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MOLDEANDO UN ESPOSO CORNUDO Y SUMISO PARTE 1 DE 2 ( CON fotos)

dulces.placeres Relato enviado por : dulces.placeres el 01/01/2021. Lecturas: 3735

etiquetas relato MOLDEANDO UN ESPOSO CORNUDO Y SUMISO  PARTE 1 DE 2 ( CON fotos)   Confesiones .
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Resumen
Fue cuando reparé lo que sucedía, los cortinados de los amplios ventanales estaban abiertos de par en par, y los muchachones del frente se estaban deleitando con el espectáculo gratuito que yo les obsequiaba sin haberme dado cuenta.


Relato
MOLDEANDO UN ESPOSO CORNUDO Y SUMISO

PARTE 1 DE 2

Convengamos que en mi matrimonio con Carlos hay algo de amor, y también algo de interés. Nos llevamos bastantes años de diferencia, quizás demasiados, una historia tan común como repetida, el buscó en mi lo que su mujer ya no podía darle, juventud, belleza, curvas de ensueño, alguien para quien el sexo era una necesidad y no un fastidio. Para mi representaba una posibilidad, un tipo adinerado y de buen pasar, alguien que podría pagar todos mis caprichos, lo amo a mi manera, es cierto.

Yo trabajaba en un local de comidas en un shoping de mi ciudad, era un empleo part time mientras me enfocaba en mis estudios de agronomía, estudios que abandonaría tiempo después. Carlos era uno de los socios del lugar, solo que yo no lo sabía en esos días, el vino como un cliente más, con su esposa, una mujer que aparentaba unos cuarenta años, bastante descuidada y con un mal humor a flor de piel, con sus hijos, una gordita de ojos claros de unos quince y un jovencito inquieto que era una máquina de pedir. Recuerdo que él un pedido de hamburguesas como todo el mundo solía hacerlo, completo, con papasa fritas y gaseosas cola. Yo no reparé mucho en el hecho, era normal para mi ver pasar familias y familias, una tras otra, además yo tenía poco años mas que su hija mayor y en ese momento, nada tenía que ver con nada.

Se presentaría por el lugar una semana después, esta vez en soledad, se dirigió a mi nuevamente y se presentó formalmente, Carlos Orellano, me dijo quien era y que había estado un poco de incógnito, evaluando todo, la calidad del servicio, la comida, el personal y varias cosas mas.
En esa segunda visita si presté mejor atención, Carlos personalizaba todo en mi y por algo lo hacía, si en verdad él era el dueño de todo eso, debía solo sonar normal y traté en segundos de recordar que tan cordial había sido días atrás, necesitaba el empleo y sentí que las dudas me invadían. Mis nervios me traicionaron, me mordía las uñas y él con una sonrisa cómplice me pidió que me tranquilizara, que todo estaba bien, que no me preocupara.

Así empezaron mis días junto a él, entre visitas que se hicieron costumbre, llamados, complicidades, en menos de un mes me había llevado a la cama. En ese momento pensé que ahí terminaría mi historia con el, un tipo con familia había conseguido su objetivo de cogerse a la joven empleada, y ya, no tendría sentido seguir, además le dí apenas un cinco en la cama, un encuentro mediocre, un pene pequeño y yo honestamente, soy de las que le gustan las cosas a lo grande, cuanto mas grande mejor.
Sin embargo el volvió por mi poco tiempo después y descubrí que el anzuelo había enganchado al pez. Vi la oportunidad y la tomé, empecé a gastar sus billetes, me hice su amante, su putita, y poco a poco me hice centro de su universo, hasta desplazar a la bruja de su mujer, jugué mis cartas y cuando supe que tenía el control, la gacela se transformó en leona, y lo puse entre la espada y la pared, o ella o yo, y el eligió.
Después de su divorcio sentí un alivio, en poco tiempo nos casamos y me aseguré que si alguna vez todo terminaba tendría mi parte - porque como yo aparecí en su vida, otra podría aparecer mas adelante cuando yo tuviera cuarenta y sea una vieja - además así jamas tendría que trabajar nuevamente tras un mostrador vendiendo hamburguesas.

