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MI VERDADERA IDENTIDAD ( CON fotos)

dulces.placeres Relato enviado por : dulces.placeres el 29/07/2021. Lecturas: 1789

etiquetas relato MI VERDADERA IDENTIDAD ( CON fotos)   Confesiones .
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Resumen
Me levanté, la tomé de la mano y la llevé al dormitorio, fui a mi baulera, saqué el candado y le mostré mis secretos como abriendo mi corazón, ella vio mis pelucas, mis zapatos, mi lencería íntima y toda esa parte de mi que jamás le había contado a nadie.


Relato

Recién pasaba los treinta cuando Sonia, dando un portazo terminaba con nuestra relación. Hacía tiempo ya que nuestra convivencia eran solo discusiones y que en la cama solo éramos extraños, habíamos perdido el mutuo interés, y llegó un punto que no me interesó mantener la relación a flote, y en verdad, me alegré cuando ella se marchó, ya no la soportaba.
Una y otra vez Sonia me recriminaba que era un inmaduro y que no sabía que es lo que quería, y que debía entenderme a mi mismo antes de intentar entenderla a ella.
Nuestra relación había llegado a un punto sin retorno, así que una mañana, se levantó muy tranquila, desayunó, preparó sus maletas y solo me dijo un "hasta nunca". En nuestro pequeño departamento arrendado no había mucho para dividir y en fríos números me dejaba con varias deudas por levantar.

Lo narrado podría ser una situación normal para la mayoría, hoy en día no hay relaciones duraderas y la mía no sería la excepción, pero en mi caso, Sonia era la cuarta mujer que me dejaba en diez años, y siempre se repetía el mismo patrón, ellas siempre se terminaban cansando de mi, por un motivo u otro, pero siempre el final de la película era el mismo. No le di importancia cuando Celia, mi primera pareja me abandonó, tampoco cuando Sandra, la segunda lo hizo, con Romina fue diferente, creo que a ella la amé como a ninguna y tal vez por eso su partida me dolió en demasía, y a decir verdad de las cuatro ella fue la que mas luchó por evitar lo inevitable. Con Sonia me había jurado que las cosas serían diferentes, yo intentaría ser diferente, pero su despedida fue un nuevo cachetazo.

Cuatro en diez años me sabía a demasiado, y estaba cansado de mujeres, necesitaba mis tiempos de soledad, para reencontrarme conmigo mismo, a entender que es lo que pasaba conmigo, dejé de justificarme y cargar mis fracasos en mi compañera de turno y verme ami mismo como centro de ese problema.
Re decoré todo el departamento, ya no tenía con quien compartirlo y ya no necesitaba opiniones femeninas, cambié los colores de las paredes, hice una barra con bebidas, también puse una play en el dormitorio y un nuevo equipo de música.
Empapelé las paredes de mi habitación con fotos de Nicki Minaj, Rihanna y Beyonce, mujeres que me enloquecían por sus curvas, por su piel, por sus formas, pero de quienes jamas escuchaba alguna canción.
Esa fue mi nueva vida, sin horarios, sin obligaciones, podía dejar la ropa tirada en el piso sin que nadie dijera nada, podía comer en la cama si se me antojaba, me duchaba si quería, y si no, lo mismo daba.
Llegaron chicas casuales, solo para una revolcada, nada mas, una, otra y otra, pero a pesar de todo, íntimamente, me sentía vacío.

Solo empecé a buscar en momentos de soledad, encerrado en mi intimidad, por la web, por diarios, por conocidos, por experiencias, por consejos, el destino me llevó a conocer a la doctora María del Carmen Ordazabal, a quien llamaría simplemente Carmen
Ella era psicóloga aunque también había estudiado filosofías orientales, alternativas terapéuticas por lo cual ella salía del psicoanálisis tradicional de Freud o de Kafka.
Carmen era una mujer que pisaba los cuarenta, soltera, si hijos, atendía en su casa, de estatura promedio y contextura delgada. Si bien era cierto que mantenía una tono frío en sus palabras para mantener distancias, físicamente se me hacía muy atractiva, tal vez por tener un tono de piel bastante oscuro recordándome a las chicas de las paredes de mi dormitorio, tal vez por sus llamativos ojos verdes, tal vez por la sensualidad y deseo que despierta una mujer madura, o tal vez por una mezcla de todo.
Ella generalmente usaba ropas negras, y casi siempre vestidos holgados a media pierna, nos sentábamos frente a frente, y naturalmente esos vestidos se subían dejándome ver parte de sus muslos, por cierto tenía unas piernas muy sugerentes, con las marcas e imperfecciones de una mujer ya madura, las mismas marcas e imperfecciones que la hacían tan excitantes.

