con la mano agarro mi verga y la guio hasta la entrada de la vulva, sus labios vaginales empezaron a tragarse muy sabrosamente mi verga, envolviéndola un calor húmedo, mientras ella se empujaba hacia abajo, hasta estar completamente ensartada.

Que sensación mas deliciosa sentía, hoy, a pesar de que han pasado varios años, todavía recuerdo como me apretaba la verga su vagina, me dije, como era posible que su dueño no le diera verga hasta hartarse.

Yo sentía que ella tenía toda la verga adentro, repito, el placer que me invadió no puede ser medido, ella, ensartada en mi verga, se quedó un segundo estática en esa posición. Luego, me comenzó a cabalgar de arriba hacia abajo, una y otra vez, con los ojos entrecerrados por la lujuria y el cuerpo tembloroso. Las tetas se le movían al compás de sus sentones, sus nalgas golpeaban en cada embate mis muslos.

Me la estaba cogiendo, cada vez con más intensidad, con más lujuria. Melina me cabalgaba como una loca, mi verga se ensartaba y desensartaba de ella frenéticamente, mientras ella gemía, jadeaba y gritaba de placer. Pero no solo gritaba. También mascullaba obscenidades que me dejaron atónito:

Cógeme mas papacito, para que vea el pendejo de mi marido, que me estas cogiendo en su casa, si métemelo bien adentro, para que vea el muy cabron de lo que se pierde, de repente empezó a gemir más intensamente, diciendo ho si, si, si ya viene, lanzando un suspiro hondo y profundo cuando llego al orgasmo.

Me dejo completamente mojados con sus jugos la verga y mi bajo vientre. Contemplé su cara, me veía con sus ojos llenos de lágrimas, diciendo que la había hecho muy feliz, luego se dejo caer a mi lado, yo percibía su todavía entrecortada respiración, poco a poco, se fue reponiendo de la tremenda venida. No sé cuanto tiempo transcurrió, aunque no debió ser mucho.

Se incorporó después de unos minutos, se dirigió al baño, yo la seguí y nos bañamos juntos, después de eso, me fui de su casa, eran casi las 3 de la mañana del día siguiente.

Esta no fue la única vez que me la cogí, yo me la estuve cogiendo por casi dos años, yo le tenía que dar mantenimiento, porque su pinche y cornudo marido no la atendía como se debía, inclusive la vestía y calzaba, en el papel, casi era su marido, cuando me cambiaron de unidad, la verdad sentí bien feo, pero al tuve que dejar. Después de que me fui de ese ciudad la volví a ver en el Hospital Central Militar por el año de 1999, estaba ahí, porque a su marido había sufrido una embolia, pero por supuesto que me la volví a coger, como dice el dicho, “en donde hubo fuego cenizas quedan” o aquel que dice, “que un viejo amor ni se olvida ni se deja”

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 19:36) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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