Con el correr de los meses naturalmente se daría en nuestra relación quien de los dos sería el dominante, a pesar de tener bastantes años mas que yo, de ser el dueño de todo, incluso del dinero, él me decía una y otra vez que no podría vivir sin mi, que había renunciado a su familia por mi, que preferiría morir a perderme y yo le dejaba oír lo que él necesitaba oír, que la situación era recíproca, que el era mi mundo, pero en verdad, tranquilamente yo podría haber seguido mi vida sin el, con sus billetes y sin el menor remordimiento.

La situación fue bien en un principio, todo fue vivir en el paraíso, viajamos, recorrimos el mundo, conocí lugares que jamas pensé conocer, viví una vida de reina. Había dejado de alquilar mi mono ambiente de barrio para mudarme a un piso espectacular en el corazón de la ciudad, el negocio de comidas rápidas iba viento en popa, de dos locales habíamos pasado a seis, él se ocupaba de los negocios, incluso yo le ayudaba y acompañaba muchas veces, pero en verdad disfrutaba de mis días de compras, de mis jornadas de gym, de mis paseos con amigas, en un abrir y cerrar de ojos la varita de la fortuna me había elegido y yo vivía una vida que jamás había imaginado vivir.
Pero el tiempo fue pasando y toda esa efervescencia de los primeros días poco a poco fue desapareciendo con el roce de la costumbre, con la monotonía de lo cotidiano y empezaron a surgir las primeras grietas, los primeros llamados de atención.

En la cama las cosas ya no iban tan bien como al principio, yo era joven, Carlos no tanto, para mi el sexo estaba en primer plano, para el no, y me di cuenta que era una mujer insatisfecha, necesitaba una buena verga y mi esposo no era capaz de satisfacerme. Para colmo la empresa no paraba de crecer, bueno por un lado, malo por otro, así nacieron las primeras sucursales en otras provincias, con lo cual se hizo habitual que Carlos se ausentara una o dos semanas cada tanto.
Mi vida ya era un fiasco, mi hombre me cogía poco y mal, a veces estaba tan cansado que no se le paraba la verga y se me acalambraba la boca chupando y chupando sin conseguir una erección, era frustrante, y mas cuando cada tanto sus ronquidos me traían a la realidad. Mis vacíos se ocuparon con películas en la tv, en llenar mi estómago con comidas que no necesitaba, me hice una holgazana y la aguja de la balanza fue subiendo poco a poco. Me dejé estar, perdí la línea, poco me importaba verme atractiva, exquisita, interesante para alguien que ya no me veía.
Me encontré encerrada en un laberinto, atrapada en mi propia tela araña, aunque a diario tenía propuestas, en la calle, en el gym, en mis redes sociales, directas, indirectas, hombres jóvenes, vigorosos, calientes, en el fondo sabía que no le sería infiel a Carlos, estaba en mis mejores años y los estaba tirando a la basura, pero tampoco quería romper con el y con eso perder la buena vida que llevaba, el dinero fácil.

Y todo empezaría por casualidad...

