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Mi experiencia en la finca de mis consuegros….

Relato enviado por : Narrador el 04/04/2013. Lecturas: 19595

etiquetas relato Mi experiencia en la finca de mis consuegros….   Amor filial .
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Resumen
Mi nombre es Ana, y aunque lo que les voy a narrar es algo exagerado, les juro por la felicidad de mí hijo, que es la pura verdad, sin ningún tipo de exageración o mentira.


Relato
Recientemente los padres de la novia de mi hijo Braulio, nos invitaron a su finca, con la idea de llegar a conocernos mejor. Yo aunque amo a los animales, y hasta tengo en casa una pequeña Pomerania, de nombre Princesa. Eso de estar tan cerca de tantas vacas, caballos, perros, gallinas, y otros animales, como que no es mi idea de pasar un fin de semana familiar. Pero a pedido de mi hijo y su novia Virginia, acepté.

Bueno en parte sucedió lo que me imagine desde antes de llegar, me estaba aburriendo como una ostra. Los padres de Virginia, fueron de lo más corteses y simpáticos conmigo. Aparte que ver a la novia de mi hijo, y a él, siendo tan cariñosos entre ellos, y para colmo mis futuros consuegros parecían encontrarse en una segunda luna de miel, mientras que yo divorciada desde hace ya muchos años, el estar junto a ellos, me sentía como que estaba de sobra. Estaba tan aburrida que cuando comenzó a caer la noche, decidí salir a dar un paseo a la luz de la luna, por los alrededores de la casa, antes de irme a bañar para acostarme.

Había caminado un largo trecho, cuando encontré un letrero que decía Propiedad Privada no entré, pero en esos momentos como había caminado lo suficiente como para hacer que me pusiera a sudar, además me dieron unas tremendas ganas de orinar, por lo que no le presté mucha atención al condenado letrero. Así que aproveché que me encontraba sola, y retirándome un poco del camino de tierra que conducía a la casa principal de la finca, y escondiéndome tras unos pequeños arbustos, después de asegurarme que nadie me fuera a ver, bien confiada, no tan solo me baje las pantis, sino que me las quité completamente, para cuando me fuera a agachar sentirme mucho más cómoda.

A medida que me puse a orinar, me di cuenta de que me encontraba al lado de una pequeña quebrada, de aguas claras y cristalinas, por lo que una vez dejé de orinar, segura de que nadie me estaba viendo, bien confiada me terminé de quitar la falda que llevaba puesta, y agachándome en la orilla, me dediqué a lavar mi coño con esas aguas tan claras. Yo a medida que le puse a lavar mi coño, me quedé por un rato pensando o mejor dicho envidiando a mi futura nuera, como a mi futura consuegra. Ya que ellas dos tenían sus maridos, que seguramente durante algún momento en la noche las harían pasar un grato momento.

Yo estaba embelesada mirando la luna, y echándome agua en mi coño, cuando de momento sentí una gruesa voz de hombre, que de manera amenazante me dijo. Es que no sabe leer, yo completamente asustada, no tan solo por el hecho de encontrarme medio desnuda de la cintura hacia abajo, sino por estar en ese retirado y oscuro paraje, sin pensarlo de inmediato me puse de pie, y aunque con mis manos traté de ocultar mi coño.

Como me levanté tan de prisa, puse uno de mis pies sobre una piedra que estaba floja, y al asentar mi peso, perdí el equilibrio, por lo que caí en la orilla de la quebrada con mis piernas bien abiertas. Al levantar la mirada, que me encuentro con el cañón de una escopeta, frente a mis ojos, y por otra parte un tremendo y gigantesco perro, que aunque no me ladraba, pero me mostraba amenazadoramente sus dientes a pocos centímetros de mi cara.

Yo estaba algo aturdida y sorprendida, no tan solo por el cañón frente a mi cara, y la fiera presencia de ese gran perro, sino más bien por la aparatosa caída que me había dado, tanto que ni me acordé por un rato que prácticamente me encontraba desnuda, por lo menos de la cintura para abajo. Fue cuando me encontré tirada en el suelo con mis piernas bien abiertas y frente a mí a ese hombre, mal encarado, de unos cuarenta y tantos años, barbudo, sucio, armado con una escopeta, y acompañado por ese gran perro, de color negro, que no dejaba de mostrarme sus dientes.

