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Mi Primer Experiencia - Parte 7

Relato enviado por : Anonymous el 08/01/2017. Lecturas: 2583

etiquetas relato Mi Primer Experiencia - Parte 7   Intercambios .
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Resumen
En el sillón me sentía muy incómoda con la piel pegajosa sintiendo la melosa sangría del semen que emanaba de mi vagina y ano mojando mi entrepierna. Le dije a mi esposo que deseaba ir al baño. Al pasar junto a Mabel que estaba descansando con su esposo en un sillón cercano, ella se levantó y me siguió.


Relato
Mi primer experiencia total – Parte 7
En el sillón me sentía muy incómoda con la piel pegajosa sintiendo la melosa sangría del semen que emanaba de mi vagina y ano mojando mi entrepierna. Le dije a mi esposo que deseaba ir al baño. Al pasar junto a Mabel que estaba descansando con su esposo en un sillón cercano, ella se levantó y me siguió.
Al entrar al baño, inmediatamente Mabel dio un grito de felicidad: "Iuuupiii¡¡¡". Luego me abrazó sonriendo y me dijo. Al fin logré mi felicidad. Soy Feliz…Feliz¡¡¡. ¿No es maravilloso?. Me siento la mujer más feliz de la tierra, me decía.
Yo le sonreí ya que había otras mujeres y la tomé de la mano arrastrándola al interior de un retrete.
Allí le dije que hablara en voz baja ya que tras los disfraces de esas mujeres podía haber alguna conocida. Mabel, sin perder la alegría de su rostro, me dijo que no le importaba nada porque se sentía inmensamente feliz. Me preguntó como la estaba pasando y le respondí que estaba a gusto tratando de no mostrar la evidencia de todo lo que había vivido. Mabel estaba como fuera de sí y me dijo que necesitaba contarme todo ya que era como un sueño y no podía creer las aventuras que había tenido. Yo me sentía gratificada ya que también mi mente preservaba todos los momentos que habían pasado y que hubiera querido contárselos aunque preferí escucharla a ella.
Mabel es de esas mujeres que les gusta contar con lujo de detalles cuando, donde y como hace el amor. Muchas veces me ha hecho confidencias sobre las formas en que practica el sexo con su esposo e incluso me ha comentado que el "gordi", como ella le llama, tiene un pene super gordo como es él y bien cabezón. Hasta me ha dicho en confidencia que cuando se la pone por atrás le hace sentir como si tuviera una manzana atorada en el recto.
Comenzó contándome que cuando empezó el baile y el intercambio de parejas le tocó bailar con el hombre disfrazado de Tarzán, el hijo del Domador que la apretó de entrada, rozándole el bulto endurecido en la pelvis mientras bailaba. Me dijo que el enorme bulto que le había hecho sentir en el roce la había excitado hasta la locura.
En ese momento en mi mente volvió a flotar el recuerdo del Domador, cuando también me hizo sentir su enorme armamento por primera vez bailando la lambada haciendo que tuviera mis dos primeros orgasmos de esa noche.
Yo me había quitado la cofia para secar la transpiración de mi frente y descansar esos minutos.
Mabel continuó contándome que después se había puesto a bailar con su esposo y cuando vieron que la cosa se venía pesada, se fueron al jardín. Me preguntó si no había ido y sin esperar que le respondiera me dijo que debería conocerlo, que parecía un verdadero paraíso. ´
Recordé el momento en que buscando a mi esposo en el jardín lo descubrí sirviéndola a ella por atrás, mientras mi amiga le chupaba el pene a su marido. Pensé en pedirle explicaciones y decirle que era una falsa y una mala amiga, pero volví a contenerme esperando que ella me lo contara todo.
Me dijo que se habían encontrado con Tarzán que estaba muy acaramelado con una mujer disfrazada de flor y en compañía de una pareja de negros, que parecían africanos. Ella no los había visto antes en la cena. Tanto el hombre de color como su mujer eran espectacularmente atléticos y muy bellos, me dijo.
