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Mis vecinas

ADMIN Relato enviado por : ADMIN el 20/04/2004. Lecturas: 10474

etiquetas relato Mis vecinas .
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Resumen
Después de haberme mudado, el insomnio me hizo ver un espectáculo que luego se transformaría en una fantástica experiencia.º


Relato
MIS VECINAS


Hace unos años, por razones de seguridad, vendí la casa donde vivía y compré un departamento cerca del centro en un 7º piso a la calle. Muy amplio. Tres habitaciones con grandes ventanales. Dos al frente y una hacia el contrafrente. Esta la transformé en escritorio, biblioteca y depósito de cuanta cosa llegaba y no tenía todavía destino. El living es espacioso y tiene un gran ventanal con balcón que da a la Avenida, como las habitaciones. Y finalmente una cocina muy amplia que me agrada porque allí puedo cocinar, cosa que hago a menudo para agasajar a mis amigos o bien para disfrutar con alguna eventual visita femenina. Perdí muchas cosas de las que se pueden disfrutar en una casa, pero ganándolo en seguridad y en la disminución del trabajo de mantenimiento. Mis ocupaciones me exigen mucho tiempo fuera de mi casa y eso últimamente me preocupaba bastante, temiendo llegar algún día y encontrar que habían entrado ladrones.


Al principio me costó acostumbrarme, especialmente los fines de semana. Acostumbraba pasar mucho tiempo en casa pero ahora me veía obligado a salir, porque sentía la sensación de encierro. Con el correr del tiempo fui cambiando un poco mis hábitos y recuperé la costumbre de permanecer en casa. A lo que no terminaba de acostumbrarme era a los ruidos. La noche ya no era silenciosa como en mi casa de barrio. Muchas veces me desvelaba y me ponía a leer, me conectaba a Internet, o escuchaba música.


Una noche de esas en las que me despertaba por algún ruido con el que todavía no estaba familiarizado, cerca de las cuatro de la mañana me levanté y me senté a fumar un cigarrillo en el living. Como seguía sin sueño decidí ir a buscar algo para leer e intentar de ese modo relajarme para volver a dormir. Antes de prender la luz al entrar, me llamó la atención un ventanal, edificio por medio, completamente abierto e iluminado. Miré atentamente y me pareció percibir una figura. Fui a buscar los prismáticos heredados de mi viejo a quien le gustaban las carreras de caballos, abrí la ventana y me puse a observar.


Dejé la luz apagada tomé una silla y observé. Era una habitación, muy amplia por cierto, con una cama de dos plazas en el medio, al fondo, desde mi ubicación, un placard, una mesa de luz a cada lado de la cama y permanecía totalmente iluminada. Estaba en la tarea de reconocimiento cuando aparece una figura femenina envuelta en una toalla alrededor del cuerpo y una más pequeña en la cabeza, señal inequívoca de un baño reciente. Desde mi lugar de observación podía ver la figura entera pues calculo que el departamento estaría uno o dos pisos más abajo que el mío.


Es muy curioso ver a la gente sin que esta imagine que la están observando. Actúan libremente y se expresan como tal vez no lo harían en público. Estaba en esas cavilaciones y a punto de abandonar la tarea de espía cuando para mi asombro ella se sacó ambas toallas, quedando totalmente desnuda. Se podía ver una cuerpo fantástico. No muy voluptuosa, mas bien delgada pero con todo en su lugar. Se paró frente a lo que supongo era un espejo y comenzó a hacer movimientos que parecían de gimnasia o pasos de baile clásico. En uno de ellos se paró sobre una pierna levantando a su vez la otra hacia atrás, y pude ver claramente su cara. Desde esa distancia parecía joven, 20-22 años y muy bonita. Seguramente, pensé, aunque no soy muy fisonomista, retendría esas facciones en mi memoria.


Esto me había provocado más sueño que el libro, afortunadamente, así que ya casi siendo las cinco, me fui a dormir. Por suerte descansé plácidamente hasta la hora de levantarme para ir a trabajar. Pero recordaba con mucha claridad ese rostro que pude ver desde la distancia.