Carmen tenía una manía inconsciente, se cruzaba de piernas, izquierda sobre derecha, una sobre la otra, pero cada tanto cambiaba, derecha sobre izquierda, y ese tic se le hacía inevitable. La razón de comentarlo es que sin que ella supiera en esos cruces me dejaba ver más de lo conveniente y yo solo esperaba una y otra vez a que ella lo hiciera. Y todo esto me llevó sin darme cuanta a una dependencia absoluta de ella, que sobrepasaba mi relación de paciente y eso solo bajó mis defensas para que ella llegara donde nadie había llegado.
Y poco a poco, mi vida fue cambiando hacia lugares que jamas había imaginado, vocablos que en la vida me habían interesado empezaron a ser parte de mi intimidad, "trans" "sissy" "crossdresser" por nombrar algunos.
Asumir que ver un pene me causaba tanto o mas placer que una vagina hizo que se erizaran los pelos de mi piel, por miedo a lo desconocido.

Carmen empezó a traer a la superficie toda esa podredumbre que estaba en lo profundo de mi ser y era todo muy loco, porque a mi me seguían encantando las mujeres, pero también note que me excitaba pensar en lucir como una.
Y así empecé a vivir esa dualidad de closet, hombre por fuera, mujer por dentro.
Llegaron las depilaciones, de pecho, de piernas, si bien fui siempre bastante lampiño el cambio no fue muy notorio, de todas maneras siempre me cuidaba de estar cubierto con ropas para evitar preguntas que no quería responder.
Y fui por mi sexo, y por mi culito, sentir en las yemas de mis dedos la suavidad de mi piel sin bellos, en mi trasero, me sabía tan femenino que me llevaba a a locura, a la masturbación.
Lo cómico es que mas de una chica con la que tenía sexo casual se veían atraídas por mi depilación y todo se hacía muy rico.

Mi psicóloga estaba al tanto de todo, de mis cambios, me sugirió que comprara cosas de mujer si me hacía feliz verme como tal.
Fui discretamente a a varias casas del rubro, perfumerías, lencería, con excusas de "regalos para mi novia" me hice de rimel, pinturas para labios, para ojos, para uñas, maquillajes, hasta perfume de mujer!, y no solo eso, sostenes, tangas, colaless, medias de red, portaligas y lo que puedan imaginar.
Hubo dos puntos cómicos en esta cuestión, peluca y zapatos, no podía comprar una peluca para mi novia, ni zapatos de mi talla para una chica, así que le pedía a Carmen que ella lo hiciera por mi.

Así llegaron mis días de verme como chica, en mi departamento, en mi soledad, vivía excitado con todo esto y pasaba muchas horas produciéndome como chica y tomándome fotos que nadie vería, porque de eso se trataba, terminaba viendo mi trasero depilado contra un espejo, con hilo dental atravesando mi esfínter, con la verga dura masturbándome en silencio, como hombre, sintiéndome mujer.
Yo no sabía a ciencia cierta si mi doctora me estaba ayudando o me estaba pervirtiendo, pero solo sabía que me sentía feliz, y mi secreto no impedía que siguiera amando a las mujeres, solo necesitaba combinar las dos cosas.

Una llamado de Romina dio un golpe de timón a mi vida, hacía tiempo que no sabía de ella, Sonia, mi última mujer era en extremo celosa, así que había borrado todo mi pasado. Romina de alguna manera se había enterado que ya no tenía mujer y solo llamó para ver como andaba mi vida, un pretexto para cruzar palabras porque como dije, creo que nuestra convivencia nunca se había terminado realmente.
De una simple charla de teléfono pasamos a una de café, frente a frente, estaba hermosa y noté que esa chispa aun perduraba entre nosotros, supe que también había fracasado en algún intento de formar pareja y supimos que de volver a intentarlo todo hubiera podido funcionar.
Romina, dijo naturalmente "vamos a tu departamento o al mio?", era lógico, pero entonces recordé mis depilaciones del cuello para abajo y eso me dio mucha vergüenza, improvisé una tonta escusa como escape, humillante para mi como hombre, a la cual, Romina tomó como un rechazo, era su ex, era hombre, me proponía coger y yo le decía que "no", eran lógicas sus conclusiones.

Al día siguiente fui a visitar a Carmen, para contarle todo, la alegría del reencuentro y la angustia de mi presente, hablamos mucho, demasiado, pero en resumen me convenció que le contara todo, y que si ella me amaba, pues me aceptaría como era, y si así no fuese, era mejor cortar por lo sano antes de que la rueda comenzara a girar.