Su ropa estaba toda sucia y manchada, además su sudor era tan y tan fuerte, que a los dos o tres metros que yo me encontraba de él lo podía oler. Aunque me asusté al ver la escopeta, no pensé que nada malo me fuera a pasar, así que iba a cerrar mis piernas y muriéndome de la vergüenza, con una gran sonrisa lo saludé. Fue cuando él apuntándome con el arma y con su mano derecha procedió a cargarla con la izquierda, al mismo tiempo que me decía que no me moviera.

Yo que no esperaba que eso me sucediera, me quedé paralizada, y con ambas manos tratando de ocultar mi desnudo coño. Mientras que él sin dejar de apuntarme, me preguntó que yo hacía por ese lugar, y a pesar del miedo que tenía le respondí que me encontraba de visita en la casa de mis futuros consuegros. Nuevamente él sin darme su nombre ni decir quién era, continuó haciéndome preguntas, sin dejar de apuntarme. Yo ya bastante asustada, traté de responderle de la manera más clara posible, a fin de que no se fuera a molestar conmigo. En cierto momento me preguntó si tenía algún arma, y de inmediato le dije que no. A todas estas sin dejar de apuntarme, con la escopeta.

Yo ya comenzaba a titiritar de frio, y le pedí permiso para terminar de ponerme de pie y salir del agua. No me respondió nada, solo hizo un seco gesto afirmativo con su cabeza, por lo que de manera lenta salí de la orilla de la quebrada , y con la misma lentitud agarré mi falda y comencé a secarme, no fuera a ser que él se pusiera nervioso y se le escapase un tiro.

A medida que me estaba secando con mi propia falda, me coloqué de espaldas a él y fue cuando puse uno de mis pies, sobre una roca de cómo unos cuarenta centímetros de alta, cuando de momento voltee a ver al tipo ese, y me di cuenta de la manera tan insistente que veía mis nalgas, lo que en medio de todo me asustó mucho más. Por lo que de manera discreta, procuré colocarme de frente a él. Pero procurando no contrariarlo, una vez que me sequé completamente, le pregunté de la misma manera que si podía vestirme. Fue cuando sin darme explicación alguna me dijo que no.

Yo sin saber que hacer o como actuar, se me ocurrió que si le buscaba conversación, quizás se diera cuenta de que yo no era una persona peligrosa, y que no hacía falta que me apuntase todo el tiempo con esa escopeta. Le dije mi nombre, que venía de la ciudad, y nuevamente le dije que me encontraba en casa de mis futuros consuegros.

En ese instante él secamente me ordenó que me callase, y fue cuando me dijo que llevaba varios meses, sin acostarse con una mujer como yo, yo como que no vi la relación de lo que él me estaba diciendo con mi persona, hasta que continuó hablando y me dijo. Yo quiero meterte mi verga a ti, ahora. Fue cuando me preguntó de manera sínica ¿Lo hacemos por las buenas, o por las malas? tú decides.

Cuando le escuché decirme eso quedé petrificada, de inmediato procuré aclararle que yo no deseaba tener sexo, ni nada que se le pareciera. Pero él sin dejar de apuntarme con su arma continuó diciéndome, eso a mí me tiene sin cuidado, yo lo que quiero es meterte mi verga dentro de tu coño, y si puedo también comerte el culo, ya te dije, por las buenas o por las malas. A todas estas el perro comenzó a caminar a mí alrededor, ladrando ocasionalmente, hasta que el tipo ese le dijo, quieto Diablo, si trata de escaparse te la comes. Eso me puso aun mucho más nerviosa, y asustada.

Yo que estaba muerta de miedo, cuando él me ordenó que me recostase sobre una gran roca bastante plana, casi ni me podía mover, del miedo que tenía. Al ver que yo no le hacía caso, se me acercó y con la culata de la escopeta me dio un tremendo empujón. Haciendo que perdiera el equilibrio, y cayera sobre la roca. Yo quedé boca abajo, y cuando traté de incorporarme, sentí el cañón de la escopeta, y una de sus botas contra mi espalda, al tiempo que su perro amenazadoramente me ladraba a pocos centímetros de mis piernas. Por lo que su dueño le ordenó que se callase, y se fuera a echar donde él le señalaba.

Llorando le comencé a pedirle y a suplicarle, que no me hiciera daño, que no me hiciera eso, y lo siguiente que escuché claramente fue su fuerte risa y como él bajaba la cremallera de su pantalón. De inmediato me dio una patada con la punta de su bota separando más mis piernas, al tiempo que me ordenaba secamente que separase las piernas. Yo temblando de miedo, y sin dejar de llorar, de inmediato le obedecí.