La negra estaba disfrazada con un atuendo de zambista brasilera, con una tanga roja muy chiquita llena de perlas y lentejuelas, tenía los pechos al aire rodeados de collares y engarces de perlas en los pezones, con un antifaz rojo brillante y el pelo azabache. El negro era físico-culturista, estaba disfrazado de Zulú, como los de las tribus africanas, con brazaletes y tobilleras de paja o cáñamo y un slip chiquitito mostrando un bulto majestuoso, realmente el morocho era hermoso.
Tarzán se había interpuesto en el camino de Mabel y s esposo y los presentó a sus amigos. Allí mismo él se le acercó y le dijo que la noche estaba especial para escuchar música en el jardín. Sin muchas vueltas le pidió permiso al gordi y la tomó de la cintura para bailar lentamente con ella. La chica disfrazada de flor que estaba con Tarzán, tenía una falda amarilla en forma de pétalos y una blusa de tul rojo transparente. Ella lo tomó al gordi del brazo y le pidió con una simpática sonrisa que la acompañara a recorrer el jardín, a lo cual él accedió dejándola a Mabel sola con Tarzán y la pareja de negros. Tarzán fue muy directo y le dijo que la estaba buscando porque se había quedado excitado desde cuando bailó con Mabel y muy directo la invitó a tener sexo allí mismo.
Yo le pregunté intrigada que le había respondido.
Mabel me contó que le había dicho que estaba loco, que ella tenía esposo con quien hacer el amor, aunque en verdad, el tipo la recalentaba un montón, me dijo. Se quedaron bailando sin hablar unos minutos y comenzó a sentir de nuevo la tentación de su roce, encendiéndose de inmediato el fuego en su piel. Al sentir que perdía los estribos, se soltó de sus brazos y haciéndose la desentendida comenzó a caminar en busca de su esposo. Pero para su sorpresa el muy cretino estaba en un rincón en penumbras muy enroscado con la chica disfrazada de flor. Se había acercado oculta entre las hojas y se quedó allí a ver lo que hacían. La mina
se le había montado y se movía con evidencia de estar cogiéndoselo y el muy cabrón de su marido gozaba como tonto. La verdad es que la mina había resultado ser una flor de puta y el gordo un flor de hijo de puta. Esto le había causado al principio como impotencia y bronca y como una tarada, había empezado a sollozar.
Continuó contándome que en ese momento sintió una mano en su hombro que la hizo girar media vuelta y la tomó con gran dulzura de la cabeza. Era la negra que se había acercado con Tarzán y con el negro y comenzó a acariciarla con ternura al verla tan enojada. Con dulces caricias ella había comenzado a peinar sus cabellos mientras le hablaba con gran ternura en un lenguaje medio brasilero y medio español, dándole besos en las mejillas y en la frente, friccionando con sus manos en los hombros y cuello de Mabel.
Esto le daba tanta paz, tanto sosiego, que se sintió como anestesiada por la calidez de esa hermosa negra. Detrás de Mabel se puso Tarzán y detrás de la brasilera el negro, como si las estuvieran cobijando a las dos.
Ansiosa por seguir escuchando le pregunté que había pasado.
Me dijo que no supo en que momento su blusa se había desabrochado, los duros pezones de la negra rozando los suyos, la excitó muchísimo. Mientras Tarzán la besaba en el cuello tomándole las caderas, la morocha le acariciaba los pechos apoyándole sus gruesos labios en los pezones.
Entonces yo sorprendida le pregunté a Mabel si no le había dado un empujón a la negra tortillera, para sacársela de encima. Ella me respondió que no, al contrario, con el champagne que había tomado y la escena de su esposo se había sentido contenida por esta mujer que la siguió acariciando con tanta dulzura y besándole los pechos, lo que la calentó mucho. Que había sentido una excitación especial, que no me podía describir. Los cuatro se había desplazado hacia un sector oculto por las sombrías plantas y en una cómoda hamaca se sentaron.
Me gustaba escuchar la historia de Mabel. Me siguió contando que en ese hermoso sillón pasó de todo. Me dijo que, como yo sabía, desde hace tiempo con su marido buscaban fantasear con cosas distintas y hasta incluso, porqué no, intercambiar parejas con algún otro matrimonio. Pero el muy atorrante se las había cortado solo y eso ella lo tenía bien claro: si él se las hacía, ella también se las haría. Simplemente eso fue lo que la liberó totalmente de sus prejuicios y por supuesto también colaboró el riquísimo de Tarzán.