Habían pasado unos diez días de aquel episodio, y cada vez que mi insomnio me hacía levantar de madrugada, miraba hacia ese ventanal en busca de un nuevo espectáculo, pero sin resultados. Es por eso que ya casi lo había olvidado. Pero esa cara seguía vigente en mi memoria. Y me preguntaba por qué, pues si algo no soy, es fisonomista. En casos así de conocimientos circunstanciales de una persona, sea hombre o mujer, olvido su cara casi de inmediato.


Era sábado por la mañana y me dispuse a hacer las compras para cocinar porque a la noche vendrían a cenar una pareja de amigos y la chica con la que salía actualmente. Había salido con mi changuito como hago habitualmente cuando tengo muchas cosas que comprar. Siempre que puedo evito usarlo porque realmente me siento un papanata con él, me parece que todo el mundo me observa y se mofa de mi. Pero ese día iba a tener un rol fundamental en esta historia, motivo por el cual a partir de allí, me importaría muy poco lo que pudieran pensar los demás.


Iba caminando por la calle, casi en la esquina, a dos cuadras de mi casa, cuando noto que al lado mío, por la vereda, cargada de bolsas del súper, caminaba una chica. La miré y cual no sería mi sorpresa: Era mi vecina la gimnasta !!! Los prismáticos del viejo, mantienen plena vigencia...Era tal como la había observado desde lejos...Y además, para mi regocijo, iba calzada con hojotas, mostrando unos muy bonitos pies.


Estaba en plena observación con todo el disimulo que podía, cuando de repente, tres de sus bolsas cargadas, se desfondan y cae al suelo lo que contenían, que por fortuna para ella, no era nada que pudiera romperse y por fortuna para mi, eran cosas cuyo tamaño y forma hacía difícil llevarlas sin las bolsas. Inmediatamente me acerqué con el objeto de ayudarla, pensando que esto me lo había mandado la providencia para satisfacer mi curiosidad y poder conocerla. Pensaba en eso mientras la ayudaba cuando ambos coincidimos en que le sería imposible llevar sus cosas en las manos. Sin dudarlo y atento a que mi changuito tenía espacio, me ofrecí a acompañarla hasta su casa. Así lo hicimos y llegamos hasta su departamento, que como había imaginado la noche en que la vi por la ventana, quedaba en el quinto piso de un muy elegante edificio ubicado en la calle paralela a la de mi casa. En el camino conversamos de cosas triviales y me pareció encantadora, especialmente porque no tenía esa postura de "a la defensiva" que suelen adoptar ciertas mujeres cuando conocen un hombre. Patricia, así se llama, se comportaba de lo más natural. Llegamos a su casa, le ayudé a descargar sus cosas y me estaba por ir cuando me lo impidió diciendo que lo menos que podía hacer por quien la había sacado de un apuro era invitarlo con un café. Acepté y pasamos cerca de una hora conversando. Supe que era profesora de danza, hacía dos años que vivía allí buscando la independencia de unos padres un tanto castradores, pero de mucho dinero que le habían comprado ese confortable departamento para satisfacer su necesidad de independencia y que había ocurrido un terrible desencuentro cuando al mudarse les negó una llave para poder entrar a gusto cuando quisieran alegando que eso no sería mas que tomar distancias y ella lo que quería era independizarse. Al cabo de una linda charla y dos cafés, intercambiamos teléfonos y me fui a cocinar para la cena.


Debo decir que Patricia me deslumbró. No tanto por su físico, que era muy agraciado, por cierto, pero para nada exuberante, sino por la naturalidad con que se llevó a cabo nuestro primer encuentro. No tenía ese estigma que tienen las mujeres con las que estoy acostumbrado a tratar que inmediatamente se ponen a la defensiva. Por el contrario, ella se condujo, pese a sus 22 años, con mucha soltura, sin tapujos. Se veía muy liberal, cosa que pude descubrir más adelante.


Habían transcurrido varios días desde nuestro encuentro y francamente no lo había notado, pero no puedo negar que siempre la tenía in mente. Patricia me gustaba y mucho. Estaba deseoso de volver a verla y tratar de seducirla. Demás está decir que cuando me tocaba desvelarme siempre pasaba por el cuarto-escritorio para ver si daba otro espectáculo. No me pareció un tiempo prudencial para llamarla por teléfono y por otra parte no se me ocurría ninguna excusa.