No tardé en llamar nuevamente a mi ex mujer, no quería dejar que la situación se enfriara y la invité a cenar.
Ella llegó a casa en forma puntual, vestida muy elegante, llamativa y deseable, había preparado unas carnes al horno que sabía que a ella le encantaban y un vino malbec (su preferido, como en los viejos tiempos), cenamos a la luz de las velas con nuestros temas románticos sonando de fondo. Hablamos de todo, nuestros mejores días, también los peores, el día que nos conocimos, el día que nos despedimos, el momento de reencontrarnos...
Ya en el postre toqué el tema de "reencontrarme a mi mismo", trague saliva y la puse al tanto de la doctora María del Carmen Ordazabal, de nuestras charlas y sus consejos, Romina escuchaba con los ojos grandes, inmóvil y sentí que se me cerraba la garganta y que las palabras ya no fluían con naturalidad.

Me levanté, la tomé de la mano y la llevé al dormitorio, fui a mi baulera, saqué el candado y le mostré mis secretos como abriendo mi corazón, ella vio mis pelucas, mis zapatos, mi lencería íntima y toda esa parte de mi que jamás le había contado a nadie.
Ella se quedó meditando, incrédula, quise hacerle el amor, pero me evitó, no era un bocado fácil de digerir y lo sabía, ella puso excusas y supe que lo mejor era no presionarla, como Carmen me lo había anticipado, o lo aceptaba o todo se terminaba.
Hablamos un poco más, café de por medio, pero noté que ella había cambiado, sus pensamientos estaban en otro sitio y cuando nos despedimos y la vi alejarse desde el umbral de mi puerta adiviné que esta vez si sería para siempre.

Pasaron quince días, Romina volvió a llamarme, me dijo que le había dado muchas vueltas al tema y quería volver a visitarme, a casa, pero esta vez no quería cenar conmigo, quería conocer a mi otro yo. Fue grato escucharla pero nuevamente tuve que ir a consultarlo con mi doctora, la situación no era facil, por el contrario vestirme de mujer ante la persona que mejor me hacía y con quien estaba empezando a reescribir la historia era algo que me aterraba.
Pero ahí fui, a todo o nada, a cara o cruz, vivir o morir

Por la tarde me había depilado bien para ella, por completo, me duché, primero con agua y jabón, luego con la mas exquisita fragancia femenina que guardaba secretamente. Fui por un sostén blanco y una tanga hilo dental, me encantaba sentir el cordón delgado rozando en mi ano, incluso tuve que esforzarme por cal mar la erección que tenía para acomodar mi paquete dentro de la prenda de mujer.
Me puse ligas, y medias, y tacones, creí conveniente que una remera simple haciendo juego con una corta falda serían suficientes. Por último la parte mas dificil, mi rostro, el cuiidado maquillaje, delinear los ojos, el tono en los párpados, rubor, acomodar la peluca y un rojo con brillo en los labios.
Estaba muy nervioso, jamás nadie me había visto así, y justo romina sería la primera mujer.

Ella llegó puntual, tocó la puerta, le indiqué que pasara y al verme no pudo evitar una carcajada contenida, pero me dijo que estaba bien, que todo estaba bien, se acercó a mi lado y me miró en detalle, me dijo que aun tenía mucho por aprender, buscó en el gran bolso de mano que colgaba en su hombro derecho, sacó sus cosas, me limpió los labios y luego me los volvió a pintar en un crema suave, me dijo que así me veía mas sensual y el rojo fuerte solo me mostraba como puta barata. Nos reímos y solo empezamos a charlar.
Fue un tanto cómica la situación, Romina me dijo que se suponía que ella haría de hombre, así que cuando fui por la comida, ella me miró y me dijo que me faltaban tetas pero que tenía un culo muy deseable.

Y palabra va, palabra viene llegaron los primeros besos, después de tanto tiempo nuevamente sus labios se pegaban a los míos, supieron riquísimos, fui sobre ella, nos enredamos en besos interminables, era raro, ella sería mi hombre, y yo su mujer, y mas raro aun sonaba que a pesar de conocernos íntimamente esta situación era un volver a empezar.
Me llené con sus pequeños pechos, con sus curvas de mujer, con sus jugos y se la metí muy profundo, como en los viejos tiempos, sentí que había química, y poco a poco nos entendimos en una nueva manera de hacernos el amor, porque ella veía en mi la dualidad de alguien que la estaba cogiendo pero al mismo tiempo tenía apariencia de mujer.