Con ansiedad le pregunté, que fue lo que pasó. Si había tenido sexo con alguno de esos hombres por su propia voluntad, recordando yo mi primera vez con el Vikingo cuando fui sorprendida creyendo que era mi marido. Mabel mientras se acomodaba la ropa me seguía contando que había tenido sexo a lo grande. Cuando Tarzán desenfundó el aparato no lo podía creer. Tenía un pedazo como de 30 cm que tan solo con la mitad me habría hecho ver las estrellas.
Al escuchar esto inmediatamente lo relacioné con el Domador, el padre de Tarzán, que hacía un rato me había hecho gozar tanto con su inmenso pene. Disimulando le dije a mi amiga que no exagerara, que cuanto mucho puede haber sido 18 o 20 cm, aunque sabía que Mabel no me mentía por lo que el cirujano me había confesado.
Yo le dije que realmente debió haberse sentido extraña con todo lo que había vivido esa noche y me animé a confiarle algo de lo que me ocurrió con el Domador en el primer momento cuando bailamos la lambada. Le conté que alcancé a sentir el aparato del veterano y que no había podido contener mi orgasmo mientras bailábamos, pero no me animé a contarle que después me había recogido el Vikingo y después también el Domador.
Tras mi relato Mabel me dijo que aún no me había contado lo mejor, sonriendo con sensual picardía.
Me dijo que todo había empezado con un calentamiento previo que no me imaginaba. Los cuatro eran un solo nudo, por su boca pasaban sin pausa los gruesos labios del negro, la lengua de Tarzán y los labios voluminosos de la exquisita morena.
Que también disfrutó en su boca por largos momentos, las maravillosas pijas de Tarzán y del negro.
Las bocas y lenguas de los dos y de la negra recorrían sin cesar su cuerpo entero, sus pechos, su vagina y ano, hasta el dedo gordo de sus pies.
En un momento de ese torbellino sexual, la negra se montó sobre el negro Zulú y tomándole la negra poronga, se la apoyó en su esfínter que se la tragó como un helado de chocolate mientras la seguía besando a Mabel y acariciándole la vagina.
Mabel se deleitaba viéndola a la morena cabalgando con la pija del negro perdida en su culo y él recostado de espaldas en el sillón. Este espectáculo hacía que deseara ya con desesperación que Tarzán se la diera, quería hacerlo antes de que volviera su gordi. Entonces se la tomó y comenzó a chupársela con el deseo previo de la esperada penetración. Pero Tarzán la desplazó suavemente y se apoyó entre las piernas de la negra para mandársela a guardar por delante. Mabel se quedó estupefacta viendo como se retorcía la negra con las dos magestuosas porongas adentro, era algo increíblemente maravilloso.
Me preguntó si yo tenía idea que repartían los mozos en las bandejas además del champagne. Yo le respondí que no lo sabía. Me dijo, pomadas para mantener la erección del pene, que les daban viagra a los
hombres que pedían y ofrecían cremas para aumentar la lubricación y la excitación. Y me dijo que la mayoría las había pedido y las usaba. Me preguntó que por qué creía que los hombres terminaban dos o tres o más veces y seguían con el aparato duro.
Me quedé estupefacta con la relato, comprendiendo porqué el veterano me había echado dos polvos seguidos y lo más extraño, que mi marido estuviera tan efectivo con sus amiguitas cuando generalmente no se echa más de uno cuando estamos juntos.
Le dije a Mabel que se apurara y terminara de contar, que ya mi esposo debía estar buscándome, igual que el suyo. Ella me dijo: "Que mi gordi me busque no significa que yo quiera estar con él. Hay varios tipos que me han sonreído y te aseguro que no pienso perder ninguna oportunidad, después de lo que he probado".
Yo le dije que no debía ser para tanto, si Tarzán la había dejado mirando mientras se la cogía a la negra.
Mabel continuó contándome que cuando se destrabaron los tres, la negra la tomó a ella de los brazos y dándole un besito en los labios le dijo, ahora te toca a ti hermosa.