Pero una semana después surgió la coartada perfecta. Me llamó mi compadre, diciéndome que mi ahijada de 6 años, quería ir a aprender Danzas. Bingo !!! .Pensé. Llegó mi oportunidad !!!. Yo conozco alguien que puede complacerla, mañana la llamo y después te contesto. Efectivamente, la llamé al día siguiente. Era viernes cerca de las 7 de la tarde. Me saludó efusivamente, hablamos de cosas sin importancia y le pregunté si podía darle clases a mi ahijada, a lo que contestó afirmativamente, me dio un teléfono donde podía llamarla para combinar un horario y me recriminó cómo no la había llamado, principalmente para invitarla a disfrutar alguna de esas comidas deliciosas de las cuales me jactaba. Sin pérdida de tiempo le dije que ahora mismo. Asintió y no alcanzaba a salir de mi estupor por su espontaneidad y su respuesta afirmativa cuando estaba trocando el portero eléctrico.


Me gustó mucho su soltura para tomar las cosas. No sólo aceptó inmediatamente, sino que además, tomó, según dijo después, una botella de vino de la alacena y así como estaba salió para casa. Sin producción. La cara lavada. Y tal cual como se encontraba en el momento en que surgió la invitación. Short, remera y hojotas. Que concordaban perfectamente con mi indumentaria actual, pues yo tenia puesto mi bermuda y también una remera.


Mientras cocinaba unos filetes de pescado envueltos, abrió el vino y brindamos por la providencia que nos hizo conocer. Francamente me gustaba mucho Patricia. No solamente su físico, que ante una observación exhaustiva como la actual, era muy agraciado, sino que su personalidad tan espontánea hacía que me sienta muy a gusto con ella. No obstante lo cual, había algo que no terminaba de convencerme. Era como que ambos estábamos muy a gusto uno con el otro, parecía que entre nosotros podía pasar de todo, pero había "ese algo" que detenía las cosas. Y eso me impidió toda la noche intentar besarla, por ejemplo. Esto me desconcertaba un tanto, cosa que Patricia percibió perfectamente, como me demostraría más tarde.


Fue una velada excelente. Tomamos la botella de vino que trajo, otra que yo tenía y terminamos con una botella de champagne. Como es de suponer, esto nos puso muy alegres a ambos y francamente ya pensaba en que iba a pasar cualquier cosa cuando cerca del amanecer se levantó con dificultad del sillón, merced a la ingesta alcohólica, decidida a irse. Yo totalmente desconcertado. Y para ella fue muy ostensible, porque se despidió diciendo que no me enoje, que ahora me debía una cena. Que en cualquier momento la concretábamos y que sería "con sorpresa".


Debo admitir que quedé entre sorprendido y caliente. Si bien es cierto que el alcohol hizo que me durmiera enseguida, no pude resistirme a pensar qué era lo que ocurría. En otras circunstancias esa reunión termina en la cama. Uno presiente cuando las cosas están dadas así. Pero en este caso, la intuición me jugó una mala pasada.


Al día siguiente me di cuenta de lo notorio que fue mi estado de ánimo al despedirnos, pues en la tarde me llamó por teléfono para agradecerme la cena y decirme nuevamente que no me enoje y que en cualquier momento cumpliría con el compromiso asumido y la sorpresa. Allí mismo decidí no volver a pensar y dejar que las cosas transcurran.


Así estaba todo entre Patricia y yo. Durante los días que siguieron, debí viajar, por lo que no permanecí en casa demasiado. Entre viaje y viaje, la llamé o me llamó, nos preguntamos cómo estábamos y no se volvió a hablar del tema. Pero a la vuelta de mi último viajé, inmediatamente que entro a casa, suena el teléfono y era ella. Hacía varios días que no nos hablábamos. Nos pusimos al día con nuestros asuntos y me preguntó si iba a estar ese fin de semana. Al contestar afirmativamente, me dijo que no haga ningún programa para el sábado por la noche, así cumplía con su compromiso. Era Jueves, no había hecho ningún programa, así que acepté.