Hacía un tiempo ya que una compañía constructora levantaba un nuevo edificio contiguo al nuestro, separados calle mediante, poco a poco, piso a piso, hasta que llegaron al octavo, mismo nivel donde Carlos y yo vivíamos. Apenas una veintena de metros nos separaba y yo podía ver a esos obreros transpirados y rudos, polvorientos y malolientes trabajando de sol a sol y si yo podía ver, ellos podían ver. Esa mañana tomaba una ducha a mi regreso del gym, estaba inmersa en agua tibia, pensando en nada cuando sentí sonar mi celular, el cual estaba sobre mi mesa de luz.
Lo dejé sonar, en primera instancia lo ignoré, pero dado que volvían a llamar una y otra vez, me decidí atender por si fuera algo importante.
Salí de la tina, tomé a toalla de cuerpo y me sequé rápidamente, apenas por arriba, no había tiempo para ropa interior así que apenas me puse una bata rosa transparente que tenía a mano, el celular dejaría de sonar en cualquier momento así que no la anudé por delante como debería haber hecho, fui al dormitorio aun húmeda marcando mis pisadas en la gruesa alfombra, tomé el celular, era apenas una llamada de la clínica médica para cambiar un turno programado, empecé a charlar, ya mas distendida, caminando de lado a lado. Fue cuando reparé lo que sucedía, los cortinados de los amplios ventanales estaban abiertos de par en par, y los muchachones del frente se estaban deleitando con el espectáculo gratuito que yo les obsequiaba sin haberme dado cuenta.

Me puse roja como un tomate y prontamente cerré los mismos, me quise morir de la vergüenza, pero también sentí que el corazón me palpitaba demasiado fuerte y la escena me resultó muy erótica, al punto que terminaría masturbándome minutos mas tarde.
Había probado esa droga sin quererlo, y me haría adicta sin remedio.
La segunda oportunidad sería intencional, los cortinados estaba abiertos y solo estaba en ropa interior, con una sugerente tanga enterrada entre mis nalgas y un sostén muy sexi, sentía las miradas siguiendo atentamente mi cuerpo, mis movimientos, me divertí haciéndome la desentendida y rápidamente se transformaría en un juego. Avancé casilla a casilla, me dejé ver desnuda, y llegado el momento les deje saber que no era casualidad, los enfrenté con mi mirada y fui la puta gratis para ellos, el edificio seguía creciendo pero el piso ocho era cada día centro de reuniones improvisadas.

La simples insinuaciones inocentes fueron subiendo en intensidad, tenía enormes orgasmos tocándome para esos extraños, aparecieron los juguetes vibrando en mi sexo y me encantaba mostrarme como una puta, era todo tan raro.
Esos juegos íntimos se transformaron sin querer en eje de mi vida, volví a doble turno al gym, me aferré a una dieta estricta y con trabajo recuperé las formas, yo no me contentaba con verme vulgar, yo quería ser la mejor y mi aspecto visual, lo que yo veía ante el espejo me daba impulso para ir por mas.

A todo esto, mi esposo seguía al margen, pero en los tiempos que compartíamos notaba que mi cuerpo estaba cambiado, mi cintura había mejorado y estaba tonificada, no solo eso, estaba de buen humor, contenta, reía como tonta y Carlos sospechó lo que cualquiera hubiera sospechado, un amante.
Yo solo me reí a carcajadas cuando el temerosamente sacó el tema, nada mas alejado dela realidad, así que nos sentamos a platicar un poco y palabra a palabra compartí todo mi secreto él y él me escuchó atentamente, entre risas tan cómplices como incrédulas, me decía que estaba loca pero en verdad estaba descubriendo algo nuevo en mi.

Carlos me pidió pruebas porque no daba crédito a mis palabras, así que buscamos un sitio donde permaneciera invisible a los ventanales, donde no pudieran notar su presencia, para regalarle a el también mi show de erotismo.
Por mi parte me había arreglado convenientemente, con un lindo peinado, un poco de maquillaje, lencería erótica, cono medias de encaje y zapatos de tacos altos, abrí los cortinados y les regalé un espectáculo, me toqué los pechos, me abrí de piernas apuntando al ventanal, recostada sobre la cama, acariciando mi vagina depilada, me masturbaba para ellos, me mojaba toda y al girar mi cabeza para buscar a Carlos, me sorprendí al verlo con una profunda erección masturbándose con lo que estaba sucediendo, fue raro, pero terminé gimiendo como una puta explotado en un incontrolable orgasmo. Noté que ese orgasmo no me lo habían arrancado los casuales espectadores del frente, por el contrario, mi placer fue notar como se excitaba mi marido al ver como yo me regalaba a extraños.