Entonces la recostó en el sillón del jardín para luego echarse sobre ella y comenzar a besarle la vagina. Mientras le hacía sexo oral se la chupaba al negro que estaba parado frente a ella.
Cuando estaba al borde del orgasmo, el negro se sentó en el sillón montándola a caballo de frente a él. Mabel de inmediato empezó a galopar como una yegua con semejante pedazo mitad adentro golpeando en el fondo de su vagina y mitad afuera, sin sacar su salvaje mirada de los ojos profundos del negro.
Cuando estaba de nuevo a punto de acabar, la negra le abrió los cachetes sin que ella diera cuenta que Tarzán se le había arrimado.
No me digas que Tarzán te la quería poner por atrás, le pregunté asombrada.
Mabel me dijo que no solo lo pensaba sino que lo hizo. No tuvo más remedio que soltar los músculos y en ese momento sintió como le entraba en el ano. Hay hermana, que sensación maravillosa.
Mientras el negro la amacaba con suaves bombeos, Tarzán se la fue enterrando de a poco hasta hacerle sentir los huevos apretado en la cola. Los dos superdotados la hicieron sentir en el cielo, en el paraíso terrenal.
Pero Mabel, le dije algo aterrorizada por el relato, te podrías haber muerto o desmayado con semejante pedazo en tu cola.
Ella me respondió: No mi amor. Nada de eso. La crema que le puso la negra le ayudó a gozar sin límites. Además su cola me dijo, que ya estaba bastante trajinada gracias a la manzanita de su gordi que se la pone sin anestesia. Pero lo que le hicieron sentir estos dos animales fue algo indescriptible. El orgasmo que alcanzaron los tres al mismo tiempo, todavía le hacía temblar las piernas.
En realidad la carga de semen que dijo tener Mabel yo la había recibido por delante y por atrás en doble dosis del Vikingo y del Domador, pero no me animé a contárselo. Le dije que imaginaba lo mucho que había gozado con ese acto final. Pero ella me dijo que aún no me había contado el final, que era lo más emocionante. Yo le pedí que me lo contara luego, otro día, que ya llevábamos más de 20 minutos en el baño, pero ella insistió, y continuó relatando.
Cuando se pararon los cuatro para arreglarse la ropa y despedirse con un brindis de champagne, apareció el gordi con la flor de puta y le preguntó donde habían estado. Ella le dijo que tomando unos tragos entre amigos, pero que había visto que él y su compañera la habían pasado muy bien. El gordi no supo que decir y la tomó del brazo saludando a los demás para retirarse de allí con ella.
Le dije a Mabel que era una verdadera actriz, ya que a pesar de todo lo que disfrutó la ausencia de su esposo, lo hizo sentir culpable, pero se justificó diciéndome que el fue el que empezó y no tenía por qué arrepentirse si de última él también la había pasado fenomenal con esa florcita que no debía tener más de 30 años.
Me dijo que caminando en el jardín lo vieron a mi esposo parado por allí apoyado en un árbol, con una copa de champagne en la mano y se extrañó que yo no estuviera con él.
Mi marido estaba como esperando algo, con su traje de Zorro bastante desvalijado. Ella se le acercó para preguntarle por mi y él le dijo que no sabía si estaba en el salón, bailando con alguien o quizás en el baño.
Continuaron caminando con su esposo, el muy cabrón dijo, la había llevado al mismo rincón oscuro, donde estuvo con la flor de puta y que la hizo sentar en la misma hamaca donde cogieron los dos. Allí la empezó a mimar para ablandarle los sentimientos
Enseguida se le paró, me dijo Mabel, parece que las cremas daban muy buen resultado o a lo mejor había tomado alguna de esas pastillas energizantes. Ella se calentó mucho también pero le dije que no nos hiciéramos los locos porque tu marido andaba por allí muy cerca y nos podía ver en plena faena. En realidad el rincón era muy oscuro y no se veían ni las manos, pero ella no quería que su gordi se siguiera calentando,
porque iba a querer hacerle el amor y seguramente iba a notar el semen que tenía en sus orificios y se le iba a armar la podrida.