Era sábado, casi el mediodía y me despertó Patricia al teléfono para decirme que no me olvide la cena. A lo que respondí, mintiendo, que no la había olvidado. La noche anterior me había acostado muy tarde y con unas cuantas copas demás y desde el jueves que estuve muy ocupado, así que no me acordaba. Pregunté si tenía frezeer y si le gustaría que lleve helado. Contestó afirmativamente y finalizó la conversación diciendo que llegue temprano para tomar un vinito previo a la comida. Me levanté, comí una fruta y a partir de allí comenzaron a trabajar mis ratones, pensando en la invitación de Patricia. Especialmente en "la sorpresa" que me había prometido.


Luego de la fruta, me acosté nuevamente con el propósito de descansar, pues lo que había dormido no era suficiente. Cerca de las seis de la tarde me desperté, me di una ducha reconfortante que me despertó por completo y me senté en la cocina a ver un partido de básquet que daban por TV, mientras tomaba un café. Al terminar el primer tiempo la llamé a Patricia para preguntar si ya era buena hora para ir o si terminaba de ver el partido. A lo que respondió que vaya, que acomodaría el televisor para que pueda verlo en la cocina y de paso le hacía compañía. Me puse un jean, una remera, zapatillas y pasé a comprar el helado antes de ir. Motivo por el cual, al llegar a su casa, noté que había perdido el 3er cuarto del partido y estaba por comenzar el 4to, viendo con sorpresa que mi equipo, había perdido casi el total de la ventaja que llevaba al cabo del Primer Tiempo. Me ubiqué de manera que podía ver el partido y observar los movimientos de Patricia mientras cocinaba. Pude deleitarme totalmente viendo sus pies bellísimos, pues andaba descalza. Lo cual no sólo produjo en mi una sensación de deleite, sino también de calentura ya que trajo a mi memoria la cena en casa.


Se sentó a ver el final del partido conmigo, abrimos el vino, lo hicimos descansar y luego brindamos por la cena y por mi equipo que al final ganó agónicamente. Me indicó dónde estaban las cosas y me propuso que yo ponga la mesa en el comedor, mientras ella se daba una ducha. Confieso que estuve tentado de entrar furtivamente al baño con ella, pero al cabo de unos segundos desistí recordándome a mi mismo que la consigna era dejar fluir las cosas y no forzar situaciones, concentrándome en la tarea que me había encomendado y olvidándome del tema. Al cabo de unos veinte minutos salió del baño y cuando la vi me quedé poco menos que anonadado. Estaba tal y como la conocí a través de la distancia. Dos toallas, una envolviendo su cuerpo y otra en la cabeza. Recibí su aprobación por lo bien que había hecho los deberes, fue a la cocina, puso una cacerola con agua a calentar y salió diciendo que iba a cambiarse.


En pocos minutos más estábamos sentados a la mesa cenando unos exquisitos fideos, amasados por ella, con una salsa cuya receta me negó aduciendo que era un secreto familiar. Pero al cabo de una plato mas, pude detectar los ingredientes y creo que en cualquier momento la voy a sorprender cocinándole el mismo manjar. Una de las cosas que me gustaban de ella, era su cultura alcohólica y me acompañaba perfectamente en tan noble tarea. Porque cuando el compañero no la tiene, uno se siente un poco inhibido, cosa que no me ocurría con Patricia. Casi finalizando la cena, habíamos tomado dos botellas de vino tinto de su bodega, que por cierto era de lo mas variada en sabores, pero sumamente uniforme en calidad. Entonces, como dice el refrán: "no hay dos sin tres", nos dispusimos a abrir la tercer botella, con la alegría y la desinhibición producto de las dos anteriores. Y terminamos de degustar su excelente receta de familia, pasadas las 12 de la noche y habiendo casi terminado la última botella de vino.