Mi esposo había probado la misma droga que yo había probado, y se volvería adicto como yo lo había hecho.

Así, poco a poco se fue involucrando, y entramos en una nueva sexualidad, fue como re encender la caldera que estaba apagada, lo metí desnudo en la cama conmigo y le mostramos a esos casuales espectadores como le chupaba la verga, como me acababa en la boca, como me cogía haciéndome gritar y hasta como me la daba por el culo y era rico buscar posturas para que ellos pudieran ver con claridad, siempre hacíamos todo apuntando al gran ventanal que deba al oeste. Todo esto mejoró nuestra sexualidad, Carlos comenzó a darme el tiempo que ya no me daba, me sentí nuevamente centro de su vida y vivimos una época loca, desenfrenada y desinhibida.
Buscamos pasar límites, mas locuras, como a un par de drogadictos cada día necesitábamos más y todo tenía sabor a poco.

Un atardecer, nos revolcábamos en la cama, solo que llovía y las gotas mojaban los vidrios de tal manera que se hacía difícil ver al otro lado, y sin ese plus, las cosas no funcionaban, Carlos fue por todo, abrió el ventanal, estábamos locos, salimos al balcón, ambos completamente desnudos, estaba todo mojado, el piso, las paredes, me hizo apoyar las manos en la baranda que daba al vacío y sacar culo hacia su lado, lo sentí venir, me la metió muy rico, sentí sus jadeos, miraba al frente, sentía los silbidos al otro lado de la calle, me perdía en placer, mi piel se mojaba por la lluvia y sentía frío, mis pezones estaban duros y las manos de mi esposo los acariciaba con esmero, por la calle, ocho pisos abajo, un despistado ciclista apuraba el paso tratando infructuosamente de no mojarse, un par de señoras con sus paraguas intentaban de cruzar la calle anegada por el agua y varios coches se desplazaban de un lado a otro, todo un mundo ajeno a lo que sucedía en mi balcón, no podía concentrarme en todo, jadeaba mientras me tocaba el clítoris, el me aferraba por la cintura y me la metía toda, lo sentí llegar, sentí mi concha llenarse de semen y el peso del cuerpo de mi marido caer sobre el mio, extenuado, había terminado...

Volvimos al dormitorio, cerramos las cortinas y fuimos a secarnos rápidamente para no pescarnos una pulmonía, tiritaba de frío, pusimos la calefacción y preparamos unas ricas chocolatadas para entrar en calor. Nos reímos cómplices, como niños, y repasamos entre sorbo y sorbo todo lo que habíamos hecho, todas las locuras, y nos preguntamos cual sería el límite, cuando llegaría el final, que pasaría después.

Y el tiempo nos daría la respuesta, el edificio se terminó, los muchachotes de la construcción desaparecieron y al abrir los cortinados solo veíamos hermosos departamentos a estrenar, algunos en venta, algunos en alquiler, preciosos, perfectos, pero no había nadie en ellos, estaban muertos, sin vida.
Para nosotros, al menos para mi, fue como una actriz que sale a dar una función de teatro, que pone su vida en ello y al correrse los telones nota que no hay espectadores, que las rojas butacas están vacías y que un frío silencio envuelve el lugar.
Lentamente, Carlos y yo agarramos una peligrosa pendiente, cuesta abajo, volver al punto de partida, del aburrimiento, y como alguna vez me había jurado no volver a vender hamburguesas, también me había jurado no volver a reemplazar mi falta de sexo con comida, y era evidente que esto estaba volviendo a suceder.

Algo tenía que hacer, algo tenía que inventar, rápido!, y me puse a pensar, que hubieran hecho ustedes?

CONTINUARA

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:27) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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