Yo le pregunté si no vio más a mi marido, tanteándola a Mabel a ver que me respondía.
Me dijo que no, que se dedicó a su gordi. Que le había tomado la gordita y que empezó a chupársela como a él le gusta, haciendo que se quedara quietito gozando. En ese momento, él le dijo que la deseaba con locura y todas esas cosas y que quería compartirla con otro hombre porque se sentía culpable por lo que había hecho con esa mujer disfrazada de flor. Que quería ver a Mabel gozando y disfrutando el sexo plenamente.
Ella le respondió que si lo hacía era solo porque él se lo pedía. Por dentro le quemaba la obsesión de tener sexo con otro hombre junto a su esposo pero trataba de disimular sus deseos. Entonces le dijo que estaba dispuesta a hacerlo pero que no quería conocer al hombre que la poseyera, porque sentía mucha vergüenza. El gordi le dijo que siguiera chupándosela y la tomó de las caderas haciendo que se quedara parada con la cola levantada.
El gordi la toqueteaba entera, diciéndome palabras obscenas como siempre lo hace para calentarla más. La seguía hablando para que estuviera tranquila y le comentaba que le había hecho señas a uno de los mozos y que venía hacia ellos para a cumplir sus deseos. De pronto sintió las manos del tipo cuando comenzó a acariciarle las nalgas con un talento especial y continuó levantándole la falda muy suave y lentamente. Luego el mozo comenzó a rozar su caliente botón en su vulva que se derretía por el fuego. Fue algo maravilloso, continuar aferrada al pene de su gordi que le acariciaba los cabellos, mientras el otro se la daba por adelante y por el culo alternadamente. En realidad esta nueva pija no fue tan grandiosa como la del negro y mucho menos que la de Tarzán, pero el tipo tenía un estilo especial para coger.
Yo le pregunté con ironía y casi con bronca, si ese extraño la había hecho gozar, Mabel me respondió que la deleitó hasta la locura que la cogiera tan bien estando ella en los brazos de su gordi. Que Llegó un momento de su calentura total que sin poderse sujetar empezó a pedirle más, le gritaba que le diera más en la cara de su gordi, mientras se venía. Me dijo que todavía sentía la hermosa sensación de ese pene cuando le entregaba la leche caliente en el orto ya colmado de semen, al mismo tiempo que su gordi eyaculaba en su garganta. Fue un orgasmo atroz.
En ese momento sentí el deseo de agredirla haciéndole saber que la había visto con ese extraño que era nada menos que mi esposo, pero me contuve pensando que probablemente ella nunca supo de quien se trataba. Luego le dije a mi amiga, que sus andanzas habían sido maravillosas y que suponía que eso era todo.
"- Suponés mal amiga, me dijo. Después de estar con mi gordi, me senté en el sillón, justo en el momento en que se había acercado tu esposo. Por unos segundos no me vió cuando me cogía el mozo. Tu marido lo invitó a mi gordi al bar a tomar unos wiskyes, después de pedirme autorización. Yo los dejé ir porque la verdad es que estaba bastante agotada. Al quedarme sola me volví al salón a ver como estaba el ambiente, cuando me encontré con el mozo morocho, ese que a vos te gusta tanto.".
Haciéndome la tonta le pregunté si se refería al esclavo moreno, sin olvidar ni un detalle cuando lo vi al esclavo detener a mi amiga para bailar con ella y después cogérsela. Mabel me dijo:
"- Sí , el moreno de ojos claros que te ha mirado toda la noche. No me digas que no me viste, si estabas allí cerquita, muy entretenida con el Domador-".
Yo me hice la desentendida, diciéndole que la verdad no la vi. Que cuando estaba con el cirujano, mas bien estaba entretenida viendo como la esposa de Tarzán cogía con otro tipo. Verdaderamente no tenía ninguna intención de hacerle saber a Mabel todo lo que había gozado con el cirujano y tal vez algún otro día se lo cuente. Pero sentía unos deseos enormes de saber como le había ido a Mabel con el Esclavo y me quedé atenta escuchándola.