No me permitió que colabore en nada. Me indicó que ponga música, me siente en los sillones del living y que me prepare para tomar el helado. Pasados unos cuantos minutos escuchando a Sabina, gusto en el cual coincidimos también, apareció con el helado y con una botella de whisky. Preferí tomarlo solo en lugar de mezclar con el helado. Me levanté inesperadamente, saqué el tema de Sabina que estábamos escuchando y puse algo clásico. Le pedí que bailara para mi y con total espontaneidad, tal su costumbre, Patricia accedió a mi solicitud. No sé que música era, porque estaba francamente extasiado viendo cómo se movía. En alguna de las rutinas pude observar sus pechos, pequeños pero firmes y perfectamente formados, cosa que me excitaba sobremanera. Poco faltó para que la tomara en mis brazos y la besara. Sólo me detuvo el recuerdo de mi premisa de dejar que las cosas transcurran. Estaba en esos deleites cuando suena el timbre. Quedé asombradísimo, pues significaba que quien tocaba estaba arriba; muy extraño pues a esa hora era bastante difícil que alguien hubiera abierto la puerta. Inmediatamente pensé que era algún vecino para quejarse por la música, que en verdad no estaba muy alta. Pero en realidad lo que más llamó mi atención fue que Patricia ni se inmutó. Es más. Hasta me pareció notar que lo esperaba. Entonces allí, no sin algún temor, comencé a vislumbrar que había llegado la hora de "mi sorpresa".


No sé si era mi sorpresa, pero si lo era cumplió con creces su cometido. Apareció Laura, alumna de Patricia. Según supe después, tenía 18 años. Morocha, de tez blanca. Ojos café. Cabello enrulado. Un metro sesenta y cinco, como Patricia aproximadamente. Short, remera de algodón con la pancita al aire. Hojotas y en la mano un atado de cigarrillos y las llaves. Una sonrisa franca. Y por las dos primeras palabras que cruzamos sospeché que era tan desinhibida como Patricia. Ya había cenado así que se anotó con nosotros con el helado y el whisky y a los quince minutos era como si nos conociéramos de hace tiempo.


Conversamos animadamente los tres, enterándome que era estudiante a punto de recibirse, de Diseño Gráfico además de alumna avanzada de Patricia. Que se habían hecho muy amigas por ser vecinas, ya que vivía en el 3er piso y hace dos años comenzó a estudiar Danzas con ella. Entretanto comenzaba a vislumbrarse en Patricia una actitud entre complacida y socarrona que llamaba poderosamente mi atención. En un momento Laura se levantó para ir al baño y justo antes que vuelva, de modo tal de dejarme sin respuesta, Patricia me dice: No te equivoques !!!. Laura se sentó nuevamente con nosotros, seguimos conversando, pero yo tenía una incógnita que me carcomía totalmente.


Mis ratones me decían que esta reunión se había gestado en forma absolutamente deliberada y que en realidad la intención de Patricia era tener una Menaje a Trois. Pero ahora estaba totalmente desconcertado por lo que me dijo. Francamente no sabía qué pensar. También se me ocurrió que podría haber invitado a su amiga para entregármela. En fin una serie de disquisiciones que no llevaban a ninguna conclusión. Lo único de lo que tenía certeza era de que Laura, de un modo u otro, formaba parte de la sorpresa que me fuera prometida. Por lo tanto, la primer incógnita se había develado.

Sólo faltaba saber específicamente cual iba a ser el rol de Laura en "mi sorpresa".


Debo decir que en todas las oportunidades que conversé con Patricia, el tema sexo jamás fue abordado en forma directa. Siempre que se tocó algún tema relacionado fue en forma tangencial y con rapidez, creo que deliberadamente, fue sutilmente eludido por Patricia. Ni siquiera han existido conversaciones con doble sentido. Y ahora, en presencia de Laura tampoco. A decir verdad, esto formaba parte de mi estrategia de dejar que las cosas transcurran y dejarme llevar por la situación. Y en este momento, en el cual se habían desvanecido mis temores por el cariz que pudiera tomar mi sorpresa, conociendo mas o menos en qué consistiría, estaba mucho más relajado y atento a ver cómo se daban las cosas.


Mientras conversábamos, Patricia se levantó para hacer café y Laura se ofreció a ayudarle. Aproveché y fui al baño, sin saber que a la vuelta de mi fisiológica expedición, me encontraría con la "verdadera sorpresa" que mi amiga me tenía preparada. Me refresqué un poco pues entre charla y alcohol eran cerca de las cuatro de la madrugada, y al rato volví.


No había nadie en el living, por lo que seguí hasta la cocina. Y aquí si encontré "mi sorpresa". Laura y Patricia estaban fundiéndose en un apasionado beso. Me quedé atónito. Y ellas ni se percataron de mi presencia. Era una escena de lo mas excitante para mi, por lo que aproveché para observarlas con detenimiento. Fueron unos segundos nada más que me parecieron una eternidad y me provocaron una buena erección casi de inmediato. Al verme, contrariamente a lo que yo suponía, se soltaron una de la otra de forma absolutamente natural. Me miraron ambas y sonrieron.