Él le dijo algo a su perro que se paró prácticamente a mi lado, mientras él se debió quitar las botas, y también los pantalones, se acercó a mí, e inclinándose sobre mi cuerpo me dijo, ya te dije o por las buenas, y eso es en silencio sin ponerte a decir nada, o por las malas, y fue cuando sentí el filo del cuchillo del cual él se había apropiado, apoyándolo contra mi garganta. No me quedó más remedio que decirle, por las buenas.

Yo me encontraba en una posición que por más está decir, era sumamente humillante, y que me llenaba de vergüenza. Yo cerré los ojos, y me puse sumamente tensa y rígida, cuando en un tono de voz más sosegado, él me dijo. Si pones algo de tu parte lo vas a disfrutar mucho, de lo contrario es probable que te duela muchísimo, y de inmediato comencé a sentir varios de sus dedos, seguramente llenos de su propia saliva, abriéndose pasó entre mis muslos, hasta mí apretado coño.

Al mismo tiempo que me fue diciendo, bueno si tú quieres que te duela mucho más, haz lo que te venga en gana. Así que a medida que sus dedos rozaban al principio mi clítoris, al poco rato los sentí como con su miembro comenzaba a penetrar mi coño. Yo ante lo impotente que me sentía, lo único que pude hacer fue continuar gimiendo en silencio, a medida que él continuaba acariciándome por todo mi cuerpo y quitándome la camiseta y el sostén que cargaba puestos, quedando completamente desnuda entre sus fuertes y velludos brazos.

Sentir esa cosa grande, caliente, y dura que se fue abriendo paso dentro de mi húmedo coño. Más que dolor me avergonzaba de mi misma ante lo impotente que me sentía, las lágrimas tanto de vergüenza, impotencia y dolor no paraban de correr por mis mejillas, a medida que poco a poco, toda su verga fue penetrándome.

Además de eso el olor o la peste de su sudor me sofocaban, y me mareaba. Eso para mí fue una especie de tortura, de suplicio, hasta que comencé a sentir también su barriga, contra mi espalda y sus testículos golpeando mis nalgas. Al poco rato él comenzó a moverse, metiendo y sacando más y más toda su gruesa verga dentro de mí cuerpo.

Fue cuando me comenzó a pasar algo raro, a medida que él continuaba haciéndome eso, sentí su boca y su aliento aguardentoso, mordisqueándome la nuca, al igual que los lóbulos de mis orejas. Sin detenerse, metía y sacaba su verga de mi vulva, una y otra vez, al tiempo que yo no sé cómo, ni el por qué comencé a mover mis caderas al mismo ritmo que mi atacante me penetraba. Sus manos me tomaron por debajo de mis brazos y con mayor fuerza continuaba dándome sabrosamente con su verga por mi coño.

Yo dejé de llorar por el dolor y la vergüenza de sentirme impotente ante lo que me estaba sucediendo, y en lugar de eso, de cierta manera me di cuenta de que me estaba gustando lo que él me estaba haciendo. Al grado que de momento, yo misma tocando mi clítoris una y otra vez, hasta que de momento sentí eso que tenía mucho tiempo sin sentir ni disfrutar, de un éxtasis increíble, estaba disfrutando de un tremendo orgasmo, como nunca antes había disfrutado de uno, mientras que estuve casada con el padre de Braulio, los gritos y gemidos de placer que di fueron muchos y bien seguidos, a medida que él no dejaba de meter y sacar su verga de mi coño, y apretar mis tetas sádicamente.


Después de un largo rato, de momento sentí que mi atacante, me apretó con mucha mayor fuerza, y sus rápidos movimientos, se fueron haciendo más y más lentos, al tiempo que como que trataba de meter más y más adentro de mi coño su verga. Yo estaba extenuada, y cuando extrajo su pedazo de carne de entre mi cuerpo, sonó como quien descorcha una botella de champan. Yo permanecí tal y como él me había dejado, con mis piernas separadas, y chorreando su leche por mis muslos. Medio levanté la cabeza, y vi como se limpiaba su verga que de por si era mucho más grande y gruesa que la que del que fue mi esposo. Con mi propia camiseta, después de meterla al agua.