Romina, entre esos jugos que experimentábamos, tomó mi tanga y la tiró con fuerza haciendo que el hilo dental se enterrara en mi esfínter, haciéndome notar lo afiebrado que estaba, era algo que muchas veces le había hecho a ella, bajó a chuparme la pija, pero esta vez con su mano buscaba acariciar mis nalgas depiladas y poco a poco perderse en la intimidad de mi trasero, su lengua llegó a mi culito y naturalmente empecé a abrirme para permitir su avance, lo hacía con cadencia, hizo a un lado el hilo de mi ropa interior y solo se dedicó a comérmelo. Entonces ella paró el juego y me dijo que me tenía una sorpresa, que cerrara los ojos y esperara unos minutos, que no espiara, no se valía hacer trampas.

Así lo hice, sentí algunos ruidos en la habitación y aunque la curiosidad me ganaba mantuve mis ojos cerrados, pasaron unos minutos cuando me dijo que abriera los ojos, Romina tenía calzado un arnés con una enorme verga de juguete, me quedé atónito y se hizo evidente que en lo que se refería a "tamaños de penes" teníamos conceptos diferentes, me dijo
Te gusta? lo pensé mucho, estoy dispuesta a todo, y si a vos te gusta a mi me gusta, quiero intentarlo de nuevo...
Pero Romina - reclamé - me vas a matar con eso... que crees?
Yo estaba pasmado, sabía donde terminaría metido "eso", y si bien mi verga reventaba bajo la tanga, también sentí un poco de temor, ella me dijo entonces palabras que nunca olvidaré y quedarían por siempre grabadas en mi memoria:

"La verdad? duele, pero ese dolor solo dura unos minutos, después es entrar al paraíso, ese dolor es lo mas bello, luego solo dolerá que te la saque, así es el sexo anal, un sueño dolorosamente divino, un placer incomparable y un amor inolvidable..."

Me quedé sin saber que decir, ella siguió avanzando
Y tengo mas! - sentenció viniendo a mi lado con una jaula plástica para encerrar mi pene - gasté mucho dinero en esto - agregó mientras se aseguraba ante mi pasividad absoluta de meter lentamente mi pene dentro sel compartimento, para cerrarlo con llave y guardarla en su poder.
Todo esto era nuevo para mi, Romina notó mi estado de sorpresa y sentenció dándome una nalgada
Vamos amor, querías ser un sissy boy? bueno, vamos a fondo con esto!
Ella hizo que me girara, quede contra el colchón y mi culito apuntando a su lado, sus dedos con algún lubricante llegaron a mi y solo me preparé para ser su putita, Romina se acomodó, apuntó y valiéndose de su propio peso comenzó a dejarse caer, era demasiado grueso, era demasiado dolor, no podía, solo no podía, llegaron mis quejas, me sentía violado, pero ella apoyando su pecho en mi espalda me susurraba al oído
Tranquilo mi amor, recuerda, este dolor solo durará unos minutos...
Poco a poco se hizo lugar, creí que moriría, sentía explotar mi trasero, y después de varios intento frustrados al final mi esfínter cedió. Romina empezó a dármela por atrás, a romperme el culo, y como me había anticipado, estaba en el paraíso con el dolor mas bello que pudiera existir, y ya solo no quería que me la saque.
Pasamos interminables minutos jugando con esa enormidad clavada en mi culo, ella era hombre, y era mujer.
Mi verga estaba enjaulada, prisionera, la sensación de no poderme tocar, masturbarme, ni siquiera poder conseguir una erección me llevaba al borde de la locura, y ella era solo una locomotora que parecía nunca detenerse.
No me pregunten como sucedió pero sentí que a pesar de mi prisión me iba a acabar, se lo hice saber, pero ella ya lo había notado.
Solo aceleró el ritmo, más y mas fuerte y en esa noche mágica, sintiéndome mujer tendría mi primer orgasmo gracias a una penetración anal.

Cuando terminamos, el semen había escapado naturalmente, por los alrededores, Romina, levantando al apuesta pasó los dedos por mis propios jugos e hizo que los lamiera, poco a poco tragando mi propia leche, advirtiéndome que terminara mi trabajo para ser una auténtica mujercita.
Seguimos jugando toda la noche hasta quedarnos dormidos.

Al día siguiente me moría de ganas de orinar, le pedí las llaves de la jaula a mi amante, pero ella lo negó, tenía que entender como era el mundo de las chicas si quería ser una, tuve que hacerlo sentado, como ellas lo hacen.

Y fue rico, probamos suerte, funcionó mi dualidad y empezamos a explorar nuevas fronteras, y todo alimentó nuestra sexualidad, a veces era su hombre, a veces era su mujer.

Solamente la doctora María del Carmen Ordazabal sabría del final de mi historia, ella se alegró mucho que pudiera rehacer mi vida junto a la mujer que siempre había amado, y que ella me aceptara como era, sin reproches, y esa última cita, antes de despedirnos me dijo
Te felicito, al fin estás descubriendo tu verdadera identidad!

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:07) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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