-Te gustó la sorpresa- preguntó con una sonrisa de lo más pícara, Patricia.


-Me encantó, pero imagino que este no será el final, verdad ?-


-Claro que no!!!- contestaron casi al unísono.


-Entonces me voy a dejar llevar a ver con qué más hacen mis delicias-


Y diciendo esto me acerqué a ambas, que ya mostraban su excitación a través de sus pezones que se veían perfectamente bajo las respectivas remeras, con el firme propósito de unirme a los besos y las caricias. Guiado nuevamente por mi intuición, que me defraudaría otra vez, pues para mi sorpresa delicada pero firmemente me lo impedían y retomaban la tarea que habían abandonado cuando llegué. Para este momento yo tenía una erección que era mas que notoria a través de mi pantalón. Y más aún estando a centímetros de ellas pudiendo percibir las más mínimas muestras de sus calenturas que se acrecentaban a cada instante.


Sin mediar palabra, se despegaron una de la otra, me tomaron una de cada mano y me condujeron a la habitación en la cual, desde la distancia conocí a Patricia. Como ya dije, era muy amplia, tal como la describiera en su momento. Me sacaron toda mi ropa, dejándome solamente con slip. Me condujeron al sillón que estaba en el ángulo formado por la pared del espejo y la del ventanal por donde yo podía ver desde mi casa. Esta rutina, tan bien preparada daba toda la sensación de haber sido ejecutada en mas de una oportunidad. Lo cual me hacía suponer que no era la primera vez que tenían un espectador.


-No somos bisexuales, somos lesbianas. Y la sorpresa que te tenía preparada era esta. Vas a poder vernos mientras hacemos el amor, pero si intervenir para nada. Estás de acuerdo ?- dijo Patricia una vez que me instalaron.


-Acepto- dije ansioso por que el espectáculo continuara.


-Muchas veces en nuestra fantasías, hablamos acerca de tener un espectador masculino, pero nunca encontramos a nadie adecuado, hasta que Patricia te conoció y consideró que podíamos confiar en vos- aclaró Laura, dando por tierra con mi suposición de que no era la primera vez y halagándome por la confianza que había inspirado en ellas como para concederme el honor de observarlas.


A continuación bajó la persiana y Patricia prendió un velador de la mesa de luz que daba una sensación de intimidad y a la vez permitía que todos nos podamos ver perfectamente pese a la penumbra. Luego se desvistieron una a la otra lentamente, acariciándose y besándose en la boca, en los pechos y en el cuello. Cosa que hacía mis delicias y me calentaba hasta un nivel que pocas veces había experimentado. Inconscientemente llevé mi mano a mi bulto, que para ese entonces amenazaba con destruir mi slip, y comencé a acariciarme.


Mientras, ellas seguían dándome un espectáculo que jamás había tenido oportunidad de presenciar. Patricia se recostó boca arriba y Laura la besó en la boca, fue bajando por el cuello y se detuvo un buen rato saboreando sus pechos y a la vez con manos hábiles la acariciaba, provocando suspiros de placer. Siguió bajando y pude ver como la lengua de Laura arrancaba quejidos de Patricia, pasando lentamente por su almejita y deteniéndose largamente en el clítoris, lo cual la excitaba aun más hasta que se deshizo en un orgasmo en el que pude ver cómo salían sus fluidos.


Volvieron a besarse acaloradamente y con suma plasticidad y desenvoltura invirtieron las posiciones, quedando Patricia frente a mi y Laura recostada con la cabeza hacia los pies de la cama, dispuesta a sentir el goce de la lengua de Patricia recorriendo su cuerpo entero con una destreza sin igual. Ahora observé a Laura que alcanzaba su orgasmo manifestado con un profundo quejido y tomando con fuerza la cabeza de Patricia, como queriendo mantenerla allí para siempre. Yo no podía más de placer y calentura, como tampoco podía salir de mi asombro por haber tenido la suerte de que me inviten a presenciar semejante espectáculo. No sé en qué momento lo hice, pero me encontraba sin slip y con mi garrote en mi mano. Semejante calentura no me permitió contenerme y les pedí que me dejen besarlas a ambas, casi en un ruego desesperado por tener contacto con esos dos maravillosos cuerpos jóvenes que yacían extasiados después de sendos orgasmos. Para mi asombro, accedieron. Me acerqué a la cama y besé largamente a cada una de ellas. Inmediatamente hice el ademán de retirarme, pero Laura, quien parecía dominar la situación, me retuvo tomándome de un brazo. Quedé sentado al borde de la cama con mi garrote latiendo y a punto de estallar.