Yo seguía tirada sobre esa gran roca, con mis piernas bien abiertas y quedándome casi dormida, cuando sentí algo raro entre mis nalgas y mi coño. Asustada levanté la cabeza, fue cuando lo escuché decirme. No te muevas, que de un mordisco te puede arrancar media nalga, mejor déjalo que te pase su lengua. Después de escuchar eso, no me quedó la menor duda de que su perro me estaba lamiendo entre las piernas, y gran parte de mi coño. Aunque al principio me sentí asustada por el temor a que ese animal me fuera a morder, y me dejase sin nalgas. A medida que seguía pasando su lengua entre mis nalgas y mi coño, comencé en medio de todo a disfrutarlo, yo pujaba expulsando todo el semen que su amo me había dejado dentro, mientras que el perro continuaba lamiéndome intensa y aceleradamente.

Yo daba por hecho que mi martirio había concluido, pero de momento sentí a ese gran perro trepándose sobre mi cuerpo, y como su verga tras varios cortos intentos, trataba de penetrarme también, hasta que su dueño me dijo, echa el culo un poco más atrás, y apenas lo hice sentí como su perro acertó a penetrar mi coño. Lo cierto es que no me esperaba eso, mi mente era un mar de confusiones, el animal seguía bombeándome, como si lo hubiera hecho en un sinfín de ocasiones, mientras que yo, a pesar de mi confusión, volví a mover mis nalgas, deseando tener más y más dentro de mí su verga, ignorando lo que estaba por sucederme.

Ya llevaba un buen rato siendo penetrada por el perro, cuando comencé a sentir algo indescriptible para mí, ya dentro de mi coño su verga se había recrecido, y cuando eso pasó al abrir mis ojos, me encontré con la verga de su amo frente a mi boca. No quedándome más remedio que a medida que su perro me continuaba dándome divinamente por el coño, yo golosamente me tragué con mi boca la verga de su amo, la que tomé entre mis dedos y mientras la continuaba mamando y lamiéndola intensamente, hasta que se vino nuevamente pero completamente dentro de mí boca, por lo que me tragué gran parte de toda su leche.

Es evidente que yo no sabía que todo eso me iba a suceder, así que cuando el perro también se vino, y se bajó de mi cuerpo, su cuerpo y el mío, se puede decir que permanecieron unidos por un largo rato, y eso porque su dueño me advirtió que me quedase quieta, que no me moviera hasta que su perro sacase sin esfuerzo su verga de mi coño. Quizás pasó más de una hora o pudieron ser como tres cuartos de hora, cuando finalmente ese perro sacó de mi coño su verga. Casi de inmediato volvió a olisquear mi coño, y a lamer todo el semen que de él brotaba.

Después de eso, el tipo ese, se volvió a poner sus sucios pantalones y botas, agarró su escopeta, le gritó algo a su perro, en medio de la noche desapareció en la espesura del bosque. Yo no sé cuánto tiempo me quedé en la posición que me dejaron, pero apenas tuve las fuerzas suficientes, me lavé nuevamente en la posa, y diciéndome a mí misma que por haber disfrutado en parte de todo lo que me hicieron ese tipo y su perro yo no era una puta, me debí quedar dormida. Cuando desperté, me di cuenta de que aun olía a perro, y al sudor de ese tipo, así que me di otro baño en la posa, luego recogí todo, y regresé sobre mis pasos, con mi coño tremendamente satisfecho, no quería aceptar por nada del mundo que lo que me había sucedido, me había gustado por lo menos en gran parte.

Al regresar casi a la media noche a la casa de mis futuros consuegros, cuando pasé frente a las habitaciones de Virginia y mi hijo, así como la de mis consuegros, escuché como ellos seguramente estaban disfrutando de sus respectivas parejas. Pero yo estaba tan agotada y satisfecha que seguramente en otro momento eso me hubiera afectado, pero en ese instante mi único interés era el de darme una caliente ducha, para quitarme el fuerte olor que aun cargaba encima.

Al día siguiente, me levanté bien tarde, y fue cuando me enteré que el vecino de mis suegros, había pasado bien temprano, dejando una gran cantidad de frutas. Razón por la cual yo apenas comenzó a caer la noche, me encaminé a su casa para darle las gracias por tan simpático detalle….


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Comentarios enviados para este relato
anaraquel71 (8 de April de 2013 a las 10:17) dice: que tiene que ver esto con amor filial?

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:58) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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