"- Nena, no sabés lo que es ese negro. Tiene una poronga de caballo. Cuando sentí su semejante cabeza empujando en la puerta de mi concha me asusté mucho. Pero estaba tan excitada que soporté la penetración como una verdadera dama. Mamita, que pedazo de verga que me hizo tragar el moreno. Sinceramente es lo más grande que he tenido en mi vida adentro mío. El morochito la tiene tan larga como la de Tarzán pero bastante más gruesa y cabezona, no sabés que monolito. Debo haber acabado dos veces y la cosquilla no se iba de mi cuerpo. Pero lamentablemente él no terminó, parece que el negrito es muy duro y se sabe aguantar. Mirá, si te lo llegás a encontrar tratá de abordarlo porque no tenés una idea lo que es echarse un polvo con ese animal, vas a ver hasta la última estrella. Además te diré que te mira demasiado y quién te dice que se está guardando el jugo para entregártelo a vos-".
Yo me sonreí y le dije a Mabel que no sea tan loca, aunque por dentro el calor me quemaba.
Le pedí que por favor volviéramos con nuestros esposos que seguramente estarían preocupados, pero ella me dejó ir sola diciéndome que si lo veía a su Gordi, le dijera que no la había visto.
Al regresar junto a mi marido, me preguntó por Mabel y le dije que se había ido a otro lado, seguramente en busca de su esposo. Luego me dejé desplomar sobre el sillón a su lado.
Con un adormecedor cansancio transformado en sueño, me quedé somnolienta escuchando una suave melodía, recostada sobre el pecho de mi esposo que me acariciaba suavemente, produciéndome un placentero sopor que mantenía mis pezones erguidos bajo la suave seda de mi vestido.
En ese momento, fuer cuando él me dijo que mi infidelidad no tenía límites y para mi sorpresa me contó que había hecho el amor con el propio esposo de mi amiga, haciéndome saber que él es quien me había cogido por el trasero. Esto me despertó y me alteró de tal manera que me dieron ganas de golpearlo, sentí deseos de matarlo doblemente, primero por haberme engañado con mi propia amiga y luego por haberme entregado al esposo de ella. En ese momento fue cuando mi marido me explicó que cuando habíamos ido con Mabel al baño la primera vez, ellos alimentaron la idea de cambiarse las parejas. Verdaderamente sacando ésta, todas las otras experiencias habían sido maravillosas y era mayor el placer de haberlas vivido que la ira por el acuerdo de mi esposo con el de Mabel. Yo le pedí que ni se le ocurriera decirle que yo lo sabía porque si lo hacía me divorciaría de él, a lo que consintió dándome su palabra de honor.
Mi mente no descansaba repensando lo que había vivido durante esa maravillosa velada. Uno tras otro pasaban los episodios transcurridos. El baile con el veterano cirujano que me hizo templar en mis primeros orgasmos aferrada a su cuerpo. Mi primer debut con el Vikingo que me inició en el juego haciéndome gozar tanto durante esa hermosa entrega en la que recibí en la vagina el cuantioso semen de ese robusto atleta. Luego el momento en que el riquísimo Esclavo, mi hombre deseado, vació tanta cantidad de esperma en mi boca llenándome el estómago mientras el Vikingo me descargaba nuevamente su semen en el recto. Mas tarde la maravillosa masturbación que me regalé en el jardín viendo coger a la India con sus dos servidores. Después la increíble experiencia del Domador que me deleitó haciendo que terminara tantas veces, primero sosteniéndote colgada en su cintura, después cuando me la hizo ver en todo su esplendor sentada en el sillón, y que terminó enterrándotela por atrás, hasta los testículos y por delante en reiteradas alternancias, haciéndome sentir su bastón supergigante. Más tarde cuando me la volvió a enterrar por el culo y me entregó su esperma en la garganta. Finalmente, el broche de la agitada noche recibiendo el esperma de mi esposo en la boca, mientras el “Gordi” de Mabel me eyaculaba en el ano. Me parecía increíble haber alternado con tantos tipos en una sola noche y el solo hecho de recordarlo me hacía erizar la piel. Lo más extraño fue el haber superado mis celos viendo a mi esposo hacer el amor con otras mujeres, incluso cogiendo con mi propia amiga.
Continúa en Parte 8

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