-No queremos que nos penetres, pero te vamos a hacer acabar- dijo Patricia


Seguidamente tomó mi instrumento en su mano con suavidad y creí que iba a estallar. Comenzó a manipularlo de arriba hacia abajo mientras Laura acariciaba mis bolas. Me colocaron boca arriba en la cama, se sentaron una a cada lado y mientras se besaban y se acariciaban con una mano, con la restante ambas se ocupaban de mi arma, como dos expertas. Abrí los ojos para decirles que no podía más, que estaba a punto de acabar pero me detuve pues noté que dejan de besarse, se separan, se miran una a la otra con complicidad y sin decir palabra se agachan hasta tener mi aparato a la altura de sus bocas. Comenzaron con la lengua en la puntita acariciando alternativamente primero una y después la otra. Mientras una jugaba con su lengua alrededor de la punta de mi cañón, la otra se encargaba de hacerla gozar con los dedos.


Después se arrodillaron una a cada lado y Laura, muy lentamente se la fue introduciendo en la boca hasta que casi se ahoga. Así comenzó a subir y bajar, haciéndome disfrutar como nunca hubiese imaginado. Se la sacó adivinando, creo, que estaba a punto de acabar. Teniéndola en la mano se la ofreció a Patricia que gustosamente comenzó jugando con la lengua alrededor y terminó metiéndosela en la boca y comenzó con un movimiento ascendente y descendente que hacía mis delicias. Ya no daba más y grité que iba a acabar. Entonces se la sacó de la boca, mientras Laura la tomaba con su mano y se movía muy despacio, prolongando el éxtasis, mientras Patricia jugaba con su lengua alrededor del glande. Cuando esta percibió que explotaba sin remedio, sacó la lengua y compartió con Laura las tareas manuales que terminaron con mi resistencia y acabé en casi un grito y una catarata de crema que compartieron, rociándosela en los pechos, orientando hacia una y hacia la otra cada contracción espasmódica producto de mi calentura y riendo a la vez.


Nos abrazamos y nos besamos mutuamente en una comunión que nunca llegué a tener con una mujer. Y creo no equivocarme al decir que esta experiencia que tal vez por curiosidad o snobismo quisieron probar, a ellas les resultó también de lo más agradable. No sólo por la confianza que depositaron en mi en el sentido de que no deseaban ser penetradas y yo en ningún momento ni siquiera lo pensé. Sino porque supe disfrutar del placer que se proporcionaban y creo que lo supieron valorar, pues nació de ellas acercarme a la cama para hacerme acabar de la forma que lo hicieron.


Y esta vez (era hora) mi intuición no me falló. Habían pasado tres semanas en las cuales nos hablamos por teléfono pero no nos vimos, cuando Patricia me llama para decirme que Laura iba a cocinar para nosotros. El sábado a las 8 era la cita.


-Esta vez no va a ser una sorpresa- dijo riéndose y se despidió hasta el sábado.


A partir de allí, tuvimos muchos encuentros similares, en casa de Patricia o en la mía porque Laura vivía con sus padres. Incluso alguna vez fuimos a lo de Laura, presentándonos Patricia y yo como pareja. Pero no pasó nada salvo por algún beso furtivo entre ellas o entre los tres. Pero a pesar que esta triple relación duró bastante, nunca intenté penetrarlas ni ellas tampoco me lo pidieron. Lo que si puedo decir es que fue magnífico como experiencia y como amistad. Aún hoy, que han pasado varios años de aquello, nos seguimos frecuentando, como amigos, aunque ellas ya no son mas pareja y cada una tiene la suya pero nunca se dio la posibilidad que tengamos encuentros similares.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:35) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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